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Parte 23

El capítulo está largo para quienes leen poco, pero vale cada palabra, así que lean hasta el final. Este es el capítulo más importante del libro.

Vigesimotercer Capítulo

Una semana después.

Andrea Berroncille

Desperté muy motivada esa mañana, me sentía raramente feliz por primera vez en mucho tiempo y no tenía idea de donde venía este sentimiento, tal vez porque se cumplían los tres meses de embarazo y ya podía deshacerme del mocoso. Diego no había dejado de intentar absolutamente todo con tal de hacerme cambiar de opinión, pero me mantenía firme ante ese pensamiento, incluso Keala se había rendido dado que decidió salir del país por un tiempo, creo que ya había vuelto. Debía llamarla.

—Buenos días, señora, su correo lo dejé en la mesa —me dijo la señorita perfección.

La empleada nueva, Mara, ya cumplía un mes en esta casa y hasta el momento todo lo hacía perfecto, no se equivocaba en nada, no me daba razones para echarla, al contrario, tenía muchas para que permaneciera con nosotros.

—¿Adam ya se marchó?

—No, el señor Carver se encuentra en la segunda sala atendiendo una llamada.

Asentí con la cabeza para pasar a sentarme a la mesa a desayunar, tenía mucha hambre, demasiada diría yo. A los pocos minutos apareció mi suculento marido que se veía especialmente atractivo esa mañana, se sentó junto a mí y comenzó a devorar el desayuno.

—¿Sucede algo malo en el trabajo? —le pregunté porque su expresión me decía eso.

—Es Corny, está estresada porque el director probablemente la despida por llevar a Iver al set.

—Dile que me lo deje, no me moveré de aquí.

—¿Lo dices en serio?

—Ya me he quedado con ese saltamontes otras veces durante las últimas semanas, no veo por qué no acudiste a mí en un principio.

—Sí, bueno, es que en las otras ocasiones era yo quien te lo pedía.

Hice un gesto de desinterés con los hombros, realmente no me importaba quedarme con el niño, me gustaba mucho, de hecho.

—Le diré a Corny, se va a alegrar muchísimo. Gracias, cariño —dijo Adam antes de darme un beso y salir directo a la sala con el teléfono en mano.

Adam y yo llevábamos un mes como pareja real, y... no se sentía tan mal como di a suponer en su momento, me gustaba el ser tratada como prioridad, el conseguir poner una sonrisa en su rostro de vez en cuando y el sexo con él era algo de otro universo, se sentía así.

A los pocos minutos terminé de desayunar y le dije a Mara que recogiera porque Adam no era de comer mucho en la mañana, no me equivoqué porque al volver de la sala pude ver que se dirigía rápidamente al sofá con expresión de cansancio, llevaba media hora hablando por teléfono, no podía ser con Corny, ¿era con la estúpida de su coestrella? Lo había estado llamando durante la última semana como si no fuese hombre casado, iba a matarla si se atrevía a volver a insinuársele. Un segundo, ¿por qué eso me molestaba?

—Tienes cara de haber enfrentado una batalla legendaria —le dije a medida que me acercaba hacia él.

—No está siendo una bonita mañana, hablé con mi director, dice que los inversionistas de la película no están muy conformes con mi actuación. Que voy a tener que impresionarlos durante las próximas filmaciones porque quieren buscarme remplazo, como si eso fuese posible. Esa gente no entiende nada.

Me senté en sus piernas y rápidamente me aproximé a su boca para besarle, pude sentir que iba relajándose a medida que aumentaba la intensidad del beso, cuando me separé de él, Adam solo podía mirarme, me encantaba eso.

—No van a hacerte nada, eres Adam Carver, ¿no? Nadie despide al mejor actor del mundo por una estupidez.

—Eso es lo que me dice el director, solo que en sus palabras es algo así como: "lo único que vendes es tu fama porque esta no es de tus mejores actuaciones" duele un poco escuchar algo así, la verdad.

—Pues abandona la actuación y comienza a hacer algo que te guste, creo que ese es el único problema aquí.

—No es tan sencillo, Andrea.

—Obvio que no, pero siempre será mejor que estar sacrificándote por algo que no te gusta.

—Todo este tema me tiene con dolor de cabeza, no sé qué más hacer.

Se pasó las manos por el rostro y de pronto me dieron ganas de hacer algo para que se sintiera mejor, y sabía de una forma que este hombre siempre se satisfacía.

Le aparté sus manos con las mías y las coloqué en mis piernas, Adam me miró fijamente cuando me acerqué hasta apoderarme de su boca, me moví lentamente para disfrutar del momento, luego presioné un poco hasta que sentí las manos del principito llegar más abajo con fuerza, las mías lo rodearon por el cuello para luego meter una dentro de su cabello castaño. Adam me acercó más todavía en lo que abríamos nuestras bocas para saborear el interior del otro, disfruté muchísimo de esa parte, mucho más de lo que me gustaría admitir.

