Parte 31
Trigésimo primer capítulo
Un mes después
Adam Carver
Andrea y yo habíamos vuelto a discutir, esta vez porque la falta de confianza entre ambos iba aumentando, si salía no dejaba de preguntarme si era porque quería estar con otro hombre, si se demoraba en responderme pensaba mal de forma automática, hiciera lo que hiciera dudaba de ella y esto no era sano para ninguno de los dos.
Lamentaba decir que las cosas entre ambos habían vuelto a ser las mismas que eran antes del accidente de hacía un mes, y ahora era peor porque ya no estaba embarazada de mi hijo, así que no podía reclamarle por esa parte, tampoco nuestro matrimonio era real y a cada segundo amenazaba con desaparecer, sinceramente, mi día a día era una constante espera a que ella me pidiera el divorcio.
—Sé que no estás de humor, pero al menos come algo —me dijo Diego.
—Estaría mejor si me hubieses dejado emborracharme tranquilamente.
—No podía dejar a mi hermanito menor sucumbir ante tan ridícula forma de evasión, el alcohol no desaparecerá el problema, enfrentarlo sí.
—Cuando el problema es Andrea no creo que hayan muchas formas de solucionarlo, con cualquier otra mujer nada de esto estuviese pasando, al contrario, hubiésemos arreglado todo hacía muchísimo tiempo, pero no con ella, claro que no, no importa lo que haga, no cree en mis acciones.
—Andrea es mi razón para agradecer mi falta de gusto por las mujeres, ella me hace amar más a los hombres solo cuando se enoja, lidiar con eso... uff, estás en problemas.
Ni que lo digas, pensé antes de recordar este último mes. La noche del accidente todo apuntaba a que ambos íbamos por buen camino, el único dilema de aquel momento fue la reciente aparición del señor Karrioca, y, como si no fuese suficiente, de la Condesa también. Lo más misterioso del caso es que la señora Carpentier llegó justo al mismo tiempo que el Karrioca y justo al tiempo exacto para detenerlo, no sé qué sucedió porque ella nos ordenó a Diego y a mí ir con Andrea, pero lo que fuese que le dijo allí afuera, lo espantó lo suficiente para no volver a saber de él.
Ah, el señor Karrioca, padre adoptivo de Andrea y biológico mío, me enteré de todo en el tren cuando escuché la conversación de mi supuesta tía y de ella, me arrepentía muchísimo no haber ido con Andrea en ese momento, si no hubiese huido hacia mi asiento, ella nunca hubiese perdido al bebé. Lo que nos dejaba en el dilema del año, ¿dónde estaba mi tía? Todos los hombres de Andrea buscaban a esa mujer desesperadamente mientras yo no sabía ni qué pensar.
—¡Harley llegó! —exclamó Diego a medida que se levantaba de su asiento para ir a abrazarla.
Sí, mi hermano, toda esa situación me parecía muy extraña porque siempre lo había visto como el hermano de Andrea, resultaba ser el mío. Y la verdad... no estaba mal una vez lo conocía. El día que lo enfrenté fue una semana luego del accidente, Andrea todavía se encontraba en el hospital y él iba a visitarla.
—¿Cómo se encuentra? —me preguntó en aquel entonces, estábamos en la sala privada de afuera.
—Está... difícil, no asume el hecho de que no puede caminar y le cuesta dejarse tratar, al menos cuando estoy cerca permite a los doctores que la examinen, si me alejo un poco le lanza la lámpara al primero que vea.
Diego rio ante eso.
—Sí, esa es la Andrea que conozco, odia los hospitales y todo el drama de que la consientan la pone peor, me sorprende que todavía no te haya lanzado por la ventana.
Creo que le gustaba cuando yo la consentía.
—Es un misterio, de todas formas, conversaré con los doctores para que le den el alta y seguir tratándola en casa, estará mejor ahí.
Diego estuvo de acuerdo conmigo y estaba a punto de marcharse para ver a Andrea cuando yo volví a hablar a espaldas de él.
—Andrea me dijo que en unas semanas es el aniversario de la muerte de tu madre, que siempre lo pasan juntos emborrachándose en el cementerio... me comentó que sería la primera vez en años que iba a perderse esa fecha.
