♫| CAPÍTULO 28 |♫
SIENNA
LOS PLANES
Desperté al día siguiente con el sol colándose por la ventana.
Solté un gruñido y entrecerré los ojos mientras trataba de acostumbrarme a la luz de día. Dejé caer mi brazo al lado de la cama y me encontré con que estaba vacío. Eso sí que logró llamar mi atención.
Me senté de golpe y paseé mis ojos con rapidez por la habitación, tratando de dar con Conway. Incluso me incliné para revisar el suelo solo para asegurarme de que no se hubiera caído de la cama en la mitad de la noche, pero no había rastro de él.
Escuché un par de voces viniendo de abajo y agudicé mi oído. No tardé en reconocer la voz de la persona que estaba buscando entre ellas.
Me puse de pie y antes de salir al pasillo arreglé mi cabello en un moño para no dar la impresión de ser un espantapájaros. Traté de recordar el recorrido que Conway me había hecho el día anterior para dar con el baño y lavé mi cara solo para deshacerme de los finos hilos de baba en mi barbilla y verme un poco más presentable.
Le di un vistazo a mi pijama frente al espejo. Consistía solamente de una playera de tirantes y unos shorts bastante cómodos. Aproveché que estaba en el pequeño cuarto para orinar y bajé las escaleras para ir a saludar antes de que pudiera arrepentirme.
—Buenos días —dije mientras me tallaba los ojos.
Tres pares de ojos me miraron desde la isla de la cocina. Conway y sus padres tomaban una taza de café mientras platicaban y desayunaban.
—Les dije que a ella le gusta dormir hasta tarde —le contó él a sus papás.
Blanqueé los ojos y me acerqué a uno de los gabinetes para tomar una taza para mí y poder servirme un poco del líquido amargo para despabilarme.
—¿Cómo dormiste, Sienna? —preguntó Emily mientras tomaba asiento al lado de su hijo.
—Bastante bien —le di un trago a mi bebida y tomé una rebanada de pan tostado para después untarle mantequilla y ponerle un poco de mermelada. Al darle un mordisco me di cuenta de que era artesanal. Me relamí los labios.
—Puedo imaginármelo —casi escupí el bocado al notar el tono y la mirada que el señor Taylor me dio tras decir eso. Sentí que mis mejillas se tornaban de un potente color escarlata.
Volteé a ver a Conway con una ceja enarcada y él se limitó a darle un sorbo a su café para ocultar la sonrisita en sus labios.
—Como sea —cambió de tema Emily. Agradecí en mi mente por eso—, le decía a Connie que el día hoy está muy bonito como para que se queden en la casa todo el día. Hay un campo de fresas no muy lejos de aquí, si quieren pueden ir a caballo y pasar un par de horas ahí.
Asentí con la cabeza.
—Sí, eso sería bueno —accedí.
—¿Sabes andar a caballo? —preguntó Harold, el papá de Conway. Él aún no me había dado el permiso de llamarlo por su nombre de pila, pero en mi mente ya había comenzado a hacerlo.
Se veía como una buena persona, por lo que dudaba que se enojara si lo llamaba de esa forma; pero prefería no arriesgarme.
Asentí con la cabeza.
—La equitación comenzó a interesarme cuando tenía doce y mi madre me llevó a que tomara clases.
Aunque estaba segura de que la única razón por la cual había aceptado que las tomara era porque significaban deshacerse de mí aunque fuera solo por un par de horas. Sonreí, tratando de deshacerme del pensamiento.
—Eso es maravilloso porque aquí Connie nunca supo muy bien cómo hacerlo. Podrías serle de mucha ayuda —me guiñó un ojo.
—Mamá... —le advirtió Conway entre dientes.
—¿Qué tiene que le cuente esto a tu novia, Conway Taylor? —su madre se volteó para encararlo—. Es la verdad, siempre que tu padre te subía a uno de esos animales terminabas en el piso.
—Pero Sienna no tenía por qué saber eso —reclamó.
