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Parte 28

Vigesimoctavo capítulo

Tres semanas después

Narrador omnisciente

El hombre apagó el cigarrillo con desdén para el momento que escuchó a su más fiel servidor llamarle, esperaba que fuesen buenas noticias, sin embargo, una conversación en ruso con ese inútil y ya se sentía peor. No habían conseguido matar a Andrea a pesar de todos los intentos, al parecer, ella tenía más poder del que imaginó en un pasado.

—¿Sí? —preguntó al contestar el teléfono—. Sí, déjenla pasar.

El señor Karrioca se acomodó en la silla con plenitud mientras esperaba la llegada de esa mujer, no se hizo demorar, rápidamente escuchó que tocaban a su puerta.

—Pase.

La puerta se abrió para dar a conocer la figura femenina de una mujer de muchos años, pero con cabello tan negro como el de una joven y piel tan perfecta que no parecería arrugada por dentro.

—Señora Carpentier, un gusto ver que se dignó a verme.

—La señora Carpentier es mi hermana, pero no perdamos tiempo en eso. Teníamos un trato, y no veo que lo haya cumplido.

—Paciencia, es cuestión de tiempo que vuelva a tener dominio de su propia familia, le aseguro que la historia de viudez de su sobrino le dará el poder que está buscando. Lo único que me preocupa es cómo va a reaccionar su hermana una vez todo salga a la luz.

—La Condesa no tiene que saber sobre nuestros negocios, señor Karrioca, usted asegúrese de matar a esa mujer y yo le facilitaré todo lo que necesite para poder realizar las operaciones que desee en mis fábricas.

—Lamento lo de la última, pero... esa hija mía resultó ser más lista de lo que esperaba.

Una media hora después, el señor Karrioca ya estaba hablando con su hombre de confianza para ingeniar un nuevo plan, a Andrea la había querido como una hija por muchos años, y de alguna forma ese cariño seguía en su interior, pero ella sabía demasiado, podría destruirlo con el solo hecho de abrir la boca, y eso no podía consentirlo.

—Si es tan difícil de matar... pues hagamos que muera de otra forma. —Fue lo último que le dijo al hombre antes de colgar, sabría que entendería.

Andrea Berroncille

El sol sale por el horizonte, las nubes se tiñen de rosado en la mañana, ¡la vida es tan hermosa! Fui corriendo al cuarto del bebé como hacía siempre, ya tenía cinco meses de embarazo y se me comenzaba a notar la barriga en forma de pelota, llegué a donde estaba la cuna y pasé mis manos por la madera de la misma, en unos pocos meses ya daría a luz a mi bebé, ¡sería mamá! Bueno, ya era mamá, pero ahora lo sería de un pequeño renacuajo que sale de mi vagina, de acuerdo, no pensar en eso me haría mejor todo.

—¿De nuevo aquí? —me volteé hacia esa voz y le sonreí—. Espero que sepas que te vas a cansar de entrar aquí una vez el bebé nazca.

—¡Lo sé! —exclamé emocionada—. Hoy estoy muy feliz, ya falta poco tiempo para tener al bebé, ni pensar que estaba asustada por todo esto, ahora solo puedo estar feliz.

Adam sonrió cuando de pronto ambos escuchamos un golpe agudo provenir de la sala, nos miramos asustados antes de salir corriendo hacia el lugar. Cuando llegamos pudimos ver que el salón era un desastre y el comedor no se quedaba atrás, todas las sillas de la mesa parecían formar una muralla alrededor de la misma, en la sala uno de los sofás había sido volteado por completo hasta caer sobre la mesa de madera del centro, ahora esa estaba rota por la mitad.

—¡Por todos los reyes! ¿Qué pasó aquí? —exclamó Adam.

Y entonces pudimos ver una cabecita media rojiza escondida debajo de la mesa.

—Francis, sal ahora mismo.

—Adam, no seas tan duro con él.

—¡Acaba de destruir la casa! por segunda vez, creo que ya fui bastante tolerante la primera ¡Francis, dije que salieras!

Y el niño salió corriendo debajo de la mesa para correr a esconderse detrás de mí.

—Perdón, perdón, no lo hice a propósito, es que incliné un poquito el sofá porque uno de mis dragones quedó atrapado debajo y él solo se cayó hacia delante.

—Adam, está bien, fue un accidente —le decía mientras le pasaba una mano por la cabeza a Francis para hacerle saber que estaba de su lado.

—Un accidente que no puede quedar sin consecuencias, él debe aprender a ser más cuidadoso y esta no es la primera vez que ocurre, así que no sé cómo y no me importa, pero va a limpiar este lugar.