Había practicado muchas veces la forma en la cual le decía a Diego que sabía la verdad, pero en cada una de ellas me acobardaba en algún punto. Él terminó por voltearse hacia mí de forma lenta, como si examinara mis expresiones.
—¿Por qué mencionas eso?
—Pensaba poder acompañarte, me gustaría verla.
—Tengo entendido que su aniversario de muerte coincide con tu cumpleaños.
—Qué locura, ¿no?
Fui cobarde de nuevo y no pude decírselo, hasta la voz me temblaba, sin embargo, Diego se acercó hacia mí en tres zancadas y de la nada me abrazó fuertemente.
—Bienvenido de vuelta, hermano —me dijo sin más.
Nunca pensé conocer tantas facetas de Diego, pero como hermano mayor era muy sobreprotector, no nos abandonó a Andrea y a mí en ningún momento de ese mes. Incluso cuando las cosas entre nosotros se ponían más tensas.
Y por si fuera poco, cumplió su promesa de llevarme al cementerio para ver a nuestra madre.
—En la luz del mañana encuentra el descanso, ahí donde solo los mayores aventureros pueden llegar, ahí donde te reúnes con tus seres caídos, ahí donde tu sonrisa alumbrará sin importar el día, porque los astros avivarán tu camino y serás dueño de tu propia alma, descansas entre los valientes porque de los valientes eres parte ahora —recé de rodillas en la tumba de mi madre.
Lo curioso era que había sentido más conexión con un sitio vacío como era su tumba que en todos mis años con la Condesa. Pero claro, no todo era color rosa, si bien la relación con mi hermano iba creciendo cada día, la mía con Andrea disminuía. Ella se recuperó bastante rápido, los doctores decían que era un milagro que sanase tan deprisa, pero eso no me extrañaba a mí, los alíens tienden a tener mejor sistema curativo.
Regresamos a la casa al par de semanas, ya le habían quitado todos los yesos, pero solo porque Andrea había prometido no moverse de la cama.
Hecho que cumplió hasta hacía unos días que volvía a salir todas las noches, trataba de pensar que estaría con Keala, pero la verdad era que los celos me estaban matando.
—Adam, ¿hola? Tierra llamando a Adam.
—Harley, no estoy de humor.
—Sí, ya tu dulce hermano me dijo eso.
—¿Me llevas a casa? Tomé unas copas y no creo que Diego me deje manejar así.
—Busco las llaves y salimos.
Si bien mi vida amorosa y familiar era un desastre en múltiples proporciones, al menos seguía teniendo a mi mejor amiga cerca para enmendarlo.
Salimos de casa de Diego bastante rápido y nos montamos en el carro que todavía no se había enfriado cuando Harley lo puso en marcha. Solo quería llegar a casa para ver que Andrea estuviese ahí, ¿por qué no podíamos solucionar las cosas? Pensé que lo haríamos cuando ella estaba sin poder moverse y yo me encargaba de cuidarla, no me separé de su lado en ningún momento, pensé que ella vería eso y olvidaría lo anterior, pero claro que no lo hizo.
—¿No puedes apresurarte un poco, Harley? Solo un poco más rápido.
—Adam, voy al máximo de velocidad en esta carretera, ¿se puede saber por qué estás tan ansioso?
—No estoy ansioso.
Ella me miró por un segundo con expresión de: "deja de intentar mentirme" y yo solo pude respirar profundo antes de contestarle.
—Es Andrea.
—Eso podía haberlo intuido. ¿Ahora qué te hizo?
—Pues... hoy me dijo que iba a salir con otro hombre.
—¿Qué? ¿Y te lo dijo a la cara? Wow, cada día me sorprende más.
—No, no fue exactamente así. Bueno... —comencé a repiquetear los dedos sobre mi rodilla—... puede que hace un mes ella me haya confesado que era la única persona por la cual comenzaba a sentir algo, y yo le haya dicho que por ella no sentía nada especial.
Harley mostró una cara de sorpresa que luego pasó a enfado.
—Y esta es la razón por la cual estoy soltera, todos los hombres sois igual de idiotas. ¿Se puede saber por qué le dijiste eso?
—Es que... me asusté a último momento, no pensaba claramente y recordé de pronto todas las veces que ella había jugado conmigo, de repente me entró pánico a que pudiese hacer lo mismo.
