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Parte 29

Vigesimonoveno capítulo

Dos semanas después...

Andrea Berroncille

Volví a pensar en lo que Diego me había dicho hacía dos semanas, me estaba volviendo loca al guardar este secreto. Lo peor es que no podía contarlo porque pondría en peligro a los demás, por eso llevaba dos semanas actuando especialmente precavida, claro que, para el resto de las personas significaba que me alejaba de ellos. Lo desconocido era que estaba a punto de alejarme más todavía.

Adam llegó especialmente temprano ese día del trabajo, no entendía por qué iba a filmar películas o cosas que ni siquiera le gustaban, ya sabíamos que tenía gusto por la fotografía, ¿por qué no cambiar de carrera? Bueno, rehacer tu vida a los veintiocho años no es sencillo, lástima que seguir viviéndola hasta tu muerte así tampoco lo es.

—Buenas tardes.

—¡Papá! —lo llamó Francis y fue corriendo hacia sus brazos antes de poder dejar las llaves en la mesa.

—Hola, pequeño —le respondió para luego mirarme—, y hola, cariño.

—Bienvenido, Francis me dijo que le preguntaste si quería comenzar la escuela.

—Sí... iba a comentarte.

Mara apareció para llevar al niño a su habitación en lo que nosotros hablábamos, le dije que no lo bañara porque eso era tarea mía, siempre quería ayudar, pero yo realmente disfrutaba de hacer esas cosas con Francis. Al final, Adam terminó por sentarse en el sofá a mi lado mientras miraba hacia al frente.

—Pues... estaba pensando que si Francis se quedaba más tiempo con nosotros, debía ir a la escuela, el periodo de vacaciones ya casi termina.

—¿Te das cuenta que para hacer eso debemos adoptarlo legalmente?

—Sí, ya mandé a buscar los papeles para que eso suceda, no creo que haya problemas en esa parte, probablemente tú ya has comprado una agencia que se encarga de eso.

—¿Me has investigado?

Sí, tenía una agencia y un orfanato que había construido yo misma cuando tenía veinte años. ¿Cuál era el problema con eso?

—No te investigué, cariño, y ya ni me sorprendo cuando tú dices cosas así, bueno, en fin, estoy muy cansado, voy a dormir.

—Estás cansado porque vienes tarde de un trabajo que no te gusta.

—Andrea... no de nuevo este tema, por favor.

Hizo ademán de levantarse, pero yo no iba a dejarlo ir.

—Adam Carver, vuelve a sentarte.

Y se sentó con gesto molesto.

—No te gusta la actuación, acaba de dejarla y prueba algo que sí te interesa, de niño me dijiste que querías ser fotógrafo, ¿qué pasó con eso?

—Era el sueño de un niño, Andrea.

—Los sueños de nuestras versiones más pequeñas son más certeros que los que terminamos tomando de grande, ¿sabes por qué? Porque cuando eres niño no temes al fracaso o a la expectativa, no ves los obstáculos, así que eres capaz de decidir sin miedo. Deberías escuchar a tu niño interior, principito.

Igual no parecía dispuesto a seguir escuchándome porque se levantó para irse y no lo detuve, ya volvería a insistir en otro momento. Luego de eso completamos la rutina de bañar al niño, comer todos juntos, despedir a Mara hasta el siguiente día. De alguna forma solo eso agotaba, cuidar a Francis era una mezcla de agotamiento y felicidad, una muy extraña, pero real.

Entré a la habitación y me dirigí de inmediato a la cama, solo quería dormir, así que me puse mi pijama para no despertar hasta el día siguiente, sin embargo, el dios del sueño no se puso de acuerdo conmigo y terminé por despertar a Adam que se molestó y al rato se puso a leer.

—Adam, dame tu camiseta, tengo frío y la mía me molesta.

—Andrea... —suspiró como siempre hacía cuando lo agobiaba demasiado—, es tarde, duérmete de una vez.

—No puedo, me molesta la ropa.

—Pues búscate otra.

—¿Por qué debo hacerlo si tengo la tuya?

No estaba dispuesto a seguirme la corriente porque prestó mayor atención a su libro, lo que hizo enojarme más todavía y me acerqué a él en la cama para hacérselo saber.

—Si no me das tu camiseta, me quito la mía y te advierto que no tengo nada debajo.

Esto siempre funcionaba.

—De acuerdo, quítatela, igual me gusta lo que veo.

Espera, ¿qué?

—¿Cómo dices?

Adam levantó su mirada hacia mí, estaba sereno, tranquilo y yo completamente asustada.

—Quítate la camisa si quieres, Andrea, no pienso darte la mía.

Era la guerra. ¿Me estaba diciendo que no era capaz de quitármela? Pues ya vería, y sí, llevábamos una eternidad sin tener sexo, pero no pensé en eso en ese momento, solo llevé ambas manos al extremo inferior de la prenda y me la saqué de un solo tirón, Adam permaneció mirándome fijamente a los ojos por cuestión de segundos, luego su mirada fue descendiendo hasta mis pechos que los contempló con total seguridad. De pronto me sentí desnuda, (obvio, lo estaba) pero era distinto, era una desnudez que nunca había sentido, como si... como si sus ojos pudiesen penetrarme o atravesar mi piel. ¡¿Qué me estaba pasando?!