—¡Adam!

—¡Papá!

Exclamamos ambos.

—Eso es algo que puede hacer Mara.

—¿Mara provocó todo este desastre? Me parece que no, así que él lo limpia, así aprenderá que existen consecuencias ante sus acciones, y hasta que no vea el lugar como estaba antes, no hay más juegos.

No dijo nada más, se dio la vuelta para marcharse a la habitación. Uff, que mandón se ponía cuando se enojaba, ¡y luego hablaban de mí! Terminé por agacharme para quedar frente a Francis y estando así le di un beso en las mejillas.

—Está bien, Mara te va a ayudar a limpiar, yo iré a calmar a papá, ¿de acuerdo?

—Sí... pero dile que no lo hice a propósito, ¡lo juro!

Sonreí antes de levantarme para ir a la habitación donde estaba Adam. Cuando entré pude ver que se cambiaba de ropa para salir dado que ese día debía filmar un comercial. Lo miré por un segundo, él estaba de espaldas a mí mientras se ponía un pantalón que le hacía ver muy bien ese trasero que tenía, lo que me recordaba la sequía de ambos porque en esas últimas semanas no dejaba de atravesar... cambios difíciles.

Al final terminé por acercarme a él por detrás para pasar mi mano por su espalda desnuda, sentía que la tensión iba abandonando su cuerpo a medida que lo acariciaba.

—Sabes que Francis se pone triste cuando te enojas así.

—Hablaré después con él, pero no podía quedarme de brazos cruzados o iba a seguir haciendo lo mismo como si fuese una broma.

—Está bien, ya no pienses en eso —le dije antes de acercarme para darle un beso en la espalda—, ¿crees tener cinco minutos para mí antes de irte?

—Para ti tengo la vida entera —me dijo y se volteó para seguidamente tomarme por la cintura—. ¿No es loca la forma en la cual hemos hecho las cosas? Primero nos casamos, luego saliste embarazada y ahora somos padres sin llegar al parto.

Me quedé pensando en eso mientras Adam me besaba en el cuello de forma exquisita, no nos habíamos dicho que nos amábamos, de hecho, yo ni siquiera sabía si ese era el sentimiento que predominaba en mí, ¿quería a Adam? Es decir, disfrutaba cuando teníamos sexo de la misma forma que disfrutaba el hecho de poder hablar con él de lo que fuese, no me importaba ser débil delante de Adam y no me asustaba estar a su lado, confiaba en él de forma increíble y deseaba verlo feliz todo el tiempo. ¿Eso era estar enamorada?

—Adam...

—Mmm... —murmuró conforme me atraía más a su cuerpo para seguir besándome.

—¿Qué es lo que tenemos?

Él se detuvo en seco antes de separase un poco para mirarme a los ojos.

—Me refiero a que... hemos dado millones de vueltas desde que nos casamos y ahora mismo ni sé en dónde estamos.

—Estamos bien, Andrea, no creo que hayamos estado mejor en todo este tiempo, ¿por qué preguntas?

Me separé como a un metro de él mientras las imágenes venían a mi cabeza de forma rápida, en mi vida nunca había conocido una pareja que durase mucho tiempo o que fuese realmente feliz, de ahí mi pensamiento a que las relaciones perfectas no eran más que una fantasía, y ahora veía a Adam y el miedo de perderlo me inundaba profundamente. ¡No quería que eso pasara!

—Vas a dejarme, ¿cierto? —le reclamé con los ojos casi llenos de lágrimas.

—¿Qué? ¡No! Claro que no, no voy a dejarte, eres la madre de mis hijos.

Los antiguos inventaron una palabra para él: "Idiota".

—Así que es eso, para ti solo soy la mujer que trajo a esta casa a Francis y va a tener a tu bebé, ¡yo ni siquiera te importo!

No sabía de dónde demonios venía tanta ira, pero no podía controlarme.

—Andrea, tú sí me importas, ¿ahora a qué viene esto? Estabas bien hace cinco segundos.

—¡¿Crees que ese es el punto?! Tú estás pensando en dejarme, ¿no es así? ¡Vas a encontrar a otra mujer y vas a irte con Francis y vas a botarme de esta casa en cuanto aparezca! Pero ten esto claro, Adam Carver, no voy a permitir que me quites a mi bebé y definitivamente no voy a dejar que me alejes de Francis.

Adam Carver

Vale, ya, tiempo muerto, necesitaba un segundo para pensar todo esto, Andrea se había vuelto loca.