—Entiendo, bueno, tienes tu punto, el caso es que eso te está costando a la mujer que amas.
—Yo no la llamaría así.
—Pues yo la llamo así porque tú eres muy imbécil para hacerlo. —Discutir con ella era en vano—. Y bueno, cariño, ¿ahora qué vas a hacer?
—No sé si pueda arreglar esto, lo he intentado todo en este tiempo y no pasa nada. Lleva unos días saliendo con otros nuevamente y yo me estoy volviendo loco, le dije que hoy saldría a ver una mujer, quería... pues quería obtener una reacción por parte de ella, pero Andrea no dijo nada, me deseó buena suerte y esa fue la última vez que la vi. ¿Qué hago, Harley?
Llegamos finalmente al apartamento, Harley detuvo el carro frente al edificio, pero ninguno hizo ademán de moverse. Yo necesitaba una respuesta, quería recuperar a Andrea y mi mejor amiga parecía extrañamente querer lo mismo.
—Mira, admito que esa mujer y yo no tuvimos el mejor de los comienzos, pero no soy idiota, puedo ver que ha cambiado, si quieres recuperarla creo que debes decirle la verdad.
—¿Crees que no lo he intentado? No quiere ni escucharme.
—Deja de hacer el tonto. Ella tiene miedo, probablemente más miedo que tú, la chica siente algo por primera vez en su vida y la única persona por quien lo hace le dice que no es especial. Vamos, Adam, eres más listo que esto, no quiere escucharte porque teme que vuelvas a decepcionarla.
Supongo que tenía razón en algún punto.
—¿Así que debo hablarle? ¿Eso es todo?
—Bueno, no te voy a decir qué movimientos hacer, hombre, pero sí, en conclusión debes hacer que te escuche sin importar cuánto grite, golpee o te ignore, si luego de eso sigue insistiendo en dejarte, que lo dudo mucho, pues ya veremos qué hacer.
—Gracias, Harley.
—Para eso estoy, para que hagas de idiota y luego te diga cómo arreglarlo.
No pude evitar reír.
...
De solo entrar al apartamento me di cuenta que Andrea no había llegado. Miré mi reloj, eran las tres de la tarde, ¡las tres! ¿Qué podía haber hecho en todo el puto día con él? Vale, no me respondería esa pregunta. Estaba a punto de ir a la habitación a cambiarme cuando escuché que abrían la puerta. De acuerdo, era ahora, hacerla escuchar, ¿no? ¡¿Por qué estaba tan nervioso?! Debí haber tomado más, estúpido Diego.
—Adam —me dijo una vez me vio al final del pasillo, yo no me había podido mover—, pensé que no llegarías hasta mañana.
—Podría decir lo mismo de ti.
—Estaba cansada.
Coloqué mis manos en los bolsillos a medida que el silencio incómodo iba creándose, ¿qué me pasaba? Debía arreglar esto ya.
—Iré a bañarme para luego comer y dormir, me quiero acostar temprano hoy, puedes dormir donde quieras, yo no tengo problema.
Llevábamos varias semanas sin dormir en la misma cama, primero porque ella estaba inválida, luego porque yo estaba muy enojado para dormir a su lado. Creo... no, estaba seguro, eso le molestaba porque a ella nunca le había gustado dormir sola.
Andrea pasó por mi lado para abrir la puerta de la habitación y entró a la misma. De acuerdo, tal vez era más difícil de lo que imaginaba. Entré al cuarto detrás de ella y pude ver que encaminaba a coger su ropa guardada debajo de la almohada. Tragué en seco cuando se acercó a mí antes de pasar al baño.
—¿Te acostaste con él?
No sé de dónde salió eso, pero al menos Andrea se detuvo frente a mí.
—Esto se está volviendo repetitivo. ¿Me vas a hacer esa pregunta cada vez que vuelva a casa?
—¿Tienes pensado volver a salir con otro hombre?
—Puede ser. Frank no terminó por complacerme.
—Andrea, ya detén esto, no quiero que vuelvas a salir ni con ese ni con ningún otro —le dije al acercarme a ella.
—¿Por qué no? Dijiste que yo no era...
—Mentí, mentí y no puedo creer que tú te lo hayas creído.