—Ya, no te hagas el machito, que yo no te eduqué así, Conway Taylor. Aparte, estoy segura de que has hecho cosas mucho más vergonzosas delante de ella. Como esa vez que fui a uno de tus ensayos y te enredaste con los cables. O cuando tenías catorce y tu papá entró a tu habitación y te encontró dándole un concierto al perro del vecino de las canciones de Dora.
—A él le gustaba ese programa —refunfuñó Conway por lo bajo. Tuve que morderme el labio para no soltarme a reír.
—No te olvides de esa vez que hizo galletas y metió una bandeja de plástico al horno, Emily —agregó su padre.
Conway les lanzó una mirada asesina a ambos.
—Si ustedes dos terminaron de avergonzarme frente a mi novia, Sienna y yo tenemos que irnos —explicó mientras se ponía de pie y tomaba mi mano.
Le di un último mordisco a mi pan y me limpié las moronas de mi boca.
—Gracias por el desayuno, Emily —le sonreí antes de que me jalara con él—. Tus padres son geniales —le solté una vez volvimos a estar en el piso de arriba.
—A veces no estoy muy seguro de eso —rodó los ojos.
Puse mis manos en sus hombros y me mordí el labio.
—Son mucho mejores que mi madre, y eso es decir poco.
—Tu madre no fue taaaaan mala —bromeó.
Lo miré con una ceja enarcada.
—Retira eso, Conway Taylor.
Se quedó callado. Lo miré con el ceño fruncido y agrandé la distancia que había entre ambos.
—Ya veremos quién te atrapa cuando más al rato te caigas de ese caballo, Connie —me mofé de la forma que tenía su madre de llamarlo y comencé a caminar por el pasillo, ignorándolo por completo.
—No, Sienna, ¡espera! ¡No me dejes caer! —me gritó.
No le hice caso y me metí al baño para tomar una ducha antes de que saliéramos a dar nuestro paseo.
─ ♫ ─
Ambos estábamos listos un par de horas después. Emily estaba en la cocina cuando bajamos a despedirnos de ella y cuando le preguntamos, nos dijo que su esposo estaba arreglando un par de problemas en el granero, por lo que no nos molestáramos en ir a despedirnos de él también.
—Vamos a hacer una tarta con las que traigan, así que escoge de las bonitas, Conway Taylor —le advirtió mientras le daba un par de palmadas en su mejilla.
Conway me guio al establo y dejó que escogiera un caballo primero.
—Ese se llama Poseidón —habló cuando comencé a acariciar a un bonito semental con el pelo negro.
—Creo que este es el que me llevaré yo —sonreí.
Él trató de sonreír también, pero su cara se vio más como una mueca.
—¿Cuál es tu caballo? —me volteé a encararlo con curiosidad.
Él se metió al lado y me topé con un caballo blanco un poco más bajo que todos los demás.
—¿Por qué es más pequeño? —no pude evitar preguntar.
Él suspiró.
—Mis padres comenzaron a preocuparse por mi seguridad cuando comencé a caerme seguido de los caballos, por lo que se encargaron de darme uno más pequeño para que la caída no doliera tanto —se encogió de hombros.
—¿Y cuál es el nombre de esta belleza? —comencé a acariciar su lomo.
Conway se aclaró la garganta antes de contestar.
—Pringles —susurró en una voz tan baja que apenas y pude oír.
—¿Qué?
—Pringles —repitió un poco más alto esta vez. Él debió ver la cara que puse, porque se apresuró a decir—: ¡No te rías, Sienna! —irónicamente, su advertencia solo hizo que me riera.
Maldijo entre dientes.
—Joder, que cuando tenía quince estaba obsesionado con esas papas, ¿está bien? No lo pensé mucho antes de ponerle un nombre al caballo —se excusó.
—Bueno —traté de regular mi respiración sin mucho éxito antes de acercarme para acariciarlo—, debo decir que Pringles es un caballo muy bonito.
—Por supuesto que sí —alardeó Conway.
