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Parte 15

Decimoquinto capítulo

Andrea Berroncille

Ojalá pudiese suicidarme, así me iría al infierno y no tendría que estar un segundo más en este sitio hecho para torturarme, era una prisión, me sentía tan malditamente mal que ya había considerado lanzarme de la ventana en más de una ocasión.

-Andrea, ya te preparé el desayuno como me dijiste que te gustaba, ¿algo más?

-¿Qué te parece meter tus testículos en una batidora? Ellos son los culpables de todo esto -respondí mientras me sentaba a la mesa-, ¿no vas a comer?

-No puedo ahora, me dejaste una imagen visual que me durará todo el día.

Sonreí ante el hecho de haber conseguido molestarle, me había mudado a su apartamento de rico el día de ayer y desde entonces mi humor no podía estar peor, así que fastidiarle un poco me alegraba enormemente. El principito, por otro lado, estaba extrañamente amable y considerado, me dio una habitación privada, me hacía el desayuno, me compró nueva ropa que jamás iba a usar, creo que si le pedía una estrella me preguntaría cuál.

-Ah, no te había dicho, pero hoy estaré fuera por casi todo el día, llamé a una empleada para que se encargue de... -se quedó buscando una palabra en el aire.

-¿Vigilarme?

-No, claro que no -bufó-, digamos que podrás pedirle cualquier cosa si la necesitas. -Hizo una pausa para irse, pero luego se volteó de nuevo hacia mí que comía tranquilamente a la mesa-. Por favor, no la mates.

-Claro, si no me aburro demasiado entonces no tendré que matarla para divertirme.

-Dioses, espero que esto siga siendo una metáfora.

El apartamento de Adam era relativamente pequeño a petición mía, quería mudarnos a una casa de cuatro plantas con tobogán a una piscina desde el cuarto. Yo no acepté y en vez de eso, escogí esta residencia no tan grande ni tan pequeña en la cual se podía tener un bebé sin crearme cargo de consciencia por los pobres niños de África.

En ese momento me encontraba sentada en el comedor que se separaba de la cocina solamente por un desayunador que la rodeaba por completo. El principito se fue alejando de esta para pasar a encaminarse a la sala que quedaba a unos metros de mí, fácilmente podía verla desde donde estaba sentada, pero el timbre de la puerta detuvo toda la escena.

Adam Carver

Iba de camino a la sala cuando el timbre sonó, miré hacia Andrea que seguía desayunando sin intenciones de levantarse, así que suspiré profundo para atender a quien estuviese molestando tan temprano en la mañana.

Solo que, cuando abrí la puerta mi sorpresa fue grande, había una mujer de estatura alta y cuerpo no tan pronunciado mirándome fijamente, estaba enojada, eso podía decirlo.

-Hola... Adam Carver, vaya, no puedo creer que fuese realmente cierto, menuda perra.

-Hemm... Buenos días, ¿puedo ayudarla?

-Sip, soy Keala Pionelli, ¿Andrea Berroncille vive aquí?

-Ah, eres la amiga de Andrea, sí, claro, pasa. Me alegra que tenga alguien para pasar el día.

Le abrí la puerta y la mujer pasó por delante de mí, meramente pude cerrarla cuando los gritos desde el comedor comenzaron a escucharse.

-¡Así que todo es cierto! ¡Eres una perra! ¡Perra y traidora!

-¡Adam! ¡¿Por qué demonios la dejaste entrar?! ¡Me quiere matar! ¡Va a matar a la madre de tu hijo, Adam!

Corrí rápidamente al comedor sin tener la menor idea de lo que sucedía, cuando llegué al mismo pude ver a Andrea rodeando la mesa mientras su amiga la perseguía en círculos. Parecían dos niñas.

-¡Adam! ¡Atrápala, atrápala, principito imbécil!

-Me dijo que era tu amiga -traté de excusarme.

-¿Ella está embarazada de tu hijo? Me parece que no, ¡así que atrápala, imbécil, antes de que me mate!

No entendía nada, pero Andrea me miraba a veces de una forma que me resultaba imposible negarme, di unos pasos hacia la mujer, pero de solo querer tomarla por los brazos saltó hasta colocarse delante de mí.

-¡No te atrevas! En unos minutos procesaré el hecho de que Adam Carver intentó agarrarme, pero ahora mismo mi enojo con esta perra traidora es mucho mayor.

Confirmado. La nueva estaba loca, definitivamente era amiga de Andrea. Ah, y yo estaba peor que en juegos mentales.

-¡No te dije nada para no preocuparte!

-¿Preocuparme? Por favor, no me dijiste nada porque no tenías ganas de soportarme luego de tener que explicarme que estás embarazada de ADAM CARVER.

-Pues sí, te ibas a poner chillona y no tenía humor para eso. Ah, por cierto, me caí de un avión, ¿lo viste? ¿O solo te importa el hijo del imbécil?

Vaya, me alegraba su estima. Un momento, ¿Andrea no se extrañaba por la forma de su amiga decir mi nombre?