No podía aguantarlo más, terminé por acercarme a ella hasta hundir mis dedos en su cabello y aproximar mi boca a la suya para besarla, pensé que se alejaría, pero no lo hizo, al contrario, la ropa que sostenía cayó al suelo cuando me respondió el beso con igual intensidad. Con igual desesperación.
Andrea Berroncille
No entendía nada, pero Adam comenzó a besarme de forma que nubló todos mis sentidos, cerré los ojos y llevé mis manos a su espalda para acercarlo más a mí mientras sentía la forma deliciosa en la cual saboreaba mis labios. Era él, no había ningún otro, lo que sentía con Adam no podía sentirlo con nadie más e intentar replicar ese sentimiento era agotador.
Sentí las manos de Adam sobre mi cintura antes de que una de ellas bajara hacia mi culo para tomarlo con fuerza, eso hizo que aguantara un gemido desde mi garganta que no terminé por reprimir mientras nos besábamos. Juraría que eso lo provocó más porque su mano se adueñó con fuerza de mi trasero hasta acercarme a su cuerpo, podía sentirlo desesperarse y eso me embriagaba. No quería parar, llevaba un mes sin sentir tanto.
Pero Adam se separó de mí para quedar a una corta distancia de mi rostro, ¿por qué lo hacía? No, que no se detenga.
—¿Con cuántos te besaste?
No ahora. Yo quería que continuara.
—Cinco, y ninguno de ellos me hizo sentir la mitad de lo que tú has conseguido ahora, ¿podemos continuar?
Quise acercarme a besarlo, pero él dio un paso atrás para evitarlo, sentí su mano colocarse en mi cintura de nuevo, eso me decepcionó.
—¿Cinco? ¿Y con cuántos de ellos...? ¿Con cuántos...?
—Con ninguno, cada vez que lo intentaba te recordaba a ti y el hecho de que ninguno de ellos me provocaba lo más mínimo me desesperaba. Pensé que era porque faltaba confianza, así que intenté... —No quería hablar, quería que continuáramos lo dejado incompleto—... intenté ser amiga antes, pero tampoco resultó, ¿quieres saber algo más?
Vale, estaba desesperada y no me importaba que lo notara. ¡Llevaba un mes sin tocarme!
—Adam... vuelve a besarme.
—No, espera, hay algo que debo aclararte... sobre eso que te dije de no ser la indicada.
Ese maldito tema. No quería escucharlo, no quería saber nada de eso, maldición, ya me estaban dando ganas de llorar, el solo pensar que él no me quería... me destruía por dentro. No dejé que hablase, me aproximé hasta su boca y lo besé con fuerza hasta que nuestras lenguas se tocaron, Adam volvió a colocar su mano en mi trasero y yo me acerqué más a él para sentirlo mejor, probablemente eso lo provocó demasiado porque lo próximo que supe es que me levantaba en peso para colocarme sobre la cama.
Mi espalda tocó el colchón y ya podía sentir a Adam encima de mí, recorriendo mi cuerpo con sus manos mientras su boca se encargaba de hacerme suspirar con el solo hecho de besarme el cuello en el punto correcto. Cerré los ojos mientras todas las emociones me consumían, no podía evitar notar que él no estaba completamente encima de mí porque sabía que eso podría lastimarme, sin embargo, nuestros cuerpos se hallaban sumergidos el uno en el otro.
—Ahora escúchame... —Sus suspiros en mi piel me estaban matando—, lo que te dije fue una mentira porque tenía miedo de que pudieses volver a herirme, Andrea, tú eres la única mujer con la que quiero estar... soy completamente tuyo.
Se me detuvo el mundo en ese momento, ¿él me quería? No había dicho las palabras, pero eran esas y lo sabía. Olvidé entonces cualquier rencor pasado, cualquier sentimiento que me impidió ser suya y en ese momento solo me permití sentir todo cuanto estaba luchando por salir desde hacía tanto. No supe si fueron sus palabras dulces, sus buenos movimientos o sus caricias, pero sé que tuve el mejor sexo de mi vida con este hombre.
Adam Carver
Joder, fue el mejor sexo de mi vida, ella era una diosa que me había sido permitido tenerla. Cuando terminamos, ambos estábamos agotados, yo me tumbé a un lado de la cama y Andrea estuvo unos segundos mirando el techo mientras recuperaba la respiración, había hecho un buen trabajo.