Pringles relinchó en respuesta.
—¿Ves? Hasta él lo sabe —presumió Conway mientras le daba un par de suaves palmadas en el lomo, como si estuviera orgulloso de él.
—Cómo digas, encantador de caballos —blanqueé los ojos y regresé a Poseidón—. Ponle la silla de montar de una vez a Pringles para que podamos ir a recoger esas fresas.
Conway asintió sin mucho ánimo con la cabeza y fue a buscar todo lo que necesitaba. Unos minutos más tarde, ya estábamos listos.
—¿Quieres que te ayude a subir? —le pregunté cuando vi que miraba con escepticismo el estribo.
Me miró de pies a cabeza con los ojos entrecerrados para terminar encogiéndose de hombros.
—Si tú insistes, Sienna...
Le di un golpe en el brazo cuando me acerqué a él. Había tratado de recordar todo sobre mis clases de equitación para preparar a Poseidón y según yo, había quedado bastante aceptable, por lo que antes de ayudar a Conway a subir, chequé que todo estuviera más o menos en orden.
Me paré detrás de él y pude notar que todo su cuerpo se tensaba al tenerme tan cerca. Sonreí y puse mis manos en su cintura.
—Pon tu pie en el estribo —le ordené. Mi boca estaba sobre su cuello, por lo que no me sorprendió que se estremeciera. Él hizo lo que le pedí—. Vale, ahora impúlsate para arriba y con tu otra pierna abraza al caballo. Yo te agarro de la cintura para que no te caigas.
—Cuidado con las manos, que te estoy vigilando, Sienna —advirtió.
—¿Ya no vas a competir conmigo por ser el pervertido de la relación? —pregunté con interés.
Bufó.
—Cómo si pudiera ganarte. Estoy seguro de que en este mismo momento te estás imaginando mil escenarios diferentes.
Se animó a tomar impulso en ese momento y logró subirse a Pringles sin apoyarse tanto en mí. Le aplaudí al ver que lo había logrado.
—Veamos, estamos en un establo porque vamos a cabalgar —le di un par de golpes a mi labio inferior con mi dedo índice—. Sí, se me ocurren un par de cosas.
Él casi perdió el equilibrio al oírme decir eso. Tuvo que rodear el cuello de Pringles para no caer al suelo. Reí sin poder evitarlo y sonreí con satisfacción al ver la mirada de odio que me estaba lanzando. Sus orejas se tornaron rojas.
—Maldita sea, extrañaba ver ese sonrojo en tus orejas, Conway.
Él blanqueó los ojos.
—¿Por qué necesitaría el romanticismo si te tengo a ti soltando frases cursis como esa cada dos por tres?
Me encogí de hombros, siguiéndole la corriente.
—La verdad es que no tengo idea.
Caminé de vuelta a Poseidón para montarme en él y que pudiéramos salir de aquí de una vez por todas. Estaba segura de que ya habíamos perdido demasiado tiempo en esto.
—¿Vamos? —le pregunté una vez ya estaba arriba del caballo.
Él asintió con la cabeza y salimos del establo. Como Conway era el único que sabía dónde estaba el cultivo de fresas, fue él quien me guiaba, por lo que no íbamos tan rápido como me hubiera gustado. Aproveché eso para disfrutar del paseo y poner atención a las vistas.
Conway se detuvo alrededor de diez minutos después delante de las largas filas de cultivo donde las fresas crecían.
—Aquí trabaja gente, pero los fines de semana está abierto a turistas —explicó mientras se bajaba con un poco de dificultad de su caballo—. Tienes suerte porque esta es la mejor época del año para recoger fresas.
Asentí con la cabeza, le seguí para dejar a Pringles y a Poseidón atados a un árbol para que no se fueran sin nosotros y después Conway me dirijo al lugar.
Cada uno tomó una canastilla en la entrada y comenzamos con la recolección de fresas. Yo empecé por un lado de la primera fila y Conway decidió ponerse del otro lado. En más de una ocasión lo atrapé con su mirada sobre mí. No me quedó más opción que sonreír en todas esas veces.
