Parte 17
Decimoséptimo Capítulo
Adam Carver
¿Cuál era la fórmula para mantener a Andrea lejos de mí? Porque la necesitaba pronto, ¡pronto! Ella estaba en el auto sentada a mi lado y no dejaba de intentar provocarme, me había colocado al otro lado bien distante de ella, pero eso no resultó mucho porque seguía siendo capaz de encenderme. Maldito el momento en que le dije que sí podía ir conmigo al rodaje.
Cuando llegué casi hice un baile por la alegría, la cual me duró bien poco porque todos en el set parecían encantados con Andrea, me preguntaban por qué no la había llevado antes, cómo nos habíamos conocido, y todas esas preguntas que no resultarían tan vergonzosas de no ser porque lo nuestro no era real. Era cuestión de tener al bebé y delatar a los Karrioca para que terminara.
—Tus compañeros son increíbles, amor, creo que vendré más seguido.
Sonreí falsamente ante su comentario, pero todas las personas que nos rodeaban sí quedaron encantadas. Andrea era una mujer que nunca alcanzaría a conocer, podía ser un ángel o un diablo, pero jamás dejaría de ser ella. Cada día a su lado era una aventura diferente, buena o mala, y así se habían sentido estos dos meses, ¿fueron solo dos? Parecía un año desde que la conocía, no solo porque ya me sabía su cuerpo de memoria sin recordar haber entrado en él, sino porque entre ambos existía una conexión difícil de explicar, había aprendido a leerle ciertas expresiones y sabía que con ella pasaba igual.
El único problema era que Andrea tenía diez mil facetas distintas, podía ser buena o muy mala, sin embargo, en ninguna podía amar.
—Me pregunto cómo puedes soportarlos —me decía una vez entramos a mi camerino—, hay algunos que sí te quieren, pero la mayoría solo te mira con billetes en los ojos.
—Eso no me lo tenías que venir a advertir, era algo que ya sabía.
La mujer recorrió mi camerino con elegancia, todo en ella lo era y no podía dejar de mirarla, la forma en que contoneaba su trasero cuando se movía la hacía malditamente deseable, ¿por qué no se vestía con un saco de papas? Pero no, debía ponerse esos jeans ajustados y esa blusa con demasiado escote. Lo único bueno era que no le gustaba usar vestido o sayas, así que estaba a salvo por ahí. Respiré profundo, no podía perder el rumbo tan rápido.
—¡Mira cuantos disfraces!
—Son para filmar las próximas escenas.
Andrea se encontraba en el vestidor privado que tenía, allí el espacio era grande, pero no tanto como para huir de ella, por eso me quedé a la puerta mientras la mujer lo recorría con la mirada.
—¿Y qué es esto?
No podía ver lo que me estaba señalando, así que entré para decirle, eran disfraces de mujer, probablemente Will, el modista, los había olvidado.
—Son de mi coestrella, alguien los debe haber dejado aquí.
—Mmm... ¿disfraz de esclava?
—Sí, hay una parte de la película donde ella debe hacer de esclava —me quedé mirando la forma en la cual los observaba, oh, no, tenía mirada de estar activando su parte perversa—. Andrea, debes salir para que pueda cambiarme, los de maquillaje van a llegar pronto.
—De hecho... puede que me quede a ver un poco. ¿No has pensado en cómo me pueden quedar estos disfraces?
Calor, hacía mucho calor.
—Debes irte.
—¿Por qué? Incluso puedo dejar que me azotes un poco, no tengo problemas en hacer de sumisa algunas veces.
Joder, era demasiado, estaba seguro de que había comenzado a sudar y lo peor es que no podía sacarme esa imagen de la cabeza. Ella sonrió ante mi expresión.
—Adam... ¿necesitas que te ayude en algo? Porque por la pinta que tienes parecería que mi idea sí te ha gustado.
—¿Por qué haces esto? —Mi voz era de súplica, tenía las manos en los bolsillos para no tocarla y mi desesperación iba creciendo.
—Me gusta divertirme, tal vez deberías probarlo uno de estos días.
—De acuerdo, si no sales de aquí, entonces salgo yo.
—¡Vale! Ya me voy.
Se acercó a donde estaba para darme un beso como siempre hacía antes de despedirse, ella jamás me besaba en las mejillas, siempre era en los labios, sin embargo, en esa ocasión una parte de mi cuerpo la estaba deseando demasiado, terminé por tomarla por la nuca cuando se alejó para volver a besarla. Me gustaban sus labios, me encantaba su sabor y la forma en la cual me besaba... mierda, me gustaba demasiado.
