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15. Némesis, parte 7, final.

VALENTINO:

Chiara es una tonta.

Santino es un tonto.

Traer a Caos aquí, a un reformatorio para la peor escoria de la élite mundial, fue la peor idea que pudieron haber tenido. Sin importar si estaba en sus planes o no, esos imbéciles nunca debieron haber permitido que nuestra hermana menor se involucrara en esto. Ellos, en primer lugar, no debieron haberse involucrado en esto. Antes de que vinieran estaba conviviendo relativamente en paz con el resto de los reclusos, algo que ya no será así debido a lo problemática que es Chiara, y cumpliendo día a día con esas estúpidas asignaciones del sistema con la esperanza de salir de aquí para la siguiente navidad o mi siguiente cumpleaños, o tan siquiera algún día, pero ahora debo pensar en cómo sacarnos de aquí a los cuatro.

Ya intenté huir.

Durante mi primera semana aquí traté de encontrar una salida, durante la segunda estuve en una prisión de cemento aislada, sin comida o contacto con el exterior, solo agua, y a partir de la tercera finalmente acepté que la única manera de volver a casa es obedecer sus estúpidas reglas. Las paredes de la cúpula que nos rodea son de concreto y podrían ser destruidas, pero miden alrededor de un metro de espesor y se hunden en el suelo. Antes de tan si quiera poder tocarlas con un mazo o un taladro una de las miles de cámaras que inundan el complejo captará nuestros movimientos y enviarán decenas de guardias tras nosotros. La única salida es por dónde entramos, una red de túneles de aluminio bajo una montaña que conducen a la pista de aterrizaje de las naves de EMNGERGE, y para poder atravesarla debemos enfrentarnos a cientos de hombres armados no sobornables, incluso cuando dicho soborno solo consiste en dejarlos con vida una vez encuentre la manera de salir de aquí.

Porque volveré.

Quizás no hoy, ni mañana, pero sí en los siguientes años.

Volveré y los mataré a todos.

Dejo de inspeccionar el patio principal con la mirada cuando un timbre me obliga a alzar la mirada hacia el cielo, topándome con miles de faros que alumbran el interior de la cúpula lo suficiente como para imitar el sol, y a maldecir. Mi instinto grita que al diablo todo lo demás, que mi único deber es encontrar a Lucrezia, pero si no asistimos a la próxima clase nos enviarán a aislamiento y después pasarán días hasta que podamos retomar la búsqueda. Aunque una dosis de realidad sobre dónde estamos no le vendrían mal a Chiara, algo más fuerte que yo me impide permitir que estos hombres se lleven a mi hermana a cualquier parte, por lo que le dirijo la palabra a pesar de todo el enojo que me recorre por dentro con solo verla, lo cual tampoco nunca he logrado entender del todo.

Es como si mi sangre repudiara la suya.

Como si mientras más amable o buena sea conmigo, más la odie y aun así ni siquiera pueda considerar matarla porque... porque es mi hermana. Chiara ocasiona un torbellino de emociones en mí que me distraen y que no me puedo permitir. No como un futuro jefe de la mafia siciliana.

-¿Qué significa eso? -pregunta retrocediendo e involuntariamente buscando protección en mi cuerpo más grande y fuerte, a lo que me alejo.

No hay ninguna amenaza cerca.

No puede simplemente comportarse como una niña asustadiza. Aunque en edad y apariencia lo sea, ninguno de nosotros tres es solo un niño. Somos soldados. Somos máquina de sangre, muerte y conquista.

Somos Ambrosetti Cavalli.

-Significa que tenemos cinco minutos para ir por Santino al bosque y regresar -respondo cuando simplemente se me queda viendo con sus grandes ojos verdes, a la expectativa de una respuesta.

*****

Las clases del reformatorio son nada al lado de la preparación física, emocional y mental que recibimos en el Complejo de Luciano desde que nacimos. Son como un aletear de mariposa en comparación a la crianza del Anticristo y la Muerte, pero aun así son lo suficientemente intensas como para robar tiempo y energía, en especial las de acondicionamiento físico.

-¿Qué demonios es esto? -pregunta Santino después de traspasar las dos únicas puertas situadas en el último piso del edificio principal, la cual posteriormente se convierte en la única entrada en el último nivel de una serie de gradas en los que todos los reclusos se unen a una determinada hora para entrenar en el circuito en grupos de treinta y de veinte.