Cuando tuvimos que separarnos por la estúpida necesidad humana de respirar, no quise deshacer el contacto y comencé a besarle en la barbilla, en la clavícula, en el cuello, allí me recreé hasta que lo escuché suspirar y apretarme con fuerza contra su cuerpo, me separé para morderme los labios, maldición, iba a gemir. Sentí la mano de Adam ganar profundidad donde no esperaba  en un movimiento que me hizo arquearme al instante que me trataba de controlar como nunca, ¿qué estaba dejándole hacer a este hombre?

—Adam... espera, detente.

—¿Por qué? Anoche me dijiste que te gustaba.

¡Sí me gustaba! Pero me estaba sintiendo débil de pronto, era algo raro y extraño, pero él siguió haciéndolo y eso me hizo gemir sin poder evitarlo, mi mente quedó en blanco por segundos mientras deseaba que me hiciera algo más, esto me sucedía por momentos con él, pero siempre supe manejarlo, demonios, si no lo detenía...

Contrario a eso, Adam terminó por acostarme en el sofá y volvió a besarme con mucha más intensidad, no estaba teniendo el control y no me importaba siquiera, ¿qué demonios pasaba conmigo? Pero de pronto tuvimos que detenernos cuando se escuchó el timbre de la puerta, ¡quien fuese podía largarse! Volvió a sonar, esta vez con más urgencia.

—Maldición —dijo él—, tendrás que ir tú, yo debo cambiarme.

—Vale.

Ambos nos levantamos con rapidez, sentir que salía de mí me provocaba algo raro en mi cuerpo, algo que no podía describir y no tardé en ocultar, una de mis mejores habilidades a través de los años era ignorar mis emociones. Solo que al llegar a la puerta no pude disimular nada, solo quedaba el enojo de verla a ella por habernos interrumpido.

—¿Qué haces aquí?

—Adam no me respondía el móvil.

—Estábamos ocupados. ¿Para qué viniste?

Harley me puso a un lado y entró a la casa, vale, no nos llevábamos mal, simplemente pedíamos a gritos la cabeza de la otra. Al poco rato volvimos a encontrarnos en la sala, solo que ella y yo estábamos de pie en lo que aparecía Adam.

—Debo decir que no me sorprende que todavía sigan juntos, no tienes ni corazón para decirle la verdad.

—No hay ninguna verdad que decir, todo está claro entre nosotros.

—Realmente espero que no le hagas daño, eres el tipo de mujer que todo cuanto puede hacer es eso, no sabes amar y no tienes intención de intentarlo.

No le respondí eso porque era verdad, sin embargo, nuestra conversación se detuvo cuando escuchamos otros pasos incorporándose a la estancia.

—Harley. ¿A qué se debe tu visita?

Todavía se le notaba el deseo, y a mí el fastidio por no poder terminar eso que estaba sintiéndose distinto.

—Tenemos que irnos ya, el equipo cambió toda la rutina del día de hoy y las grabaciones serán en otro lugar.

—Pero hablé con el director hace unos minutos y...

—El muy idiota solo escucha órdenes de los inversionistas, ellos dicen que...

Y por ahí la conversación se tornó aburrida, todo lo que supe es que debían irse, no sin antes Adam besarme en los labios con todo el deseo que estaba tratando de esconder, me dijo que regresaría pronto y yo acepté sin mirar el rostro de Harley. Me dejaron sola en cuestión de minutos.

Bueno, no había tiempo que perder, si ya tenía la casa para mí nada más, debía aprovechar y buscar una clínica para sacarme al mocoso.

Pasé el arco que separaba la sala de visitas con la de televisión y luego seguí recto por el pasillo oscuro que Adam no acababa de iluminar, ahí solo teníamos la habitación de invitados, un baño y el estudio, me dirigí hacia la última puerta donde estaba el maldito estudio, de solo entrar caminé hacia el escritorio con computadora para poder cumplir mi tarea, se me ocurrió llamar a Keala durante el proceso para no aburrirme y de paso saber de ella que había vuelto de su viaje hacía unos días y no se había comunicado conmigo.

—¿Quién es?

—Soy yo, ¿cómo estás? —le pregunté conforme encendía la computadora.

—Oh, Su Majestad decide finalmente llamar, qué honor.

—He estado un poco ocupada, Keala.

—Sí, claro, Diego me contó que tú y Adam parecen un matrimonio de verdad.

—Chismosa como de costumbre... sí, estamos juntos, ¿por qué?

Ya iba a comenzar a regañarme, desvié ligeramente mi atención del teléfono hacia la página web que estaba viendo.

—Andrea, no nos conocimos ayer, nunca has estado realmente con ningún hombre, y nunca me ha importado lo que hagas con ellos, ni siquiera cuando estuviste con Duncan sabiendo que me gustaba, pero no lo hagas con Adam, es un tío asombroso y, si pides mi opinión, parece que tú sí le gustas en serio. No rompas su corazón.

—¿Por qué debes ponerte cursi y dramática todo el tiempo? Él sabe cómo soy y aun así decidió intentarlo, no le he mentido, así que solo puede romperse su corazoncito él solo.

Bueno... hacía un mes le había mentido cuando le dije que sentía algo por él, ¡pero hey! No acababa de dejarse y yo quería sexo... funcionó bastante bien porque desde entonces solo he podido tener el mejor sexo de mi vida.