Tuve que tragar en seco para hablar.

—Adam...

No me dejó terminar porque se acercó a mí y me besó en los labios con intensidad.

Adam Carver

Joder, sí que se la quitó y... joder, ¿por qué su cuerpo siempre me provocaba esto? No pude controlarme por mucho tiempo, terminé acercándome a ella hasta besarla, necesité respirar a los pocos segundos, pero no quería despegarme de su boca, nunca iba a tener suficiente. Estaba a punto de tomar coraje para tocarla cuando de pronto sentí algo húmedo contra mi mejilla.

Me separé y pude ver que Andrea estaba llorando. ¡Llorando! LLO-RAN-DO.

—Andrea, Andrea, ¿qué pasa? ¿Por qué lloras? ¿Te hice algo? Dime qué hice mal.

Comencé a secarle las lágrimas bajo el reto de no descender la caricia hacia su parte desnuda, ¡llevábamos una eternidad sin tocarnos! Había deseos reprimidos aquí, pero Andrea no dejaba de llorar y eso me preocupaba demasiado.

—No es... es... no lo sé, ¡no lo sé! Solo... me siento débil.

—¿Débil? Creo que deberíamos llamar al doctor, voy a por mi chaqueta para...

—No, no, ¡Adam! No es eso. —Finalmente consiguió controlarse un poco para levantar la vista y mirarme—. Nunca me había sentido así con alguien, es como... como una vulnerabilidad muy grande, ¿qué es?

Comenzaba a entender qué pasaba.

—Es... es normal, solo estás nerviosa.

—Yo nunca me pongo nerviosa, creo que deberías llamar al doctor.

—No, Andrea, no es algo malo, digo —tragué en seco—, joder, ponte algo, por favor, que no puedo.

Ella soltó una risa nerviosa antes de mirarme fijamente a los ojos.

—¿Me das tu camiseta?

Suspiré profundo antes de quitármela, no sé por qué me molestaba en llevarle la contraria si siempre terminaba haciendo lo que ella quería. Le pasé mi camisa y Andrea se la puso con gusto, por un segundo pensé que fue un truco para obtenerla, pero no dejó de llorar en ningún momento.

—¿Te sientes mejor?

—Un poco, pero, ¿qué demonios me pasa? Tengo ropa y me siento desnuda.

—Es algo que sucede... pues... por lo general sucede cuando te gusta una persona y te pones nerviosa, es normal, Andrea.

Una parte de mí estaba feliz porque significaba que había conseguido hacerle sentir algo, la otra simplemente no podía reírse mientras ella estuviese llorando. Vamos, que hasta me hacía sentir culpable.

—Supongo que tiene sentido.

—¿No te sucedió la primera vez que...? Ya sabes

—No, no me había sucedido nunca, y es extraño.

Pensé que iba a alejarse de mí y que ese era el final de la conversación, pero contrario a ese pensamiento, ella se acercó hasta quedar a centímetros de mi boca.

—Quiero sentirlo de nuevo. Bésame.

Esa era la Andrea que yo conocía.

—Como ordene mi señora.

Y hundí mis dedos en su cabello cuando me acerqué a besarla. Jamás me iba a cansar de probar sus labios, me encantaban, lo que hizo peor la situación fue cuando ella colocó sus manos sobre mis hombros para poder sentarse en mi regazo con las piernas alrededor de mi cadera, aquello me hizo descender una mano para sentir mejor su cuerpo contra mí, pero quería más, así que la tomé por la cintura para acostarla sobre la cama, Andrea se dejó llevar en todo momento y eso solo me excitaba más todavía porque me estaba permitiendo hacer cuanto quisiera.

Que la fantasía nunca terminase.

—Adam... —susurró mi nombre en mi oreja cuando estaba besándole el cuello—. Adam, hazme algo, no puedo más.

Debía cumplir como fiel servidor. Llevé mis manos a la parte baja de la camisa que estaba usando y comencé a subirla sin apartar la mirada de sus ojos, Andrea se mordió un labio cuando quedó su piel expuesta y yo me acerqué para besarla de todas las formas posibles. Sentí sus dedos presionando en mi nuca mientras suspiraba excesivamente, yo estaba besándola en el pecho cuando escuché que lloraba nuevamente.

No podía ser.

Levanté la cabeza para poder mirarla y efectivamente, tenía el rostro rojo y cubierto de lágrimas.

—Lo siento —me dijo—, no puedo evitarlo.

—Tranquila, hey, Andrea, soy yo, ¿vale?

Me acerqué hasta quedar cerca de su rostro para poder limpiarlo con las manos, no quería verla llorar y mucho menos cuando estábamos así.

—Andrea, cariño, me conoces, no voy a hacerte daño.

