Parte 35
Trigésimo quinto capítulo
Andrea Berroncille
La Agencia de Misiones Secretas Berroncille (SAM-B) es una organización que fundé cuando tenía catorce años, en aquel entonces Diego y mi querido padre Karrioca me ayudaron mucho en un inicio, luego de mi accidente y todo lo demás, pues... digamos que mis hombres me siguieron y le dieron la espalda a los Karrioca, seguí entrenando y reclutando a más personas hasta formar una de las organizaciones secretas de espionaje con mayor prestigio.
Claro que, esto nadie lo sabía, creo que ni siquiera el señor Karrioca conocía el alcance de mi poder, pero no era idiota el muy bastardo porque tuvo mucho cuidado de sus pasos.
Había enviado cincuenta hombres a su casa para tomarla por la fuerza, pero él no estaba ahí, solo quedaba su esposa que se rindió a la primera y todavía se negaba a compartir información. Por último, dejé una tropa en el edificio de Diego que servía de refugio para Harley, Keala y Mara, quienes cuidaban a Francis de no resultar herido.
Había dispersado diez carros con cuatro hombres en cada uno por toda la ciudad en busca del Karrioca, llamé al único aeropuerto de Ryunter para decirles que debían cerrar absolutamente todos los vuelos, incluso los privados, fue sencillo porque el lugar me pertenecía, esperaba no perder mucho dinero en esa jugada.
—¿Ahora qué? —me preguntó Adam—, hemos provocado a su grupo, no deben tardar en responder.
—Sergio, dame un informe.
Nos encontrábamos en una camioneta blindada en el exterior de la mansión Karrioca cuando me puse una mano al oído para escuchar por el comunicador el reporte de Sergio.
—El lugar está vacío, ni siquiera había empleadas, se les dio el día libre. La señora de la casa tampoco sabe nada.
—Maldito bastardo.
Me dejé caer en el asiento de la camioneta al lado de Adam, no teníamos nada y eso me desesperaba porque cada segundo transcurrido era uno donde Diego podía ser herido, el muy canalla estaba preparándose y ese hombre no tenía miedo, nunca lo había visto dudar a la hora de apretar el... un momento, sí que lo había visto dudar.
—Herman —llamé al hombre que estaba frente a mí—. Necesito que envíes hombres a la residencia Carpentier, debes enviar un mensaje por mí.
Adam a mi lado leyó mi mente en apenas unos segundos.
—¿Crees que funcionará?
—No tenemos muchas opciones.
Fue entonces cuando el teléfono móvil que estaba en la mesa entre nosotros sonó. Todos nos quedamos quietos por segundos, habíamos desviado la señal de la casa de Diego hacia este dispositivo por el remoto caso de que Karrioca llamase, así fue. Yo ni siquiera respiré profundo cuando me acerqué para descolgarlo y ponerlo en altavoz.
—Veo que estás soltando toda tu artillería.
—Todavía no has visto nada, ¿dónde tienes a Diego?
—Eso no es importante por el momento, prometo no hacerle nada a tu hermano, de hecho, estoy pensando en soltarlo si tú me haces un pequeño favor.
Miré hacia Herman que ya había hecho la llamada para enviar hombres a por la Condesa.
—¿Qué clase de favor?
—Bueno, he intentado acabar contigo demasiadas veces para poder contarlas, en este año solamente han sido tres intentos de asesinatos que has evadido victoriosamente, supongo que si ninguno de mis hombres son capaces de acabar contigo, lo lógico es que alguien capacitado tome la tarea.
—Deja de irte por las nubes.
—El trato es simple, Andrea, yo libero a tu hermano y desaparezco de la vida de tu hijo si te suicidas.
—No, ni hablar —contestó Adam y yo lo miré fijamente, no se suponía que él supiese de su presencia.
—Oh, mi querido hijo biológico, no te preocupes, tú podrás acompañarla en el infierno porque no soy de los que deja cabos sueltos. Ya saben qué hacer si quieren ver a su hermano de vuelta.