-¡¿Crees que vine solo por el bebé?! Me tuve que enterar por Diego sobre el avión, ¿cuándo pensabas decírmelo? ¿Cuándo yo tuviera un accidente y te encontrara en el infierno por casualidad? Así podría decirte: oh, Andrea, ¿qué haces aquí? ¡Y de paso tener más tiempo para torturarte!

-Vamos, Keala, ya estás aquí, ya lo sabes todo, podemos hablar de ello como dos personas civilizadas, sabes lo mucho que te quiero, y para demostrártelo... ¿quieres chocolate? Le pedí a Adam que comprara de sobra.

-Te odio, y odio más que sepas cuanto adoro el chocolate.

Y, así, sin más. Ambas locas corrieron a abrazarse. Una cosa era segura, ni de broma yo quería estar en el mismo infierno que ellas, pediría traslado si sucedía.

-Espera -intervine yo-, ¿por eso me pediste que comprara chocolate? Pensé que te gustaba.

-Adam, yo odio el chocolate -me respondió sin soltar a su loca.

¡¿Qué?! ¿Qué clase de persona odiaba el chocolate? Demostrado, esa mujer visitaba este planeta por casualidad, no era terrestre, claro que no.

-Vaya, un nuevo dato que tengo sobre la madre de mi hijo, ¿qué será lo próximo? ¿No te gusta la pizza con queso?

-En realidad -decía su amiga mientras se separaba de ella para mirarme-, a Andrea no le gusta la pizza, ni el queso, ni las aceitunas, pero adora el brócoli.

Extraterrestre, Adam, no infartes, ella simplemente no es de este planeta. Me decía a mí mismo antes de ir a la habitación a cambiarme para poder salir.

Andrea Berroncille

Keala estuvo poco tiempo hablando conmigo porque realmente no tenía nada para contarle que ya no supiese antes la muy chismosa. Realmente, de todas las personas que tenía en mi vida, ella era la única que podía llegar a importarme mínimamente, y eso en mi lenguaje era decir demasiado.

Dejando la cursilería a un lado, Keala pareció llevarse muy bien con Adam en la media hora que estuvo en la casa, quiso quedarse más tiempo, pero tenía algo importante por hacer. Me lo dijo, se me olvidó, no me siento culpable por ello.

De lo que sí me acuerdo es que la casa iba a quedar solita para mí cuando mi mejor amiga mencionó que el idiota de Diego venía, en cuanto el principito escuchó esto dijo que lo habían llamado y podía retrasarse un poco. Sonó a completa mentira, pero no entendía nada, ¿por qué Adam no nos quería a Diego y a mí solos en el apartamento? Por los mil demonios, era gay y como mi hermano, resultaba más probable que me acostara con Keala que con él.

-De verdad, me pospusieron la entrevista, hablo en serio.

-Cuando dices "hablo en serio" es porque estás mintiendo como una pudín.

Estaba sentada en el sofá luego de despedir a Keala mientras él se reía desde el centro de la sala.

-¿Cómo un pudín?

-Sí, porque parecen realmente asquerosos, pero una vez los pruebas son muy ricos. Así que son engañosos, ¡ellos mienten! Y tú mientes como un pudín.

-¿Porque soy rico una vez me pruebas?

Le arqueé una ceja.

-Tienes suerte de que no recuerde del día que nos acostamos, o tendría pruebas para refutar lo que dices.

El timbre sonó y nadie pudo decir nada más. Yo solo le hice una seña con la mano a Adam para que fuese a abrir, él rodó los ojos, pero no tardó en marcharse.

No pasó mucho tiempo para que escuchase dos voces a lo lejos, desde donde estaba solo se divisaba el pasillo por el cual se llegaba a la puerta principal, estuve atenta a este hasta el momento en que Diego y Adam aparecieron por el mismo.

-Vaya, qué buen aspecto tiene mi nena, te quedas con todo el brillo de la habitación solamente por tu sonrisa.

Mi rostro serio y enojado debía haber dicho todo por mí, pero no, el idiota de Diego se aproximó hasta donde estaba para besarme en ambas mejillas a la fuerza. ¡Aquello era acoso! Fui una pobre víctima que nunca vio la justicia.

-¡Sal de arriba de mí! ¡Adam!!

Solo pude escuchar los pasos del principito aproximándose a nosotros porque Diego me estaba abrazando hasta cortarme la respiración. Por suerte, el señorito cede espermas le dijo unas palabras a Diego que consiguieron ponerlo aparte, ya me estaba emocionando cuando vi que él se quedó sentado a mi lado con un brazo estirado sobre mis hombros.

-Así que, ya han terminado de desempacar, eso fue rápido, apenas se mudaron ayer.

Prácticamente lo mismo que dijo Keala.

-No me gusta dejar cosas pendientes, por eso apresuré la mudanza -le decía Adam que se sentó en el sofá frente a nosotros, su mirada era tenebrosa-. Andrea, por otro lado, creo que todavía no desempaca nada en su habitación.

-Me da cansancio.

-Puedo pedirle a alguien que lo haga por ti, pero me has dicho un millón de veces lo mismo...

-No quiero a nadie tocando mis cosas -dijimos los dos al mismo tiempo.

Diego rio con la situación.