—Lo sé, y esto es ridículo, no es la primera vez que me besas así, ¿qué me pasa?

Parecía ser que era la primera vez que ella realmente lo sentía.

—Debe ser parte del embarazo, tienes las hormonas disparadas y...

—¡Adam, no me estás ayudando! —me gritó y luego me puso a un lado para levantarse.

No se fue, sino que se sentó en la cama mientras trataba de tranquilizarse, podía ver que le temblaban las manos cuando se las pasó por el rostro para limpiárselo, yo ya iba a sentarme a su lado cuando Andrea se volteó hasta acostarse de nuevo junto a mí, su camisa estaba bien colocada, así que no me lo ponía más difícil de lo que ya era el controlarme.

—Lo siento, tú no tienes la culpa de que yo esté sensible hoy, si fuese como las otras esto no me estuviese afectando tanto.

—No digas eso, cariño —le dije conforme estiraba mi mano para acariciarle el rostro húmedo—, en la vida solo se puede ganar siendo diferente, por eso, jamás desees ser como el resto.

Andrea asintió con la cabeza antes de acomodarse con la cabeza sobre mi hombro y la mano en mi pecho, terminé por abrazarla mientras trataba de mantener la mente fría.

—Adam, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Ahora mismo puedes hacer lo que quieras.

Ella sonrió antes de volver a levantar el rostro para quedar a centímetros del mío, todavía tenía su mano en mi pecho, estaba haciendo círculos sobre el mismo.

—¿Tú también te has sentido así?

—Claro, es algo normal, aunque para ti sea nuevo.

—Sí, pero... a mí nunca me ha pasado hasta ahora, contigo, ¿tú también...? Digo que... ¿conmigo sientes algo distinto a lo que sentías con las otras?

Me quedé mirándola por unos segundos sin poder decirle nada. Desde que la había conocido todo cuanto sentía era extraordinario, no tenía forma de explicarlo, pero era así, sin embargo, admitirle eso a Andrea era ponerme en sus manos, era permitirle romper mi corazón de nuevo, ya había estado ahí varias veces, no era tan idiota como para volver.

—No... —Fue todo lo que pude decirle, la voz me fallaba para seguirle mintiendo.

Sin embargo, de solo ver su expresión me dieron ganas de matarme. Andrea bajó la mirada, avergonzada, y sentí cuando detuvo sus caricias sobre mi pecho, no sabía bien lo que le pasaba porque no conocía todos estos nuevos sentimientos de ella, creo que ni ella misma lo hacía.

—Oh, ya veo, supongo que es normal porque nunca he estado con otro hombre de la forma que estoy contigo.

¿Ella era consciente de lo que decía? Creo que no, pero yo estaba demasiado atento a sus palabras como para pasarlas por alto, temí que volviese a llorar, tenía expresión de hacerlo, y llevé una de mis manos a su rostro para consolarla.

—Lo que sientes puede ser solo por el embarazo o puede que no sea nada importante, pero lo tomas así porque es la primera vez que te sucede, si nunca has estado con otros, ¿cómo puedes saber que es algo único?

—Supongo que tienes razón.

No, no la tenía, era idiota. ¿Por qué le acababa de decir eso?

—Buenas noches, Adam.

Pero no se acostó arriba de mí para dormir, se dio la vuelta hasta llegar al otro lado de la cama y se abrazó a su almohada luego de darme la espalda. Genial, era el idiota más grande del mundo, ella sentía algo por primera vez y yo le decía que no era importante, peor, que no me sentía de igual forma, qué mentira más grande.

...

7 días para el desastre.

Adam Carver

Habían pasado unos días desde que Andrea me confesara que sí sentía algo por mí y yo fuera tan idiota como para rechazarla, sabía que era lo justo en el sentido que ella me lo había hecho cientos de veces, pero no se sentía así, no podía dejar de pensar que estaba cometiendo un error al no confesármele de una vez.

Cuando terminé de comer me dirigí a la habitación para cambiarme de ropa, pero no pude abrir la puerta porque alguien hizo primero el trabajo. Yo me quedé observándola, Andrea estaba frente a mí, vestida con una ropa que nunca le había visto y que deseaba seguir viéndosela, le quedaba genial, bueno, todo a ella le quedaba así. Era un vestido, había comenzado a usarlos para disimular la barriga, y Dioses, se veía fabulosa.

—Adam, no sabía que estabas en casa.

Le respondí algo que ni yo mismo entendí, tenía todos mis sentidos colocados en ese vestido. El escote del pecho era abierto de forma que daba visión al mismo, la parte de abajo era ancha, pero tenía una apertura en la pierna derecha que juraría, sería imposible dejar de mirar cuando se sentara. Ya comenzaba a calentarme, ¿cuánto tiempo había pasado desde la última vez que nos acostamos? ¿Un mes? ¿Dos meses?

—¿Me estás atendiendo?

—Sí, claro.

—¿Y qué te acabo de decir?

