Parte 4
Cuarto Capítulo
Andrea Berroncille
—¡Suéltame, imbécil!!
Le gritaba, pero no hacía caso, estaba siendo arrastrado parque abajo mientras él miraba de vez en cuando hacia atrás como si huyese de alguien, no entendía en lo absoluto hasta que hubimos corrido cerca de diez minutos. Ya me faltaba la respiración y estaba exhausta por correr a esa velocidad, más cuando había sido arrastrada a la fuerza.
Adam pareció advertir una fuente y saltó justo dentro de ella conmigo halándome del brazo, terminé en el interior de la misma sin siquiera quererlo. Adam se escondió todo lo que pudo detrás de las diminutas paredes de la fuente circular mientras yo hacía intentos por levantarme, en vanos, él me halaba hacia abajo.
—¡Quédate quieta, mujer!
Resoplé sin saber qué demonios tramaba este hombre. A los minutos escuché las voces de una multitud enfebrecida pasar por delante de la fuente y seguir de largo, gritaban como fans alocadas de One Direction mientras yo me preguntaba qué famoso podía estar en aquel parque para que ellas reaccionaran así. No recordaba mucho del mundo artístico, pero de ver a un famoso probablemente lo reconocería, ni que fuese bruta.
—¡¿Se puede saber por qué nos escondemos?! Un momento, ¿por qué me estoy escondiendo yo?
—Por favor —parecía suplicante— sé que no nos conocemos, pero necesito pasar desapercibido por ahora.
—No te costará mucho —intenté mirar por encima del pequeño muro donde nos escondíamos—, parecen entretenidas con alguien.
—¿Conoces un sitio para esconderme?
—¿De qué huyes? ¡Eres un asesino serial! —Me llevé las manos a la boca—, claro, eres asesino de la reina Isabel.
—Sí, y en mi tiempo libre, el agente 007, no molestes, mujer, solo ayúdame en esto.
¿Por qué demonios yo ayudaría a alguien? A veces no me ayudaba ni a mí misma. A menos, claro, que tuviese mis ataques de bondad, no veía de esos en buen tiempo.
—Prometo pagarte.
—Piensas que todo se resuelve con dinero, ¿no?
—Trabajas en una cafetería de pura muerte y te desnudas frente a desconocidos, muy complicado no debe ser adivinar lo que haces en la noche, hasta la tonta princesa Karrioca podría darse cuenta de eso.
Este hombre parecía como que iba a descubrir si existe vida después de la muerte porque estaría muy muerto cuando acabara con él.
...
Cerré las cortinas de las ventanas para que nadie pudiese vernos, luego procedí a encender las luces porque la tienda estaba realmente oscura, lo cual resultaba irónico por la cantidad de disfraces de Halloween que había. Me volteé hacia Adam que no se movía de la silla donde lo había sentado, no podría hacerlo en buen tiempo porque estaba medio cojo.
Eso le pasaba por imbécil.
Cuando comprobé que todas las ventanas estaban cerradas me volteé hasta caminar hacia la esquina de la tienda donde quedaba el mostrador, en una silla frente al mismo estaba el susodicho príncipe de la reina, (le había llamado así por creído)
—Muy bien, ya nadie puede verte o encontrarte, no sé si huyes de la mafia o la policía, pero no me importa, eso es lo primero que debemos dejar claro, principito, y segundo —me crucé de brazos frente a él—. ¿Qué es lo que sabes de la familia Karrioca?
—¿Qué quieres de los Karrioca? Si te hicieron algo solo supéralo y sigue adelante.
—Pronto descubrirás, Adam, que sin importar cuán bueno seas, algunas personas simplemente merecen arder en el infierno.
Solo se acomodó mejor en la silla frente a mí.
—¿Puedes darme hielo al menos?
—No, empieza a hablar antes de que te deje morado el otro ojo.
—Esto es increíble —se quejó, pero poco me importaba—, los Karrioca llegaron a Ryunter hace unos cinco años con su hija adolescente presumida como futura heredera de todo su imperio, han ido creciendo y ganando poder con cada año que pasa, y yo fui tan estúpido para empezar una relación con la narcisista hija que tienen, a veces me sorprende que tengamos la misma edad.
—No me importan tus dramas amorosos, Romeo, mi pregunta es: ¿cómo puedo joder a los Karrioca?
—Relájate, princesa.
—No te confundas, si yo fuera a tener un título, sería el de reina, ahora habla y no te saltes detalles.
Adam Carver
¡Menuda mujer! No solo estaba demente, sino que era peligrosa. ¿Qué clase de mujer ataca a un hombre de esa forma? Casi vi la vida cruzar frente a mis ojos, ella no estaba bien de la cabeza, y lo peor era que esa demente constituía mi única esperanza de romper mi compromiso con la presumida princesa Karrioca antes de que me viera casado con tan solo veintiocho años.