-Veo que ya vas comenzando a conocerla, y si ahora es irritante verás cómo se pone de mandona y criticona cuando se enoja contigo.

Le golpeé en el hombro por lengua larga.

-Lo dices como si no fueses a extrañarme por ahí.

-Claro que voy a extrañarte, nena, ¿cómo podré vivir ahora sin que ronques a mi lado cada noche?

-¡Yo no ronco!

Seguimos discutiendo por un minuto entero sobre tonterías que él decía que yo hacía, pero no eran ciertas, bueno... puede que un poco, ¡igual nadie debía enterarse!

La guerra entre Diego y yo siguió por largo rato cuando yo comencé a retratar cada uno de sus defectos, luego empezamos a reírnos de algo que él dijo y la discusión terminó para pasar a narrar anécdotas sobre cosas que nos pasaron en aquel edificio.

-Por última vez, Diego, no estaba borracha.

-Estabas tan borracha que no pudiste bañarte sola, ¡dioses! Una imagen que no sacaré nunca de mi cabeza.

Adam debió haber malinterpretado esta parte porque comenzó a mirar a Diego de forma extraña, para este momento tenía una botella de agua en la mano que estrujaba disimuladamente, yo lo notaba todo, y disfrutaba el proceso. No tenía remedio, me encantaba ver sufrir a la gente.

-¿Por cuánto tiempo vivieron juntos? -preguntó él.

-Pues... ¿Cuánto es ya, Andrea? Si tengo treinta ahora, y tú llegaste cuando tenías... bueno, eso sumado a lo de antes, no lo sé, ¿toda la vida?

Comencé a hacer cálculos también, pero era absurdo, llevaba viviendo con Diego desde hacía muchísimo tiempo.

-Vaya, me parece increíble que llevéis tanto tiempo compartiendo techo, pero nada haya pasado entre vosotros.

Diego y yo nos miramos seriamente para seguidamente reírnos en su cara sin poder evitarlo, Diego hasta comenzó a llorar de la risa, tuvo que encorvarse para poder sostenerla.

-¿Andrea y yo? -No podía dejar de reír-, a ver, a ver, te explico, amigo, ella es como mi hermana pequeña, ¡hasta la he visto crecer! Además, hace mucho tiempo que no me interesa una mujer.

-Sí, Adam, es más probable que tú seas su tipo.

De pronto vi que el hombre pasaba a mostrar cara de vergüenza.

-No te preocupes, me gustan más los rubios y los pelirrojos. Como sea, ¿tienen comida aquí? Muero de hambre.

Una hora después, Diego había terminado de desayunar en nuestro apartamento y estaba en mi habitación desempacando las cosas. Adam se hallaba en la cocina hablando con Harley por teléfono, creo que le estaba gritando por no haber ido a la entrevista, yo me dirigía allí porque tenía sed, pero el imbécil de Adam llenó el refrigerador con botellas de agua natural. No había nada en jarra o algo así, ni siquiera usaba los vasos, se las bebía directo. Yo siempre tomaba una botella para verterla primero y luego tomármela.

-Andrea. -Vi que me llamaba y levanté la mirada hacia él-. Quería... pedirte disculpas por lo de antes, como siempre los veía a Diego y a ti tan unidos pensé que entre ambos había algo.

-Está bien, ya me había dado cuenta de que estabas confundiendo las cosas.

Su rostro pasó a estar entre sorpresa y enfado.

-¿Y por qué no me aclaraste nada?

-¿Por qué debería darte explicaciones de mi vida, principito? Además, era divertido verte celoso.

-¡Yo no estaba celoso!

Nos hallábamos dentro de la cocina, yo le asentí con la cabeza para poner fin a la discusión cuando me volteé para guardar la botella de agua en el refrigerador, pero Adam me tomó por el brazo para volver a colocarme frente a él.

-Hey, de verdad que no estaba celoso. Y sobre lo otro, no es que debas darme explicaciones, pero vivimos juntos y vas a tener a mi hijo, creo que merezco saber mínimo cuando vayas a salir con alguien, yo te avisaría si una mujer me interesara.

-Bueno... puede que no sea mala idea, y si alguno va a traer a alguien en la noche, también dar un aviso para evitar situaciones incómodas. En la Universidad solíamos poner un cartelito en la manilla de la puerta que decía: "humanos trabajando, no moleste".

Comencé a sonreír de solo imaginarme aquellos tiempos, pero la pregunta de Adam me sacó de mis pensamientos.

-¿Tú fuiste a la Universidad?

-Uno de estos días puede que dejes de juzgar un libro por su portada, pero discutir con Diego me puso de buen humor, puede que te lo perdone. Claro, a ti el humor con él te funcionó distinto.

Sonreí malvadamente antes de darme la vuelta, pero él volvió a tomarme del brazo para voltearme.

-Te repito que no estaba celoso.

-Oye, no tiene importancia si lo estabas o no, me da completamente igual, y si te hace sentir mejor, siempre podemos hacer un remake de esa noche y así no habrá tensiones.

-Tú estás demente.

Me soltó la mano para irse, pero esta vez quien no iba a dejar la conversación así era yo. Oh, no, señorito, terminas lo que empiezas. Le adelanté el paso hasta colocarme frente a él y me acerqué lo más que pude porque Adam me sacaba una cabeza.