Se cruzó de brazos y aquello fue peor. No podía apartar la mirada de su pecho, solo quería acercarme a ella y besarle esos lunares escondidos que ya conocía. Me encantaba el vestido, pero en el suelo de la habitación se veía mejor.

—Adam.

—¿Sí?

—Te dije que voy a salir, no sé cuando regrese, así que no me esperes despierto.

Aquello consiguió sacarme de mi fantasía sexual. ¿Ella iba a salir?

—¿Con quién?

—Con Keala, iremos al centro comercial.

—Tú nunca compras.

—Pero ella sí y la voy a acompañar.

—Bueno, dame unos minutos e iré con ustedes.

—Será una salida solo para mujeres, y tú tienes pene, así que no vienes.

«Contrólate, Adam»

No sabía qué decirle, pero la sola idea de Andrea y ese vestido allá fuera donde otros hombres podían verla... me hacía arder por dentro, no quería a nadie más mirándola como la miraba yo.

—¿Por qué no puedo acompañarte como las otras veces?

—Porque no y no me insistas.

Me puso a un lado para pasar y encaminó el paso hacia la salida, pero yo me negaba rotundamente a dejarla marchar con esa ropa.

—Si ni siquiera vais a notar mi presencia, puedo caminar atrás de ustedes mientras conversan cosas de mujeres sin meterme, vamos, a Keala le caigo bien.

Andrea se detuvo al llegar al pasillo. Pude saber que algo más escondía.

—¿Cuál es la razón por la que quieres ir sola?

—¿Quieres la verdad? No te va a gustar.

La imagen que me estaba haciendo en la cabeza no me estaba gustando, le respondí que sí quería saber y ella me lo dijo sin siquiera sentir vergüenza.

—Keala invitó a unos amigos suyos para que yo los conociera.

—¿Y por qué tú tienes que ir a conocer a los amigos de Keala? Estás casada y vas a tener a mi hijo, no hay razón para que vayas a conocer a nadie. —Mi tono de voz denotaba mi claro enfado.

—Tú mismo lo dijiste, no tenemos un matrimonio, sino un contrato, estoy embarazada por culpa de unas estúpidas drogas y además... —desvió la mirada hacia otro lado antes de pestañear varias veces y volver a mirarme—, dijiste que no sentías nada especial por mí, dijiste que mis sentimientos se debían a que nunca he estado realmente con otro hombre, tal vez es cierto, voy a averiguarlo.

Se dio la vuelta, pero yo no podía dejarla marchar, así que la tomé por el brazo para detenerla. No, no, esto no estaba ocurriendo. Ella realmente no estaba diciendo que iba a conocer a otros, ¿verdad?

—Espera, Andrea, yo no quise decir nada de eso. La verdad es que...

No pude hablar porque ella colocó sus dedos sobre mis labios.

—No quiero oírlo. Y ya he tomado una decisión con respecto a esto, no me vas a hacer cambiar de opinión y no me puedes atar a una soga para quedarme, así que déjame ir tranquilamente.

Lo más jodido era que tenía razón. Yo ya la había dejado marchar cuando le dije eso, ¿por qué fui tan idiota? Era consciente del latido apresurado de mi corazón y la forma en que mi pecho subía y bajaba, no quería dejarla marchar, no quería... pero la solté y ella ni se tomó la molestia de decir una palabra más porque se fue rápidamente de ahí.

Escuché el sonido de la puerta al cerrarse y comencé a odiarme a mí mismo. Las únicas imágenes que me venían eran de Andrea en brazos de otro, haciéndole todo lo que yo le había hecho y más. ¿Por qué demonios no le dije cómo realmente me sentía? La podría tener a mi lado en este momento de ser el caso.

6 días, 23h y 15 min para el desastre

Me hallaba sentado en el sofá de la sala, mis manos estaban inquietas, no podía dejar de moverlas, la computadora encendida en la mesita frente a mí daba sonido a la habitación, había puesto una película para distraerme, pero no podía, estaba ansioso. Volví a mirar el reloj, eran la una de la mañana, ¿por qué no llegaba? ¿Estaba con otro? Claro que estaba con otro, si para eso se fue, para estar en brazos de otros hombres y así descubrir qué quería.

¡¿Seré imbécil?! Yo la quería, a mi lado en ese momento y preferiblemente haciendo lo que sea que ella estuviese haciendo con... no, no podía seguir por ahí. Me pasé la mano por el rostro para despejarme, tenía un sabor amargo en la boca y mi pecho dolía como si me estuviesen acuchillando varias veces, dolía, esto dolía mucho.

Volví a ver el reloj, solo habían pasado unos minutos. Estaba volviéndome loco. Me levanté del sofá para ir a la cocina a tomar un poco de agua, necesitaba refrescarme y dejar de pensar constantemente en Andrea, ese vestido, y otro sujeto arrancándoselo.

