Parte 26
Vigesimosexto capítulo
Andrea Berroncille
Luego de escapar del hospital, Sergio sugirió no ir de inmediato a la casa, sino escondernos en un lugar seguro, por eso fuimos al apartamento de Diego, es que... había una buena razón para haber pasado inadvertidos por años en ese edificio que estaba cayéndose.
—¡Diego, inútil chismoso, abre la puerta! —le gritaba al tocar fervientemente la puerta.
Y finalmente abrió, la expresión que pude ver fue la de un hombre con ojeras y cabello rubio completamente despeinado, ¿lo violó un tornado? Como fuese, lo puse a un lado para entrar a la casa.
—Andrea, espera, hay algo que debes saber.
—Sí, y tú también, estábamos en el hospital cuando el capitán insufrible me advirtió de los hombres Karrioca vigilándome, creo que quieren volver a tentar la suerte y enviarme al infierno, cosa que no van a tener fácil porque...
Y me detuve, no pude seguir hablando porque todo mi cuerpo se detuvo como si un hechizo estuviese actuando en mí.
El apartamento era bastante pequeño, había sido mi hogar por muchos años, ahora solo era del estúpido de Diego, así que estaba muy ordenado. La sala de tres metros en perfecto estado, la pared de la derecha llevaba a la cocina, no existía comedor y solo había una habitación siguiendo el pasillo que se observaba frente a mí.
El mismo pasillo que entre las columnas se escondía aquel niño pequeño. Lo reconocí al instante y se me detuvo el pulso. Era Francis.
—¿Qué está...? Diego —lo llamé.
El resto ya comenzaba a acomodarse en la sala mientras a quien debería llamar hermano se colocaba a mi lado con las manos en los bolsillos.
—Te advertí que no entraras así —lo miré como si pudiese matarlo—, bueno, es que no pude llevarlo de vuelta al orfanato, así que... he estado cuidándolo durante esta semana con ayuda de Adam.
—¡¿Adam?! ¿Él sabía sobre esto?
—Él fue quien dio la idea —respondió casi de susurro—, realmente se ha encariñado de forma sorprendente con ese niño.
El pequeño renacuajo seguía escondido detrás de la columna cuando una figura masculina apareció detrás de él, lo reconocí rápidamente, era Adam, agarró al niño en brazos mientras avanzaba hacia mí. Tiempo no faltó para que apareciese Mara también, al parecer esto no podía ponerse mejor.
—Andrea —pronunció mi nombre como si yo fuese la culpable—. ¿Conseguiste ver a un médico?
Oh, no, jamás le iba a permitir que me hiciese esto en público. Me acerqué hacia él mientras la guerra entre nosotros continuaba visualmente y el resto de los presentes parecía querer desaparecer.
—¿Qué se supone que estás haciendo?
—Lo que tú debías haber hecho.
—No voy a tener esta discusión contigo aquí, te espero en la habitación.
No dije nada más, simplemente seguí de largo para caminar el pasillo y no detenerme hasta la última puerta donde estaba mi antigua habitación.
Adam Carver
Cuando escuchamos a Andrea golpear la puerta, supe que finalmente había llegado el momento de enfrentarla, no era algo que quisiese hacer, pero no me quedaba de otra. A principio Diego sugirió que Mara, el niño y yo nos escondiéramos en su cuarto, pero Francis se nos escapó y de ahí en adelante todo era lidiar con las consecuencias.
Entré a la habitación de Diego luego de pensármelo por unos segundos, Andrea estaba detenida junto a la ventana de la misma, por aquí no había mucho espacio, era tan pequeño como mi vestidor. Me detuve a unos metros de ella mientras la miraba fijamente, si descubría que estaba asustado hasta la médula perdía toda la batalla.
—¿Por qué no enviaste el niño al orfanato?
«Porque a diferencia de ti, tengo corazón» Bueno, no le diría eso, tenía esperanza de que hubiese algún sentimiento en ella ahora que los estaba desatando.
—No pude hacerlo y eso no es discutible. He estado cuidándolo junto a Diego por una semana entera y te puedo decir que es la criatura más fuerte e inocente que he visto, no me importa lo que digas sobre esto porque no voy a devolverlo a un orfanato donde nadie se preocupa por él.