Y colgó. El corazón me latía bastante rápido, quería matarnos a los dos de la forma más simple, siendo nosotros mismos nuestros asesinos.
—Andrea...
—Diego lo ha dado todo por mí desde que me conoció, abandonó a su propia familia para cuidarme y si no fuese por él, yo no estaría aquí hoy, me ha salvado demasiadas veces y nunca se lo he agradecido.
Adam Carver
No me importaba lo que dijera ese imbécil o lo que Andrea estaba pensando, no iba a permitir que se quitara la vida.
—No, no, escucha, encontraremos otra forma —la tomé por las manos para llamar su atención.
—Si cumplo lo que dice devolverá a Diego y mi gente se encargará de protegerte a ti y a Francis.
—En serio no estás...
—He sido una hija de puta toda mi vida, he sido cruel y narcisista, pero también he vivido como nadie más lo ha hecho, si muero realmente no significará nada.
—Claro que lo hará, ¿crees que Francis no va a extrañar a su madre? ¿Crees que yo no voy a extrañarte a ti? Vamos, Andrea, no digas tonterías que pensaremos en una solución.
—¿Y si no hay solución?
—La hay, no voy a aceptar que el final sea nuestra muerte.
Miré a Herman y a Walter que en ese momento parecían recibir nueva información sobre la Condesa, así fue, nos dijeron que no estaba en casa y no podía ser encontrada. Genial, nos quedábamos sin ideas. Para rematar nuestra angustia, Herman nos informó que se habían detectado vehículos desconocidos en las cercanías, abrí la puerta de la camioneta rápidamente para salir hacia fuera, pude ver que Andrea me seguía con los soldados de guardaespaldas.
Al mirar hacia al frente se divisó el vehículo desconocido, era negro en su totalidad y del interior del mismo bajaron dos hombres que aguantaban a otro, a los pocos segundos pude saber quién era el de la capucha en la cara: Diego.
Sin embargo, la imagen que más me sorprendió fue la de la mujer vestida de rojo que caminó lentamente hasta colocarse frente a nosotros.
—Hola, querido hermano.
—¿Sandra?
—No estés tan sorprendido, por favor, me haces ver como si no fuese apta para el trabajo.
—Hasta mi hijo de seis años podría ver que no lo eres —le respondió Andrea impertérrita—. Ya había dicho yo que tu olor no me gustaba, hueles a puta traidora.
Ella solo sonrió falsamente.
—Tal vez, pero estoy del lado ganador ahora mismo, y como mi padre es benevolente creo que ya les debe haber llegado su mensaje.
—No vamos a tomarlo. Ni Andrea ni yo vamos a quitarnos la vida, es una locura.
—Nuestra historia fue desde el principio una locura, principito —me dijo Andrea antes de tomar mi mano.
La miré a los ojos y por un segundo sentí que quedábamos solos ella y yo.
—Muy románticos los dos, pero me temo que solo tienen una opción —expuso para seguidamente chasquear sus dedos.
De inmediato se acercaron los dos hombres de antes que sostenían a Diego, tenía una capucha en el rostro, pero podía saber que era él por la ropa.
—Propongo un intercambio, tu vida, querida exhermana o la vida de vuestro hermano. Adoro las negociaciones en familia.
Ella no estaba loca, estaba psicótica. Miré a Andrea a mi lado y pude verle en la mirada que se estaba realmente pensando todo ese asunto de morir, ¡claro que no! No es así como esto iba a terminar, me negaba a aceptarlo.
—Adam...
—No.
—Adam... escúchame, yo ya he tenido suficiente, viví en dos décadas y media lo que nadie en casi toda su existencia ha vivido, no necesito más tiempo en esta tierra, mi tiempo ha concluido.
—He dicho que no —me volteé hacia ella para encararla—. Pues bien por ti si has vivido bastante porque mi vida nunca estará completa si no estás en ella, los últimos meses juntos... no quiero que sean los últimos, sino los primeros de muchos.
—Tic tac, tortolitos, no tengo tanta paciencia como mi padre, ¿saben?