-No es muy diferente a lo que hacíamos en casa -dice Chiara, intentando consolarnos, pero tiene razón y no la tiene al mismo tiempo.

Cubriéndola con mi cuerpo para evitar que más reclusos noten que una niña está entre nosotros, lo que es casi imposible, y marcar territorio en el caso de que por alguna equivocada razón estén curiosos al respecto, continúo descendiendo hacia la arena. Acaban de empezar. Al estar dentro del grupo de los más jóvenes aquí adentro, Chiara y yo estamos a punto de competir. Santino irá más adelante con otros chicos de su edad. Al identificarlo, uno de los soldados lo hala a la hilera de asientos a la que corresponde y me despido de él con un asentimiento con el que asumo la responsabilidad no deseada de cuidar a nuestra hermana.

Nos sentamos en las gradas, visualizando en silencio la carrera de obstáculos circular ante nosotros. Esta contiene actividades que ambos podemos realizar con los ojos cerrados. Trepar cuerdas. Arrastrarnos por un estrecho camino de lodo y espinas. Caminar sobre troncos suspendidos ocho metros en el aire, sin malla de seguridad. Treinta metros de aguas profundas congeladas. Un túnel de brasas. Una arena de combate cuerpo. Un área tiro al blanco que finalmente conduce a la meta, la cual es la única razón por la que nunca he llegado de primero ni obtenido el anhelado premio del primer lugar: una comida, cual sea.

Cualquiera diría que no es la gran cosa, sobre todo proviniendo de dónde yo lo hago, pero eso solo lo diría alguien que no lleva tres semanas comiendo sardinas y resistiendo las ganas de vomitar. Si en EMNGERGE muestras ese tipo de debilidad, te obligan a comer lo que vomitaste.

No me sucedió a mí, pero lo vi más veces de las que desearía.

No me da asco la sangre, amo la sangre, pero el vómito...

Mi estómago se revuelve ante el recuerdo y trago mi propia bilis.

Malditos sean todos aquellos idiotas débiles que no pueden actuar como hombres y simplemente comer su pescado.

-¡F1 y M8098, a la arena! -grita uno de los guardias, a lo que le echo una mirada de advertencia a Chiara que espero que tome en serio.

-Por primera vez en tu vida, necesito que me escuches y no me lleves la contraria ya que he estado aquí por más tiempo que tú -gruño-. Solo mantente tras de mí a un buen ritmo. No pelees con nadie. No llames la atención de nadie. -Me mira con una molestia que normalmente antecede a la desobediencia, así que me inclino hacia ella y aprieto su mano hasta que una chispa de dolor aparece en sus ojos verdes-. Estoy hablando en serio. Estos niños son asesinos que no trabajan para nuestros padres. Si le tiendes la mano, no perderán la oportunidad de arrancarte el dedo.

Traga.

A pesar de la frustración que siempre se adueña de su mirada en estos casos, algo por lo que también me desagrada, asiente y la suelto.

-Está bien.

Gruño.

¿Acaso no se da cuenta de que solo intento mantenerla a salvo de sus estúpidas decisiones? No pedí ser salvado. No pedí ser rescatado. Sabía lo que hacía cuando lo hice, el motivo por el cual estoy aquí, y que eso tendría una penitencia. Me encontraba pagándola a gusto antes de que viniera y por su estúpido espíritu de salvadora de la humanidad ahora Lu está perdida.

Salvadora de la humanidad, bufo en el interior de mi cabeza.

No puedes salvar a la humanidad cuando tu familia se dedica a destruirla.

Cuando tú mismo destilas maldad.

-¿Está bien qué? -repito solo para asegurarme de que entendió.

-No llamará la atención y permitiré que todos tus amigos me...

Le dedico una mirada mordaz.

-Nadie te tocará.

Algo del fuego de furia en sus ojos verdes se atenúa ante mis palabras. Estamos tardando demasiado en movernos, por lo que el guardia empieza a acercarse con una picana eléctrica. Chiara y yo nos apresuramos a adentrarnos en la arena antes de que lo haga. Una vez nos alineamos junto a los demás treinta, el presentador, un tipo delgado y pelinegro de ojos tan azules que se ven blancos, toma el micrófono y recita su habitual discurso antes de cada competición, lo cual debería considerarse una tortura.