—¿No vas a decirme nada? ¿Ni siquiera para negarlo?

—Es que... ¿qué quieres que te diga?

—¡Eres un idiota! Déjame en paz, vete.

¡¿Cómo solucionaba esto?!

—Andrea... cariño, mira, perdóname, ¿sí? Mi intención no era hacerte creer que iba a dejarte, no voy a hacerlo porque... porque me importas demasiado, aun si no fueras la madre de mi hijo te querría en mi vida.

—¿No quieres que sea la madre de tu hijo? —me dijo esta vez con lágrimas en los ojos.

—No, no, eso no fue lo que yo dije.

—¡No quieres que sea la madre de tu hijo! —Y comenzó a llorar desconsoladamente—. ¡Vete! ¡Vete de aquí!

No podía dejarla mientras estuviese llorando, así que intenté acercarme a ella, pero de solo hacer eso se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación. ¿Ahora cómo había pasado esto?

...

—¿Qué le pasó a mamá? —me preguntaba Francis.

—Ni idea, está teniendo cambios de humor muy drásticos, creo que finalmente todas sus personalidades se encontraron y no están de acuerdo con la existencia de la otra.

Por supuesto, el niño no entendió, pero Mara disimuló una sonrisa. Hacía una hora que Andrea no salía del baño, creo que estaba llorando, pero no podía decirlo con seguridad porque se había negado a dejarme pasar. Nos encontrábamos los tres sentados en la primera sala ahora decente mientras comíamos galletas, al final había pospuesto el comercial con guión ridículo porque no quería irme y dejar a Andrea en ese estado.

Lo más sorprendente fue lo que sucedió a continuación.

Andrea apareció por el arco de la puerta con una sonrisa enorme en el rostro, yo me quedé mirándola mientras temía por mi vida y ella solo pudo ver las galletas sobre la mesa.

—¡Galletas! —exclamó y cogió una para seguidamente sentarse en medio de Francis y de mí—. ¿Quieres una, cariño?

¿Le decía que ya había comido o le seguía la corriente?

—Claro, me encantaría comer una.

Te estás volviendo un hombre sabio, Adam Carver —dijo una voz en mi interior.

Andrea, muy contenta con poder darme una galleta, tomó una del plato para seguidamente colocarla en mi boca con dulzura, luego me dio un beso en la mejilla y yo comencé a temer que el diablo la hubiese pedido de vuelta cuando estaba en el baño.

—Así que... ¿ya te sientes mejor? —pregunté luego de tragar la galleta entera.

—Nunca estuve tan bien, ¿por qué preguntas?

Ni una palabra, no digas ni una palabra.

—Solo... curiosidad, nada más. —Mara contuvo la risa frente a nosotros—. Bueno, cariño, ya que te sientes mejor y es que se nota, estás divinamente genial, ¿por qué no vamos a dar un paseo con Francis? El psicólogo te recomendó salir a menudo.

—¿Tú crees que estoy loca?

Oh, no, ¡¿qué había dicho?! ¿Por qué ella me decía eso ahora?

—Eh... eh... hemm... —Si abría la boca, moría—. ¿Por qué no le preguntas a Francis?

Cobarde.

El niño me miró fijamente cuando Andrea se volteó a verlo.

—¡Yo te quiero mucho, mamá!

—Aw... mi niño me quiere.

Yo aproveché ese momento para salir corriendo a la habitación.

Andrea Berroncille

¡El día era muy radiante y hermoso y...! ¡Y horrible! No me gustaba, el sol me molestaba en la cara, ¿o no? ¡Sí! Sí me gustaba.

—¿Sabes que nunca lo hemos hecho delante de la gente? Imagina lo emocionante que sería —le decía a Adam a mi lado mientras me acercaba para besarlo en el cuello—. Imagina tomarme de varias formas aquí mismo, ¿eso no te excita?

—An... Andrea... estamos en el parque, hay niños aquí, así que no, no me...

—Ya no te gusto, ¿verdad?

Me separé de él un poco deprimida, ambos estábamos sentados en un banco del parque mientras Francis corría con otros niños a unos metros de nosotros. Fue entonces cuando Adam se acercó a mí para tomarme por la nuca y besarme como si no hubiese mañana, fue un beso que despertó varias partes de mi cuerpo hasta que me di cuenta de dónde estábamos y me separé de sus labios.

—¿Qué haces? Estamos en un parque con niños, principito, no podemos besarnos así aquí.

Él sonrió.

—Claro, no sé cómo no había pensado eso antes. —Se distanció un poco de mí—. Y... me alegra que vuelvas a decirme "principito" ya casi lo extrañaba.

