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3. Olvido, parte 2.

VICENZO:

No importa en dónde me esconda o cuán rápido huya, ella siempre me encuentra con una facilidad que impide que duerma por las noches. Ha dejado claro de múltiples formas que es la dueña de todo y de todos, pero continuo sin creer que eso me involucre. Mi mente sigue estando en blanco, pero tengo una noción de lo que está bien y lo que está mal y Arlette Cavalli es todo sobre lo último. Es imposible que en algún momento haya estado de acuerdo con las cosas que hace. Inconcebible. De ser ese el caso, ya no es así.

El Anticristo, viene el apodo a mi mente desde algún rincón de ella y le queda perfecto.

Es una psicópata que no ha hecho más que perseguirme desde que me fui de la mansión, lo cual en algunas ocasiones involucra sangre. Pediría ayuda a las autoridades si pensara que eso resolvería algo, pero cuando fui a la policía por una orden de alejamiento una extraña sensación se apoderó de mi cuerpo y me hizo retroceder a unos pasos de ingresar en el edificio de la comisaría. Una sensación que me decía a gritos que si entraba no volvería a salir y terminaría encerrado tras las rejas en su lugar.

La asocié a la corrupción y al hecho de que con su dinero puede comprar a quién sea.

Quién sea mi verdadero yo quiero golpearlo.

¿Cómo terminó en esta situación?

¿Cómo terminó relacionándose con esta criminal?

Más importante, ¿cómo terminó dándole cuatro hijos?

¿Fui... violado?

─Buenos días. Estoy aquí por el empleo ─digo frente al escritorio de la recepcionista de la escuela primaria con preescolar en la que están solicitando un profesor de educación física.

San Antonio Jr.

El hecho de que mi mente no haya podido recordarlos no significa que no perciba a esos niños como míos o que sienta esta horrible necesidad de protegerlos. Haberlos abandonado fue un error que me carcome cada segundo. Sus rostros tristes y desolados se grabaron en el interior de mis párpados, menos el de Valentino, pero aún así extraño al hijo de puta. Esta es una buena manera de estar cerca mientras descubro la verdad sobre mi pasado.

La recepcionista frente a mí, una mujer rubia con anteojos, empaña sus lentes.

─¿Cuál... cuál em-em-empleo? ¿De jar-jar-jardinero?

Mira hacia mis brazos.

Niego, pero su atención sigue en mi cuerpo, no en mi rostro.

─De profesor de educación física.

Afirma, sus mejillas rojas.

─Puede dejarme su currículum, ¿señor...?

─Ambrosetti ─respondo dejando una carpeta sobre su escritorio─. Vicenzo Ambrosetti.

La mujer la toma con dedos temblorosos.

─Está bien, señor Ambrosetti. Le daré su currículum a la dueña de la escuela.

Mi frente se arruga.

─¿La directora no debería ser quién lo gestione?

─No, los hijos de la dueña estudian aquí y se toma la seguridad de sus niños muy en serio, así que la selección de nuevos empleados pasa por sus manos para impedir que hayan problemas. Los niños de personas muy ricas estudian aquí, pero ella está más allá de la palabra. ─Teclea en su computadora─. ¿Podría darme un número de contacto al que pueda llamarlo a penas tenga una respuesta? Le diré tanto si lo han rechazado como si no.

Se lo doy.

─Gracias ─murmuro antes de darme la vuelta, consciente de sus ojos en mi culo.

─De nada, hermoso.

Me detengo al escucharla, mis hombros tensándose.

Al girarme para echarle un vistazo descubro que se ha escondido tras su escritorio. Hago una mueca y continúo con mi camino, pero la verdad es que ni siquiera yo entiendo mi comportamiento. No quiero tener nada que ver con mi esposa, la mujer que tiene un acceso a su mazmorra llena de prisioneros en la cocina, pero aún así no me siento cómodo con la atención femenina. No es como si sintiera algún tipo de rechazo hacia el sexo femenino, me masturbo viendo porno, sino como si más bien supiera que algo malo va a suceder si tengo una cita con alguien de Tinder o si contrato a una puta con el dinero que me queda.

Algo como un cadáver.

O dos.

Tras salir de la escuela tomo una motocicleta que compré en una venta de garaje y la monto, la cual me lleva al centro de Chicago. Renté un apartamento ahí al cansarme de ser perseguido a cada hotel en el que decidía pasar la noche de aquí a Nueva Orleans, así que busqué mi propio sitio en el que nadie vendiera el número de mi habitación por un fajo de billetes. Es tipo estudio, de una sola habitación, y tiene todo lo que un hombre soltero necesita para sobrevivir: comida, cama, un televisor en el cual ver mis juegos favoritos y una ducha. Me quito la chaqueta de cuero y la dejo sobre el sofá antes de arrojarme en él con un tazón lleno de botanas. Pongo una repetición de los Kings contra los Cowboys.