-Veamos, ninguno de los dos recuerda el día que nos acostamos, puede ser algo bueno o no, pero si lo pienso mejor... no me gustaría ir por ahí diciendo que no tengo ni idea de qué hace el padre de mi hijo en la cama, sería extraño, ¿sabes? -comencé a acariciarle el pecho lentamente-, por suerte para ambos, eso tiene arreglo.

-Andrea, no voy a tener sexo contigo solo para que sacies tu curiosidad.

-Bueno, si buscas mejores razones...

Antes de que pudiese reaccionar me subí a la encimera, coloqué la botella de agua a un lado junto a otra y estiré mi mano hasta su camisa, lo acerqué a mí sin mucho esfuerzo, en serio me lo estaba poniendo fácil. Enredé mis piernas alrededor de su cintura y pude ver perfectamente el momento en el cual Adam comenzó a controlar su respiración, amaba hacer esto.

-Si buscas razones, Adam, ¿qué te parece si te digo que anoche tuve un sueño contigo? Estábamos tú y yo en esta cocina besándonos, tus manos sobre mi cuerpo... -me acerqué hasta sus labios e hice este sonido que viene desde la garganta capaz de corromper a cualquier hombre-... fue algo que me levantó bastante estimulada, ¿puedes imaginártelo?

Mis manos alcanzaron sus hombros y, desde ahí, comencé a acariciar su piel hasta llegar al cuello de su camisa mientras mis piernas iban pegándose más a su cintura. Vi que envolvía ambas manos en puños para evitar tocarme y no demoré en coger una de ellas para colocarla sobre mi muslo, a la otra le di un recorrido por mi rostro hasta llegar a mi clavícula. Adam tenía las pupilas dilatadas por el deseo y comenzaba a hiperventilar mientras su pecho subía y bajaba, adoraba verlo así, estaba casi listo.

Me acerqué más hasta que mi boca quedó a milímetros de la suya, mis ojos la observaron con tentación mientras los suyos comenzaban a cerrarse a esperas de que lo besara, fue entonces cuando una de mis manos llegó hasta el cabello negro de Adam y se adentró en el mismo.

-¿Quieres más? Porque puedo...

No me dejó terminar, la mano que estaba en mi pierna se cerró con fuerza hasta atraerme a su cuerpo con velocidad, me agarré a su cuello para sostenerme mejor mientras podía ir sintiendo cómo se desesperaba. Ja, que me negara ahora si no era hombre fácil. Había conseguido lo que quería y estaba dispuesta a separarme cuando sentí su otra mano recorrerme el rostro para luego acercarme con fuerza a su boca, sentí sus labios sobre los míos antes de poder siquiera procesarlo, pero no me alejé. Me gustaba cómo me besaba.

Adam Carver

Estaba desesperado, necesitaba más de ella, necesitaba urgentemente besarla, tocarla, ¡algo! Nunca había sentido esto por una mujer y menos con lo poco que Andrea me había tocado, pero esa visión mental que me había puesto en la cabeza... ¡Dioses! ¡Hizo que me la imaginara hasta desnuda! Y ese sonido... joder, me hizo pensar en cosas que me había hasta prohibido... no podía más, debía hacer algo.

Ella fue a decirme algo y sabía que su juego era excitarme para luego alejarse, pero no se lo iba a permitir, oh, no, se termina lo que se empieza. No sé bien qué pasó, solo que al pasar de los minutos yo estaba sosteniéndola mientras la besaba... y ella me devolvía el beso. Sus labios eran lo más delicioso que hubiese probado nunca, no quería dejar de besarla jamás, la mano que estaba en su rostro fue bajando hasta llegar a su espalda, la acerqué más a mí mientras movía la cabeza para tener mejor acceso a su boca, no estaba satisfecho de ninguna forma, quería más.

Andrea se separó de mí mientras mi pecho subía y bajaba, no, no, que no me deje así, yo estaba recordando cómo se respiraba mientras trataba de controlarme como nunca para no volver a besarla, sentí sus manos llegar hasta mi camiseta y antes de procesarlo ya me la había sacado, se lo permití sin ningún esfuerzo, creo que en ese momento le hubiese dado todo lo que me hubiese pedido. La opresión solo aumentó más cuando ella acercó su boca hasta mi cuello para comenzar a morderlo suavemente entre beso y beso, la tomé por las piernas para acercarla más, quería levantarla y llevarla hasta mi habitación, terminar esto de una maldita vez.

-Adam... -maldición, qué bien sonaba mi nombre en sus labios cuando me lo susurraba al oído-, ¿por qué no recorres la piel que está bajo mi blusa? ¿Tienes miedo?

Hasta la médula, nunca había estado tan asustado en mi vida.

-No, no tengo miedo. Solo... -Vamos, piensa en algo-, solo... no sé lo que tú quieres.

Ella comenzó a reír de la forma más sensual posible mientras se separaba para volver a quedar a centímetros de mi boca, no pude despegar la mirada de sus labios en ningún momento.

-Creo haberlo dejado claro, te quiero a ti.