Me sonrió de una forma tan genial... y cuando me miró los labios sentí algo en mi estómago que no tenía nada en común con el embarazo, creo que me puse hasta roja.

—De atrevida a tímida en solo un minuto, debe ser un récord —escuché que susurraba, pero no entendía a qué se refería.

Iba a decirle algo cuando escuchamos unos gritos que ambos conocíamos muy bien, eran de Francis, nos miramos un solo segundo antes de levantarnos para correr hacia el niño. El parque estaba muy concurrido, pero no lo habíamos perdido de vista ni un instante, él estaba jugando en un cuadrado de arena gigante con otros niños, cuando llegamos pudimos ver que Francis estaba en el suelo mientras los demás se reían de él.

—¡Francis! —corrí hacia él para ayudar a levantarlo—. ¿Qué sucedió?

—Eso es, Francisca, corre con tu mamá —dijo un niño y los demás rieron.

Francis estaba conteniendo las lágrimas porque tenía el rostro rojo y las manos hechas un puño, yo me levanté para voltearme hacia los otros niños, eran un poco más grandes, debían tener como ocho años.

—¿Dónde están sus padres?

—¿Y a usted qué le importa, señora barrigona?

—Oye, niño, cuida tu forma de hablarle —le reclamó Adam.

Fue entonces cuando el grupo de mocosos se volteó hacia Adam que se había quitado las gafas. Vi la expresión de todos, era sorpresa total.

—Papá, ¿podemos irnos? —le preguntó Francis al halarle la camiseta.

—¡¿Tú papá es Adam Carver?!

Aquí íbamos. Debido al nuevo descubrimiento, los niños le pidieron disculpas a Francis y le dijeron que podía jugar con ellos cuanto quisiera, luego se fueron corriendo hacia sus padres posiblemente para contarles del chisme, Adam volvió a colocarse las gafas y la gorra que yo misma le había comprado porque no me parecían tan terroríficas. Tenía dibujos animados en esta.

—Papá, ¿tú eres famoso?

Adam se arrodilló ante Francis para poder hablarle mejor.

—Sí, la gente suele reaccionar así cuando me ve, es normal, he aparecido en muchas películas, somos parientes lejanos de la realeza, en fin, cuando lleguemos a casa podré explicarte.

—Entiendo... —dijo y miró por encima del hombro de Adam a unos niños que jugaban en unos columpios—. Esos niños no me trataban mal, estaban jugando conmigo cuando los grandes vinieron. Queríamos comprar helados, pero ellos asustaron al vendedor y no pudimos.

Levanté la mirada hacia los niños, eran muy adorables, se veían tan pequeñitos y tiernos, ¿pero qué demonios estaba diciendo? Bueno, sí eran lindos y no me gustaba que otros grandes los hubiesen maltratados, ¿qué se creían? Me acerqué hacia los otros niños que eran como cinco y todos me miraron de solo verme.

—Hola, yo soy la mamá de Francis, ¿ustedes son sus amigos?

Asintieron todos con orgullo.

—Bueno, ¿quién quiere un helado?

...

—¿Me repites, por favor?

—La heladería es mía, la compré hace tres años cuando pasaba por aquí y tenía sed.

—Podías haber tomado agua, es lo que hace la gente corriente.

—Un día aprenderás que yo no soy como la gente corriente.

Nos encontrábamos sentados en una mesa para dos mientras a unos pocos metros de nosotros estaban los padres de todos los niños y en la otra mesa más chiquita todos los pequeños comían helados complacientemente, les dije que podían pedir lo que quisieran porque venía por la casa. Ciertamente me encantaba este lugar, la heladería era pequeña, pero elegante, y tenía cristales por todos lados, así que existía luz y ventilación.

—Mara llamó hace unos minutos.

—¿Qué dijo? Oh, espera, ¿ya te conté que ella era mi nana cuando vivía con los Karrioca.

—No, ¿cómo dices?

Le dije todo lo que podía recordar de ella que no era mucho, así como la promesa que ella me hizo hace ya un tiempo, pero parecía, no estaba dispuesta a cumplirla.

—Tu pasado me parece más complicado cada vez más —me dijo conforme comía un poco del helado—, bueno, ella no deja de sorprender, ahora nos dijo que no volviéramos a casa.

—¿Nos echó de la casa? —le pregunté asombrada.

La mesa de padres que teníamos a la derecha nos miró con interrogación, ya más de uno le había pedido autógrafo a Adam en la media hora que llevábamos allí dentro.