Y pudimos ver a un hombre sostener una pistola contra la cabeza de Diego. La sangre se me congeló por completo, iban a matar a mi hermano frente a mis ojos si no dejaba morir a la mujer que amaba.
—Es una lástima que me hubieses rechazado el compromiso, Adam, si estuviésemos casados ahora mismo, nada de esto estuviese ocurriendo. De hecho, casarme contigo habría sido más divertido que casarme con ese estúpido solo para complacer el negocio.
—Estás loca, eres mi hermana.
—Media hermana, ¿y qué? En la antigüedad se casaban los hermanos y nadie murió por eso.
Ella debía programar una consulta con el psiquiatra porque no estaba bien de la cabeza, pero algo más se interpuso en ese momento en mis pensamientos, fue la visión de Sandra cuando miró a Herman que estaba junto a Andrea, no pude distinguir qué pasaba de inmediato, no hasta que mi querida esposa me soltó la mano para ir hacia su guardaespaldas como si hubiese entendido algo que yo no acababa de ver.
No hubo tiempo a nada. Andrea quiso golpear a Herman, pero él rápidamente le esquivó el golpe y la tomó por ambos brazos para neutralizarla y así inyectarle algo en el cuello.
—¡Herman! ¡Nooo!! —gritó Walter a medida que el cuerpo de Andrea caía al suelo.
Lo próximo que escuché fue un disparo, mi pulsó corrió demasiado rápido para creer posible cuando miré hacia Sandra y vi detrás de ella cómo caía el cuerpo de Diego con un hueco en la cabeza. De inmediato pude ver que no era él cuando la capucha rodó al suelo. Fue una trampa desde el comienzo.
En las historias cuando un protagonista muere siempre ocurre muy lento. En la vida real ni siquiera lo ves venir. Así como yo no vi venir el momento que todo aquello pasó demasiado rápido para creerlo cierto.
Walter agarró a Herman por los brazos mientras Sandra le sonreía, ¿él era un traidor? La mujer ni siquiera esperó a que yo procesara aquello porque dio media vuelta para subirse al auto negro que sus hombres abordaron en poco tiempo.
Yo corrí hacia Andrea de inmediato, me arrodillé en el suelo para cargar su cuerpo entre mis brazos, estaba viva, estaba viva, solo tenía la piel fría y pálida.
—Adam... hay algo... hay algo que nunca te dije... la noche que me contaste que te sentías solo y estuviste con una mujer... esa mujer...
—¿Y qué hiciste? ¿Tuviste una noche loca?
Asentí con la cabeza mientras ella me miraba con un brillo desconocido en los ojos.
—Pues... un gusto compartir tu secreto, estará a salvo conmigo —dijo y se acercó para besarme en los labios.
—Esa mujer era yo. Te vi en el bar triste y desolado, tanto como yo lo estaba porque acababa de recordar algo de mi padre, estuvimos juntos y... y fue maravilloso.
Mi pecho subía y bajaba, mi respiración era incoherente mientras la escuchaba hablar. Recordé esa noche, su contacto... Demonios, sí fue ella. Qué irónico, al final Andrea era mi única locura.
Pero todo empeoró cuando comenzó a soltar sangre de su boca. A pesar de eso, siguió hablando.
—Huí esa noche... de la misma forma que tú huiste de mí cuando éramos niños, pero ambos volvimos a encontrarnos años después y esta vez ninguno pudo escapar... ¿quién sabe? A lo mejor no es el final, sino el comienzo... a lo mejor volvemos a encontrarnos en otro momento.
—No, no, no digas tonterías, Andrea, vas a salir de esta, vamos a salir de esta, princesa, lo prometo.
—No hagas promesas que no puedes cumplir, principito —alzó su mano hasta rozar mi rostro—. Te amo, mi príncipe, para mí también era como tocar las estrellas contigo.
—No, no me hagas esto —mis lágrimas se almacenaban en mis pupilas sin poder salir, miré hacia Herman que estaba siendo sostenido por Walter—. ¡¿Qué le hiciste?!