Sonaba a mentira, pero era la mentira más hermosa que me habían dicho, y por mucho que quise resistirme, volví a acercarme hasta llegar a su boca de nuevo, la besé lentamente, saboreé sus labios, primero el de arriba y luego el de abajo antes de apoderarme de toda su boca y tocar su lengua con la mía. Sentí entonces la mano de Andrea bajar hasta mi cintura, aquello era demasiado, la necesitaba ya. Lo peor es que ella hacía círculos con su mano muy cerca, pero sin llegar a tocarme, y quería, estaba sintiendo cómo me desesperaba.

Nuevamente volvió a alejarse de mí, esta vez busqué por instinto su boca para continuar el beso, ¿no se daba cuenta de que estaba desesperándome con sus juegos? Tal vez y por eso lo hacía.

-Espera, creo que ya sé lo que necesitas.

¿A ti deseándome por completo? Si esa no es la respuesta entonces no sé cuál.

-Andrea... -No podía hablar.

-Estás muy caliente, Adam... -Hablaba la culpable-... necesitas refrescarte un poco.

Y de pronto sentí agua fría cayendo desde mi cabeza hasta recorrerme el cuerpo, Andrea me vació arriba una botella entera de agua. Yo tuve que apartarme un poco de ella para limpiarme el rostro porque no veía, sin embargo, tiempo a eso no me dio cuando sentí que me lanzaba un chorro de agua en el estómago.

-¡Andrea! ¡Andrea, para ya!

-Eso no decías hace unos minutos, espera aquí que te traigo más.

¿Más? ¿De qué estaba...? Yo me concentraba en limpiarme el agua cuando de pronto la vi a ella de pie frente a mí sacando algo del refrigerador, no procesaba nada cuando la señorita volvió a lanzarme agua.

-¡Andrea!! ¿Pero qué demonios estás...?

Antes de terminar, ella se sacó la camiseta y quedó solamente en ajustador.

Santa. Divinidad.

Debí haberme quedado como idiota mirándole el pecho porque escuché una risa por su parte.

-Esta vez fue más interesante que la primera, debo admitir.

Quería hablar, pero había olvidado cómo se hacía eso, apenas recordaba cómo era respirar. Estaba tratando de salir del trauma y controlándome para no ir a por ella cuando la señorita llevó sus manos hasta su pantalón. Oh, no, de ninguna manera se lo iba a permitir. Me veía teniendo sexo con ella en los próximo minutos. Y no es que no quisiera, quería y desesperadamente, pero me había quedado claro ahorita que solo jugaba conmigo.

Corrí hacia Andrea y le tomé ambas manos antes de hablarle lo más serio que pude.

-¿Se puede saber qué estás haciendo?

-¿Qué? ¿No quieres que termine? -Tuve que tragar en seco para no responder-, vamos, Adam, dime... ¿no quieres saber cómo termina esto?

La miré fijamente, quería saber cómo se sentiría tenerla... no podía literalmente pensar en más nada que en ella en ese momento. Tuve que pestañear varias veces antes de responder.

-Pues... si tú... si tú quieres, yo... -¿Por qué estaba temblándome la voz?

Andrea sonrió de esa forma espectacular que solamente ella sabía hacer y yo estaba a punto de acercarme a besarla cuando sentí algo horriblemente frío dentro de mis pantalones.

Era hielo. La muy... Andrea había colocado hielo dentro de mis pantalones mientras se reía como nunca en mi cara, hasta tuvo que encorvarse de la risa mientras yo trataba de sacarme esa cosa fría. ¡Joder, era tan frío que dolía!

-Seamos honestos -logró decir entre tanta risa-, no ibas a bajar eso de otra forma porque entre tú y yo no va a pasar nada. No eres mi tipo.

Estaba enojado enormemente. Con ella por usarme, conmigo por caer en eso, y con el universo por ponerme a esta loca en mi camino.

-¿Esto te divierte? ¿En serio? Andrea, ¿es que no tienes la mínima idea de lo que es...?

-Ya me sé el discurso, puedes ahorrártelo. No, no tengo sentimientos ni emociones, no me interesa en lo absoluto lo que sienta el resto y sí, es cruel, pero así es la vida, trata de tomártela con un poco de risas y verás cómo se te hace más fácil vivirla.

No tenía palabras. Esa mujer era un demonio reencarnado. La odiaba, diablos, la odiaba tanto como la deseaba. Iba a decirle algo, pero nuevamente volvió a coger una botella de agua y apretarla con fuerza hasta que el chorro me inundó de nuevo, de acuerdo, eso era todo, yo quería tener una conversación de adultos y ella se comportaba como una niña, me acerqué para quitarle la botella, pero debí haberla apretado con fuerza al tomarla porque un chorro salió hacia Andrea.

Ups, cuánto lo lamentaba.

-Te vas a enterar.

Y así, sin más. Comenzamos a lanzarnos agua. Al parecer, Andrea guardaba globos de agua en el refrigerador que se convirtió en una fortaleza para recargar municiones, si llegabas a este, claro. Debía admitir una cosa, fue una buena forma de liberar el enojo que le tenía. Diez minutos después estábamos completamente empapados, adoloridos, y no de la forma que había pensado diez minutos atrás. Esta mujer tenía el increíble talento de enojarte hasta los huesos y luego conseguir que te olvidaras de todo con alguna estupidez.