-¡Esta es la carrera trescientos ochenta y tres mil cuatrocientos dos! ¡Consta de treinta y un integrantes, lo cual no se había visto en toda la historia de EMNGERGE! ¡Una chica! -Chiara se estremece mientras se posiciona a mi lado en la pista de salida, consciente de que la atención de todos está puesta en ella. El presentador ríe-. Me muero por ver cómo termina esto, ¿no, George? Sus padres debieron haberte pagado mucho para que la aceptaras. -El viejo hombre junto a él permanece en silencio. Un hombre que Chiara se estremece al reconocer como el propietario del recinto y como el común vigilante que nos da la bienvenida a todos a penas llegamos, entregándonos el uniforme. Los mayores dicen que observa cada entrenamiento en búsqueda de jóvenes a quienes sacarle provecho en un futuro. Yo creo que es un pedófilo y su nombre encabeza la lista de tipos a los que volveré para matar apenas tenga la oportunidad, en especial si se acerca a cualquiera de nosotros-. En fin. Volviendo a lo de siempre y como introducción a la bonita y tierna chica que nos acompaña el día de hoy, el tiempo récord en esta categoría sigue perteneciendo a nuestro querido Goerge, con diez minutos, treinta y cinco segundos, y el premio al primer lugar consta de una deliciosa comida de su preferencia para la cena. -Mi estómago ruge ante la idea de comer cualquier cosa que me recuerde a casa, pero me obligo a mí mismo a mantener esa necesidad bajo control. Los Ambrosetti Cavalli no somos simples mortales que ceden ante el hambre. Chiara me observa de reojo, pero ante mi gruñido vuelve su vista al frente-. El premio para el último... lo de siempre: una semana de aislamiento. -Ríe-. Con esto dicho, pueden empezar en cuatro, tres... ¡ahora! -grita y hace sonar una corneta, a lo que solo los que siempre permanecemos atentos corremos de primeros.

Chiara me mantiene el paso con éxito, nuestro andar siempre permaneciendo igual. En casa siempre obtenemos los mismos tiempos y los mismos puntajes, exceptuando cuando se trata de combate y se niega a jugar sucio porque es demasiado buena para eso.

-¡Cuidado, engendro! -advierto hacia abajo cuando un niño empuja a otro mientras trepamos la cuerda, a lo que este cae al piso desde dos metros de altura. Estaba sobre nosotros, así que Chiara y yo debemos apretarnos aún más hacia la pared para que no nos lleve con él-. Te dije que esto no era como casa -le recuerdo cuando me mira con ojos verdes estupefactos, a lo que parpadea y asiente, reanudando sus movimientos unos segundos después de que yo lo hago-. ¡Chiara, deshazte de él o yo lo haré!

El chico que va debajo de ella intenta tomarle el pie y hacerla caer de la misma manera que hicieron con el otro.

-¡Me dijiste que no llamara la atención!

Contengo lo más que puedo las ganas de asesinarla.

-¡Darle una patadita de niñita asustada no será llamar la atención!

Chiara cierra los ojos y susurra una disculpa antes de darle la patada más suave de la historia de las patadas en el rostro, precisamente con el pie en el que le hace falta un dedo y por el que no puede bailar tan bien como Lucrezia al ballet, haciéndolo caer desde cinco metros de altura. Bajo nosotros una piscina de lodo amortigua su caída en un cincuenta por ciento, lo suficiente para empezar de nuevo el circuito, pero con dolor y con el sueño de estar entre los primeros hecho trizas. Ya en la cima, descendemos por una pared de escalada en la que acortamos camino saltando desde la mitad.

Son ocho metros de altura.

Saltamos desde cuatro.

En casa solemos hacerlo desde seis, pero la arena no es para nosotros solos y debemos tomar en consideración cómo será compartir la pista de aterrizaje. Ya entre los primeros, entre los cuales también se halla el jodido Spencer debido a que su abuelo paga para que lo mantengan lo más que puedan en esta categoría y los demás niños grandes no lo devoren, nos adentramos en el camino de lodo bajo cuerdas hechas de espinas gruesas y cuyo pinchazo pica por días. Un niño pelirrojo extiende su mano para alcanzar el cabello de Chiara, quién está junto a mí, y hundo el rostro de mi hermana en el lodo cuando me posiciono sobre ella, aplastándola, para ocupar su lugar, alcanzarlo y hundir varias espinas en su rostro, saciando finalmente la sed de sangre que me ha devorado las entrañas por días.