—Sí, nos echó de la casa, dijo que nosotros teníamos cosas que resolver y que debíamos hacerlo lejos del niño, por eso se ofreció a quedarse toda la noche con Francis mientras nosotros salíamos.

—¿Dejar a Francis? No sé si...

—Tal vez resulta algo bueno, sabes que ella lo va a cuidar como si fuese suyo.

—Mmm... de acuerdo, no es tan mala idea, ¿y a dónde vamos?

—Hay una playa cerca de aquí, podríamos ir por allá y luego quedar en un hotel.

—De acuerdo, déjame avisarle a Sergio que volvemos a movernos, la última vez que nos escapamos de él no lo tomó muy bien.

—Yo todavía no sé cómo tomarme el hecho de que tengas a tus propias fuerzas especiales protegiéndote. Yo tengo a la reina Dheyra como madrina y ni siquiera he recibido un soldado por eso.

No pude evitar reír.

Adam Carver

Esos hombres que engañan a la mujer que tienen al lado, ¿estarán bien de la cabeza? Porque si la mitad de las relaciones eran de personas que se tenían como yo tenía a Andrea entonces no entendía por qué existía el divorcio.

Caminaba a su lado por la playa en silencio sin que este molestara, ella miraba el horizonte mientras me tomaba de la mano y sabía que nunca podría amar de nuevo, supe que ella era la indicada sin importar cuantos obstáculos hubiese en el camino.

Era increíble lo tranquilos que estábamos aun siendo vigilados en la distancia por una tropa de hombres vestidos de azul y negro mientras portaban armas para defendernos de cualquier amenaza, esta era una hermosa cita.

—Espero poder ver la luna cuando anochezca, nunca es lo mismo contemplarla en la distancia luego de estar caminando por ella, pero igual me gusta hacerlo.

¿Qué?

—¿Cómo?

—¿No te conté de la vez que fui a la luna?

¿Cómo no amarla?

—Ah, bueno, fue hace dos años, tuve que pasar un entrenamiento de seis meses y Diego se opuso en todo momento, no me dejó e incluso presentó todo tipo de papeles para alegar que tenía trastornos en el cerebro, pero yo no me rendí e hice una colaboración con un japonés muy agradable, nos compramos un cohete y me pagué mi propio equipo y hombres para ir a la Luna.

—Por favor, dime que estás bromeando.

—No lo hago, en serio —se detuvo para mirarme de frente—, incluso dejé una bandera pequeña con mi nombre y mi firma, algún día puede que te lleve, no es tan hermosa como lo parece, pero es un viaje emocionante si pones a un lado los malestares físicos, claro.

No sabía qué decir, ella literalmente había ido a la Luna. Bueno, ya sabía qué hacer cuando alguien quisiera detenerme, me compro mi propio cohete y me voy millones de años luz como Andrea.

—Eres increíble —le dije antes de aproximarme a besarla.

—Sé que lo soy.

No pudimos continuar ese beso porque de pronto empezó a llover como si el mundo se fuese a acabar, me quité mi chaqueta de inmediato para pasársela a Andrea por arriba y tuvimos que correr por la playa hasta conseguir salir de esta. Estaba todo tan nublado por la lluvia que no lograba recordar por dónde había dejado el carro.

—Sí, está bien —respondió Andrea al teléfono para luego mirarme—. Sergio dice que tenemos una casa de campo a unos metros de nosotros.

Teníamos que gritar para poder hablar porque el ruido de la lluvia era demasiado fuerte. Al final conseguimos encontrar la casa que me resultó familiar porque aquí todas tenían la misma estructura. Había que subir como veinte escalones para llegar a la entrada, la cual afortunadamente tenía techo. Miré por las ventanas y vi todo oscuro, ¿ahora qué?

—Ten esto —me dijo ella cuando me cedió la chaqueta mojada.

Entonces la vi quitarse dos ganchos de su cabello negro ya empapado para usarlos en la cerradura.

—¿Qué haces? No podemos entrar a una casa ajena, es allanamiento, tenemos a gente de la ley vigilándonos.

—Esa gente trabaja para mí y ya deja de preocuparte —escuché el sonido de la cerradura cediendo—, listo, ahora entremos.

Andrea Berroncille

Adam no podía dejar de estar nervioso con el tema de allanar una residencia ajena, no dejaba de repetírmelo a cada momento, yo solo le decía que dejara de preocuparse y comenzara a hacer algo de comida, no me hacía caso. Lo primero que hice al llegar fue dirigirme al baño del segundo piso para tomar una ducha, ahora que estaba embarazada no podía enfermarme, eso haría daño a mi bebé. Luego de secarme el cabello con la secadora, que no me tomó mucho tiempo, bajé al piso inferior y de solo llegar al final de la escalera vi que Adam estaba sentado en el desayunador de la cocina mientas se comía las uñas.