Andrea Berroncille

¡No me divertía tanto en mucho tiempo! Literalmente estuve riendo por diez minutos enteros junto a Adam que había construido su fuerte del otro lado del desayunador, yo tuve que quedarme con la esquina derecha de la cocina, del otro lado de las encimeras. Habíamos estado lanzándonos globos y botellas de agua todo el tiempo, ¡fue muy divertido! Incluso más que cuando estaba provocándolo. No entendía, la mayor parte del tiempo que enojaba así a una persona, no se ponía a reírse conmigo, eso debió haberme molestado, pero la verdad es que no podía.

-Pero, ¿qué mierda está pasando aquí?

Me detuve al escuchar la voz de Diego, oh, oh, papá llegó a la casa.

-¡Diego! -salté de mi escondite para correr media casa hasta llegar a él y abrazarlo-, ¿ya terminaste mi habitación?

-Algo así, ¿pero qué están haciendo ustedes? ¿Y por qué no tienes camisa?

Al rato apareció Adam a mi lado, igual de mojado, igual de desnudo en la parte de arriba. Diego podía imaginarse tanto como quisiera, yo me divertí más lanzándole globos de agua que teniendo sexo con él. Vale, no es que el sexo no fuese mejor, pero... ¿desde hacía cuanto podía reír tanto con un hombre sin llegar a eso? Puede que hubiese sido una bruja al jugar con sus sentimientos hacía unos quince minutos, pero en ese momento estaba sinceramente feliz.

-Andrea, ¿Se puede saber en qué parte del planeta quedó tu cerebro?

-¿No tienes que irte?

-¿Por qué? ¿Tienes algo urgente por hacer cuando me vaya? -desvió su mirada hacia Adam-, y tú, ya es bastante con que la preñaste, ¿de verdad pensaban en hacerlo aquí? ¿Conmigo en la otra habitación? Por favor, que ella esté loca no quiere decir que tú debas estarlo.

-Lo siento, pero solo estábamos lanzándonos agua, de verdad que no hacíamos nada.

No ahora, obvio.

-¿Crees que no sé eso? Andrea no tiene...

-Diego, cariño, hermano querido -solo le llamaba así cuando quería obtener algo de su parte-, lárgate ahora mismo.

Él me miró con una sonrisa en el rostro.

-Ya me iba. Por cierto, Adam -lo miró de arriba abajo-, es una lástima que Andrea no vaya a aprovecharse de ti.

Adam lo miró con cara de desconocido antes de voltearse para ir a por su camisa, sin embargo, de solo hacerlo, Diego se le quedó mirando la espalda y esta vez con cara de quien revive una pesadilla. Miré a Adam por instinto, se le veía un pequeño tatuaje y unos lunares raros en la piel, ¿estaba Diego vacilándolo? ¿Ligándose al padre de mi mocoso en mis narices? Estaba a punto de acercarme y golpearle en la entrepierna como castigo cuando una voz hizo detener todo.

-Oh, ¡por mis reyes! ¿Adam?

Los tres nos volteamos y pudimos ver a la Condesa, madre de Adam y a un hombre tomado de su mano, era su padrastro, lo reconocía de la gala y en el hospital lo vi de lejos. Ambos estaban con la boca abierta mirándonos, primero a su hijo y luego a mí que estábamos sin camisa y completamente mojados, luego a Diego que estaba haciendo su mejor esfuerzo por parecer serio.

-Thomas... madre, ¿qué hacen aquí? ¿Y por qué no los oímos entrar? -decía mientras se colocaba una camisa.

-¿Esa es tu pregunta, Adam Carver? -Odiaba a esa mujer-. Por el amor de los dioses, arreglen este desastre de inmediato.

Vale, no la odiaba, solo estaba dispuesta a ir al cielo en vez de estar en la misma habitación que ella.

Adam Carver

Maldita Andrea que me hizo odiar el momento en que se colocó una blusa arriba, y maldito yo por desear a una mujer como ella. En serio, Dioses, ¿a quién maté en mi otra vida? ¿Al presidente? Lo que me quedaba claro era que ella y yo no estábamos hechos para estar juntos, me molestaba la facilidad con la cual jugaba con la gente y luego ni se arrepentía de ello. No era un alíen, era un demonio.

Mi madre rechazó entrar a la casa y no dejó de hacerle preguntas a Diego dado que era el único familiar de Andrea, su decepción era obvia al ver que tenía treinta años, era dueño de una cafetería de mala muerte, no tenía relación estable y sus padres estaban muertos.

-Por favor, madre, ni que fuese a casarme con él.

Ella me miró como si quisiera asesinarme mientras Diego se escurría para marcharse. Era un hombre con suerte. Una vez Diego se marchó luego de darme un abrazo que para nada me esperaba, Thomas fue quien continuó su labor de hacernos sentir como en una comisaría. ¡Mi único crimen fue embarazarla y puede que no tenga pruebas, pero tampoco dudas de que esa mujer fue quien se aprovechó de mí!