Adam Carver

—¿Por qué debes ser así con Andrea? —le pregunté a Harley una vez estuvimos en el auto.

—¿Así cómo?

—Escuché lo que le dijiste antes de yo llegar a la sala.

—Creo que entre las dos yo soy la más benevolente, esa mujer me ha acusado hasta de hacer caer vuestro avión para que tuviesen un accidente, ¿y yo qué hice? Me quedé callada porque la pobre, estaba enferma, ¿ahora qué debo hacer? ¿Seguir callada porque está embarazada? ¡Vamos, Adam! Actúas como si no la conocieras.

—Andrea es importante para mí, Harley, lo que siento por ella... —suspiré profundo—. No es algo que haya sentido antes, y sé que puede ser complicada, pero si pasas un poco más de tiempo a su lado vas a terminar entendiéndola, ella solo es muy mala cuando está a la defensiva.

El chófer nos miraba de reojo para querer enterarse del chisme, no me importaba eso, yo debía poner fin a esta guerra que había entre mi mejor amiga y mi esposa.

—Adam, el único problema personal que tengo con esa mujer es que te está usando, si te quisiera en serio, pues yo haría hasta lo imposible para arreglar nuestra relación, pero no es el caso y lo sabes.

—No, Harley, no conoces a Andrea como yo, ella...

—¿Qué me vas a decir? ¿Qué siente algo por ti? Si solo hay que ver cómo tú la miras y como ella te mira a ti, no es lo mismo y, cariño, lamento ser yo quien te lo diga, pero esta fantasía de matrimonio feliz en espera de un hijo que has creado durante un mes no va a funcionar.

Cada vez sentía más difícil respirar, no quería creer esas palabras, ¿por qué hacerlo? tenía a Andrea, ella estaba conmigo, no deseaba volver al tiempo en que juntaba toda mi fortaleza para ignorarla, me gustaban cómo estaban las cosas ahora, ¿por qué no podía ser real?

Andrea Berroncille

—No es real, Andrea, solo termina con esto rápido y ahórrale sufrimiento.

—Voy a colgar, Keala, tengo cosas más importantes por hacer.

Cuelga conmigo, sigue con Adam, mantén tu imagen de mujer indomable bien en alto y de paso sigue huyendo de tu narco padre.

—¡Espera!, ¿qué dijiste?, ¿narco?

Detuve en seco lo que estaba haciendo, la página de abortos con el número de un doctor que estaba anotando en una libreta se esfumó ante mí, solté el lápiz y me acomodé el teléfono, esa mujer sabía algo.

—Ups, Diego va a matarme.

—Suéltalo, Keala, o quien te mata soy yo.

—Bueno... digamos que la razón para irme del país por un tiempo no fue exactamente por vacaciones. Un amigo que tengo en rehabilitación me comentó sobre unos cuentos que se escuchaban por su zona, de una fábrica textil que se dedicaba a la distribución de drogas, fui a dicha fábrica para investigarla y hacer pública la noticia, era trabajo después de todo, pero... en una de mis fotos apareció el señor Karrioca.

—¡Keala! Eso es, tienes pruebas para denunciarlo.

—No es tan fácil, Andrea. Tengo una foto borrosa de él entrando a una fábrica textil, eso no es suficiente, necesitamos registros de propiedad, cuentas de transferencia bancaria, algún rastro más contundente de que ese negocio es suyo, de otra forma es solo chisme, no noticia, y lo que queremos es una noticia.

Me lo pensé por un segundo, fue entonces cuando escuché el timbre de la casa sonar. Joder, era Diego con el niño, ya se había tardado.

—Yo puedo conseguirte eso, nos vemos esta noche en tu casa —dije y le colgué sin esperar una respuesta.

Me apresuré a levantarme de la silla y salí casi corriendo hacia la sala, me sorprendí de la velocidad con la cual llegué, miré a mi alrededor y no vi a Mara en la cocina o saliendo de las habitaciones, así que me dirigí al pasillo para abrir la puerta.

Mi sorpresa no fue grande cuando vi a Diego en el exterior con un niño de seis años en la mano, mi sorpresa vino cuando vi que había otro pequeño renacuajo en sus brazos.

—De acuerdo, este no es mi pedido, vuelva y tráigame solo uno.

—Muy chistosa, déjame pasar.

Le abrí más la puerta y entró él con los dos niños, yo la cerré y lo seguí por el pasillo hasta la sala. Iver comenzó a corretear por todo el espacio que había como de costumbre, pero el otro niño solo se quedó sentado en el sofá donde Diego lo puso, con la mirada en el vacío. Reconocí al instante esa mirada, era huérfano, como yo.

—¿Qué está pasando aquí, Diego?

—Primero, no te enfades y segundo, no lo hice a propósito. —Él terminó de excusarse y pasó a la cocina a tomar un poco de agua, lo seguí sin poder quitarle la mirada al huérfano—. Yo venía con Iver en el carro como de costumbre cuando de pronto tuve que frenar en seco porque un niño pequeño fue a cruzar la calle sin mirar, casi lo atropello, suertudamente, no lo hice, y no podía dejarlo en la calle, así que lo traje conmigo.