Extraño el pastel.

Extraño mi cama.

Extraño a mi madre, pero esto, la calma que se adueña de mí cuando lastimo a alguien, es lo que más extraño. La paz que eso conlleva para mí.

-¿Mi cabello no te gusta, imbécil? Te reto a tocarlo.

Algunas espinas terminan en sus ojos y el perdedor grita, agonizando de dolor a la vez que Chiara lucha por quitarme de encima. Suelto una risita al verlo derramar lágrimas de sangre como un marica y lo suelto, disfrutando de cómo el resto permanece lejos de nosotros después de eso.

Una vez fuera del camino de lodo, todos sucios, subimos las escaleras y nos enfrentamos a los troncos, lo más fácil del recorrido mientras no mires hacia abajo o... tus dedos no estén completos, la cual es la razón tras el miedo en la mirada verde de Chiara cuando nos detenemos frente a ellos. Nunca ha sido buena manteniendo el equilibrio fuera del cuadrilátero, dónde no tiene que ser delicada o grácil como lo debería ser una niña.

-Valentino, yo... -A pesar de que el enojo porque esté aquí estorbando continúa consumiéndome y lo mejor que podría hacer es dejarla atrás para que el aislamiento la haga considerar mejor sus futuras decisiones, la callo cargando con su cuerpo sobre mi hombro y avanzando-. Gracias -susurra a medio camino, a lo que solo suelto un gruñido.

Esto no lo hago por ella.

Lo hago por Caos, porque si Chiara entra en aislamiento al quedar de última tendremos que esperar una semana antes de poder salir de aquí. Si esa no fuera la consecuencia a dejarla atrás, desde el primer obstáculo la habría dejado sola para que aprendiera algunas cosas sobre la vida.

En casa solo somos sometidos a las exigencias de ser hijos de nuestros padres, quienes nos protegen del resto del mundo, pero aquí...

Aquí debemos sobrevivir a más que eso.

Una vez fuera de los troncos, la suelto, pero me quedo unos segundos en shock al ver en lo que se ha convertido su cabello.

-Chiara...

Me pasa, caminado hacia la piscina de agua congelada.

-Es solo cabello y un niño planeaba tirar de él para hacernos perder el equilibrio, así que lo corté. -Me mira-. Volverá a crecer.

Sí, pero ahora pareces un pájaro, me abstengo de señalar y la alcanzo.

Compartimos una mirada antes de ingresar al agua y nadar como peces. En casa somos constantemente entrenados para aguantar bajas y altas temperaturas en el caso de que utilicen estas para torturarnos. En consecuencia, Chiara, Santino y yo somos insensibles a eso.

George Ellis se levanta cuando salimos del túnel de brasas como si nada y mis labios se tuercen hacia abajo con burla.

El viejo debería averiguar mejor a quién acepta en su recinto.

Si supiera que mis acciones no tendrán ningún tipo de consecuencia, como es en el caso de allá afuera, todos estarían muertos en este momen...

-¡Valentino! -grita Chiara a penas ingresamos a la arena, dónde ya me esperaba el sequito de Spencer, quienes nos adelantaron cuando tuve que cargar con ella, a modo de advertencia, pero no lo hace lo suficientemente rápido ya que dos de ellos se abalanzan sobre mí al mismo tiempo, separándonos mientras lucho por deshacerme de ellos.

Es fácil hacerlo, pero cuando termino con ellos prosiguen tres más.

Cuando termino con los tres, se les unen los del inicio y cuatro más.

Uno contra seis...

Puedo con ellos, no me matarán, pero sí me retrasarán y ya el reloj sobre George y el presentador marca que han pasado siete minutos. No llegaremos de primeros, lo cual no me interesa, pero podríamos hacerlo de últimos ya que claramente el propósito de esta semana no es ganar, sino reparar el ego roto de Spencer, quién se acerca a Chiara.

Esta mira con impotencia cómo soy enterrado bajo varios cuerpos, lo que los idiotas necesitan para detenerme, y niego cuando da un paso al frente con intenciones claras de involucrarse.

-No... -susurro en su dirección, resignándome a dejar de moverme.

El oxígeno se vuelve más escaso a medida que golpeo y me muevo en búsqueda de mi libertad. Tarde o temprano estos idiotas se levantarán. Tarde o temprano continuarán con el recorrido.

Tarde o temprano los haré pagar uno a uno.

