Parte 1
Primer capítulo
Andrea Berroncille
Los depredadores no podemos fingir ser animales inocentes, y yo llevaba dos años fingiendo ser un pobre corderito por su culpa. Se veía venir que formase una revuelta pronto, más aún si teníamos en cuenta el sitio donde me hallaba.
"La terraza dorada", así le había puesto el engreído que terminó siendo mi jefe, y así terminé yo sentada con uniforme de camarera en una de las mesas de la cafetería mientras me comía la hamburguesa de un cliente y observaba una pelea de parejas.
Qué mal gusto tenía este hombre al ordenar el especial de la casa, y qué fuerte la discusión de esos tontos. Claro, al rato no tardó en llegar mi jefe para regañarme, qué mal carácter, solo estaba hambrienta. Sin embargo, no me dio una reprimenda, solo me advirtió sobre controlar un poco mi actitud.
-¡Por todos los reyes! Ve a atender a los clientes y deja de poner a prueba mi paciencia, Andrea -me dijo lo más bajo posible para no llamar la atención.
Estos momentos me hacían pensar en la clase de jefe que tenía y otras envidiarían, un hombre de treinta años con cuerpo de Torrim, voz de adonis y sonrisa esculpida por Miguel Ángel, junto a una inteligencia increíble para llevar este pobre negocio lejos de la ruina y una amabilidad que te enamora.
-Y supongo que si estás aquí es porque no hay nadie en la cocina. Demonios, ya me ocupo yo.
-Justo ahora me casaría contigo, Diego. ¿Crees que pueda competir?
-Adoro tu entusiasmo por molestar a la humanidad, pero ya estás yendo lejos, vamos, a trabajar.
Le lancé un beso y le guiñé un ojo mientras que lo veía retirarse por la puerta blanca hacia la cocina. Yo me bajé de la mesa para hacer algo, pero tiempo no tuve cuando vi llegar a Angello, el italiano que estaba en boca de todos los habitantes de mi bella ciudad Ryunter por su legendaria fama y su novedoso gusto por la cafetería donde trabajaba. ¿La razón? Pues que era la respuesta a la famosa pregunta: ¿qué está de mal con tu jefe? Yo jamás sería su tipo.
-Andrea -me llamó Angello al tomarme del brazo-. ¿Diego tendrá unos minutos?
-Pues... no te aconsejaría entrar a la cocina, lo noté algo... ocupado -respondí con la mayor picardía del mundo.
El hombre me soltó el brazo para seguidamente dirigirse a la cocina de la cafetería. Adoraba aquello, ya me sentía mejor con ver que había conseguido fastidiar a alguien, debía ser porque al no sentir emociones, me satisfacía del sufrimiento de los otros. ¿Acaso era yo ayudante del diablo? ¿O lo había sido en mi otra vida? No, no creo que haya podido trabajar para el diablo.
En todo caso él trabajaba para mí.
Reí con ese pensamiento cuando vi a la pareja calmarse un poco, se me ocurrió una forma de satisfacer mi necesidad básica de importunar al mundo, así que me dirigí hasta su mesa y tomé al hombre por la nuca para repentinamente besar sus labios.
-Me dejaste necesitada anoche, amor -miré hacia su mujer que tenía la boca abierta-. ¿Esta es la puta por la que no me das tiempo? Ni siquiera es más guapa que yo.
Le dediqué una sonrisa a la mujer que se levantaba para marcharse y me fui de allí mientras los veía gritándose camino a la salida. Sí, acababa de recibir mi dosis de maldad, aunque todavía necesitaba más. Hacía tanto tiempo que no sembraba el caos...
Decidí dejar de distraerme y volver al trabajo con el cual cumplía mi parte del trato con Diego. Solo lo hacía porque él era como un familiar para mí, nos conocíamos desde que yo tenía como siete años y él doce, luego del accidente fue el único que me acogió. Le debía eso, pero no confundía las cosas, yo también había hecho mucho por ese cretino. Con eso en mente me acerqué hasta la mesa tres donde un hombre algo raro con gorra y gafas leía el menú.
¿Por qué me habré acercado a esa mesa?
-Le aconsejo que no solicite la hamburguesa especial. Ya no hay nada de especial en ella.
El hombre levantó la cabeza, y yo quedé petrificada. Su cabello se cubría por completo con una gorra y sus ojos con gafas, de pronto me sentí claustrofóbica por su culpa, suspiré par de veces a esperas de que hablase o se quitara aquel disfraz de la cara.
-Gracias por la sugerencia, ¿qué crees que debería ordenar?
-Un mejor disfraz cuando venga Halloween, eso seguro, ¿no le da vergüenza el no mirar a las personas a los ojos cuando le hablan?
-¿Perdone?
Comencé a temblar mientras mi cabeza se volvía a transportar a ese sitio desconocido, tenía este pánico gobernando mis músculos tensos, ¡no podía seguir mirándole así! Me acerqué hasta él y rápidamente le quité las gafas antes de que pudiese hablar siquiera, luego le quité la gorra para colocar ambas sobre la mesa con furia, me sorprendía no haber roto nada más que mi dignidad. Ah no, por esos tiempos no tenía dignidad.
El extraño se enderezó asustado en la silla mientras me miraba casi cubriéndose el rostro, parecía atemorizado de ser reconocido.
-¿Por qué se esconde? Joder, ni que tuviese mal el rostro, me parece que es bastante guapo, aunque para nada mi tipo, ahora dígame su orden.
El hombre tomó su gorra para volver a colocársela mientras miraba a todos lados. No me había dado cuenta, pero de pronto muchas personas comenzaron a mirarnos. Yo no entendía nada. ¿Quién era ese tipo? Lo más memorable fue cuando se levantó de improvisto mientras yo me entretenía con la gente, quise dar un paso al frente para exigirle una explicación, pero él ya se había levantado y con ese movimiento ambos terminamos chocando uno contra el otro.
Lo normal sería no decir nada, dejar que se fuera corriendo, gritarle... pero no, ¡yo era la maldita Andrea Berroncille! Debía formar un espectáculo como al que nadie se le ocurriría. Por algo tenía esta habilidad de no sentir ni pudor luego del accidente. Diego lo llamaba trauma, yo lo llamaba virtud.
-¡Serás imbécil! No puedes ni atender cuando te levantas.
-Perdona, no te vi, en serio.
-¿No me viste? Debe ser porque ando con demasiada ropa, si fuese una mujer desnuda no tendrías problemas en verme, ¿cierto?
-Oye, de verdad me debo ir, te repito, no te vi.
¿No me había visto? Pues haría que me viese y con tanta vehemencia que no podría apartar sus ojos de encima de mí. Fue lo que pensé cuando el tipo se volteó para salir del establecimiento, pero yo corrí hasta colocarme entre la salida y él, cuando me vio en su frente hizo un gesto de cansancio, lo cual solo me provocó más.
Levanté mi mano para hacerle ademán de que se esperase y no demoré nada en llevarla hasta mi delantal para sacármelo, seguidamente hacia mi blusa y quitármela rápidamente.
Cuando el desconocido me vio sin la blusa se quedó con la boca abierta mientras me miraba, bueno, ahora sí que no tenía problema alguno en verme. Yo me hallaba a la entrada de la cafetería solamente vistiendo con mi sujetador en la parte de arriba, el resto de los presentes comenzaron a soltar diversos sonidos y comentarios, desde abucheos hasta exclamaciones de encanto por parte de los hombres.
-Ahora no pareces tener problemas en verme, ¿no? Pero te advierto, eh, se mira y no se toca.
-Estás demente.
Con esta frase yo le solté una sonrisa mientras él me hacía a un lado para salir del lugar. Estaba contenta porque había conseguido fastidiarle, ¡ni siquiera lo conocía y ya me privaba con ese deseo de molestarle! Bueno, algo interesante que pasaba en estos dos años.
Lo que no supe entonces era cuánto estaba mi vida por cambiar. Después de todo resultó ser que el comienzo de mi historia era justo donde empezaba el final, pero yo nunca me caractericé por seguir las normas, así que entendía que estas quisieran jugar en mi contra un día de estos. Cambiando no solo el destino que me había trazado, sino el de todos a mi alrededor.
Les doy oficialmente la bienvenida a la historia de Fama Bajo Cero, hasta el momento la trama no está sobre la mesa. Sigan leyendo que en el próximo capítulo verán al personaje de Adam.
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La portada actual es hecha por BookWitchesAround muchas gracias. Quedó hermosa.
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Sin más que decir. Pasemos a conocer a nuestro protagonista😘
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