—¿No pensaste en un término llamado: comisaría?

—Andrea. —Oh, no, no esa voz, ¡esa voz era la que me convencía! Incluso se volteó para mirarme a los ojos—. Sé que puedes verlo, tiene la misma mirada que tenías tú cuando te encontré en ese orfanato, la mirada de alguien que no tiene nada en el mundo y está perdido. No tuve el valor de llevarlo a una comisaría.

Entendía esa parte, era lo peor de todo.

—¿Y ahora qué piensas hacer?

—Bueno... de hecho... pensaba dejarlo contigo porque yo debo ir a la cafetería y no puedo tener un niño por allá.

—¿Conmigo? ¿Y qué quieres? ¿Qué lo guarde en mi barriga junto al otro mocoso?

—Vamos, ya tienes que cuidar a Iver, no será tan difícil.

Y, por supuesto, Diego consiguió convencerme. No sé ni para qué me molestaba en discutir con él si siempre terminaba aceptando lo que me dijera. A los pocos minutos él ya se había marchado y yo estaba de brazos cruzados frente a ambos niños sentados en el sofá. ¡¿Ahora qué hacía?!

—De acuerdo, empecemos por lo fácil. ¿Cómo te llamas?

Sin respuestas. El renacuajo de cabello casi rojo y ojos azules no dijo nada, era bastante pequeño, ¿cuánto tendría?, ¿cuatro?, ¿cinco años?, y esa tonalidad en su pelo no era común en esta isla.

Los monarquenses somos territoriales de nacimiento a pesar de haber sido colonizados en dos ocasiones, incluso si un extranjero se casa con un nativo, el apellido que prevalece es el del nativo sin importar género, por ende, la diversidad física había quedado muy reducida desde hacía años. Este niño me resultaba muy raro, pero debía seguirle el juego.

—Bueno, puede que no sepas hablar, solo mira cómo Iver lo hace —miré al otro niño a su lado—. ¿Cómo te llamas?

—¡Soy Iver! ¡Abrazo!

Me extendió los brazos y yo me dirigí a abrazarlo. Cuando lo hizo la primera vez hacía unas semanas me había molestado, a estas alturas ya estaba acostumbrada. Pero cuando me separé de Iver y vi al niño, él todavía estaba con mirada perdida y rostro serio. En serio, ¿qué tan difícil es decir un nombre? Bueno... sabía de algo que siempre funcionaba con los niños.

...

—¡Helados! ¡Helados!

Esto funcionaba con los niños y conmigo. Nos encontrábamos en el parque central, aquí vendían los mejores helados de todo Ryunter, claro, tuve que bañar al pequeño desconocido para poder venir, luego usé un poco de dinero guardado para comprarle ropa y que pareciera mínimamente decente. Nos habíamos tardado una hora completa, pero dio resultados porque se veía bastante tierno... ¡Oh, no! Volví a usar esa palabra estúpida.

—Tía Andrea, quiero helado —miré hacia Iver con rostro asustada, nunca me había dicho así.

—¿Cómo dijiste?

—¡Helado! Quiero helado de chocolate, tía Andrea.

El niño no parecía enterarse. Bueno, daba igual, ¿no? No me importaba. Al otro renacuajo tuve que cargarlo en brazos porque no caminaba muy rápido, Iver solo sabía correr por todo el parque, juraría que esto no era bueno para mis tres meses de embarazado. Nos acercamos al carrito de helados y el hombre sonrió al verme con el pequeño mocoso en brazos, a esta gente le fascinaban las familias.

Pedí tres helados, dos de chocolate y uno de caramelo, mi favorito. Le di el suyo a Iver y luego tuve que gritarle que no podía correr con este, tomé el otro para cedérselo al renacuajo que no protestó y lo cogió con fuerza, luego cogí el último para mí y nos sentamos en un banco a comer.

—¿Está malo? ¿Por qué no comes? —le pregunté al pequeño a mi lado.

El de ojos azules tenía la mano cubierta de helado derretido que no se había comido. Yo había botado el mío en la basura porque el estúpido mocoso de mi estómago no parecía gustarle y casi lo vomito con un bocado. Maldito Adam por preñarme.

—¿No te gusta el helado? Podemos comprar otra cosa si quieres.

Este niño me desesperaba. ¡Yo sacaba mi lado bueno y él lo maltrataba! ¡¿Por qué los renacuajos deben ser así?! Oh, joder, hormonas.

—Ven, déjame ayudarte. —Saqué unas servilletas de mi bolso y le limpié un poco la manito, luego llevé el cono derretido a su boca para que lo probara.

E increíble. El niño comenzó a comer. Probablemente nunca había probado el helado y le asustaba porque estaba frío. Recordaba que... a mí me pasó igual.

—¿Ves? Está bueno, ¿eh? —Y el sonido de un golpe me hizo levantar la mirada—. ¡Iver!

El niño se había caído frente a mí, lo levanté del suelo para ver si tenía heridas, pero él estaba sonriendo.

—¡Me caí! ¡Me caí!