Comportarse no sirvió de nada.

Comportarse solo es una condena en una selva como esta.

¿Eso era lo que mi padre quería que aprendiera?

-Chiara, ven conmigo. Lo has hecho increíblemente bien hasta ahora, pero juntos podríamos hacerlo mejor si dejas al imbécil de tu hermano atrás. Es una causa perdida que tus padres dejarán en el reformatorio para siempre. Tú y yo, en cambio, saldremos de aquí para dominar el mundo. Este es solo nuestro patio de recreo -le dice Spencer, quién no oculta el hecho de ser el responsable de que todos se hayan abalanzado sobre mí, haciendo que esta se estremezca y se dé la vuelta para enfrentarse a él. Le ofrece su mano, viéndose como un maldito príncipe psicópata, y mi estómago se revuelve. Dentro de todo mi odio, sin embargo, reconozco que es mejor que la tome. Que la tome y continúe con el recorrido para que así no tenga que preocuparme por ella-. Te daré de mi comida, pediremos tu favorita, cuando llegue al primer lugar y supere el récor de George...

Spencer se calla cuando Chiara, en efecto, toma su mano.

Debajo de los casi diez cuerpos sobre mí, el mío se relaja y empiezo a cerrar los ojos a la espera de que se cansen y me dejen ir, pero su odiosa voz hace que los vuelva a abrir.

-Spencer... -susurra ella, reteniéndolo en la arena cuando intenta tirar de ella hacia el siguiente obstáculo-. ¿Nadie te dijo que si le tiendes la mano a alguien de aquí, corres el riesgo de perder un dedo... o más que eso?

-¿Qué...?

Spencer cierra la boca cuando Chiara tuerce su brazo y apoya el pie en su espalda para ejercer presión, quebrando su extremidad en el acto. Spencer grita y se retuerce tras ello. Nadie se esperaba que F1 tuviera esas cualidades, así que la arena permanece en absoluto silencio después de eso, salvo por el grito que proviene de Santino desde las gradas.

-¡Esa es mi hermana! ¡Acaba con él, Chiara! -ríe-. ¡Y todos ustedes, idiotas, me deben mucho dinero ahora! ¡Pasarán el resto de sus vidas trabajando para mí por esto! ¡Les cobraré apenas salgan de aquí!

-Mi hermano no es una causa perdida -leo sus labios mientras se inclina sobre él, rompiendo su hombro también y haciéndolo chillar. Sus ojos verdes empiezan a lucir más oscuros que de costumbre y me estremezco-. Mi hermano puede ser el niño más malvado que ha caminado sobre la faz de la tierra, pero es mi hermano, es amado tal y como es y lastimarlo frente a mis ojos se ha convertido en tu condena. Por tu bien, espero que entiendas muy bien esta frase: un Ambrosetti Cavalli siempre defenderá a otro Ambrosetti Cavalli del resto del mundo así se odien a muerte.

Calor se adueña de mis mejillas y no entiendo por qué.

Alejo la mirada, resultando este escenario demasiado vergonzoso como para poder soportarlo. Defendido por una niña. Mi ego está destrozado y algún día me vengaré de Chiara por ello... ¿salvándola también?

¿Pero eso no es lo que he hecho cada día de mi vida?

Salvarla de su genética de héroe.

-¡No! -gritamos Spencer y yo al mismo tiempo, solo que por razones completamente diferentes, cuando Chiara empieza a enfrentarse al resto para irlos quitando de uno en uno sobre mí. Me agito. Se suponía que no debía llamar la atención. Se suponía que sería yo quién la cuidaría, no al revés, y ahora hará que todos se pregunten quién es esa niña-. ¡No la lastimen! -dice él dentro de su locura, más enamorado que antes a pesar de cómo lo lastimó y humilló, pero ya nadie le hace caso.

La multitud jadea cuando los huesos Spencer se le unen mucho más, Chiara en una especie de modo automático de pelea. Cuando solo quedan tres sobre mí, me levanto e iniciamos una coreografía que empezamos a llevar a cabo al mismo tiempo que aprendimos a caminar. Una vez se dan cuenta de que no hay manera en la que puedan ganarlos a los dos juntos, empiezan a dirigirse hacia el área de tiro al blanco. Nosotros hacemos lo mismo.

Nueve minutos.