—¿Y qué piensas hacer? ¿Adoptarlo?
—Bueno, es la opción más lógica.
—¡Adam! ¿Perdiste la cabeza? —se acercó hacia mí para enfrentarme—. No podemos tener a este niño, no podemos cuidarlo, solo le estarás privando de tener la oportunidad de encontrar una familia de verdad que sí pueda hacerse cargo de él.
No me importaba lo que dijera, no iba a entregarlo porque... porque de alguna extraña forma cuando ese niño me miraba sentía que el mundo se me caía si lo dejaba ir. Él tenía ese poder.
—Andrea, tú misma dijiste que nuestro matrimonio fue por negocio, es decir, es un contrato lo que existe entre ambos, y si bien no pienso dejarte sola cuando estés sufriendo, eso no quita que un día vas a divorciarte de mí y te vas a ir, porque así es como eres, el día que eso suceda, yo deberé cuidar del niño solo, así que no te preocupes porque no te afecta.
Ella cambió toda su expresión de pronto, como si en serio le hubiese dolido lo que yo había dicho, pero sabía que no podía ser cierto, Andrea no tenía sentimientos, ya me había quedado bien claro y no pensaba volver a hacerme la idea equivocada. Solo... el hecho de que ella no tuviese no significaba que yo también era así.
—Vale, pues, parece que lo tienes todo planeado, la vida de padre soltero la llevas de maravilla, así que no hay nada de qué hablar.
Pasó por mi lado para marcharse, pero de solo escuchar que abría la puerta, me volteé y le dije:
—Estás huyendo porque estás asustada, porque ese niño es la razón para que hayas vuelto a sentir algo por primera vez en años, pero Andrea, huir no hará que los sentimientos desaparezcan, enfrentarlos sí.
Y si mis palabras llegaron a servir de algo para ella, lo disimuló muy bien porque se marchó de allí luego de cerrar la puerta. Yo me tomé unos minutos para procesar todo y poder salir también.
Llegué a la sala con rapidez, realmente este apartamento era muy pequeño. Solo que la escena contemplada por mis ojos me dejó un impacto mental muy grande. Harley se encontraba en el medio con las manos en alto mientras Mara, la empleada, le apuntaba con una pistola.
—¡Eh! ¡Eh! ¿Qué está pasando aquí?
—Ella está con los Carpentier. La vi hablando con la Condesa.
Me coloqué al lado de Andrea que parecía estar en colapso igual que yo. Diego simplemente trataba de conversar con Mara al decir que era un error, y, por fortuna, no había rastros de Francis y Keala, así que se lo había llevado para esconderlo.
—No estoy con los Carpentier, yo jamás traicionaría a Adam.
—Sí, bueno, pero harías cualquier cosa por su bienestar, ¿no? —preguntó Andrea—. Como sacarme a mí del terreno porque afrontémoslo, no soy la mejor opción para él.
Algo se sorprendió dentro de mí cuando ella dijo eso.
—De acuerdo, Mara, baja la pistola que no sé por qué tienes, y vamos a tratar de conversar sobre esto, estoy seguro que Harley tiene una buena explicación.
Miré a Harley y supe que era inocente, la conocía de toda mi vida, no era una mala persona.
—Comienza a hablar —le ordenó Mara.
Ella lo hizo sin dejar de mirar a Andrea.
—El día de la gala... le avisé a la Condesa que ustedes habían llegado, y cuando ella te vio se asustó muchísimo, tuve que darle una bolsa para que respirase porque de pronto le faltó el aire, por eso demoró en aparecer. Luego... ella me dijo que no eras buena opción para Adam y me convenció por momentos de conspirar contra ti.
Un momento, ¿mi madre...? Sabía que esa mujer estaba mal de la cabeza, pero no pensé que llegaría a conspirar contra Andrea.
—Pero yo me negué, las vi conversando y me alegré mucho cuando vi que tú no caías ante ella —siguió narrando conforme miraba a Andrea—, quise advertirte, pero debí haber tomado algo muy fuerte porque lo próximo que recuerdo es estar en mi casa, Diego fue quien me llevó, sabe que digo la verdad.