Eventualmente se volteó hacia mí y colocó su cabeza sobre mi pecho, yo la envolví con los brazos y así nos quedamos un rato hasta que ella cortó el silencio.
—¿Cuándo repetimos?
Comencé a reír sin poder evitarlo.
—Tienes que darme un descanso, cariño.
—Uff, tienes poca resistencia.
—¡Acabamos de terminar!
Y Andrea fue quien rio esta vez, me costaba creer que ella tenía esta faceta divertida y adorable, me gustaba más que esa donde se la pasaba molestándome.
—¿Y? ¿No vas a decirme si te gustó?
—No es un pastel, Adam —la miré tan profundamente que tuvo que alzar la cabeza para mirarme—, estuvo... estuvo bien.
—¿Bien? Vamos, si me sorprende que tengas voz todavía.
Me pegó en el pecho de forma juguetona.
—Bastardo, me hiciste esperar una eternidad, ya verás cómo me vengo de eso.
—Valió la pena, ¿no?
—Sí, se puede decir que sí.
Estaba a punto de ponerla boca arriba para demostrarle lo mucho que valió la pena. Pero no sabía si su cuerpo podría soportarlo, hacía poco más de un mes se cayó de un tren, no iba a retarla. Al final fue ella quien se acercó a besarme y yo no demoré en sostenerla por la nuca para demorar más el beso.
—Suelta la verdad, Andrea.
—Lo disfruté... un poco.
—Yo estaba ahí, ¿recuerdas? Y tengo cada una de tus palabras en mi cabeza, puedo decirte ahora mismo todo lo que me gritaste mientras...
—¡De acuerdo! Por los mil demonios, qué obstinante —le arqueé una ceja—, fue... único, no creo que otro hombre en toda mi vida me pueda hacer sentir así.
Mi sonrisa se ensanchó sin poder evitarlo, esas palabras eran como música para mis oídos. Estaba dispuesto a besarla nuevamente, pero Andrea no me lo permitió.
—¿Y qué hay de ti?
—¿Yo? Andrea, cariño, eso no tienes que preguntarlo.
—Quiero saber... después de todo, tú sí lo has hecho realmente otras veces y...
—Nunca había hecho el amor, con las demás fue solo sexo, pero contigo... es como alcanzar las estrellas y sentirse digno de ellas, ha sido así siempre.
Andrea sonrió grandemente, esa era la expresión que me gustaba provocar en su rostro, nada de tristeza o desilusión, solo felicidad. Ella terminó por acercarse hacia mí para volver a besarme y yo le coloqué una mano por la espalda para pegarla más a mi cuerpo al momento de disfrutar ese beso. Sin embargo, de pronto se separó con expresión asustada.
—Oh, no, lo hicimos sin protección.
Comencé a reír sin poder evitarlo.
—No te rías, es serio, yo podría volver a salir embarazada.
—¿Y?
—¿Hablas en serio? —lo dijo incrédula—. Es decir... ¿realmente quieres volver a ser padre? Ya tenemos a Francis y...
—Y me encantaría poder vivir la ilusión de tener un hijo contigo de la forma tradicional, amo a Francis, pero nos perdimos sus primeros seis años, me gustaría poder estar ahí cuando un hijo mío dice sus primeras palabras, o cuando da sus primeros pasos... ¿a ti no?
Ella sonrió tontamente antes de volver a besarme.
—Me encantaría, aunque los doctores dijeron que no sería tan fácil.
—Podemos intentarlo tantas veces sean necesarias, no tengo ningún problema con eso. Solo que no creo que hayas sanado por completo, mejor esperemos un poco antes de volver a tentar la suerte, cariño.
—Por estas cosas te amo.
Vi el momento en que Andrea dejaba de respirar, no parecía consciente de lo que decía hasta que lo soltó, pero en mi pecho no podía existir mayor alegría posible luego de escucharla.
—¿Qué dijiste?
—Eeeh... yo... —quedó congelada sin poder decir una palabra, ni siquiera se movía—. Mierda, lo arruiné.