Durante él la pantalla de mi teléfono se alumbra con la llegada de un mensaje.

Desconocido: Buenas tardes, señor Ambrosetti.

Desconocido: Le escribo de parte de San Antonio Jr para informarle que ha sido contratado como el nuevo profesor de Educación Física de Preescolar y Primer Grado.

Desconocido: Lo esperamos mañana a las 7:00 AM.

Desconocido: Bienvenido a la familia San Antonio.

Mi frente se arruga, pero mis labios se curvan hacia arriba. Estoy feliz porque obtuve el trabajo y estaré cerca de los chicos, lo que me permitirá tener un poco más de información sobre mi antiguo yo. Río al recordar la manera en la que la secretaria se escondió tras su escritorio al percatarse de que la había escuchado llamándome hermoso.

Eso es una maldita ofensa, dice una voz dentro de mí.

Los hombres de verdad no somos llamados hermosos, sino bestias.

No soy un maldito enfermo, así que la ignoro.

Vicenzo: ¿Eres la recepcionista?

La respuesta tarda un poco en llegar.

Desconocido: Sí.

Vicenzo: ¿Cómo te llamas?

Desconocido: Tiffany.

Una sensación extraña me invade al leer ese nombre.

Vicenzo: Bonito.

Desconocido: Gracias. Mi madre lo escogió.

Vicenzo: ¿De dónde lo sacó?

Desconocido: De una chica muerta en los titulares del periódico.

No debería hacer este tipo de preguntas, pero no puedo evitarlo. La curiosidad es grande.

Vicenzo: ¿Cómo murió?

Desconocido: Veneno para ratas.

Hago una mueca, optando por cambiar de tema mientras me pregunto cómo es que dejan que alguien tan extraño trabaje en un sitio para niños. La dueña debió haber fallado ahí. Es un poco excitante desde el punto de vista perverso, sin embargo, pero no tan macabro como presenciar asesinatos y torturas sin ningún tipo de explicación en vivo. Me acomodo en el sofá y escucho el partido en lugar de verlo mientras hablo con mi nueva amiga de trabajo.

Vicenzo: ¿Así que piensas que soy hermoso?

Me arrepiento de lo que envié tras hacerlo, coquetear no se siente correcto, no cuando no estoy intentando conseguir una relación, sino obtener algunas fotos suyas con las cuales tocarme, pero no existe un botón de borrar. La respuesta llega después de que empieza el medio tiempo, por lo que puedo prestarle completa y absoluta atención.

Desconocido: Me gusta tu cabello.

Vicenzo: ¿Te gusta el blanco?

Desconocido: Sí, ¿sabes lo que significa el blanco?

¿Semen en mi mano luego de que me envíe una foto de sus tetas?

Vicenzo: No.

Vicenzo: ¿Qué es?

Es impresionante que tenga que atravesar por esto por un simple nude.

Desconocido: Un nuevo comienzo.

A pesar de que no es algo que suba mi polla, se siente bien leerlo. Como un presagio.

Empiezo a escribirle que la veré mañana en la escuela y a darle las gracias por haber recibido mi currículum, pero la llegada de una fotografía me interrumpe. Me tenso al ver dos montículos perfectos, de pezones rosados y de apariencia suave, en mi pantalla. Mi erección crece al ver las uñas rojo sangre que se deslizaron sobre ellos apretando una de sus tetas. Estas dejaron marcas rojizas sobre su piel blanquecina que hacen que babee.

Vicenzo: Mierda, tus tetas son perfectas, nena.

Vicenzo: ¿Puedo ver más?

Desconocido: ¿Más?

Por alguna razón su voz suena tímida e insegura en mi cabeza.

Gruño, queriendo tenerla conmigo y hacerle de todo hasta que deje de ser ambas cosas.

Vicenzo: Tu coño.

Vicenzo: Tu culo.

Vicenzo: Tu rostro.

Vicenzo: Las tres al mismo tiempo o por separado, como quieras.

Desconocido: ¿Y yo puedo verte a ti?