—De los brazos del doctor al nacer, por lo que parece —susurré—. Debes tener más cuidado, te dije que no corrieras a esa velocidad, es más, ya no vuelves a hacerlo, te sientas con el niño y conmigo.

—¡No!

—¡Sí! ¡Ahora! —dije y le señalé el asiento.

Iver fue cabizbajo hacia el banco y se sentó al lado del renacuajo.

—Muy bien, saltamontes, así aprenderás a ser más tranquilo y que, cuando yo digo que no se corre, pues no se corre.

El saltamontes cruzó los brazos enojado mientras el renacuajo a su lado lo miraba como extrañado. Estaba a punto de sentarme cuando la risa de una señora a mi lado me desconcertó por su peculiar sonido. Pude ver entonces que nos miraba a nosotros.

—Qué bonito es ver familias por estas zonas, últimamente solo veía adolescentes con hormonas paseándose bajo sombrillas de colores.

Era una mujer canosa con edad suficiente para ser mi bisabuela, ella estaba sentada en el banco junto al nuestro.

—¿Perdone?, ¿cómo dice?, no nos conoce.

—Ah, querida, la furia de una madre se reconoce en cualquier parte, yo también solía gritarle así a mis hijos cuando se ponían malcriados, déjame decirte que todos me criticaron, pero esos bribones crecieron sanos y fuertes, ahora mismo son dueños de sus propias vidas.

Me había quedado en la primera línea. ¡¿MADRE?! ¿YO? Oxígeno, necesitaba oxígeno.

—No, la verdad es que...

—¿Cómo se llaman?

Miré hacia Iver que parecía ya habérsele pasado el enojo y estaba tratando de robarle helado al renacuajo.

—Son Iver y... y... —observé entonces que el niño se quedaba mirándome—... y Francis, en honor a la realeza francesa.

El renacuajo me abrió los ojos como si pudiese entender lo que decía. La señora a unos metros de mí volvió a reír.

—Hermosos nombres, ¿y el padre?

—Trabaja hoy y a mí me tocó cuidarlos.

Ok, eso no era mentira. ¿Por qué estaba disfrutando tanto esto? La señora finalmente se levantó de la banca para caminar hacia mí, me dio un beso en la frente y luego besó la frente de los otros dos niños.

—Qué la diosa Khandrha bendiga a vuestra familia, son unos niños hermosos —miró detenidamente a... a Francis—. Se parece bastante a ti, querida, debes querer mucho a tu mamá y portarte bien —desvió su mirada hacia Iver—, y tú también que pareces ser el revoltoso.

Luego de eso se fue caminando por el sendero del parque mostrando una sonrisa en el rostro. De pronto me alcanzó un dolor de cabeza horrible, una debilidad se apoderó de mi cuerpo, genial, estaba pasando de nuevo. Esta vez supe controlarme, y no sé si fueron las estúpidas hormonas del embarazo o qué, pero me entraron ganas de llorar.

Y yo nunca lloraba.

Respiré profundo par de veces antes de mirar a los niños. Iver tenía el cono de helado en su mano mientras lo comía con ganas y el renacuajo ahora de nombre Francis estaba mirando a otros niños en la distancia, eran otros saltamontes que corrían por todas partes mientras sus madres los perseguían. Uno de ellos estaba más tranquilo mientras su mamá lo ayudaba a comer helado.

—¡Mamá, quiero más!

—No podemos comprar más.

Se escuchaba en la lejana distancia aquella conversación que pareció llegar a Francis. Yo estaba mirando la escena mientras recordaba mi triste infancia en el momento que una voz repentina me sacó de mis pensamientos.

—¿Mamá?

Miré al renacuajo rápidamente y con los ojos bien abiertos. No, no, no, no, no, no, no, no, no, no. ¡NO!

—¿Qué? —Fue lo que salió de mí.

Él señaló primero el camino por donde se había ido la anciana, luego a los niños que jugaban y al del helado, luego me señaló a mí.

—¿Mamá?

Mi primer instinto fue el de querer decirle que no era su madre, pero no pude, esos ojos azules me detuvieron.

Lo miraba y sus pupilas me transportaban al de una niña de cinco años sentada en un muro viendo a otros niños correr detrás de sus madres al salir de la escuela, yo nunca tuve una porque la señora Karrioca murió antes de yo llegar. Había crecido sin una figura materna toda mi vida y siempre pensé que no era importante, que podía ser así, ahora que tenía a un niño frente a mí ese pensamiento se corrompía.

—¿No... mamá? —Tristeza, eso fue lo que vi.

Me arrodillé frente a él para quedar a su altura. Por suerte, Iver seguía entretenido.

—Sí, digamos por hoy que soy tu madre... así que, si alguien pregunta quién eres y estás perdido puedes...

—Soy Francis, ¿abrazo?

Y entonces Iver reaccionó.

—¡Abrazo! ¡Tía abraza!

Y no me quedó de otra que abrazar a los dos niños. Este renacuajo y este saltamontes me estaban dando más problemas de lo que pensé en su momento, y yo no podía creerlo, pero estaba sintiendo algo dentro de mí, era cálido y extraño. No tenía sentimientos desde hacía muchísimos años y ahora estaba sintiendo algo.