En ese momento las pistas simplemente se mezclaron, la copa que Andrea y yo tomamos de nuestra mesa sí tenía droga, pero era para Harley.
—¿Y qué sucede después? —preguntó Mara—. Algo más debió pasar para que ella te llamase ahora.
—Quiere saber dónde está Andrea, la está buscando, aunque no me dijo por qué.
—¡Y tú le dijiste! ¡Eres una maldita! —le gritó Andrea.
Lo próximo que sucedió fue caótico. Francis apareció junto a Keala en la sala, Diego corrió hacia el niño para aguantarlo porque la amiga estaba paralizada, el pequeño no podía dejar de gritar mientras yo aguantaba a Andrea, no duró mucho porque ella consiguió soltarse y corrió hacia Mara para arrebatarle la pistola. Ahora ella apuntaba a Harley.
Andrea Berroncille
De repente, así, sin explicación aparente, una ira creció en mi cuerpo de forma extraordinaria, esa ira me hizo correr hacia Mara... o Anita según mis recuerdos y quitarle la pistola para pasar a apuntar a Harley, ¡iba a matarla por estúpida! Su voz asustadiza de pronto llenó la habitación.
—¡No lo hice! ¿De acuerdo? No te entregué. La Condesa me amenazó, me dijo que iba a pedir mi cabeza también, pero yo no te entregué. Andrea, debes creerme, dañarte a ti sería como dañar a Adam, así que no lo haría nunca.
Ajá, claro, ¿últimas palabras? No estaba segura de lo que hacía hasta que algo más llegó a mi cabeza, era el llanto de un niño, más específicamente, era el llanto de Francis. Fui perdiendo fuerza en mi cuerpo para sostener la pistola conforme una culpa crecía en mi interior.
¡Aquello era inconcebible! En cuanto escuché a Francis llorar fue como si nada más importase, ni Harley ni nadie, solo podía pensar en el niño y en que no quería que sufriese. Fue como si mi cuerpo respondiese ante su dolor, dejé la pistola con Anita y corrí hacia el pequeño renacuajo.
Diego de solo verme lo soltó y yo me aferré a él, lo abracé mientras le decía que todo iba a estar bien, que nada pasaba porque no tenía pensado disparar a nadie. Él fue calmándose en mis brazos, irónico, lo estaba tranquilizando mientras yo misma necesitaba escuchar esas palabras porque no estaba bien. Tal vez de eso se trata ser madre.
...
Luego de calmarnos todos, Mara explicó que llevaba pistola por cuestión de sentirse segura con tantos intentos de asesinato, que no debía preocuparme porque había recibido formación militar a lo largo de los años, de alguna forma ella me daba más seguridad que el resto.
Llegamos en la noche a la casa cuando Sergio llamó para informar que no había peligro, aun así, Mara no salió del estado de alerta, yo tampoco solté a Francis en todo el transcurso, de hecho, me dolían los músculos por llevarlo en brazos tanto tiempo, pero no quería dejarlo solo, no quería verlo llorar otra vez.
—Andrea, déjamelo un rato que debes estar cansada —me dijo Adam cuando llegó al auto, el niño se estaba quedando dormido—. Lo has cargado por horas, cariño, no tendrás fuerzas después.
Y no me importaba estar débil, pero sí me dolía mucho el cuerpo y Adam era quien lo había cuidado en esa semana, así que no había razones para desconfiar. Él lo llevó en brazos cuando estuvimos dentro del carro, Francis quedó dormido encima de él sin siquiera notar el cambio. Qué cretino más traidor.
Yo abrí la puerta del apartamento mientras Adam caminaba detrás de mí con Francis en brazos, llevó el niño a nuestro cuarto para dejarlo en la cama, Harley se había quedado con Diego, ni idea de por qué, y Mara debía estar en su casa. Así que finalmente estábamos solos.
—Duerme profundamente, ni se ha enterado que llegamos, supongo que tendrá una bonita sorpresa cuando despierte —me decía Adam mientras caminaba a la cocina para buscar una botella de agua.