—Es veneno, uno de los más mortíferos, así es como debe ser. Es la única forma de que no maten al señor Diego.
Nadie pudo matarla excepto uno de los suyos. Ese pensamiento fugaz cruzó mi mente.
—¡Eres un maldito traidor! —le gritó Walter al empujarlo al suelo—. ¡¿Por qué?!
Pero a mí no me importaba el por qué, solo quería salvarla.
—Debe haber una forma... —miré el rostro de Andrea que iba volviéndose cada vez más frío en mis brazos—. No cierres los ojos, princesa, no cierres los ojos.
—Nos... volveremos a encontrar.
No cerró los ojos, los dejó abiertos, pero estos se quedaron fijos mirándome. Comencé a gritar sin poder evitarlo mientras las lágrimas diminutas de mis ojos cayeron sobre el rostro de Andrea cuando me acerqué para darle un beso en los labios, no se sentía como los otros, no había calidez en su cuerpo, tampoco pulso bajo su piel ni un corazón que palpitaba cuando la tocaba, ella... ella estaba... ¿muerta?
Si era así, yo me encargaría de que no fuese en vano.
—No voy a despedirme porque sé que nos volveremos a ver ya sea que deba esperar para encontrarte en otra vida. Te amo, princesa.
Tomé su cuerpo en mis brazos y entré a la camioneta para colocarlo sobre el asiento, cuando estuvo así le cerré los ojos, solo ese movimiento provocó que mi corazón sangrara por dentro.
Salí de la camioneta a gran velocidad. Me limpié los rastros de lágrimas y respiré varias veces para poder concentrarme, no quería pensar que ella había muerto, quería creer que estaba dentro de la camioneta gritándole a Herman por algo que hacía mal, quería creer que llegaría esa noche a casa y me acostaría con ella en la cama, no quería darme cuenta de que no iba a poder besarla de nuevo, no quería ni imaginar que ya habíamos tenido nuestra última comida o que nunca iba a volver a verla.
No, mi cuerpo no podía entender que nunca iba a sentir su calidez de nuevo.
—Señor —me llamó Walter, no vi rastros del traidor que la mató—. El capitán ha informado que debemos retirarnos.
Miré hacia delante, hacia la calle desierta que tenía huellas de neumático sobre esta, de pronto mi mente quedó en blanco, reconocía esas marcas, eran provocadas por un todoterreno, de los usados para ir de excursiones al bosque, mi padre siempre se aseguró de que supiese todo de carros desde que era pequeño, ahora me iba a servir de algo.
—Si Sergio quiere retirarse entonces que venga aquí a decirme a la cara que no es lo suficientemente valiente para terminar lo que empezó o que no tiene siquiera el corazón de vengar la muerte de Andrea, si él es capaz de hacer eso entonces puede irse a su casa a tomar café caliente porque yo de aquí solo me muevo para ir a matar al imbécil que me dejó viudo, ¿se ha entendido?
Walter me miró sorprendido como si me dijera: "¿en serio quieres que yo le diga eso?"
—Nuestros hombres han buscado por toda la ciudad, señor, no hay pistas de...
—Eso es porque no está en la ciudad, el cobarde huyó hacia el bosque, y dado que Ryunter no es muy grande, creo que ustedes serán capaces de examinar el lugar y encontrar algo, ¿no es así?
A estas alturas solo me quedaba claro que los Karrioca estaban metidos en algo severamente gordo porque no me creía que quisiesen matarnos solo por haber descubierto un secreto, aquí había algo más, algo que no estaba viendo.
—El capitán está dispuesto a seguir, pero debe saber que no podemos ir todos, ahora mismo se encuentran atacando el edificio base, tuvimos que enviar hombres ahí.
Maldición, ahí estaba Francis junto con Harley, Keala y Mara. No iba a perder a todas las personas que amaba en un solo día, y no me importaba si el enemigo era superior, debía intentarlo.
—Entonces estamos perdiendo el tiempo, tenemos que movernos.