He llegado a este punto a los siete, pero aquí es donde siempre pierdo. No tengo buena puntería. Cinco flechas deben dar en la diana o una debe alcanzar el centro para que puedas avanzar hacia la meta. Lo logro, pero para entonces alguien más ya lo ha hecho y ha llegado de primero, nunca superando el record impuesto por el mismo George Ellis, cuyo padre era un teniente que creó este complejo solo para adiestrar a su hijo mal portado.

Posteriormente, más padres enviaron a sus hijos y se convirtió en un recinto no gubernamental que podría ser usado como reformatorio.

Mi garganta se seca cuando Chiara toma el arco.

Chiara, quién es una Cavalli de sangre.

Chiara, quién al igual que el resto de los Cavalli posee una puntería perfecta.

Sus manos tiemblan y George Ellis se estremece cuando la flecha termina encajada en la grieta en el concreto al lado de su cabeza, la mirada verde de Chiara completamente oscura en este momento.

-Él debe morir para que podamos salir -susurra, tomando otra flecha.

Niego, colocando una mano sobre su hombro hasta que los músculos por debajo de mí empiezan a relajarse. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he hecho esto. Que la he mantenido a raya. Que la he descubierto siendo como realmente es con Lucrezia, quién es demasiado inocente y tierna como para interactuar con cualquiera de nosotros.

-Si la muerte fuera la manera de salir de aquí, ya sería libre.

Además, el viejo pedófilo es mío para matar algún día.

Chiara gira el rostro hacia mí por unos segundos y parpadea. Posteriormente asiente y apunta hacia su diana. A estas alturas ya es inútil decirle que se controle, así que me limito a observar mientras lanzo mis propias flechas. El silencio vuelve a adueñarse de todo el sitio cuando Chiara encaja la flecha en el centro de la diana sin esfuerzo alguno.

Tras ello se convierte en la única persona que corre hacia la meta.

George ahora la observa con tanta atención que empiezo a temblar, el deseo y el anhelo brillando en sus ojos.

Diez minutos, treinta segundos, marca el cronómetro.

Cuando una máquina arroja papelillo dorado sobre Chiara al esta detenerse frente a ellos, anunciando un nuevo récord, el presentador habla.

-En todos los años que tiene EMNGERGE funcionando, esta es la primera vez que alguien supera el récord impuesto por nuestro querido George -dice el hombre como si todavía no se lo creyera. Yo comienzo a correr hacia la meta. No soy el primero, pero tampoco soy el último. No me emociona llegar, pero sí asegurarme de que Chiara no sea raptada y vendida como una máquina de muerte-. Con diez minutos treinta segundos, F1 se convierte también en la primera y única niña en completar nuestra arena de obstáculos, así que dime, cariño, ¿qué platillo deseas comer esta noche?

Chiara responde sin dudar, su mentón en alto a pesar de que todo su cuerpo tiembla como una hoja hasta el momento en el que me posiciono junto a ella y me obligo a mí mismo a tomar su mano.

No porque la quiera, sino porque George Ellis está mirándola de forma extraña, pero después me mira a mí de la misma manera y me siento mejor.

Puede tomarme a mí.

Pueden hacer lo que sea conmigo, pero no con mis hermanos o mi madre.

Mi padre... mi padre, en cambio, es un hombre fuerte o de eso alardea. Él soportará cualquier reto que le imponga la vida y si no lo hace estoy seguro de que preferiría estar muerto a ver a cualquier miembro de su familia siendo lastimado, justo como yo, porque el anciano lento... es como yo, solo que más tonto y sentimental, y empiezo a creer que me envió aquí pensando que un sitio como este es lo que él necesitó mientras crecía. Una dosis de miseria que lo hiciera valorar más su hogar. Su cama. Su familia. Su comida.

Su legado.

-Quiero un pastel de cumpleaños.

*****

Mi choza se siente pequeña para tres personas para cuando nos acercamos a ella en la noche, pero cómoda y anhelante de una cuarta. Lucrezia. Por más que la buscamos alrededor del complejo, no la encontramos y al ponerse el sol optamos por volver a casa. Sí, a casa, porque con su presencia aquí y por más que extraño mi cama he descubierto que casa no es un lugar, sino las personas que te acompañan.

Nunca lo diré en voz alta.

Nunca lo admitiré en voz alta, pero Santino, Chiara y Lucrezia son mi casa.