Entré en pánico de pronto cuando me separé de los niños. Si esto me sucedía con ellos que los tendría solo por unas horas, ¿qué pasaría si de verdad daba a luz a mi mocoso? Entonces debía convivir con estas emociones todo el tiempo, no podía... no podía ni respirar, no podía concebir esto. Debía volver a ser la Andrea de antes, esa que no sentía nada y no le temía a nada. No me gustaba ser esta Andrea, me asustaba demasiado.

Debía ponerle fin a todo esto de inmediato.

—Niños, ¿quieren ir a una aventura?

Los dos sonrieron.

...

Que la señora del parque intente decirme que era buena madre luego de esto.

Me encontraba en la oficina del señor Karrioca, solo me había tomado hora y media poder entrar sin que nadie me viese junto a los dos niños. Iver estaba sentado en la silla del escritorio mientras Francis no se separaba de mí, de acuerdo, solo debía encontrar pruebas de que él era dueño de una fábrica textil en España y así podría meterlo en prisión por tráfico de drogas, con suerte se hundiría varios años.

Y con suerte yo podría sacarme al bebé y volver a mi vida normal, ya Adam no me necesitaba porque su compromiso estaba más que arruinado, lo único que faltaba para acabar esto era destruir a los Karrioca, ya ni me importaba la Condensa, podría lidiar con ella sin el estúpido anillo en mi mano.

—No, Iver, no puedes jugar con las gavetas. Iver...

Menudo crío, me encontraba en la librería cuando me acerqué a él con rabia, no podía demorarme, solo tenía unos minutos antes de que el Karrioca entrase. Cerré las dos primeras gavetas y luego la última, estaba de rodillas en el suelo mientras Iver me miraba detenidamente todo el rato.

—De acuerdo, este es el trato, creo que tú eres el mayor, así que vas a vigilar a Francis para que no se lastime, ¿vale?

—¡Vale!

Miré hacia la puerta, asustada, esperé unos segundos, pero nadie pareció darse cuenta del grito del niño. Respiré mejor entonces cuando vi que Iver miraba a Francis como si fuese su guardaespaldas personal, así podría buscar mejor.

Me levanté del suelo y corrí hacia la librería otra vez, no había nada ahí, así que el cretino cambió la ubicación de sus cosas. Estaba inmensa en esto cuando un ruido proveniente a mis espaldas hizo que se me detuviese el corazón.

¡Los niños habían lanzado al suelo todos los papeles de unas cajas! Malditos renacuajos saltamontes. Me dirigí a ellos con mirada enojada y no tardaron en colocarse frente a mí con caras de angelitos. Lo peor es que ese ruido sí debía haber llamado la atención de la seguridad, así que debía apresurarme en salir de ahí.

—Hablaremos de esto luego, ahora ayúdenme a colocar todo donde estaba.

—Pensamos que eran juguetes —se excusó Iver.

Los tres juntos conseguimos colocar todos los papeles y folios dentro de la caja donde estaban antes, solo que mi vista se detuvo en uno con el sello Karrioca.

Maldición, eran las pruebas de que el señor Karrioca había comprado la fábrica textil en España hacía seis años. Joder, la había escondido justo donde nadie buscaría. Tomé aquellos papeles luego de colocar todo en su sitio y junto a los dos niños salimos pitando de esa casa.

Me había tomado la molestia de desactivar las cámaras para que nadie pudiese vernos en ningún momento, supongo que mis días como civil dentro de la policía habían servido de algo. Bah, más que eso había ayudado lo de mis tiempos robando bancos.

Adam Carver

Llegué a casa un poco cansado del día de trabajo, había tocado filmar una sola escena, pero se sintió como cien porque mi coestrella estaba drogada y no podía hacer bien su parte, ¡qué cansancio! Solo tenía ganas de llegar y ver a Andrea, tal vez de bañarme con ella y que me masajeara la espalda de esa forma especial que sabía hacer.

Con esto en mente caminé el pasillo de la entrada hasta el comedor, coloqué las llaves sobre la mesa y luego levanté la mirada hacia la sala que quedaba a unos metros, pude ver a un niño con cabello rojizo dibujando encima del sofá en unos papeles blancos.

—¿Qué?

Ese no era Iver, y juraría que Diego ya debía haberlo devuelto a su casa. Me acerqué hacia el niño desconocido y él levantó la vista cuando me vio frente a él.

—¿Quién eres tú?

—Soy Francis. ¡Abrazo!

Se sentó en el sofá y me estiró los brazos, era algo que Iver siempre hacía, así que habían pasado el día juntos. No pude negármele y me arrodillé frente a él para abrazarlo, luego me separé sin poder entender nada.

—Ah, llegaste —escuché la voz de Andrea que venía de la otra sala—. Demoraste bastante.

—Problemas con la coestrella —miré hacia el niño detenidamente cuando él le sonrió a Andrea—. Eh... cariño, ¿quién es nuestro invitado?

—Es... es Francis, ¿podemos hablar en la cocina?

...

—¿Te dijo "mamá"?

Estaba en una pieza luego de que Andrea me hiciera todo el cuento desde la salida de la casa hasta la del parque. Y no entendía nada.