Escuché entonces el sonido de la puerta al abrirse, mi corazón comenzó a dar brincos de alegría, había llegado. ¡Finalmente! Quise correr hacia el pasillo, pero entonces sería evidente que había estado todo este tiempo desesperado a esperas de que volviera, no quería verme tan patético, así que terminé por llegar a la cocina para esperarla allí, la luz estaba encendida, ella podía saber dónde estaba.

Pero no llegó, en vez de eso, escuché que entraba al cuarto. Maldición, ¿por qué no quería verme? Bueno, esa podía responderla fácil.

—No vayas, Adam, no vayas, ella no quiere verte, no vayas —me repetí en voz alta como un imbécil.

Me daba igual si no quería verme, yo la había extrañado cada maldito minuto del día. Dejé la botella sobre la encimera y corrí hacia la habitación, me lo pensé como dos veces antes de entrar, pero finalmente reuní coraje para hacerlo.

Ella estaba frente a la cama, en ropa interior porque el vestido perfecto lo había dejado en el suelo, mi mirada pasó a recorrer su cuerpo por completo, joder, se veía hermosa con esa pequeña barriga creciéndole. Me obligué a tragar en seco, pero no pude decir una palabra hasta que ella se vistió con una de mis camisas.

—Hola ¿no? Llevamos todo el día sin vernos.

«Eso es, ponte a la defensiva. Imbécil»

Andrea se volteó para quedar frente a mí, pero no se movió ni me miró a los ojos.

—Sí, hola, cogí una de tus camisas para ponerme algo en lo que la bañera se llena, espero que no te moleste.

Por mí podía quedarse sin nada y se vería mejor.

—Está bien, hemm... ¿cómo ha estado tu día?

—Bien, lo he pasado bien —dijo y soltó una maldita sonrisa.

¡¿Qué significaba eso?! Lo pasó bien porque se acostó con otro, ¿era eso? No, no, no podía haber llegado a eso... maldición, era Andrea, claro que podía. Estuve conteniéndome por un minuto entero a decirle algo hasta que ella se alejó de la cama para encaminarse hacia el baño, no me demoré más y me interpuse en su camino.

—¿Estuviste con otro?

Me miró fijamente como si examinara mis expresiones.

—Sí, con varios, de hecho.

—¿Y...? —Era consciente del dolor que se notaba en mi voz—. ¿Y cómo te fue?

—Fue bien, mejor de lo que esperaba.

No creía posible respirar, lo intentaba, pero no estaba seguro de lo que estaba haciendo. Estuvo con otros... con varios, cerré mis manos en un puño para controlar la rabia que sentía por dentro. Sin embargo, cuando descendí mi mirada hacia la mano de ella pude ver algo que me hizo sentir diez veces peor.

—¿Dónde está tu anillo?

—Ah, me lo quité por idea de Keala, no creía que a sus amigos le fuese a gustar que era una mujer casada, aunque eso no es cierto, sería una historia larga de explicar.

No podía hablar, estaba mudo y era mayormente por el dolor que sentía, esto era estúpido, no me había dicho nada que no hubiese imaginado, pero de alguna forma esperaba que... no sé... se hubiera arrepentido a último momento o algo así, sabía que a mí me hubiese ocurrido. Sin embargo, Andrea solo pasó por mi lado para llegar al baño y yo no pude aguantar más la pregunta.

—¿Te acostaste con alguno?

Me volteé para volver a quedar frente a ella, quería matarme en lo que esperaba eternamente a que me respondiera.

—No. Estuve a punto, pero no pude hacerlo.

Se sintió como anestesia a una herida profunda, fue un alivio enorme que nunca cabré explicar.

—¿Por qué no pudiste?

—No quiero decirte, creo que me lo quedaré como secreto.

Genial. Pero bueno, al menos no se había acostado con otro.

—Ah, antes de que lo olvide, mañana viene un amigo a recoger una chaqueta que me dejó, luego de eso iremos a salir.

Fue a darse media vuelta para ir al baño, pero no la dejé porque me acerqué a ella hasta tomarla por el brazo. ¿Amigo? ¿Salir? Ni hablar, ya había tenido suficiente con el día de hoy, no quería imaginar pasar por esa tortura de nuevo.

—Ni lo sueñes, no vas a salir con nadie más.

—¿Qué acabas de decirme?

—¿Tienes una mínima idea de cómo me siento con todo esto? Es insoportable y no quiero imaginarte saliendo con otro de nuevo, se acabó tu pequeño experimento, el día de hoy ya te debe haber sido suficiente.

Andrea me soltó el brazo mientras me miraba a los ojos fijamente con rabia, sabía que me había pasado en la forma de hablarle, pero me era imposible controlarme a estas alturas, y sí, estaba celoso, terriblemente celoso de ese tipo que se iba a reunir con ella.

—Escúchame bien, Adam, voy a salir con quien me venga en gana hacerlo y tú vas a comportarte como un adulto maduro con el tema, después de todo, tú puedes hacer lo mismo y yo no me opondré.

Lo peor era que quería que se opusiera.

—Yo no quiero salir con otras, Andrea, ya te tengo a ti.