—Ya deja el tema y ve a ducharte, yo haré la cena.

Me dirigí a la cocina para encender la estufa y poner algo a cocinar, en el refrigerador solo había huevos, ¿por qué no habían abastecido esto con regularidad?

—Andrea, ya es bastante malo que entremos a esta casa como para que ahora les gastes la poca comida que tienen.

—Adam, ya relájate.

—¡No me digas que me relaje!

Suspiré profundo mientras dejaba el sartén en el fogón para subirme encima de una encimera y llegar al estante de arriba, tomé lo que buscaba y volví a bajar para dirigirme hacia Adam.

—¿Qué es eso?

—Los papeles de la casa, para que dejes de estresarte, este lugar es mío.

Solo había entrado así porque no tenía idea de dónde dejé las llaves.

—¿Qué? —tomó los papeles rápidamente y los leyó—. Ya no sé por qué me sorprendo, tal parece que tienes una propiedad cada vez que caminamos, en serio, ¿por qué vivías en ese apartamento?

—Ya te dije que me gusta mantener bajo perfil.

—Cuando yo digo eso me pongo gafas y una gorra, y ya, no ando por ahí ocultando que poseo medio mundo.

Qué histérico, lo ignoré por completo y terminé de hacer la comida, una que Adam devoró bastante rápido, así que cocinaba mal, ¿no? Seguro, entonces no comas tan rápido, principito, vale, ya me estaba volviendo loca.

Esperé en la sala a que Adam se bañara, aquí no teníamos televisor, pero la mini salita estilo minimalista me encantaba, aproveché ese tiempo para llamar a Mara porque estaba preocupada por Francis, cuando la mujer tomó el teléfono ni me dejó hablar, me dijo que nosotros debíamos darle más confianza y volver a lo nuestro, colgó sin decir nada más y yo quedé atónita.

Bueno, todo apuntaba a que no era la única histérica pensando en el niño porque Adam debía haber llamado. Cuando él bajó con una toalla en la cabeza para terminar de secarse el pelo, se sentó a mi lado y estiró las piernas encima de la mesa de madera del centro.

—No deja de llover como loco.

—La locura es el mayor grado de aceptación de una persona, es la inteligencia de ser uno mismo y que te importe una mierda el resto.

—¿Ahora a qué viene eso?

—Es algo que acabo de recordar, tú no puedes saber del tema, no has hecho muchas locuras.

—¡Eh! Yo si he hecho locuras.

Lo miré y le arqué una ceja.

—En serio, veamos... te pedí matrimonio de solo conocernos, me emborraché y me acosté contigo, subí de polizonte a un avión que se cayó, tuve sexo en un restaurante privado...

—Alguna que no me incluya.

Esta vez quedó pensativo, Adam era demasiado inocente y a la misma vez sabía que guardaba algo perverso bajo esa capa, solo hacía falta descubrirlo.

—Bueno... hay una, pero esto es algo que no le he contado a nadie.

—¿Te drogaste en la secundaria por estrés? Eso sería normal, principito —me miró seriamente—, de acuerdo, dime, te presto atención.

—Yo tenía como veintiún años, hacía tres años que me había mudado de casa de mis padres para vivir por mi cuenta y a pesar de que no me faltaba nada... pues... me sentía muy solo, ninguna de las mujeres que se me acercaba a mí lo hacía porque yo le interesase, ni siquiera las personas de mi entorno eran así, excepto Harley, claro.

—¿Y qué hiciste? ¿Tuviste una noche loca?

Él asintió con la cabeza.

—Pues... un gusto compartir tu secreto, estará a salvo conmigo —dije y me acerqué para besarle en los labios.

El beso duró muy poco porque Adam se separó de mí rápidamente, creo que estaba nervioso, ¿en serio, principito?

—Entonces... ¿cuál es la historia de esta adquisición? Un día caminabas por la playa, te entraron ganas de sentarte y dijiste: hey, me voy a comprar esa casa, ¿algo así?

Entendí su afán de suavizar la situación y me alejé de él.

—No, esta sí tiene un significado —contesté mientras le evadía la mirada—. Bueno... solía venir aquí con un niño que me gustaba mucho.

—¿Un niño?

—Sí, yo tenía como ocho años, él era más grande que yo, y un día cuando ambos jugábamos en la playa terminamos entrando a esta casa al mismo tiempo, para ese entonces estaba vacía y sin arreglar.