—Sabes que los niños más pequeños absorben todo a su alrededor, como esa señora le dijo que era su madre y luego él vio a otras mamás haciendo lo mismo que yo había hecho con él, pues... debió malentenderlo.

—Ya, pero... tú no lo paraste.

Su mirada se perdió en el refrigerador a su lado, como si fuese el objeto más importante del mundo.

—No pude cuando lo miré y vi que tenía la misma mirada de huérfano que yo tuve... y... la misma esperanza de tener una mamá.

Me acerqué a ella para abrazarla, fue algo instintivo, Andrea solo me devolvió el abrazo sin protestar.

—Está bien, es normal que tengas instinto materno, ¿no? Estás embarazada después de todo —le susurré al oído—, hey, estamos los dos juntos en esto, sea cual sea tu decisión.

Y ella se separó de mí para mirarme.

—¿De qué hablas?

—Bueno, de que debemos pensar qué hacer con él.

Eso pareció asustarla.

—No creía que debíamos pensar nada, es un niño que se escapó de un orfanato, solo debemos llevarlo de vuelta.

—Andrea, tú misma me dijiste que te llamó "mamá".

—Sí, un par de veces, pero eso no me hace su madre. No soy la mejor persona para este trabajo, estará mejor con otra familia.

De repente me asusté sin poder evitarlo. ¿Cómo podía decir que no era la mejor persona para el trabajo? ¡Ella iba a ser madre! Iba a ser la madre de mi hijo, ¿todavía...?

—Todavía estás pensando en abortarlo, ¿verdad?

No me respondió, pero sus ojos lo decían todo.

—Bueno... tú mismo te habías visualizado como padre soltero de este mocoso sin contar conmigo en el plano, me lo dijiste cuando estábamos en el hospital.

—Andrea, eso fue antes... antes de que comenzáramos a estar juntos, sí, pensaba que ibas a estar muy asustada de tener al niño y pensé en criarlo yo solo, pero ahora... estamos casados y las cosas van bien, ¿por qué no podemos tenerlo como una pareja normal?

—Porque no somos una pareja normal, nunca lo fuimos. Nos casamos por un negocio donde cada uno se ayudaba a sí mismo, salí embarazada por una estúpida droga y vivimos juntos porque tienes miedo de que mate a tu bebé, eso es todo. No puedo tener ni a este niño ni a otro.

Fue como si me golpease con una montaña de hielo, un golpe frío que dolía bastante. Por segundos no pude decir nada, cierto era que no le confesaba mis sentimientos, y que, para cualquier pareja normal con un mes de relación hablar de niños y casamientos era una cosa loca, pero siempre esperé... esperé que ella se sintiese igual que yo. Más aun luego de todo lo ocurrido en ese mes, cuando estuvimos encerrados en el elevador realmente parecía posible que ella sintiera algo, sin embargo, ahora...

—Así que... ¿qué estás diciendo? Que todo este mes juntos no significa nada, ¿es eso?

—Puede que no significase para mí lo mismo que para ti.

Y ahí estaba la verdad que más dolía escuchar, sentí de pronto mi respiración fallar mientras un dolor enorme se apoderaba de mi cuerpo, todo había sido mentira... cuando me dijo que había sentido algo la primera vez que hicimos el amor... joder, solo me estaba usando. Qué tonto fui al volver a caer en las mentiras de esa mujer, la odiaba, la odiaba ahora más que nunca.

—De acuerdo, hagámoslo como tú quieres. El tonto fui yo todo este tiempo al pensar que podía salir bien esta relación.

Andrea Berroncille

Estaba débil en ese momento, no podía dejar de estarlo porque me sentía aterrorizada debido al niño que descansaba tranquilo en la sala de mi casa. Y, como si fuese poco, Adam añadía más leña al fuego al decirme eso, tal vez era porque había abierto una puerta dentro de mí o no sé cómo los psicólogos lo llamarían, pero me sentí culpable. Sin embargo, no podía arrepentirme, estaba asustada de mis propias emociones, por eso pensé prudente alejarlo, pero... ¿por qué se sentía así?

No volvimos a hablarnos en las restantes horas que se consumían, ya había llamado a Diego para decirle que podía llevarse al niño, que no me importaba a dónde lo enviase, pero que debía sacarlo de la casa. Y, todavía sin saber por qué, algo dolía dentro de mí. Nunca me había sentido así, nunca había creado una conexión tan rápido con un ser vivo en esta Tierra, tenía un nudo hecho en mi garganta que no se iba por más que lo intentara.

Al final decidí que algo debía hacer por el renacuajo y lo volví a bañar para despedirlo limpio, fue algo que disfrutó mucho porque le encantaba el agua.

—¡Francis! Quédate quieto, por todos los reyes, ¿quién diría que te alteras con un poco de espumas? Es como apretar un interruptor.

Él comenzó a reír en la bañera mientras yo seguía tratando de bañarlo, al final terminé igual de empapada cuando terminamos. Lo vestí con ropas limpias, un short corto y una camiseta pequeña muy mona, luego él fue corriendo hacia la sala a ver televisión, le gustaba mucho, pero solo veía un dibujo animado, los otros no le interesaban.