Yo me quedé sentada en el sofá mientras pensaba absolutamente todo, no quería dormir porque volvería a tener pesadillas sobre mi secuestro, no quería ir a terapia porque tampoco deseaba volver a pasar por eso, y ahora, encima de todo, tenía a un niño durmiendo en mi cama, el mismo que de alguna forma conseguía calmar mis emociones al mismo tiempo que las aumentaba.
—Andrea, ¿estás bien? —me preguntó Adam sentado a mi lado en el sofá.
—No lo sé —era mi primera respuesta sincera— mi mente es un caos, ya no controlo mis emociones, y mi vida tampoco está en orden que digamos.
—Se pondrá mejor, solo debemos ir parte por parte, lo único que quiero saber es si tú quieres mejorar.
Lo miré a mi lado, estaba sentado cerca de mí mientras su mirada me decía que sin importar lo que viniese, iba a quedarse, eso no podía entenderlo luego de todo el daño que le había hecho al jugar con sus sentimientos, pero hay cosas que no están hechas para ser entendidas. Y el niño que descansaba en mi cama era la mayor de ellas, no entendía para nada por qué me sentía de esa forma con él, pero sabía que lo quería.
Era la primera vez que lo admitía, quería a ese niño, quería estar a su lado y evitar que llorase, hacerlo reír y cuidar de él. No sabía si mi decisión era quedarme a su lado para siempre, pero sabía que lo quería en ese momento, el resto me era incierto.
—Quisiera dejar de sentirme así, como si fuese una extraña dentro de mi propio cuerpo y quisiera ser mejor para Francis... pero...
Adam se acercó a mí y me puso una mano en cada hombro.
—Sin "peros" si eso es lo que quieres vamos a tratar de conseguirlo.
Permanecí mirándolo a los ojos y mi mirada descendió a sus labios, de pronto me inundó la necesidad de tocarlo, pero no porque quisiera divertirme con su reacción, simplemente porque quería hacerlo. Él notó que me acercaba para besarlo y se alejó un poco de mí, desvió su mirada hacia sus manos como si quisiera recuperar el control de sus pensamientos, no podía decir que estaba feliz con esa distancia de él.
—¿Quieres... ver una película? El niño está durmiendo en nuestra cama y no quisiera despertarlo tan pronto.
—No, déjalo dormir ahí esta noche, nosotros podemos apañárnosla con el cuarto de invitados.
Ahí había estado durmiendo él en el transcurso de la semana, no le había preguntado si su distancia se debía a que no quería saber nada de mí por haber jugado con sus sentimientos o era debido a mi comportamiento, pero igual no tuve tiempo a decirle nada en ese momento porque Adam se levantó para buscar unas películas.
Unos minutos después nos encontrábamos en la segunda sala, para llegar a esta solo había que pasar el arco que la dividía de la primera, Adam había puesto un canal donde ponían películas variadas porque las suyas estaban en nuestra habitación, la escogida fue una comedia que miré sin siquiera prestarle mucha atención.
—¿Puedo abrazarte? —le pregunté con voz sincera, necesitaba abrazarme a él.
Adam accedió y se acercó a mí en el sofá, me puso un brazo por arriba y yo me abracé a él con la cabeza en su pecho, me encantaba estar así, me hacía sentir segura con todo el caos que estaba resultando ese día. El niño, Anita, mi pasado, deseaba dejar de pensar por un segundo. Vimos así una película entera sin decir palabra, luego pusieron otra, esta era sobre una familia, qué oportuno.
A la media hora pude sentir a Adam acariciando mi cabello negro, no sabía si estaba consciente de lo que hacía, pero no dije nada porque me gustaba, observé el filme con la esperanza de que no terminase nunca para poder alargar este momento. En ese instante pude ver en el televisor a un matrimonio feliz con un niño, la madre alimentaba al bebé mientras el padre hablaba por teléfono. De pronto eso me hizo pensar en cómo sería si tuviese realmente a mi mocoso.
—¿Qué pasa?
—¿Eh?
—Estás tensa, dime qué pasa.
Ni siquiera me estaba mirando, ¿cómo lo hacía?
—Pues... pensaba que el matrimonio Kanes parece esperar otro hijo, la mujer ha ido a vomitar en tres ocasiones y no creo que estén preparados para eso.
—De eso va la película, Andrea, al final tienen a la niña y ambos consiguen cuidarla muy bien.