Le envío una foto de mi gran polla fuera de mis pantalones, la cual gotea líquido pre-seminal, y ella me envía del coño más bonito que he visto en mi vida, suave, lampiño y rosado, y de su culo pequeño, sustancioso y apretado. No lo hace directamente, sino que deja que lo imagine por debajo de un tanga negro de encaje. Aunque debería enojarme no haberlo visto del todo, me excita aún más de lo que pensé. Quiero arrancar su lencería con mis dientes.

No me envía su cara, pero no la presiono.

Debe ser una chica lista que cuida de sí misma.

Vicenzo: ¿Acabaste?

Desconocido: No.

Desconocido: ¿Puedo ver tu cabello?

Es una petición extraña, pero la cumplo. Le envío una fotografía de mi rostro.

Desconocido: ¡Tu cabello, no tu cara!

Arrugo la frente, arrojando mi teléfono al otro extremo del sofá, bufando.

Todas las mujeres están locas.

*****

Al día siguiente llego a San Antonio en un atuendo deportivo color negro, un silbato plateado alrededor de mi cuello. Estaciono mi motocicleta en los espacios para profesores y camino hacia el edificio destinado a la primaria y al preescolar. Recibí mi horario esta mañana, así que primero me dirijo a uno de los salones de kínder. Intento que mis ojos no viajen directamente al motivo por el que estoy aquí, pero no puedo evitarlo. Lucrezia Cavalli es el centro de atención a cualquier lugar al que vaya. San Antonio no exige uniformes, así que trae un tutú por encima de un par de medias grises con lunares rosas y un suéter blanco. Una corona de diamantes de inmitación, aunque también podrían ser reales, decoran su cabeza y su cabello blanco se riza sobre su espalda. Le enseña a un par de niños su nuevo juguete, una mariquita voladora. Alza sus ojos grandes y azules hacia mí cuando la atrapo en mi mano. Sus amigos se van, lo cual es una decisión inteligente porque no me gustaba lo cerca que estaban los pequeños bastardos de ella. Su reacción al verme no es la que esperaba. No salta sobre mí o me pide que la alce. Solo se incorpora y me ve sin emoción.

─¿Podría darme mi mariquita de regreso, señor? Mi mami me la regaló.

El juguete zumba en el interior de mi mano, pero no lo dejo ir.

─Lucrezia ─digo, arrodillándome frente a ella─. Soy tu padre.

Mi cabello había sido rapado por los japoneses, por lo que no lo tenía la última vez que nos vimos. Tampoco sé cuán rápido pueda olvidar un niño y ella está muy pequeña aún, no como sus hermanos. Temo que ya no recuerde quién soy. No, no solo lo temo.

La sola idea de ello me destroza.

─Yo no soy Lucrezia, no para mi papá ─dice arrojando el control remoto de su mariquita al suelo, sus ojos azules llenos de lágrimas─. Tú no eres mi papi si me llamas Lucrezia. Lucrezia es un nombre muy feo que mamá escogió para mí y papá siempre me hacía sentir mejor llamándome de otra manera. Si no sabes cuál es no eres mi papá. ─Trago, viéndola llorar por mi culpa─. Papá tampoco nos habría abandonado, así que no eres él. Papi murió.

La maestra se da cuenta de lo que ocurre con Lucrezia y se acerca después de que ella se aleja corriendo. Se detiene al observarme y darse cuenta de que el nuevo profesor de educación física es su padre. Sus labios se separan, pero niego antes de que diga algo.

─Arlette se quedó con todo tras el divorcio y siempre quise ser profesor de educación física ─miento, pero es una excusa creíble, sobre todo la parte de Arlette quedándose con todo porque nadie en su sano juicio sueña con ser profesor de educación física.

─Iré por Lucrezia, pero por hoy creo que es mejor que suspendamos la clase de educación física. ─Inclina la cabeza hacia el pupitre de mi hija─. Lucrezia no la ha pasado bien últimamente. Puede ver sus dibujos en el interior de su pupitre si no me cree.

Afirmo, pero no los veo hasta que da media vuelta y me concede espacio.

No recuerdo haberla engendrado, no recuerdo nada de mi pequeña y sensible hija, pero mi corazón se parte al ver varias versiones a color de animales donde un pequeño animal siempre tiene una lágrima saliendo de su ojo mientras ve a otro animal más grande lejos de él. Patos. Unicornios. Mariquitas. Hormigas. Elefantes. Siempre es el mismo dibujo.

*****

Chiara y Valentino están en primer grado.

Pensé que reunirme con ellos sería más complicado, pero ambos escuchan atentamente lo que tengo que decir después de que fingí tener que aplicarles un castigo para separarlos de los otros niños. Chiara me abrazó a penas me vio. Valentino solo alzó sus cejas con sorpresa. Ahora ambos ocupan un columpio frente a mí mientras me oyen. Ella lleva un conjunto similar al mío en color verde. Él una sudadera negra y shorts de baloncesto.