—¿Y ahora qué significa eso? —me preguntó alterada—, hace unos días dijiste que no habías sentido nada especial por mí, lo que quiere decir que no soy la indicada o la elegida o como se llame, ¿y qué pasará cuando la encuentres? ¿Eh? ¿Dejarme tirada con mi hijo para hacer tu vida con ella? No voy a permitirlo, no quiero estar sola ahora que finalmente sé cómo es sentir.

—Andrea, mira, lo que te dije...

—No quiero oírlo. Voy a entrar al baño a bañarme y como vuelvas a detenerme, juro que este bebé será el último que vas a poder tener.

Se dio la vuelta y la dejé marchar, cuando cerró la puerta tras un sonoro portazo solté todo el aire de mis pulmones, no tenía idea de qué hacer. Ella no me dejaba explicarme y no sabía por qué. Tampoco quería verla salir con otro de nuevo. Esta situación era una pesadilla. ¿Por qué demonios le habré dicho esa mentira? Estúpida mentira, nunca vuelvo a mentirle a Andrea.

3 días, 6h y 23 min para el desastre

Andrea Berroncille

Esta situación era una pesadilla, ¿cómo mierda se me ocurrió esta mentira? Estúpida mentira, nunca vuelvo a mentirle a Adam. Me encontraba totalmente aburrida mientras soportaba a un tal Fred hablarme de un tema fuera de mi interés en lo que me miraba los pechos, ¡que estoy embaraza, imbécil! Increíble que hubiese hombres que ni eso le importaba a la hora de acostarse con una mujer.

—Fred.

—Es Ed.

—Pues poco me importa, así como poco me importa esta conversación y ahora mismo siento que estoy perdiendo mi tiempo contigo y déjame aclarar que mi tiempo es muy valioso para estar desperdiciándolo, así que vete al demonio o a donde sea que no quiero volver a verte.

El tipo quedó mirándome sin saber qué decir. Nos encontrábamos sentados en una de las cafeterías del centro comercial, y ya no podía soportarlo.

—Tú fuiste quien vino a buscarme y... y la hemos pasado bien.

Qué arrastrado, ¿no lo había dejado todo claro ya? Adam no habría dicho eso.

—Escucha, no estoy de humor y mi bebé no deja de golpearme desde que te sentaste, así que no le debes caer muy bien y si no le caes bien a mi hijo, lo siento, pero tu poca labia no arreglará eso. Ahora lárgate antes de que llame a seguridad porque, por si no te lo había dicho, soy la maldita dueña del centro comercial.

—Señora —me llamó un señor con ropa de campo—. ¿Está todo bien?

—Sí, Walter, no te preocupes, él ya se iba. —El tal Federico se levantó para irse corriendo, incluso se cayó en el camino, yo volví mi mirada hacia el otro hombre—. Walter, voy a necesitar que le digas a Sergio que si no quiere terminar sin trabajo, pues que deje de enviar a uno de ustedes cada vez que alguien respira cerca de mí.

—Lo siento, señora, pero las órdenes del capitán son controladas por su hermano, y nuestra última orden fue, citando sus palabras exactas: "si sigue viendo a otros tíos, espántalos a todos".

Sonreí, Diego no dejaba de molestar a estos hombres tan serios por cuestiones tan vanas, terminé por estar de acuerdo y le dije que iría a dar una vuelta por el lugar. La gente del centro estaba realmente asustada por el número de guardias, no podían imaginar que era porque yo me encontraba ahí, por estas razones no me gustaba salir, pero nada podía decir luego de dos intentos de asesinato seguidos.

Estuve como dos horas recorriendo todas las tiendas sin llegar a comprar nada, tenía a Walter y a Herman siguiéndome a todas partes como si fuesen simples acompañantes, hasta vestían ropa vieja para disimular, el resto de los de seguridad estaban estratégicamente en cada parte del recinto, por favor, ¡ni que fuese la Presidenta! Bueno, debería intentar eso un día de estos.

—Señora —me giré hacia Walter que tenía mi teléfono en una mano mientras yo veía ropa de hombre en una tienda—, su marido ha vuelto a llamarla.

—Walter, tesoro, te di mi teléfono para que le cuelgues cada vez que llama.

—Sí, pero... personalmente creo que esta guerra entre ustedes no es más que un conflicto donde ninguna de las dos partes está ganando, han pasado casi cuatro días desde que ve a otros hombres y ninguno de ellos parece satisfacerla, ¿no cree que debería intentar hacer las paces?

—No sabía que te había contratado de psicólogo.

—Señora, llevo con usted por diez años y en todo este tiempo a su servicio, nunca he visto que se comporte de la forma que lo hace con el señor Carver, y tampoco he visto a ningún hombre capaz de tolerarla y dominarla al mismo tiempo como él lo hace, si pide mi opinión personal, parecería que está muy enamorado de usted.