—¡Me acabas de contar el final!
Me separé de él para mirarlo a los ojos con un falso enojo mientras sus manos seguían rozando mi piel.
—Ups, piénsalo de esta forma, es venganza por haber visto esa película sin mí.
—Te habías ido a trabajar y yo me quedé con intriga.
—Traición, fue traición, es peor que engañarme con otro hombre.
No pude evitar reír ante su comentario, fue algo que hizo sonreír al principito de igual forma, de pronto ambos nos quedamos en silencio mientras juraría que por su mente estaba pasando lo mismo que por la mía. Me acerqué más a Adam y él no se movió, tal vez estaba pensando lo mismo que yo, pero ¿por qué estaba tan débil? Nunca lo había estado, no sabía lidiar con eso. ¿Qué era?
Creo que mis manos temblaban para el momento que las coloqué en su pecho y acerqué mi boca hasta cubrir la suya. Adam me devolvió el beso sin pensarlo, saboreó mis labios mientras en mi cuerpo iba sintiendo algo, era extraño, como una electricidad o un frío desconocido, nunca lo había sentido, pero me gustaba. Justo cuando abría mi boca para jugar con su lengua y un pequeño gemido se escapaba de mi garganta, justo entonces sentí algo más.
Un golpecito bien débil desde mi estómago.
Me separé de Adam de pronto y llevé mi mano hacia mi barriga, sí, pude volver a sentirlo.
—¿Por qué te...?
—Creo que... el bebé está moviéndose.
Pude ver la sonrisa ensanchándose en su rostro a medida que gritaba mi frase, alargó entonces la mano hasta mi barriga para tocarla, por unos segundos no pasó nada, pero luego ambos sentimos una patadita desde mi interior.
—¡Se está moviendo! ¡Está pateando! —exclamó contento y volvió a besarme en los labios de forma rápida.
Y yo sonreí tontamente por la forma en la cual él se alegraba, me gustaba verlo feliz y me gustaba ser yo quien le diera esa felicidad.
—Wow, imagina que sea futbolista cuando crezca.
—¿Por qué debe ser futbolista? Podría ser karateka como yo y como la mujer de la película.
—Podría ser ambos, pero definitivamente se dedicará al fútbol, tiene la actitud.
La sonrisa de él se alargó más.
—¿Has pensado mucho en eso, Adam?
—Bueno, siempre imaginaba que un hijo mío sería futbolista famoso, que representaría a nuestro país en las ligas internacionales, lo imaginaba en los partidos marcando goles y yo gritando como loco desde las gradas.
Reí ante esa imagen.
—Seguro, aunque llegar ahí no es sencillo.
—Bueno, pienso llevarlo a todos los entrenamientos y ayudarlo siempre en lo que necesite.
—Yo podría prepararle las comidas para que esté bien sano.
—¿Tú cocinas? Nunca has querido entrar en la cocina a hacer nada.
—Claro que cocino, guardo una estrella Michelín que gané hace años, pero ahora sólo cocino cuando tengo humor.
—Estás inventándolo, seguro nuestros hijos dirán que es la mejor comida del mundo mientras se escapan para dársela a las mascotas.
Tuve que golpearlo en el pecho.
—Ya verás, nuestros hijos preferirán mi comida ante la tuya todos los días del mundo.
Y así seguimos discutiendo sobre qué podría ser el bebé cuando creciera o qué aficiones tendría, quién lo llevaría más veces a la escuela, al final determinamos que ambos debíamos ir juntos. Continuamos hablando de eso por una hora más y cuando terminamos ya la película había acabado. De pronto fue como caer en la realidad donde yo iba a abortar a la pequeña criatura que pateaba dentro de mí, no podía con eso, pensar que todo lo que hablamos se quedaría en fantasía cuando quería que fuese una realidad.
Fue entonces cuando quedé determinada, quería tener al bebé, quería ser madre, quería hacer cada una de las cosas de las que hablamos, y no sabía si había sido el sentimiento de familiaridad creado en ese tiempo o sentir a mi pequeño moviéndose dentro de mí o las hormonas matándome como de costumbre o Adam hablando de él, pero...
Deseaba ser mejor persona para ambos, era una decisión que quería tomar.
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