...
Los hombres Berroncilles sabían lo que hacían porque se dispersaron por el bosque en cuestión de horas y consiguieron la ubicación de un extraño cuartel que no aparecía registrado en ningún radar, como si el mismo desviara todas las señales que intentaban encontrarlo, eso explicaba cómo se les había pasado por alto en un principio.
A mí me habían ordenado permanecer en el carro mientras una tropa entraba al edificio abandonado que parecía fábrica destruida, pero no podía quedarme de brazos cruzados, no podía permitir que otros se hiciesen cargo de vengar la muerte de Andrea, ese mérito debía ser mío.
Tomé una de las pistolas que habían guardado en la parte trasera del vehículo y rápidamente me escabullí entre los pelotones de soldados que rodeaban el edificio, tuve que aguantar la respiración debido a la peste de los cadáveres, eran hombres de los Karrioca que no pudieron superar a los Berroncilles cuando comenzaron a atacar.
El interior de la fábrica era realmente oscuro, casi ni podía ver mis propias manos, tuve que caminar de esta forma hasta que mis ojos se acostumbraron a la oscuridad del sitio, aquí dentro parecía una especie de laberinto porque todo se veía absolutamente igual para mí, tuberías en las paredes y suelo de cemento destruido, me preguntaba qué había sido este lugar en el pasado para que lo escogiesen de base.
—Adam... —escuchaba la voz de Andrea—. Huí esa noche de la misma forma que tú huiste de mí cuando éramos niños...
Quedé paralizado de pronto, eso me había dicho cuando la tuve en mis brazos, me moví en todas las direcciones posibles para seguir su voz, necesitaba encontrarla.
—Te amo, mi príncipe, para mí también era como tocar las estrellas contigo.
Pero su voz se escuchaba tan lejos, mi respiración era ya incoherente, mi pecho subía y bajaba, doblé en una esquina con la pistola hacia abajo mientras buscaba desesperadamente lo que provocaba la voz de Andrea, ¿estaba viva? Sí, eso debía ser, ella debía estar viva.
Pero un fuerte golpe en la cabeza me hizo caer inconsciente al segundo de pensar esto.
...
Me desperté de pronto cuando el agua fría golpeó mi rostro, comencé a toser debido a la misma y cuando traté de mover mis manos supe que estaba amarrado, abrí los ojos poco a poco hasta que pude tener una visión del lugar donde me encontraba. Era una habitación sin ventanas, bastante pequeña y con un único mueble en el centro de esta, una mesa donde estaba sentado un hombre que fumaba un cigarrillo con una mujer en el regazo. Los reconocí al instante, era el señor Karrioca y... mi supuesta tía.
—Buenos días, señorita —me dijo—, pensé que dormirías por más tiempo, tal vez mis hombres fueron demasiado duros contigo.
Miré a mi alrededor, a unos metros de mí estaba Diego, el verdadero, había sido golpeado varias veces porque tenía un ojo morado y no llevaba camisa, a mi otro lado estaba Walter en peor estado, no había señales de nadie más.
—¿Dónde está Andrea?
El Karrioca comenzó a reír.
—Oh, Adam, es una lástima que esto haya acabado así —me dijo esa señora.
—Sí, chico, mira, te voy a mostrar dónde está tu querida esposa.
Hizo un chasquido con la mano y uno de sus hombres se acercó hacia mí para abrir un portátil que tenía en brazos, por la cámara pude ver la camioneta donde habíamos estado y... y el cuerpo de Andrea inmóvil con los ojos cerrados cómo yo lo había dejado, su mano se había caído del mismo y lo único que se le veía era el anillo. Fue entonces cuando lo acepté, la mujer que amaba había muerto. No era una ilusión ni una fantasía, era una realidad, así es cómo eran las cosas en el mundo real, nadie sale vivo de esto.
—No estés tan triste, así debía pasar. Habría sido una Karrioca estupenda si no se hubiese vuelto inestable.