Ay, Walter, cómo me gustaría creer eso, pero no era cierto, Adam me lo había dicho, no tenía sentimientos fuertes por mí, y esa era la parte que más me dolía. Había admitido sentir por él lo que no sentía por nadie, pero Adam solo me dejó claro que no le sucedía así conmigo. La vista se me nubló ante este pensamiento, no iba a llorar ahí.

—Walter, lo que parezca no es importante si no coincide con la realidad, y él no me quiere, así que debo rehacer mi vida de alguna forma sin Adam, no me insistas en este tema y dedícate a hacer tu trabajo.

Él fue a decirme algo cuando una de las empleadas de la tienda se dirigió hacia nosotros, yo estaba agarrando un traje de hombre por alguna estúpida razón porque dentro de unos meses era el cumpleaños de Adam, pero lo solté de solo percatarme que la mujer se paraba frente a nosotros.

—Señori... —pareció ver mi anillo—. Señora, ¿busca algo en específico para su marido?

—No, ya me iba.

Me fui sin decir una sola palabra más.

—¿La llevo a casa o va a hacer como las otras veces donde llega más tarde para disimular ante su marido?

—No, Walter, llévame a casa, estoy agotada.

Cuando llegamos le dije que yo iba a conducir esta vez en mi propio coche, que podía seguirme en la distancia si quería. Me monté en el carro y lo puse en marcha rápidamente, detrás de mí tenía dos carros y frente había uno más, esta gente no sabía lo que era disimular, bueno, al menos estaba sola finalmente. Encendí la radio para escuchar música luego de bajar la ventanilla para que me diera el aire. Paz, tranquilidad y...

—No detengas el carro.

Me asusté de pronto y miré hacia la voz del asiento trasero, era... la Condesa, estaba sentada relajadamente en la parte de atrás mientras se quitaba los guantes negros.

—Tampoco se te ocurra llamar a tu perfecto escuadrón, esto es solo entre nosotras, sigue manejando.

Coloqué la cabeza al frente para fijarme en la carretera sin saber qué decir.

—No te hagas la sorprendida, sé muy bien que ya sabes quién soy, ¿o creías que desaparecí sin dejar una forma de estar al día? Te dije que estaría vigilándote.

Eso no podía ser, la única persona que sabía sobre lo descubierto en la casa de la playa era Diego y él no me traicionaría.

—No te preocupes, querida, ninguno de tus amigos o pariente te vendió, simplemente... digamos que tengo trucos bajo la manga, ahora bien, vayamos a lo nuestro. Primero quiero que le digas a todos tus secuaces que no te sigan y luego quiero que te dirijas al sitio de la pantalla de tu GPS.

Esto no podía ponerse mejor.

...
E

l sitio que contemplaban mis ojos parecía una fábrica destruida, pero detuve el carro a la entrada y me bajé cuando la Condesa dio la orden, no demoré en seguirla hacia el interior. Estaba oscuro por completo y el olor a madera mojada se sentía muy fuerte.

—No va a ser una muerte muy elegante —dije—, siempre pensé que moriría de forma dramática, contando todos los hechos.

—No estoy aquí para matarte, niña, ni siquiera tengo un arma.

—Claro, mandarías a alguien más, como has hecho las otras veces.

—No fui yo quien organizó tus accidentes, Andrea, y no estoy aquí para eso —me miraba de forma desafiante y autoritaria—, estoy aquí para pedirte que me dejes ser la abuela de ese bebé.

En ese entonces pensé algo como: "¡Por los mil demonios! Detengan todo, ¡corten!, ¡he dicho corten! ¿Por qué no me escuchan? A quien sea que lleve las riendas de lo que me sucede le exijo una explicación en este momento, vamos, Dioses, si no es por esto, ¿por qué más bajarían?"

—No estés tan sorprendida.

Creo que había dejado la boca abierta.

—No, es que no tengo razones para estarlo, ¡estamos en una puta fábrica destruida! Nadie sabe que estoy aquí, nadie va a venir a buscarme y tú me pides... ¿ser la abuela?

—Así es.

No me quedaban dudas, ella era mi madre.

—Vas a tener que esforzarte un poco más, Condesa.

La mujer suspiró profundo como si la situación le aburriese, luego se acercó hasta quedar a muy poca distancia de mí. Fue entonces cuando lo más extraño ocurrió. Sonrió.

—Yo aborté a mi primer hijo, todos me decían que era un riesgo, que podía no volver a salir embarazada, que podía pasarme algo, pero eso no me importó porque creía que la muerte era mejor que dar una vida. Imaginas cómo me sentí cuando volví a salir embarazada.

—Asumo que no hablas de Adam.

—No, no hablo de él, la única razón por la cual está en mi vida es porque mi suegra fue lo suficientemente osada como para adoptarlo años después de mi aborto, incluso sentí felicidad cuando decidió cambiarse el apellido a los dieciocho años, finalmente era como no tener hijos de nuevo.

—Solo que aparecí yo, eso no te lo esperabas.