Se separó rápidamente de mí y se sentó en la cama con intenciones de irse, oh, sí claro, eso no iba a suceder bajo mi guardia. Me senté con igual velocidad y la tomé por la cintura para pegarla a mi pecho, me encantaba sentir el contacto de nuestros cuerpos desnudos, me encantaba todo de ella.
—Yo también te amo, Andrea —le susurré al oído antes de dejarle un beso en el cuello.
Andrea se volteó hasta quedar frente a mí y parecería en estado de trance.
—¿Tú me amas? Pero... ¿cómo?
—No hay razón, simplemente te amo —le dije a medida que dejaba mi rostro descansar sobre el suyo—, amo cuando te enojas, cuando actúas de forma infantil y a los cinco minutos parecerías buda, amo la forma en que me besas, así como hacemos el amor, amo tener un mal día y saber que tú vas a estar ahí para mejorarlo, amo nuestras discusiones sin sentido y nuestros arranques de celo, ¿qué quieres que te diga? Te amo, Andrea Berroncille.
Andrea Berroncille
Mi corazón latía fuertemente y no sabía si eso era sano, sentí de pronto mi cuerpo débil al mismo tiempo que una seguridad enorme me embriagaba, Adam me decía que me amaba, desde el comienzo de nuestra relación siempre fue irónicamente yo quien daba un paso cuando debía ser dado, pero siempre tuve la confianza de que no significaba nada, de que ninguno de los dos iba a terminar enamorándose. Qué equivocada estaba.
—Me amas... tú me amas —exclamé sorprendida a medida que envolvía mis brazos alrededor de su cuello.
—Sí, Andrea, te amo, y si me lo permites estoy dispuesto a decírtelo por el resto de nuestras vidas.
Mi sonrisa no podía ser mayor, mi corazón no podía ir más rápido. ¿Me estaba proponiendo matrimonio?
—Yo también amo todo de ti, Adam Carver, no existe otro hombre más que tú, ni en esta vida ni en otra, no creo que nadie pueda replicar este sentimiento, es único, y estoy dispuesta a vivirlo contigo el resto de mi maldita existencia.
Volví a besarlo, a saborear sus labios como tantas veces había hecho y todavía se sentía como la primera, terminé por subirme a su regazo y él me sostuvo para incorporarme mejor. No podía creer que después de todo, aquí estábamos, entregándonos el uno al otro sin obstáculos, sin mentiras, sin secretos, sin importar quienes éramos. Ni la fama ni nuestro pasado podía detenernos, todo eso quedaba bajo cero.
...
—¡Francis, no corras! —escuché la voz de Mara en el exterior.
Adam se había quedado dormido hacía unos minutos y no quería despertarlo, pero no le dejaríamos bonita visión al niño si nos veía a ambos desnudos.
—Adam, Adam, cariño, despierta.
—¿Qué pasa?, ¿otra ronda más?, ¿es que no te cansas?
Tuve que obligarme a no reír.
—No es eso, es que Francis llegó a la casa.
Se sentó del susto y salió de la cama corriendo para alcanzar la puerta y pasarle el seguro, yo me quedé contemplando la visión que dejaba a mis ojos, tenía razón, nunca iba a cansarme.
—Andrea, ahora no, debemos vestirnos antes de que nuestro hijo derrumbe la puerta.
—Podríamos ir en esta semana a esa casa en la playa, ¿sabes? Se me ocurren muchas cosas que podemos hacer por allá —dije y me mordí el labio antes de levantarme para buscar mi ropa.
No lo miraba, pero estaba segura que Adam no apartaba sus ojos de mí.
—Mierda —maldijo en voz alta antes de entrar al baño.
Yo terminé por vestirme bastante rápido y salí del cuarto para saludar a Francis, el niño estaba sentado en el sofá de brazos cruzados, posiblemente Mara lo había castigado para darnos tiempo. En cuanto me vio corrió hacia mí y escuché a la mujer recordarle que no podía utilizar mucha fuerza en mí. Vamos, Mara, él tenía seis años y pesaba como una pluma.
—¿Te portaste bien con nana Mara?
—¡Sí! Fuimos a muchos lugares con mis nuevos amigos, ¡tengo muchos amigos! Me encanta la escuela.
—Claro que te gusta la escuela, rodarían cabezas si no fuese así —susurré lo último para que no me escuchase.