-Entonces, ¿ya tienen fecha para la boda?

-Sí, será en unas semanas -respondió Andrea muy elegantemente sentada en el sofá de la sala.

-¿En unas semanas? -exclamaron ellos, ambos de pie.

Yo solo la miré atónito. ¡No habíamos hablado de eso!

-Sí, a Adam y a mí solo nos importa estar juntos, y dado que estoy embarazada, pues es mejor acelerar las cosas. Creemos prudente casarnos en dos semanas, será algo pequeño, estaremos contentos con tener los papeles firmados. ¿Verdad, cariño?

Yo me había quedado en la parte que dijo: "prudente" no la creía capaz de pronunciar esa palabra, debía ser como sal para un demonio.

-Sí, así es, lo discutimos varias veces y es lo que queremos hacer.

Andrea solo miraba a mi madre y ella no le negaba el reto. No sabía lo que estaba pasando, pero claro era que involucraba a la Condesa, Thomas se abstuvo a felicitarnos y luego pedir hablar a solas conmigo.

Andrea Berroncille

-¿De verdad vas a seguir con esto, niña?

-No tengo idea de lo que me habla, señora.

Nos hallábamos las dos a solas desde que el padrastro de Adam abandonó la sala con él, la Condesa estaba sentada frente a mí, ambas en perfecta posición, ambas mirándonos como si pudiésemos matarnos así.

-Te conozco, no eres capaz de ser madre, ni siquiera eres capaz de amar a ese bebé, vas a matarlo en cuanto tengas la oportunidad y vas a hacer lo mismo con mi hijo.

-Curiosamente, no creo que Adam la extrañe si algo le sucede.

La mujer se levantó de su asiento para dirigirse hacia mí y cogerme por el brazo con fuerza hasta colocarme a su altura. No perdí sus ojos de vista, yo no caía fácilmente.

-Avrò ancora voglia di distruggerti -susurró en italiano, como si yo no dominara ocho idiomas-. Te destruiré, Andrea Berroncille, no creas que esto cambia algo porque no lo hace. Aunque tengas mil nietos míos.

-Solo que, si caigo yo, cae su hijo, ¿no lo ve? Está loco por mí, y puede que en el terreno sentimental no le importe, pero la prensa tendrá mucho de qué hablar cuando descubra que su hijo le dio la espalda a vuestra tan importante familia.

Ella soltó el agarre en mi brazo para abstenerse a mirarme sin hablar.

-Así es, Condesa, le guste o no, estas son las reglas del juego, tengo a su familia cogida de mi mano, será mejor que tenga cuidado en los pasos que da. Acéptelo, no puede hacer nada en mi contra, así que todo ese drama de quererme destruir no es más que teatro para disimular su orgullo herido. Yo gané.

Ella quedó mirándome a los ojos con ira.

-Nenavizhu tebya, Andrea Berroncille -escuché que decía en ruso.

-¿Y por qué me odia tanto?

No pudimos continuar la increíble conversación que estábamos teniendo porque entraron Adam y su padrastro, y no sé cómo, pero cuando él me miró me hizo una seña para preguntarme si estaba todo bien, ¿acaso acababa de leerme? Wow, este tipo venía de otro planeta.

Por suerte, el matrimonio perfecto se fue a los pocos minutos. El principito me comentó que era realmente extraño el hecho de que hubiesen ido a visitarlo, no lo hacían desde sus dieciocho años cuando se mudó de casa, y solo lo vieron en una ocasión porque ese día la prensa estaba siguiéndolo.

La paz se hizo finalmente luego de tantas visitas. Eran casi las ocho de la noche y estaba a punto de irme a mi habitación cuando descubrí que mi cuarto estaba vacío, como si fuese una habitación de invitados. Iban a rodar cabezas en esta casa, nunca dejaba a nadie tocar mis cosas excepto a Diego, pero el muy idiota las había escondido, ¡ni que fuésemos niños!

-Andrea, creo saber dónde están tus cosas.

-¿Dónde? Y como digas que las lanzó por la ventana, juro por los mil demonios que...

-Tranquila, están en mi habitación, acabo de hablar con Diego, me dijo que se equivocó y comenzó a desempacar en mi cuarto por ser la habitación principal. Solo debemos...

Y el timbre sonó de nuevo. Joder, pero, ¿qué tenía la gente con venir a vernos el día de hoy?

-Escucha lo que te voy a decir, Adam Carver, como dejes pasar a quien sea que esté allá fuera para aquí dentro, voy a matarlo.

-Veré quién es y lo despido rápido.

-Gracias.

Adam Carver

Andrea estaba sentada a mi lado en el sofá, tenía su mejor mirada hipócrita disfrazando su enojo mientras yo le tenía tendido un brazo por encima de los hombros, honestamente, prefería ni tener que tocarla luego de lo sucedido en la cocina durante la tarde, pero claro, mi suerte solo podía empeorar.

Cabe recalcar que Sandra, mi exnovia, estaba sentada en el sofá frente a nosotros, con las piernas cruzadas y una mano sobre la rodilla. Parecía princesa, pero era otro demonio más. Joder, estaba rodeado por enviados de Satanás.