—Inestable... —susurré—, así le llamas al hecho de que descubrió quién eres en verdad e intentaste matarla. ¡Maldito terrorista!
Hizo un gesto de desinterés con los hombros. El mismo que hacía Andrea.
—Tu madre tenía el mismo carácter que tú, decía las cosas a la cara y nunca podía ser controlada, era muy impulsiva, por eso murió, no estuvo de acuerdo en ser una esposa fiel y leal, no, claro que no, tenía que amenazarme, te confesaré algo, ella fue la última persona en hacerlo.
—¿Qué quieres ahora? Ya nos tienes, ya mataste a Andrea, ¡¿qué más quieres?! ¡Mátame!
—¿Piensas que no lo hará? —preguntó esa mujer—. Solo quería retenerte lo suficiente para que pudieses ver con tus propios ojos lo que le sucede a quienes se interponen en nuestro camino.
El tipo del portátil volvió a abrirlo y esta vez la imagen que llegó a mí era la del apartamento de Diego, en el suelo estaban Harley, Mara y Keala, las tres tenían... no, no era cierto, eso debía ser un montaje, eso debía ser un estúpido montaje porque en esa imagen podía ver a las tres mujeres con un hueco en la cabeza, tenían los ojos abiertos y sangre a su alrededor.
—No, no es cierto. No las mataste, ellas no te habían hecho nada.
—Poco me importaba, sabían demasiado para mi gusto, verás, hijo, la gente a la que respondo son muy quisquillosos con eso de tener cabos sueltos, no puedo correr riesgos.
Volví a mirar el portátil por donde se podían ver los cadáveres de las tres mujeres, vi el rostro sombrío de mi mejor amiga... no podía ser... no, esto debía ser una maldita pesadilla, sin embargo, todo empeoró cuando la puerta de la habitación se abrió y por ella entró un hombre vestido de negro por completo mientras aguantaba por el hombro a un niño.
Francis.
—¡Francis! ¡No! ¡A él no le hagas nada!
Intenté levantarme, pero dos hombres se aseguraron de retenerme para quedar contra el suelo, solo podía ver de reojo el rostro lloroso de mi hijo.
—A mi nieto no le va a suceder nada, no te preocupes, solo crecerá para convertirse en la imagen de los Karrioca, después de todo, necesito a un heredero luego de haber perdido a todos mis hijos.
—¿A todos? —Esa voz...
Fue entonces cuando la vi, anteriormente la estaban cubriendo unos hombres, así que no la había visto, pero sentada en un sofá a la esquina del despacho quedaba Sandra, la mujer se levantó con arrogancia, llevaba el mismo vestido rojo y amarillo de hacía unas horas cuando ordenó la muerte de Andrea.
—Sabes bien que ya te has ganado mi respeto, hija, pero no podrás llevar sola este negocio sin un acompañante masculino, tu sobrino hará ese trabajo.
—¡Papá! Papá, quiero irme a casa —gritó Francis enojado mientras trataba de liberarse, le mordió la mano al hombre y este lo golpeó en el rostro hasta que mi hijo cayó al suelo, vi que no lloró, sino que comenzó a gritar.
Aquello me dolió enormemente, no pude hacer nada por mi esposa y ahora tampoco podía hacer nada por mi hijo.
—Sandra... ya mataste a Andrea, por favor... a mi hijo no le hagas nada.
—Uhg, no menciones su nombre, Dioses, qué mujer más complicada de asesinar, ni un avión, ni una bomba, ni siquiera el maldito tren pudo detenerla, tal vez debí ordenar que la pusieran debajo del mismo.
—¡Hey! Yo hice bien mi trabajo —reclamó la Carpentier—. Hice que perdiera al bebé, más de lo que tú hiciste con un maldito avión.
Estaba loca, todos ellos lo estaban, tal vez habían consumido algo. Yo solo podía mirar a mi hijo, parecía esperar que lo salvara, pero eso solo ocurre en los cuentos, en la realidad, el príncipe no puede hacer nada para salvar a quienes ama.
—Lo siento, hijo... —susurré mientras miraba a Francis.