—La verdad es que siempre supe dónde estabas, verás, Andrea, el día de tu nacimiento... yo estaba muy enojada, no quería tenerte, no quería tener otro hijo, así que, siendo solamente una bebé recién nacida te entregué a mi secretario y le ordené dejarte en la calle para que murieses.

Y me lo decía sin siquiera pestañar. Como si la verdad fuese tan obvia que no había falta explicarla. Me prometí a mí misma que esta mujer no me iba a hacer llorar, así que respiré profundo para evitarlo. Por suerte, ella continuó.

—De alguna forma habrás llegado al orfanato donde te adoptaron los Karrioca.

Los Karrioca... la verdadera familia de Adam.

—¿Sabías que estábamos intercambiados? Que Adam era hijo de la primera esposa del señor Karrioca y fue separado de la misma forma que yo, solo que en su caso fue su padre quien hizo todo, ¿lo sabías?

Ella tardó unos segundos en contestar.

—Lo descubrí hace unos pocos años, siempre estuve buscando quién era la verdadera familia de Adam porque suponía que él iría con ellos de solo encontrarlos, solo que... no veo cómo podría ser bienvenido a esa casa.

—Cierto, el señor Karrioca y tú serían la pareja perfecta, tal vez escogiste mal el marido.

—Sí, así hice. —Y esta vez había un atisbo de tristeza en su voz—. Sin embargo, Andrea, luego de todos estos años huyendo y deseando que estuvieses muerta, llegaste a mi vida de la forma que menos esperaba, como la esposa de mi hijo adoptivo, y peor, embarazada de él.

—Nunca quisiste a Adam y menos me quieres a mí, así que no vengas a decirme que nos ves como tus hijos porque ninguno de los dos lo es, por tanto, repito mi pregunta, ¿qué demonios haces queriendo ser la abuela de mi hijo?

—Eso... eso no es tan sencillo de explicar —pestañó varias veces antes de continuar—. Lo primero que pensé cuando saliste embarazada era que ibas a abortarlo, eres mi hija, está en tu sangre ser así, por eso esperé, sabía que no eras material de madre, sin embargo... luego de un tiempo comienzo a ver que creas una relación especial con un niño huérfano, y lo más extraño... que comienzas a superar tu trauma por él.

Permanecí mirándola sin siquiera respirar, recordar la forma en la cual había enfrentado mis miedos me hacía volver a vivirlos, y sí, tenía buen camino recorrido, pero todavía sentía pánico de revivir eso.

—Y no sé con exactitud qué sientas por Adam, pero parece ser que ambos han conseguido llevarse muy bien, incluso vi que comenzaste a amar a tu hijo.

—¿Sorprendida? Conseguí hacer lo que nunca en tu vida podrás.

—No estoy solo sorprendida, Andrea, sino admirada, siempre pensé que los hijos eran un parásito, pero nunca intenté hacer nada por ninguno de ustedes, al ver que tú sí lo haces, pues... me hizo... ver las cosas desde otra perspectiva. Estoy dispuesta a intentar ser una buena abuela para mi nieto, y no te molestes en decirlo, sé que es tarde para ser una buena madre para ti.

—¿Cómo puedes venir aquí a decir eso luego de...?

—Yo no planifiqué ninguno de los accidentes, querer matarte es un gasto de tiempo inútil porque eres muy testaruda para morir, no fui yo, sin embargo, te puedo decir quién es tu verdadero enemigo.

¿Podía confiar en lo que ella me dijera? Esa era la única pregunta en mi mente.

Día del accidente, momento de la caída

El sonido del tren en marcha me aturdía los oídos debido a donde me encontraba. El vehículo iba a gran velocidad, no sabía si era demasiada o muy poca, pero la adrenalina en mi cuerpo era bastante. La mujer me sujetaba por el cuello mientras yo me agarraba a las puertas del tren, detrás de mí quedaba el campo verde y debajo las líneas por donde pasaba este trasto.

—¡No es necesario que hagas esto! ¡No te lo va a agradecer! —le grité porque mi voz no podría escucharse de otra forma.

—Eso ya lo veremos, niña —susurró casi de forma inaudible antes de soltarme.

Caí del tren a gran velocidad y quedé inconsciente con el tercer golpe. Nunca debí confiar en ella.











Hola! ¿Sorprendidos del giro? Espero que sí y más aún, que les guste.

🌟 Voto si quieren saber más.

🌟 Voto si quieren ver a Andrea tan celosa como lo está Adam.

¿Qué título le pondrían a este capítulo?

Abro debate: ¿Creen que la actitud de Andrea hacia Adam es la correcta? Yo digo que tiene su punto, lo que más amé es cuando puso a Adam en su sitio al decirle que actuara como adulto maduro.

Chicas, no se dejen engañar, no importa si es el amor de sus vidas, nunca permitan que un hombre les hable de esa forma.

Los leo. Digan qué piensan de esto.

Dato Curioso: Escribí las escenas de celos, de Adam mintiendole y de Andrea yendo con otros hombres meses antes de que pudiese ponerlas en la historia porque un día se me ocurrieron y sólo seguí la musa.

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