-¿Cantamos feliz cumpleaños? -pregunta Chiara frente al pastel de cumpleaños que ganó en la competición, el cual es de dos pisos y de chocolate blanco, a lo que niego con un profundo dolor en el pecho.

-No sin Lucrezia.

Santino asiente con ojos tristes.

-Estoy de acuerdo -dice en voz baja, casi inaudible.

No fue el primero, pero tampoco el último. No le fue tan mal como a Spencer, que al tener un brazo menos no pudo terminar el recorrido en la arena, convirtiéndose en uno de los peores tiempos en toda la historia del reformatorio, pero tampoco tan bien como a Chiara debido a que no le ha ido muy bien en la vida últimamente. Apuñalado por su hermana pequeña. Golpeado por un grupo de soldados. Golpeado por chicos de su edad.

Es casi un milagro que siga con vida.

-Bueno, vamos a cortar el pastel... -empieza Chiara tristemente con mi navaja improvisada en mano, una porción de pared metálica que tomé de la pared de la aeronave que nos trajo aquí, pero sus movimientos se detienen en el aire ante el sonido de pisadas acercándose.

Los tres nos levantamos al instante, preparados para pelear ya que pueden ser soldados en búsqueda de Chiara porque esta casi mata a George, niños enojados conmigo por haberlos herido sin remedio o los chicos que ahora le deben dinero a nadie más y a nadie menos que el hijo de la Muerte.

-Creo que por el sonido es solo uno -acota Santino en susurros.

-Sí -confirmo.

-Pero es pesado. -El ceño de Chiara se frunce-. ¿Es un... adulto?

-Señor Amable, ¿falta mucho para llegar? -Los tres nos miramos entre sí al escuchar la voz de Lucrezia-. Estoy cansada de recorrer este feo bosque. Hay muchos mosquitos y oscuridad.

-Su perfume los atrae, Señorita Cavalli.

-Ah, es delicioso. Yo misma lo hice con mi mami en una fábrica. Es de rosas, canela y vainilla. Un poco de Cavalli, un poco de peligro y un poco de Lucrezia. ¡Solo existe uno en el mundo y es el mío! -Suspira Lu, confirmándonos que es ella-. Si eres bueno conmigo, Señor Amable, tendrás tu propio perfume un día. ¡Podemos hacer que huela a elegante caballero de brillante armadura! ¡Tendrás una novia a penas lo uses!

-Me encantaría eso.

Lucrezia no suena como si estuviera siendo lastimada, así que Chiara baja mi navaja y los tres empezamos a avanzar hacia su voz. Unos segundos después la luz del fuego en nuestra choza finalmente alumbra la enorme figura del hombre que la lleva sobre sus hombros. Este parece más una montaña que un humano, su rostro lleno de cicatrices, y ambos se hallan repletos de joyas de todos los tamaños, formas y colores. Diamantes que por sí solos deben costar millones de dólares. Diamantes que le he visto usar a mi madre y que... Lucrezia escondió en su oso, el abuelo Carlo, cuya cabeza ahora guinda hacia atrás mientras esta lo abraza.

-¡Señor Amable, ahí están, esos son mis hermanos! ¡Bájeme, por favor!

El Señor Amable, o Rise, el terror entre todos los soldados y reclusos, el único que pudo mantenerme a raya cuando llegué, obedece sus órdenes, depositándola en el suelo con tanto cuidado que parece antinatural.

-Como usted ordene, Señorita Cavalli.

Y a pesar de que nunca la aparta de su vista, la deja caminar hacia nosotros y adopta actitud de custodio, mirando hacia su alrededor en búsqueda de alguna señal de peligro. Con pasos de bebé, Lu se detiene frente a nosotros y me tiende un brazalete de diamantes negros.

-Feliz cumpleaños, Valentino -susurra, lágrimas en sus ojos azules mientras me abraza-. Te extrañé mucho, hermano.

Trago el nudo en mi garganta.

-Y yo a ti -respondo mientras hundo mi nariz en su cabello blanco, sorprendido porque esté sana, salva y... haya comprado a un soldado, algo que nunca nadie ha logrado en EMNGERGE.

-Y nosotros a ti -ríe Santino mientras se une al abrazo y también Chiara.