─No fue por ustedes.

─¿Fue por nuestra madre? ─pregunta el rubio, a lo que niego.

─Fue porque necesito descubrir por mí mismo quién soy y pensé que lo mejor que podía hacer por ustedes y por mí era mantener la distancia ya que no soportaba no tener ningún tipo de memoria, pero cada segundo que paso sin saber cómo están es una tortura.

─Papá ─solloza Chiara, levantándose para caminar hacia mí y abrazarme─. Sabía que regresarías. Se lo dije a todos, pero nadie me creyó. ─La abrazo de vuelta─. Te quiero.

─Yo también te quiero. ─No tengo memorias en mi cabeza, pero mi cuerpo sí las posee y todo en mi interior se suaviza al verla y a su hermana. Mi voz se vuelve dura al concentrarme en Valentino, quién solo me observa con el ceño fruncido─. Y a ti también, imbécil.

Valentino decide ignorar mi confesión de afecto.

─¿Entonces ahora eres nuestro profesor de educación física? ¿Mamá te despidió?

─¿Arlette me daba trabajo?

Hace una mueca que luce más como una sonrisa.

─Sí, eras su trapeador.

─¡Mentira! ─grita Chiara, acercándose y empujándolo, a lo que Valentino cae hacia atrás. No tarda en levantarse y arremeter contra ella con fuerza, tacleándola, y me acerco para detenerlos, pero paro cuando envuelve sus piernas alrededor de él y lo hace caer de nuevo.

Valentino va a golpearla con el puño cerrado en el estómago, así que los separo.

─¿Hacen esto a menudo? ─exijo saber luego de arrojarlos a extremos separados.

─No ─responde Chiara con las mejillas rojas al mismo tiempo que Valentino habla.

─Sí.

Mi mandíbula se aprieta, pero cual sea mi respuesta a ello se desvanece cuando veo a Santino acercándose a nosotros con paso elegante. Debería estar en clases, no aquí.

─Hijo.

─Papá ─dice en mi dirección, emoción en sus ojos grises─. Regresaste.

─Solo por ustedes. ─Los miro a los tres─. Estoy aquí para estar cerca mientras descubro la verdad sobre mí, lo cual no ha sido fácil. A cada lugar al que voy me la niegan o simplemente no tienen idea de quién demonios soy.

─Porque no encontrarás información sobre ti en cualquier sitio, pero este es un buen lugar para empezar. ─Santino inclina la cabeza hacia su secundaria─. ¿Vamos a dar un paseo?

Miro a mis otros dos chicos, quiénes asienten en mi dirección, antes de aceptar.

*****

Santino pidió permiso para ir al baño durante su clase de literatura, así que debe regresar a su salón después de depositar un anuario en mis manos. Un anuario donde me veo a mí mismo siendo integrante del equipo de futbol antes de graduarme y en varias fotografías con Francesco Cavalli, quién tiene el mismo apellido que Arlette y mis hijos. Eso prueba que existía un lazo entre nosotros, pero no mucho más. No hay rastro de Arlette por ningún sitio. Una vez acabo de revisar los estudiantes de mi año son las tres de la tarde y debo irme, pero me llevo el anuario conmigo. Decido pasar por la dirección para agradecerle en persona a la recepcionista, pero me tenso cuando veo un hombre viejo y regordete en su lugar.

─¿Y Tiffany? ─le pregunto, a lo que su ceño se frunce.

─No lo sé, hijo, soy nuevo aquí. Este es mi primer día.

─Bien ─digo, la sospecha invadiéndome, y me doy la vuelta para salir de aquí.

En el estacionamiento, sin embargo, mis pasos se detienen al identificar una hilera de Cadillacs en los que veo a mis tres hijos menores desaparecer. De la camioneta en la que se montan sobresale una mano enguantada en cuero negro, de dedos delgados y delicados, que deja caer un objeto sobre la acera. Me acerco a él, mi mandíbula volviéndose de piedra cuando veo un par de gafas de montura gruesa rotas sobre el pavimento.

La recepcionista solía llevarlas.


¡Hola! Espero que este extra les haya gustado. Olvido tendrá unas 5/6 partes.  Espero pronto retomar el hilo de los Cavalli como ustedes saben que amo, pero esto es un buen inicio. 

¡No olviden comentar y darle amor a las mini historias! 

Love u 

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