Mi otra mano llegó a su cintura antes de poder pensarlo, incliné la cabeza para presionar más contra su boca y sentí cuando Andrea me rodeaba por el cuello con los brazos para luego ir bajando sus manos por mi espalda. El deseo me estaba matando, me abalancé hasta que la espalda de Andrea chocó contra la pared del cuarto, mi mano en su cintura se volvió con fuerza, quería más de ella. Más de lo que estaba dispuesta a darme, eventualmente se alejó de mí, ambos quedamos a centímetros del otro mientras recuperábamos la respiración. Yo solo quería seguir besándola.
—Lo siento... no es correcto que te bese así... no estamos... —¿Por qué me costaba tanto hablar?
—Adam, relájate, somos humanos, es normal desearnos.
—Dijiste que no era tu tipo.
—No lo eres, ¿hay alguna objeción con eso ahora?
Volvió a besarme suavemente en los labios, yo cerré los ojos para dejarme llevar cuando sentí que Andrea tomaba mi mano en su cintura para bajarla todavía más.
—Ahí está mejor, ¿no crees?
Suspiré sin poder evitarlo, ¿me estaba dando un infarto? Porque lo sentí así cuando Andrea se acercó aún más a mi cuerpo. Eso era demasiado, la apreté con fuerza y el sentimiento de placer fue indescriptible, luego me abalancé hacia su boca, la besé con mucha más desesperación de la que pensaba hasta que pude abrirla para introducir mi lengua, un frío desconocido creció desde mi estómago cuando sentí a Andrea jugar en mi interior, presioné más todavía hasta el punto donde necesitábamos respirar, pero le escuché un diminuto gemido antes de lamerme los labios. Fue entonces cuando nos separamos.
Mi pecho subía y bajaba repetidas veces, ella parecía más serena, pero mirar sus labios rojos me hacían desear verla sudada. Estaba completamente hechizado mirándola cuando escuché que alguien entraba al camerino, fue como caer por un acantilado y golpear la piedra.
Me separé de Andrea rápidamente y con tal fuerza que llegué al otro extremo, traté de apaciguar mi respiración en vano. No podía ni mirarla, pero sabía que ella estaría riéndose, al final escuché que Andrea se acercaba a mí para darme un rápido beso en los labios, yo estúpidamente cerré los ojos.
—Nos vemos afuera, amor.
Y se marchó para dejarme solo. Joder, ¿por qué ese debía haberse sentido como el mejor beso de mi vida? ¿Por qué debía desearla tanto?
Andrea Berroncille
No lo diría nunca en voz alta, pero ese fue uno de los mejores besos de mi vida, casi me hizo gemir, casi, creo que conseguí controlarme para que no lo notase. Sin embargo, Adam era tan aburrido y estúpido que se alejó de mí a la primera, menudo hombre. Salí del vestidor para ver quién nos había interrumpido, era su maquillista, una mujer que tenía una bola de barriga.
—Hola, usted debe ser la esposa de Adam, ¿no?
—Así es —le respondí de forma monótona mientras iba al tocador para limpiarme el maquillaje corrido—. ¿Tú eres...?
—Soy Cornelia, pero todos me dicen Corny.
Me agradaba esta mujer, tenía una voz suave. Me giré hacia ella cuando conseguí quitarme todo el pintalabios y le sonreí gustosamente.
—Un gusto conocerte, Corny, mi marido tardará un poco más en vestirse, culpa mía, perdona.
—No hay problema, sé cómo es cuando son recién casados.
Se llevó una mano a su gran barriga. No sabía cómo las mujeres en estos días no podían tener el cuidado de evitar traer a una pobre criatura a este planeta tan cruel. Obvio, yo no era el mejor ejemplo para decir eso.
—¿Cuánto tiempo tienes?
—Seis meses, son gemelos y estoy muy emocionada de tenerlos, ¿qué hay de ti?
«Yo solo estoy usando a mi hijo para destruir a mi suegra»
—Dos meses y un poco más. Si buscas en las revistas saldrán todos los detalles, esos bastardos llevan mejor la fecha que yo.
—Sí, no debe ser sencillo ser... —se llevó la mano a la boca como si se diese cuenta de un error enorme—. Oh, perdone, la he tratado de forma informal, ¡he tratado de forma informal a la esposa de Adam Carver! Cuanto lo lamento...
—Tranquila, sigo siendo humana, y tú me caes bien, puedes llamarme Andrea si quieres.
Iba a decirle algo más cuando una bola de pelos castaña salió debajo de la mesa, no lo había visto hasta ese momento, pero era un niño. ¿Había un niño escondido ahí? Esperaba que no hubiese ninguno en el vestidor.
—Mamá, ¿estás bien?
—¡Iver! Te dije que te quedaras escondido —luego me miró a mí—, lo siento mucho, sé que no podemos traer los niños al set, pero no tenía con quien dejarlo y si el director me ve estoy despedida, ya el señor Carver luchó duro para que no lo hiciera cuando salí embarazada.