Después de cantar cumpleaños y comer pastel alrededor del fuego, nos dedicamos a averiguar las verdaderas intenciones de Rise o Señor Amable y este nos relata que se unió al recinto para pasar todos sus días lejos del recuerdo de su hija, a quién no pudo salvar en un incendio, ya que se supone que en EMNGERGE no hay niñas. Los pasados siete años fueron exitosos, pero la presencia de Lucrezia se la recordó y deformó sus lealtades, sin mencionar todo el dinero que descubrió que contenía en su oso de felpa.

Nunca ningún guardia había cedido al soborno de un niño, siempre sin tomarlos en serio porque su dinero era manejado por sus padres y estos fueron quiénes los enviaron aquí, pero Lucrezia Ambrosetti cambió eso, encontrando la manera de colar en el recinto casi medio billón de dólares en joyas que ahora reposa sobre sí misma y su nuevo perro guardián.

-Mientras todos ustedes estaban en la arena, la Señorita Cavalli y yo ideamos un plan de escape. Las cámaras están desactivadas, una sección del muro está a punto de estallar y hay un helicóptero esperándonos del otro lado para llevarnos al aeropuerto, dónde un avión privado nos conducirá a Chicago. Para mañana en la mañana, los cuatro estarán de regreso en sus camas. -Nos levantamos, sin poder creer que Lucrezia haya hecho todo eso en nuestra ausencia. Nuestra pequeña hermana, sin embargo, solo se mantiene sumergida en el pastel hasta que Rise vuelve a colocarla sobre sus hombros con el abuelo Carlo decapitado contra su pecho-. Vámonos.

Lo hacemos.

Sin poder creer que esto todavía sea real, que mis hermanos hayan venido por mí y me estén sacando de aquí, caminamos hacia el sitio de la explosión que por un momento hace que nos detengamos. Ya a bordo del helicóptero, no soy capaz de contener el movimiento de mis labios hacia arriba y de cerrar los ojos mientras escucho a Lucrezia hablar con Rise.

-En Chicago, ¿te quedarás para servirme por siempre?

-No sé si sus padres me lo permitirán, Señorita Ca..

-Yo te pago, ellos no. Eres mi soldado. Ya que no sé pelear como mis hermanos, te necesito a mi lado para que me cuides por siempre -susurra-. Por favor, por favor, por favor, por favor...

Al abrir los ojos solo para mirar amenazadoramente al tipo de la misma manera que lo hacen Chiara y Santino, este asiente.

-Lo intentaré, Señorita Cavalli. Intentaré ganar la confianza de sus padres.

La mirada de Lucrezia se torna oscura.

-Una vez lo hagas, lo primero que te pediré será meterlos en un avión y enviarlos muy, muy lejos de casa -dice, a lo que todos fruncimos el ceño ya que no son palabras propias de Lu y están llenas de resentimiento, pero luego esta ríe suavemente-. Pero solo por un fin de semana.

Rise ríe y asiente hacia el resto de los planes malvados de Lucrezia para vengarse de nuestros padres por enviarnos aquí. Yo me giro en mi asiento, mis ojos terminando en Chiara a mi lado. Esta acaricia el sitio sobre su pecho en el que usualmente solía reposar su cabello. Luego de haber salido de la arena, pidió que la raparan al cero para no parecer un pájaro, por lo que ahora su cabello es casi inexistente. El precio que pagó por venir aquí.

Sin poder controlarme, digo:

-Te ves mejor así. Tus ojos son hermosos y siempre los escondías tras ese cabello negro. Volverá a crecer, pero puedes considerar mantenerlo corto. También pelearías mejor y... tu rostro se ve bonito. Es de ojos verdes, pero también exactamente igual al de nuestra madre y Lucrezia. -Desvío la mirada hacia Santino, pero no he terminado-. Muchas gracias por haber venido por mí y por no insistir en saber por qué terminé aquí.

Me estremezco cuando mi hermana toma mi mano, estrechándola.

-No siempre tenemos que decir lo que nos duele, pero sí evitar que nos consuma.

Desvío la mirada hacia el cielo oscuro y estrellado de Canadá.

-Algún día.

Algún día lo sabré.

La razón tras mi dolor, la razón tras el hambreinfinita que me consume y que solo se sacia con sangre... y con la presencia y el amor de mi familia, a veces.


Me dije a mí misma que quería empezar este año escribiendo algo que amara y los Ambrosetti Cavalli fueron lo primero que se me vino a la mente.

Feliz 2024 y que todos sus sueños se hagan realidad.

Nos leemos pronto en Suyos y Savannah, también Ferragamo.

Love u.!

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