No me quedó de otra que respirar profundo y comenzar a contarle sobre esa familia, no entendía su fascinación con ellos, si quisiera dinero lo hubiese aceptado de mí. Tampoco podía ser que los conociera, aunque... si no me reconocía a mí debía tener una razón para poder conocer a los Karrioca.
—Sé que esa familia está metida en negocios sucios desde el día que puso un pie en esta ciudad, no soy fan de la corrupción, pero tampoco podía hacer mucho contra ellos, así que me he quedado de brazos cruzados este tiempo.
—Ayúdame a destruirlos.
—¿Cómo dices?
—Escuchaste bien, principito, ayúdame a encontrar pruebas de los negocios ilícitos de los Karrioca y yo te ayudo a deshacerte de tu compromiso con su hija. Créeme, soy la mejor en el negocio de joder a alguien, puedo hacer que esa princesita arda de celos y odio.
No tenía idea de por qué, pero por lo poco que había visto de ella sabía que me decía la verdad. Ya había conseguido sacarme a mí de mis casillas con solo una plática en aquella cafetería donde nos conocimos en la mañana.
—Entonces es un trato... eh... —Claro que no sabía su nombre, era loca, pero no le hubiese dicho eso a un extraño.
—Soy Andrea Berroncille, y esto es lo que vamos a hacer, principito. Es una ayuda mutua, si todo sale bien, tú quedarás soltero y yo vengada, pero hay requisitos.
Esto se ponía interesante, así que atendí a lo que me decía.
—Nada de conocer sobre la vida del otro, no son importantes esos detalles, nada de exigir muestras de afecto a menos que sean imprescindibles, nada de involucrarse en los asuntos del otro, y nada de estupideces como enamorarse, eso déjaselo a los personajes ficticios, ellos son los profesionales en ese negocio, ¿estamos?
—Solo somos compañeros de servicios, lo entiendo... ah... Andrea.
—Bien, ahora solo resta que seas buen actor.
Casi me reí, casi, si no llega a ser por el enorme dolor que tenía en las costillas. Esta mujer no había visto una revista en su vida, no, eso es demasiado, una TV. Aunque... podría decirle... creo que no le decía porque me gustaba eso de mantener mi fama bajo cero por el momento, luego le diría para evitar que hiciera el tonto con la familia.
—Prometo dar la mejor actuación posible.
—Muy bien, ahora vayamos con la primera parte del plan.
—¿Hay un plan?
—Ni modo que hagamos el drama del siglo sin un plan. Necesitamos primero...
—¿Hielo para mi pobre ojo? ¿Comida?
Permaneció mirándome como si fuese a matarme.
—¿Eres así o solo te dan apagones cerebrales? Un poco más de concentración, Adam, esta parte es la más importante.
No podía creer que me hubiese dicho eso, no le respondí porque de repente no sabía qué responderle, ¿cómo se le responde a una ofensa? Nunca me habían ofendido, o golpeado, o hecho participar en un plan para destruir a una familia corrupta millonaria, o se me habían desnudado por la simple razón de molestar. ¡Por mis reyes, esta mujer necesitaba un doctor! No pasaban doce horas y ya podía dramatizar un largometraje sobre ella.
—¡Adam! Dioses, tienes la concentración de un niño de tres años, ¿has escuchado algo de lo que te he dicho? Es la parte más importante del plan.
No había escuchado más que esa voz molesta que me decía: Adam, esa mujer está loca.
—No, no te atendía, perdona.
No me gritó o se molestó, simplemente se acercó a mí hasta que la distancia fue nula, me quedé quieto y paralizado cuando ella colocó ambas manos a cada lado de la silla hasta quedar yo entre sus brazos, acercó su rostro al mío todo lo que pudo y tuve que tragar en seco por la cercanía que me hacía recordar el estúpido beso.
Ella tenía... una cicatriz extraña en la mejilla casi llegando a la oreja izquierda, no se notaba mucho porque la cubría el cabello oscuro, pero así de cerca podía verla muy bien, mis ojos la recorrieron hasta llegar a su boca y luego descender un poco más hasta sus... ¡Concéntrate, Adam! Me obligué a mí mismo antes de llegar a sus ojos.
—Esto es lo que vamos a hacer, principito.
Saludo muy especial a Anapgl_GO por ser una de las lectoras más fieles, siempre dejando sus estrellitas en cada capítulo, y comentarios que me han animado bastante 😍 Gracias linda.
No olviden seguir mi cuenta si les gusta la historia, pronto estaré publicando más libros: LadyLennette
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