Adam lo había matriculado en una escuela que específicamente yo le sugerí porque la había fundado mi antigua familia Karrioca, cuando me separé de ellos fue una de las pocas propiedades que conservé porque tenía total derecho sobre ella. Dejé que Francis fuese al cuarto para saludar a Adam y yo me acerqué a Mara para que me pusiese al día, normalmente éramos nosotros quienes íbamos a buscar al niño, pero ese día ninguno había podido ir a tiempo.
—Sus profesores opinan muy bien de él, de los compañeros ninguno sabe que es adoptado, dicen que es mejor así para evitar burlas.
—Prefiero que no lo esconda, no es algo que deba avergonzarle.
—Te aseguro que él no está avergonzado, mi niña, Francis se siente muy orgulloso de ustedes.
El proceso de adopción no había terminado debido a todo lo sucedido durante el último mes, ya la agencia nos había dado el visto bueno y solo faltaba firmar los papeles, creo que Adam no me los había llegado a dar, bueno, quería terminar con eso rápido para poder decir legalmente que Francis era mi hijo, así que le pedí a Mara que los buscase, yo estaría en la sala.
—Aquí están, Adam ahora se encuentra bañando a Francis, me dijo que él ya firmó.
Tomé los papeles junto al expediente que los del orfanato habían enviado cuando Adam comenzó todo el proceso, nuestro caso era especial por quiénes éramos, no queríamos involucrar a Francis con la prensa todavía, creo que ya era suficiente con que supiesen de mi existencia.
—Gracias... hemm, ¿cómo debo llamarte ahora que por fin te recuerdo?
—De pequeña me solías decir Anita porque decías que no te gustaba mi nombre. —Sonaba a algo que yo haría—. Sé que te debo muchas explicaciones, pero...
—Este puede ser buen momento, no voy a morir por escuchar la verdad.
Ella asintió con la cabeza y se sentó a mi lado en el sofá mientras yo iba firmando los papeles luego de leerlo todo, era una costumbre que tenía por los años como empresaria, bello, por cierto, debía recuperar mis días en ese mundo, creo que ya había tenido unas vacaciones bastante largas. Miré a la mujer a mi lado a esperas de que hablase de una vez. Ella entendió el gesto.
—El día del accidente fue caótico, puede que no lo recuerdes, pero eras muy querida entre todos los miembros del personal, las cocineras, las sirvientas, todos te amaban porque eras una niña con mucha energía y unas ganas enormes de agradarle al mundo entero.
No recordaba a nadie de esa casa, eso me molestaba en cierto sentido.
—Luego de haberse reportado tu muerte, muchos de nosotros no pudimos continuar al servicio del señor Karrioca, los que averiguaron la verdad fueron asesinados, los que se le opusieron también, año tras año iba enterándome de nuevas muertes, es por eso que comencé a entrenar en el servicio militar de mujeres, no permitiría que ese hombre me viese derrotada.
Me contó que estuvo años buscando pistas de mi accidente, sobre qué había sucedido en realidad o si yo estaba viva, no consiguió nada hasta que Corny le contó sobre mi existencia, fue remota casualidad después de todo.
—Me alegra que estemos juntas de nuevo, mi niña, te vi crecer en esa casa desde tus siete hasta tus quince años, y ahora tengo el honor de volver a verte madurar, solo que esta vez no permitiré que nadie vuelva a herirte, de eso puedes estar segura.
A pesar de que no tenía mis recuerdos, una parte de mi cuerpo se emocionó cuando ella me abrazó, tal vez era la parte que la había extrañado por tantos años, pero Anita no dijo nada más, se levantó al limpiarse las lágrimas de los ojos y me dejó sola en la habitación. Yo estaba feliz, sentía que recuperaba partes de mi vida nuevamente, tenía a Adam, a Francis, y a la mujer que me adoró por tantos años.
Nada podía salir mal.
Hola! Capítulo caliente, eh? Qué título le pondrían? Los leo.
🌟 Voto si amaron a Adam y Andrea.
🌟 Voto si quieren verlos juntos.
Dato Curioso: En un principio la historia estaba pensada para que Francis fuese hijo biológico de Andrea, pero lo descarté luego porque me gustaba cómo quedaba de está forma. ¿Qué opinan? Los leo.
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