—Acabemos con esto —dijo el Karrioca al mirar al hombre que me sostenía.
Tal vez esto era todo, tal vez Andrea tenía razón y el objetivo era volvernos a encontrar, dicen que las personas reencarnan cuando tienen asuntos pendientes, pues a mí me quedaban varios, así que sabría que volvería para matar a todos aquellos que me hicieron daño y recuperar a quienes había perdido.
Sentí que me inyectaban algo en el cuello y de pronto todo mi cuerpo quedó inválido. Escuché ya de lejos a Sandra diciendo que era el mismo veneno que Herman había usado en Andrea.
Ella fue mi último pensamiento.
Narrador omnisciente
El cuerpo de Adam cayó al suelo de inmediato mientras lo único que se escuchaba en la habitación eran los gritos de Francis, los otros dos hombres, Walter y Diego, desviaron la mirada para tratar de contener el dolor que llevaban dentro, todos habían muerto y nadie había podido hacer nada.
—¿Qué hacemos con los otros?
El señor Karrioca miró a su hijo y al soldado que había capturado. Una sonrisa se mostró en su rostro.
—Déjenlos aquí.
El jefe se levantó de la silla y la mujer de su regazo tuvo que hacer lo mismo, se acomodó mejor la corbata y ordenó a todos la retirada, se sentía feliz, al final había ganado. Sin embargo, algo le arruinó la victoria. Diego consiguió soltarse.
Tenía sangre en las muñecas que pareció no importarle porque el hombre se levantó rápidamente y noqueó con un solo golpe a quien lo sostenía, dos secuaces más se le acercaron, pero él había logrado esconder un cuchillo en sus ropas, uno que usó para desangrar a sus enemigos con relativa facilidad. Por algo él era quien había entrenado a Andrea.
—Esto no termina así... padre —escupió ese nombre—. ¿Realmente piensas que ganaste? Nos hemos preparado para ti por años, si morimos todos es porque tú vas a morir también.
Y Walter consiguió soltarse los amarres de igual forma, lástima que la soga no hubiese cedido hacía cinco minutos, Adam estaría respirando de ser así. El hombre imitó la jugada de Diego y en apenas unos minutos la situación estaba igualada.
—Entréganos a Francis.
—¿Se creen realmente que tienen ventaja? Por favor, sois solo amateurs en este juego.
El señor Karrioca apretó un botón que había en la mesa y de inmediato se pudo escuchar el suelo temblar, el sonido de las explosiones fue reconocible al segundo. Walter y Diego se miraron expectantes ante lo ocurrido. La primera bomba explotó más cerca de lo que pensaban, el fuego los consumiría en cuestión de minutos.
Diego vio perfectamente cuando los dos Karrioca junto a la Carpentier abandonaban la habitación por un pasadizo que se había activado casi al mismo instante de la bomba, Sandra fue quien sujetó al niño para llevárselo.
—¡Yo voy a por el niño, usted saque el cuerpo de Adam de aquí!
Diego fue corriendo a coger el cuerpo sin vida de su hermano para colocárselo al hombro. El problema era que debía cargar con ese peso muerto mientras las bombas se acercaban cada vez más a él. Esperaba que Walter tuviese mayor suerte.
...
Walter solo tenía un cuchillo en mano cuando corrió detrás de sus enemigos, el pasadizo era estrecho, realmente estrecho y oscuro con paredes de roca, escuchaba perfectamente los pasos de sus adversarios por el eco del lugar. Encontrarlos con su habilidad de rastreo... fue tarea realmente sencilla.
—No den un paso más.
Ellos se detuvieron para voltearse a mirarlo, realmente estaba en desventaja numérica, lo vencían cuatro a uno dado que se habían quedado con un guardia. Sandra fue la que se colocó delante de su grupo y sacó una pistola rápidamente que no tardó en disparar, Walter se cubrió detrás de una columna y disparó en respuesta, escuchó el grito de la mujer, al salir vio que le había dado en una pierna.