—Ni que fueses la actriz principal, qué estupidez.
Ella pareció avergonzarse porque bajó la cabeza hasta su hijo que era un niño pequeño de al menos seis años. No sé de dónde salió mi bondad, era una de esas circunstancias donde aparecía, pero me llevó de decir algo que no pensé cierto.
—Déjame a tu hijo mientras terminas tu trabajo, no creo que alguien pueda echarlo si lo tengo yo.
—¿De verdad haría eso? ¡Muchísimas gracias! Le debo la vida.
Qué dramática, dioses, debían ser las hormonas, cuando me vinieran iba a matarlas para no dejarlas ganar. El caso es que la mujer me abrazó muy feliz de que cuidase a su hijo, luego Adam apareció y se enteró de todo, no sé por qué, pero me miró de forma distinta, casi no se creía lo que había hecho. ¿Qué? Me caí de un estúpido avión por estar ayudándolo, ¿no? ¡Yo tenía mis momentos amables!
Ok, inicio de la invasión, las hormonas llegaron antes de tiempo. Me estaba alterando por gusto y yo jamás me alteraba.
...
El director de la película era un tipo morboso que no me caía bien, no dejó de mirarme los pechos en ningún momento, ¡hey! Sé que estoy buena, pero también estoy casada, ya pondría en su lugar a ese hombre luego, por supuesto, tuve una discusión con él sobre el niño de seis años que me perseguía a todas partes, pero duró muy poco por mi posición en este lugar.
Al fin ser la esposa del imbécil aburrido funcionaba para algo.
—¿Y dónde está tu padre?
—Está fuera de la ciudad salvando vidas, es médico. ¿Dónde está el tuyo?
Esto era lo detestable de los niños, debían preguntarlo todo. Nos hallábamos sentados en dos sillas que nos facilitaron por orden mía para poder estar sentada y así la criatura se entretuviese. A unos metros de nosotros quedaban los actores ensayando mientras los de iluminación terminaban de preparar lo que parecería un castillo derrumbado. Adam no me quitaba los ojos de encima, juraría que ni había dicho una línea bien.
—No hablemos de mí, niño, cuéntame qué juegos te gustan.
—¡Me gustan los doctores! ¿Y a ti?
—Oh, a mí también me gustan los doctores, pero no creo que por las mismas razones.
Escuché un resoplido por parte de Adam, eso le pasaba por andar de chismoso.
—Cuando sea grande voy a ser millonario para que mi mamá y mi papá no tengan que viajar mucho y así podamos estar los tres juntos.
—Lo tienes todo preparado, ¿no?
—¡Sí! Seré un hombre que da muchos discursos, a mi mamá le gusta dar discursos, pero nadie le paga por eso, y a mí también me gusta porque quiero ser como ella.
—¿Tu mamá no es maquillista?
—¡Pero va a dar discursos! Lo sé, ella me dice que, cuando eres muy bueno en algo al final la gente verá tu talento y lo apreciará, así como el señor Carver, ella solo se está demorando un poquito en llegar.
Eso me dejó pensando y no muchas personas tenían ese merito, sin embargo, este niño de seis años lo hizo. Quería ser como su madre porque confiaba en que ella iba a lograrlo y no quería quedarse atrás, me hacía preguntarme... ¿mi mocoso querrá ser como yo? Porque iba a tener una vida complicada al querer imitarme.
—Debes realmente querer a tu madre para confiar tanto en ella.
—Mi mamá es la mejor.
Tenía un brillo en los ojos muy bonito cuando hablaba de su madre, de pronto me sentí diferente cuando puse una mano sobre mi estómago, ¿me pasaba algo malo?, ¿qué estaba sintiendo? Yo nunca había sentido nada por nadie, ¡¿qué me estaba pasando?! Miré de forma automática a Adam, él estaba mirándome fijamente con un guión en la mano cuando comprendió mi mirada, en estos dos meses habíamos aprendido a entendernos sin hablarnos, era algo estúpidamente raro que no me sucedía a menudo.
Antes de poder procesarlo ya tenía a Adam frente a mí, alcé mi mirada hacia él, pero me lo facilitó todo al arrodillarse para quedar a mi altura. El muy cretino me sacaba una cabeza, así que de esta forma estábamos parejos.
—¿Qué pasa?
Su mirada era dulce, ¿cómo alguien podía tenerle esa mirada a una persona que lo molestaba tanto?
—No lo sé.
Y, de alguna forma, era como si él lo supiera.
Gracias por llegar hasta aquí y espero que sigas, estimado lector o lectora.
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Cómo lo llamarían? Los leo y respondo a ver si aciertan.
Dejen muchos votos si aman a Adam o a Andrea. Y nos vemos. Besos😘
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro