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Parte 14

Decimocuarto capítulo

Adam Carver

—¿Cómo que embarazada?

—Así es, idiota, embarazada de tu hijo. Tengo a una criatura mocosa creciendo dentro de mí como si esto fuese un parque de atracciones, pero no tienes que preocuparte por nada porque me lo voy a sacar.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! ¿Cuándo contaste conmigo para eso? Eso no va a suceder, no puedes... desaparecer a mi hijo.

Andrea se quedó mirándome por unos segundos como si quisiera descubrir lo que estaba pensando, la realidad era la siguiente: jamás la dejaría matar a mi futuro bebé. Estaba todavía aceptando el hecho de que iba a ser padre para que ella me dijera que eso no sería posible.

—Adam. —Su voz era como si hablase a un niño pequeño, juntó sus manos como si fuese a rezar y se detuvo a mirarme fijamente—, nos conocimos hace un poco más de dos semanas, no sabemos nada el uno del otro salvo detalles superficiales y poco importantes.

«Tu aún tienes una exnovia celosa que intento destruir a ella y su familia, y, por si fuera poco, solo nos hemos mentido sobre quienes somos realmente hasta el momento. No somos un matrimonio perfecto, ¡yo ni siquiera siento nada! No por ti, sino por nadie, ¡Por los mil demonios! ¿Cómo se te ocurre que voy a tener a tu hijo? ¡Lo odio solo por el hecho de estar dentro de mí!»

Escuchaba lo que decía con un peso en el pecho que no podía explicar. Siempre supuse que las madres tienen un instinto maternal, tal vez no la mía, pero lo había visto en otras, sin embargo, Andrea me decía que mataría a mi hijo como si fuese una decisión sencilla, yo no la dejaría hacerlo. Amaba a ese pequeño solo por el hecho de estar dentro de ella.

—No voy a dejar que lo hagas.

—No depende de ti.

—Eso lo veremos. Pero si desapareces a ese niño, Andrea, juro que usaré todo lo que esté entre mis manos para destruirte.

Andrea Berroncille

Mi rostro cambió por completo al escucharle decir eso, pero él no argumentó nada más. Se marchó de la habitación para dejarme sola. No podía creer lo que me estaba ocurriendo, embarazada, ¿yo? Esto debía ser una pesadilla.

Y solo estaba comenzando.

Si unas semanas atrás me hubiesen dicho que iba a terminar embarazada de un imbécil obstinante que resultaba ser más famoso que Leonardo Di Caprio o como se llamase ese sujeto, y a la misma vez estaría intentando descubrir por qué su madre me quería muerta, pues definitivamente... me lo hubiese creído porque eso suena a un lío en el cual yo me metería, pero igual estaba cabrón todo el asunto. Por si fuera poco, todos estaban a favor de que yo tuviese al bebé.

¡¿Y me llamaban a mí loca?!

—No —le respondí secamente a Diego mientras terminaba de llenar de agua otros globos.

—Andrea, por favor, piénsatelo, este bebé será como un sobrino para mí, sé que no es la forma tradicional o perfecta de hacer las cosas, pero borrarlo de la existencia tampoco es una solución ideal.

—Diego, estoy terminando de hacer globos de agua para lanzárselo a la gente que veo pasar por debajo de mi ventana mientras me recupero de un accidente que posiblemente me organizó la abuela de este mocoso, ¡no estoy lista para ser madre! Y tú mejor que cualquiera lo sabe, no soy ningún ideal de persona a seguir, no soy siquiera capaz de amar a alguien, es que nunca he tenido ni una madre, ¿cómo demonios me pides que sea una?

Diego no me respondió de inmediato, sino que se acercó a mí y tomó de mis manos los globos para lanzarlos por la ventana sin mirar a dónde pararían, ¡hey, que eso eran tiros desperdiciados! No me dejó quejarme por ello porque elevó mi mentón para mirarle a los ojos y me dijo con voz hipnotizadora:

—Eres Andrea Berroncille, has sobrevivido a todas las pruebas que la vida te ha puesto, estoy seguro de que puedes sobrevivir a esto también, ¿por qué? Porque estaré a tu lado en cada momento, no tienes que hacerlo sola, bebé, así que deja de ser tan testaruda y dale a tu hijo una oportunidad de vivir.