Y entonces el momento llegó, Diego apareció en la casa y saludó a Adam, él todavía estaba resentido conmigo, así que no me hablaba. Mi hermano me dio un beso en las mejillas para luego preguntarme dónde estaba el niño.

—¡Francis! Francis, ven aquí.

Y el renacuajo apareció corriendo desde la otra sala. Me agaché frente a él para despedirlo. Esto estaba siendo más duro de lo que pensaba. Malditos sentimientos.

—Escucha, te vas a ir con el tío Diego, ¿de acuerdo? Él va a llevarte a donde estabas antes.

Y la sonrisa en su rostro se transformó en tristeza absoluta.

—No, no, no —comenzó a negar con la cabeza repetidas veces.

—¡Francis! ¡Francis! Hey, atiéndeme, es por tu bien, no te puedes quedar conmigo.

Pero él no atendía a razones, seguía negando con la cabeza.

—Andrea, creo que será mejor que me dejes a mí —me dijo Adam por primera vez en muchas horas.

Me limpié el rostro sin lágrimas visibles y me levanté para ponerme a un lado, Adam fue quien se colocó de rodillas frente a él.

—Escucha, campeón, sé que esto debe ser difícil, pero no vas a dejar de ver a Andrea, ¿de acuerdo? Yo mismo voy a arrastrarla a donde tú estés para que pasen algunos días juntos.

El niño pareció entender porque se detuvo para mirarlo, tenía lágrimas en el rostro pequeño.

—No, no llores, no hay razón para llorar, pasaste un día increíble, ¿no?

Él asintió con la cabeza.

—¿Ves? Eso es bueno, tenlo en mente, ¿sí? Cada vez que te sientas muy triste recuerda el día de hoy y verás cómo sonreirás. Ahora debes irte con Diego, pero te prometo que voy a hacer lo imposible para que vuelvas a tener días como estos, ¿de acuerdo? Es una promesa.

No pensé que fuese capaz, pero hizo el sello. Era algo muy antiguo en nuestra cultura que variaba en cada ciudad de Las Monarcas, en la antigüedad tuvo un significado que ya ni recordaba, actualmente los niños lo hacían como una especie de juego, aunque seguía siendo algo muy serio para cualquier nativo.

Consistía en extender la mano para mostrar los cinco dedos que significaban los cinco grandes semidioses de la antigüedad, luego el dedo pulgar encerraba al meñique y el anular bajaba para presionarlos. Entonces, esos dos dedos los llevabas a los labios y luego al pecho envuelto en un puño, justo en el corazón, sin perder la forma extendías la mano y sacabas los dos dedos que debían unirse a los de la otra persona para sellar una promesa que se creía bendecida por los dioses.

Mi creencia con respecto a todas estas cosas endémicas de mi país tan supersticioso era muy baja, pero aun así ver ese sello me provocó un escalofrío.

Cuando el sello fue hecho, Adam sonrió para luego abrazar al niño, no sabía por qué esto le afectaba tanto, ¡si solo lo había visto por unas horas! Como fuese, él se levantó sin voltear a mirarme y luego Diego cargó a Francis en brazos. Yo miraba todo como espectadora mientras la opresión en mi pecho iba creciendo.

Pero me desmoroné por completo cuando Diego se alejó y el niño desde sus brazos volteó a mirarme.

—¡Mamá! ¡Mamá! —extendió sus manitas como si esperase que yo fuese a correr detrás de él.

No lo hice, me quedé estática en el lugar con Adam a mi lado hasta que Diego se fue por completo. Cuando la casa estuvo en silencio seguí escuchando los gritos de Francis, seguí sintiéndome igual de miserable. ¡¿Qué me estaba ocurriendo?! ¿Estaba triste? ¿Enojada? No tenía idea de cómo se llamaba lo que estaba sintiendo.

Sí sabía una cosa, no me gustaba. Y me hizo derramar una lágrima, mi primera lágrima desde hacía demasiados años.

—Lo siento... lo sien...

Fui a darme la vuelta para correr a la habitación, pero no pude porque los brazos de Adam me rodearon de inmediato, escondí mi cabeza en su pecho mientras seguía llorando como nunca antes había hecho, no en mis recuerdos.

—Todavía puedes arreglarlo, Andrea.

No podía y ambos lo sabíamos, no podía ser madre y lo peor de toda esta situación es que no dejaba de pensar que, si así me sentía por haber abandonado a un niño que no conocía y solo había tenido unas horas, ¿qué pasaría cuando dejara ir a mi bebé?














Hola! Espero que lo hayan disfrutado.... O emocionado dado que estaba un poco triste. A partir de aquí notarán el cambio en Andrea.

🌟 Voto si quieren ver a Andrea enfrentando sus emociones.

🌟 Voto si les dolió lo que le dijo a Adam. (A mí sí)

Compartan en sus redes si les gusta y son fans de la pareja. ¿Cómo llamarían este capítulo?

Dato curioso: el segundo helado favorito de Andrea es el de menta. ¡¿A quien le gusta ese helado?!

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