El señor Karrioca hizo un gesto de decepción para el momento que sacaba él mismo su pistola. El otro hombre a su lado hizo lo mismo.
—Veamos qué tan bueno eres ahora.
Walter apretó los dientes ante la tensión de dónde se encontraba, pensó que eso era todo y que finalmente lo tenían cuando se escuchó un chiflido débil provenir de unos metros más adelante, todos quedaron expectantes ante lo que podría ser eso, pero fueron los dos hombres quienes se voltearon, de inmediato él pudo sentir el pinchazo en su cuello que indicaba que los habían cogido.
El señor Karrioca soltó la pistola que cayó al suelo sonoramente, llevó su mano hasta su cuello donde había sido golpeado y cuando miró la misma vio que no había sangre, era como una picadura. El guardia que estaba a su lado de inmediato pasó a apuntar a las mujeres para que nadie se moviese.
—No sé si te lo han dicho, pero... soy un poco testaruda para morir.
—¡Mamá!
El corazón del Karrioca latía desfavorablemente cuando agudizó la vista y vio que frente a él tenía a quien dio por muerta.
—No es posible... yo... yo te vi morir.
El hombre a su lado se dio a conocer entonces como un Berroncilles porque no dejaba de apuntar a Sandra mientras la tía solo podía mirar con los ojos bien abiertos a Andrea, quien se mostraba con pistola en mano en dirección hacia ellos, su mirada... era para temer.
—Fue un bonito truco de magia, ¿verdad? Solo quería asegurarme de que lo disfrutaras, estuviste bastante cerca, incluso más que las otras veces, es una lástima que el juego ya haya terminado porque yo hubiese continuado.
El señor Karrioca comenzó a debilitarse hasta que la fuerza le falló por completo y cayó al suelo. Francis a su lado entendió la seña que le dio su madre y corrió hacia Walter para refugiarse en el hombre, él le cubrió los ojos cuando Andrea se acercó hasta quien un día llamó padre para mirarlo fijamente regodearse en el suelo.
—El problema con tu plan era que yo siempre fui más lista que tú, no sé si te lo han dicho, pero... soy inmune a 171 tipos de venenos distintos hasta el punto de desarrollar una cura para aquellos más peligrosos.
—No, no... —soltó un líquido azul por su boca—. Yo los maté a todos.
—No, querido, yo te hice pensar que nos habías matados, ahora descansa, te espera un largo tiempo en el infierno rindiéndole cuentas a los mil demonios.
La arisnegra se agachó para quedar cerca del Karrioca y colocó su pistola sobre la cabeza del hombre, apretó el gatillo y ningún sonido se escuchó debido al silenciador, pero todos sabían que esa bala había entrado a su cerebro.
—Fue una bonita excursión —dijo la mujer—. Walter, avisa a Herman que ya todo terminó y vámonos, queda una organización por desmantelar y un marido histérico por tranquilizar.
—¿No lo sabes? —le dijo la tía con rostro entre asustado y victorioso—. Adam está muerto.
Andrea solamente sonrió al mirar a Walter, él le asintió con la cabeza y ella se levantó rápidamente para recomponerse. Quedaba un largo día por delante.
Hola... no me odien y no voy a dar spoilers, pero... busquen un pañuelo y algo dulce para comer. Sólo eso.
¿Cómo creen que se llamaría este capítulo? Es el penúltimo del libro. Compartan en sus redes la historia si son fans de Adam y Andrea.
🌟 Voto si se emocionaron cuando Andrea apareció.
🌟 Estrellita si ya quieren ver el final.
Dato Curioso: En una primera edición, Andrea sí llegaba a "suicidarse" con el veneno, pero no me pareció muy creíble y opté por esta donde alguien más la "mata" creo que queda mucho mejor, a pesar de que creerse la muerte de la protagonista no es algo que ocurra hasta enterrar el cuerpo, pero así hay más intriga, aquellos que no se lo creen tienden a preguntarse cómo sobrevive.
¿Qué hay de ti? ¿Te creiste su muerte?
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