El solo hecho de que dijera: "tu hijo" me daban náuseas y ganas profundas de vomitar. Sus palabras, a pesar de hermosísimamente idiotas, no iba a caer en ellas.

—No hay nada de lo que digas que pueda hacerme cambiar de opinión con respecto a mi decisión de abortar. Es una locura siquiera considerar otra opción.

—¿Crees que no sé cómo convencerte? Válido, pues veamos —dijo a medida que se alejaba unos centímetros de mí para cruzarse de brazos—, ese bebé que llevas dentro es el nieto de la Condesa, la misma mujer que lleva una hora y media sentada en la habitación de su hijo sin dejar de gritarle por haberse acostado contigo, la misma mujer que parece estar al sufrir un ataque de pánico por eso y solo reza para que abortes al bebé, ¿por qué? Porque sea lo que sea que esté planeando, este niño se interpone entre sus planes.

Para mi infortunio, él tenía razón. Quería saber quién es la Condesa y quería estar un paso por delante de ella, este mocoso dentro de mí podía ser la excusa ideal para meterme en su vida sin levantar sospechas. ¡Maldición! No podía creer lo que estaba al hacer, usar a mi... ¿hijo? Asco llamarle así, y más deber hacerlo por un tiempo al menos.

—Tres meses y medio, ese será todo el tiempo que tenga al mocoso, antes de la fecha limite voy a abortarlo.

Diego solamente sonrió, odiaba que pudiese conocerme tan bien, las emociones no influían nada en mí, pero los razonamientos lógicos sí.

—¿Y quién sabe? A lo mejor hasta terminas enamorada de ese bombón de Adam.

—No va a suceder.

—¿Cómo estás tan segura que con él no vas a comenzar a sentir?

—Porque no tengo especial interés en volver mi vida miserable.

Olvidé que Diego intentó hacer el idiota con un comentario tan poco creíble y me enfoqué en lo que tenía delante, esta era la mejor oportunidad que tenía para descubrir a la Condesa y destruir a los Karrioca en el camino. Por supuesto, no fue lo que le dije a Adam cuando fui a buscarlo a su habitación una media hora después, a él solamente le informé que tendría al bebé, lo cual lo llenó de una profunda alegría incomparable que nunca le había visto, se dirigió hacia donde estaba y me abrazó hasta levantarme en peso, yo simplemente le grité que iba a matarlo si seguía siendo tan infantil.

A partir de ese momento todo comenzó a salir bastante bien para mí. La Condesa me había visto en la habitación de su hijo y solamente mostró una cara de fiera enojada que adoraba verle, no me dijo nada, se marchó de ahí sin presentar palabra, estaba radiante de emoción por haberla molestado, pero Adam lucía algo triste por lo empeorada que estaba la relación con su madre, bueno, podía seguir mis pasos y dejar de tener una.

Desafortunadamente, no todo fue bien, no cuando Adam me obligó a mudarme con él porque no confiaba en que yo pudiese cuidarme sin dañar al bebé, que estupidez, era una barriga lo que me crecería, no un cáliz dorado. Como fuese, terminé por aceptar porque vi a la Condesa oponérsele con la mirada.

Así que ahora debía convivir con el idiota que me preñó. Por supuesto, la noticia no tardó en extenderse y ahora toda Las Monarcas sabía que Adam Carver sería padre con una desconocida Andrea Berroncille, que vivirían juntos y se casarían en unos meses, hermosa historia, casi lloro cuando la vi en los periódicos, pero de la risa.

Otra razón para estar feliz era Sandra Karrioca, la muchacha estaba tan encabronada que no dejaba de enviarle mensajes horrorosos a Adam y filtraba noticias falsas de lo devastada que estaba y de la infidelidad del famoso actor, así que para el idiota no todo estaba sencillo. Bueno, fue él quien me buscó a mí, ¿no?

Y lo único que pasaba por mi mente era: ¿Cuál sería el siguiente paso?



Llegar a esta parte es lo mejor porque todo lo que se aproxima es un problema detrás de otro. Veamos cuál es el camino que toma Andrea hasta el final.

Agradezco que lean esta historia. Espero que les guste. Dejen una 🌟 para saberlo. Los comentarios son bien recibidos también. Besos y nos vemos😘

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