-Me sorprendió mucho cuando tus padres me dijeron que te casabas en dos semanas, contando con que conmigo, luego de años de relación, nunca quisiste.

-Porque a veces no es la cantidad de años lo que cuenta -le respondió Andrea a mi lado-, es que a veces ni siquiera importa cuánto se amen, si no saben cómo hacer las cosas funcionar, pues eventualmente terminarás sentada en un sofá con la mujer que sí supo conquistarlo delante de ti diciéndote que no eres bienvenida a pasar tiempo en su casa.

Sandra sonrió, Andrea alargó su sonrisa. Yo estaba tratando de controlarme para no sufrir un ataque de pánico. La tensión era demasiada.

-Entiendo, pero la verdad es que puedes estar tranquila porque yo también me caso.

-¿Qué? -exclamamos los dos por la sorpresa.

-Tenía una larga lista de pretendientes cuando salía contigo, Adancito, no habrás creído que me quedaría de duelo por ti.

-Sandra, rompimos hace unas semanas.

-Y tú te vas a casar con la madre de tu hijo, no eres quién para darme consejos.

Touché.

-¿Qué haces realmente aquí?

-Solo quiero ser vuestra amiga, y pues... bueno, pedirles que dejen quedarme esta noche. Tuve una discusión con mis padres y no puedo volver a casa.

-¿A ninguna de las nueve?

Andrea me miró a mí y luego a Sandra con ojos grandes, probablemente no creía que ella tuviese nueve casas, sí, la madre de mi hijo odiaba a los ricos, irónicamente.

-No sé cómo decirte esto sin herirte, princesita, lo haré de forma sutil. Puedes irte a vivir a la mierda si quieres porque no te quedarás aquí.

¿Sutil? ¿Y cómo rompía un corazón? Vaya, me compadezco del hombre que se meta en su camino, oh, no, un minuto, ese idiota fui yo.

-Andrea, cariño, si ella no tiene donde quedarse...

-Si ella se queda yo me tiro por la ventana.

-Por favor... no vas a...

...

-¡ANDREA! Andrea, déjate de locuras y baja de ahí.

La mujer se encontraba en la ventana de la sala con un pie fuera de esta.

-Es un bonito día para morir.

-¡Vale, vale! No se queda, ella no se queda.

Sandra se tuvo que ir porque Andrea no la quería en la casa, cuando le pregunté me dijo que no le gustaba su olor. ¡Su olor! Casi se tira de la ventana por su olor.

Al caer la noche nos fuimos a mi habitación, que era bastante grande, pero no tanto como acostumbraba. La cama estaba en el centro de la misma contra la pared paralela a la puerta principal, no tenía mucha diferencia con el otro cuarto, pero ella insistió en dormir aquí porque no le gustaba dormir sola. Andrea en ese momento se paseaba por el lugar para llegar hacia mí que desvestía la cama, no pude hacerlo cuando sentí las manos de la mujer acariciándome la espalda.

Di un salto hasta colocarme frente a ella.

-Oh, no, de eso nada, ¿te crees que soy idiota? No vas a jugar conmigo fácilmente, Andrea, ya es suficiente con lo de esta tarde para que ahora vengas a...

-Adam, tranquilo, solo quería llamar tu atención.

-La tienes.

-Déjame dormir en el lado derecho.

-Eso no tiene discusión, he dormido veintiocho años en el lado derecho y tengo intenciones de seguir así. No vas a cambiar mi opinión.

Andrea se acercó a mí, pero no me tocó, simplemente comenzó a ponerme una carita muy tierna que nunca le había visto, sus ojos hasta comenzaron a aguarse. ¿Cómo podía hacer eso?

-Por favor...

Joder, me estaba matando.

-No... no vas a convencerme así. Tengo alta resistencia a pucheros de mujer.

De repente cambió toda su expresión nuevamente, volvía a ser la Andrea de siempre.

-Muy bien, principito, si no me dejas dormir en el lado derecho voy a quitarme toda la ropa y dormir desnuda a tu lado.

Tuve que controlarme para no dejar la boca abierta y comenzar a babear con la imagen mental. Sí, quería dormir con ella así y ese era el maldito problema.

-No lo harías.

-Adam, ¿recuerdas cuando nos conocimos?

Mierda, mierda, mierda. ¡La odiaba!

-De acuerdo, te quedas con el lado derecho de la cama.

-¡Sí! -Y se puso de puntillas para darme un beso en los labios.

Luego me puso una mano en el pecho para colocarme a un lado y se acostó en la cama como todo un angelito. Yo suspiré profundo varias veces para controlarme. No sabía si tenía ganas de matarla o acostarme con ella. Esta mujer me era un misterio.

Y no sabía cómo iba a resistírmele los próximos nueve meses viviendo bajo el mismo techo hasta que este plan terminara.






Hola! Sí. Este capítulo quedó un poco más largo, pero es porque se presentan a casi todos los personajes. Hay un nuevo misterio oculto, díganme si lo vieron o tienen teorías.

¿Teorías sobre la Condesa? Los leo.

Dejen sus votos hermosos que me ayudan a escribir más y nos vemos😘

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