—Mmm... ¿y qué hacían? ¿Se tomaban de las manos y hacían planes para ver los animados juntos?

Le empujé por el hombro con una sonrisa en el rostro, él podía ser burlón algunas veces.

—Solo... hablábamos, me sentía muy tranquila cuando estaba a su lado, creo que ambos veníamos aquí para escapar de nuestras familias, para ese entonces acababa de ser adoptada por los Karrioca y a excepción de Diego no me llevaba bien con el resto.

—Me pregunto qué chiquillo desquiciado se habrá atrevido a meterse contigo solo en una casa desierta y sin que nadie supiese nada.

—Tú vives conmigo y duermes a mi lado, no eres el mejor para hablar de eso.

—Cierto... qué otro chiquillo loco entonces.

—De hecho, tengo fotos de él.

—La historia se pone mejor.

Sonreí a medida que me levantaba para dirigirme a una esquina de la sala donde guardaba bajo un pedazo de madera en el suelo una cajita con algunas fotos, la saqué del escondite y volví al sofá pequeño con Adam. Cuando estuve sentada a su lado, él se volteó para igualar mi pose, así que quedamos cada uno de frente con la cajita en el centro.

La abrí y dentro él vio las fotos.

—Él decía que iba a ser fotógrafo cuando creciera, así que traía una cámara y nos tomábamos fotos, la mayoría están borrosas —le explicaba conforme le iba cediendo las fotos—, aquí estamos los dos a la entrada de la casa, esta otra es de un día en la playa... ah, esta de aquí es cuando me regaló una flor y... creo que tengo... sí, esta es de un día que hizo mucho frío y le robamos una toalla a unos turistas para meternos dentro de la casa, fue divertido, nos comenzamos a contar historias de terror, la suya fue de...

—De un hombre que era mitad cucaracha y entraba a la casa cuando todos dormían. Tú no podías dejar de gritar que no querías escuchar la historia mientras se escuchaban ruidos por las ventanas.

Levanté mi mirada hacia él de repente y lo miré directo a los ojos, ¿cómo él podía saber eso?

—Andrea... —Vi entonces que su pecho subía y bajaba—... el niño de estas fotos soy yo.

—¿Qué? No, no es posible —le arrebaté las fotos para comparar—, si eres tú no te pareces mucho a cuando eras niño.

—Recuerdo que quería escapar todo el tiempo de mi casa porque las discusiones entre mi madre y mi abuela eran mayores cada día, recuerdo correr hacia una playa y entrar a una casa abandonada, vi a una niña un día y nos hicimos amigos de inmediato, ella no dejó de seguirme a donde fuese desde entonces, incluso cuando estaba en mis peores días, ella estaba ahí.

Esto no estaba pasando. Mi pecho subía y bajaba a medida que miraba los ojos de Adam, decía la verdad.

—Lo peor es que no recuerdo mucho, pero sé que sueño con esa niña de vez en cuando... sueño contigo.

—No lo entiendo... ¿cómo es posible? —me pasaba la mano por el cabello de forma nerviosa mientras mi pulso comenzaba a dispararse—. ¿Eres tú?

—Eso parece, recuerdo una noche en específico que mi madre enloqueció y comenzó a lanzar todos los muebles, mi padre me encerró en mi habitación, pero yo podía escuchar los gritos de ella y mi abuela, le decía que deseaba nunca haberla dejado entrar a la familia, cosas así, y yo me escapé por la ventana solo para verte, sabía que me darías paz.

—Sí, bueno, yo recuerdo que un día dejaste de venir.

—Mi padre se enteró que me escapaba y me hizo imposible volver a hacerlo, desde entonces me quedaba en casa escuchando las discusiones, se ponían peor cada año, su odio era tan grande que la policía investigó a mi madre cuando mi abuela falleció.

De pronto la anécdota me hizo salir de mi burbuja donde lo único que deseaba era lanzarme arriba de Adam.

—¿Y por qué discutían?

—No lo sé bien, era algo de un bebé, sé que mi mamá tuvo un aborto antes de yo nacer y tres años después de mi nacimiento estuvo embarazada de nuevo, pero nunca llegué a ver ningún bebé en la casa, no sé lo que sucedió, supongo que lo perdió en el parto, pero mi abuela no dejaba de llamarla asesina y mala madre.

Eso me dejó pensando. La Condesa me acreditaba la culpa de algo bien gordo que le había hecho a su familia, pero no podía ser para ese entonces porque yo justo debía haber nacido el año que Adam... oh, no, no, no podía ser cierto.

—¿Por qué me odia tanto?

—Tú única razón al venir a este mundo era ser una sanguijuela, no eres más que eso, un parásito, eras muy pequeña, pero tenías el poder de matarme, eso no lo iba a consentir, ni en ese momento, ni ahora, debiste quedarte donde sea que te enviaron lejos de mí.

Las palabras comenzaban a tener sentido de alguna forma, ¿la Condesa era mi madre? ¿Es por eso que me odiaba tanto? Me gustaría decir que no era posible, pero yo odié a mi hijo casi de la misma forma, solo que con el tiempo aprendí a amarlo, si ella no lo hizo... no, ¡No! No podía ser, porque si la Condesa era mi madre, entonces Adam sería mi... ¿hermano?

—¿Andrea? Andrea, ¿estás bien? Te quedaste ida por un segundo, escucha, sé que es sorprendente lo que te digo, pero...

No seguí escuchándole, sino que miré de nuevo la foto de ese niño pequeño que tenía en mis manos, de pronto algo más pasó, lo mismo que me había ocurrido cuando estaba enfrentando mi trauma por el accidente. Un recuerdo se activó en mi cabeza.

Estaba yo entrando a la habitación del señor Karrioca, sabía que no debía estar ahí, pero había perdido una pelota y quería encontrarla, me metí bajo su escritorio para alargar mi mano y recogerla, sonreí cuando la tuve, pero al querer salir choqué mi cabeza contra el escritorio, salí adolorida mientras me masajeaba donde debía tener un chichón por el golpe.

Fue entonces cuando vi unos papeles cayendo al suelo, estaba la foto de un niño pequeño junto a una firma que ponía: te quiero mucho, mamá.

Volví al presente donde la foto en mis manos era muy similar a la que sostuve en aquel momento, ¿qué significaba todo esto?

—Andrea...

—Necesito un tiempo a solas, ahora vengo.

Y corrí rápidamente a la habitación de arriba.

...

Cerré la puerta detrás de mí y atravesé todos los metros de cuarto hasta llegar al balcón, no demoré en abrirlo para salir y tomar un poco de aire fresco, la noche se veía muy bien desde aquí arriba, pero yo no tenía tiempo para eso. Marqué el número de mi hermano y no le permití ni saludarme cuando respondió.

—Tú lo sabes, si hay alguien que vivió todo esto para recordarlo eres tú, Diego.

—Perdona, nena, pero ahora mismo no te sigo y además... estoy algo ocupado.

—Manda al puto a otro turno y atiéndeme, ¿yo soy hija de la Condesa?, ¿y quién demonios es Adam?

Escuché que suspiraba. Ya mi momento de shock había terminado, así que estaba lista para escuchar la verdad y afrontarla.

—Habla, Diego, que no tengo toda la noche.

—No sé quién sea tu verdadera familia, Andrea, pero... sí te puedo decir algo sobre Adam.

Adam Carver

Subí las escaleras hasta llegar al cuarto principal, llevaba como media hora allá abajo y Andrea todavía no bajaba, sabía que era enorme la casualidad de que ya nos conocíamos, pero tampoco era para tanto, aunque... con sus hormonas ya no sabía qué pensar. Entré a la habitación y pude ver que era bastante grande, no estaba así en los recuerdos que comenzaba a retomar de este sitio, así que ella había hecho un buen trabajo.

—Andrea —la llamé al no verla—. Andrea, cariño, ¿dónde estás?

Escuché que la puerta del balcón se abría y me volteé hacia el mismo, ella entraba con expresión seria en el rostro.

—¿Qué pasa? Estás actuando extraña.

—No pasa nada, solo tengo sueño, vamos a dormir.

—¿Dormir? Yo esperaba hacer algo mejor en la noche.

—Y yo no tengo ganas, así que buenas noches.

Me dejó en medio del cuarto y se fue a la cama para acostarse. ¡No podía creerlo! ¿Ahora por qué actuaba así?














¡Hola! Capítulo de revelaciones. Espero lo hayan disfrutado porque ahora se viene lo bueno.

🌟 Voto si les encanta el misterio de la trama.

🌟 Voto si aman a la historia de que ambos se encontraron de niños.

Cualquier comentario o duda pueden escribirlo por aquí que respondo.

¿Qué título le pondrían a este capítulo?

Dato Curioso: La trama compleja de que Andrea es hija o no de la Condesa y la parte donde ella y Adam se conocían, no la tenía planeada cuando comencé a escribir, se me ocurrió a medida que avanzaba la historia.

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