No éramos las únicas personas ahí. Pude divisar a una familia a lo lejos y a un grupo de amigos que no parecían ser de por aquí. Aunque ninguno de ellos pareció reconocer a Conway, estaba un poco tensa de que en cualquier momento una horda de fans apareciera de la nada.
Pareció haber un momento en el que él se cansó de la distancia que había entre los dos y se cambió a mi lado con la excusa de checar cómo iba.
—Déjame ver tus fresas —pidió mientras estiraba su mano para tomar mi canasta. Instintivamente la alejé de su alcance. Conway arqueó una ceja en mi dirección.
—No —me negué—. Me las vas a robar.
Él suspiró.
—Vamos, Sienna, ¿por qué querría robar yo tus fresas si tengo las mías? —sacudió su pequeño canasto frente a mis narices.
—No lo sé. Tú eres el ladrón de fresas, no yo.
—Joder, Sienna, solo quiero ver si las estás escogiendo bien.
Entrecerré mis ojos y le acerqué la canasta para que pudiera verla pero tocarla. Aún no me fiaba del todo de él.
—Lo estás haciendo mal —acusó sin rodeos.
—Eso no es cierto —solté, ofendida.
—Sí, mira —sacó una fresa y me la enseñó—. ¿Ves esa parte blanca de ahí? —preguntó. No me quedó más opción que asentir con la cabeza—. Eso significa que todavía no está del todo madura. Y está ácida. Tienes que escoger las que tienen un color rojo uniforme. Y mira las hojas —siguió—. Tienen que ser de un verde intenso porque si no la fruta no es fresca.
Lo miré con una fina línea en mis labios.
—¿Qué? —preguntó un poco perdido.
—Joder, Conway. Llevamos aquí más de media hora, ¿y apenas se te ocurre decirme esto? —lo miré feo.
—Lo siento —se encogió de hombros—. Pero mira —tomó mi mano y la acercó al tallo—. Esta fresa se ve bien, ¿no? —asentí con la cabeza sin mucho entusiasmo—. Pues tómala. Vamos a hacer esto juntos —sugirió.
Y se pasó la siguiente media hora pegado a mí. Aunque tampoco era como si me quejase. Terminamos usando solo una canasta y cuando estuvo llena pasamos a la caja. Había un pequeño pizarrón que especificaba la lista de precios de acuerdo a la cantidad de kilos.
Tardé más de lo que me gustaría admitir en hacer la cuenta en mi mente, pero una vez que hice el dato saqué mi billetera y pagué. Conway me esperaba junto a los caballos cuando salí muy feliz con mi bolsa de fresas.
Sonrió al verme y tuve que volver a ayudarlo a subir sobre Pringles para que pudiéramos regresar a su casa. El camino de regreso se me hizo más corto que el de ida porque ya estaba un poco más familiarizada con la ruta.
—Oh, ya están de regreso —nos saludó la madre de Conway una vez entramos a la casa después de haber dejado a los caballos en los establos con un poco de agua.
Dejé las fresas sobre la barra. Emily se limpió las manos con un trapo de cocina antes de acercarse a nosotros.
—¿Cómo les fue? —preguntó mientras tomaba asiento.
—Bastante bien —respondió Conway mientras metía su mano en la bolsa para tomar una fresa y llevársela a la boca.
Su madre no tardó en darle un golpe en su mano, a lo que Conway se quejó en voz alta.
—No te las comas así —lo reprendió—. Todavía no están desinfectadas y puede darte una infección —lo miró con desaprobación—. Si es así cómo te cuidas, no me sorprendería si termino siendo abuela en un futuro cercano.
Conway se atragantó con su saliva. A mí solo se me sonrojaron las mejillas por el comentario de su madre, así que me obligué a darle un par de palmadas en la espalda para que él no terminara por morirse.
—Como sea —Emily cambió de tema como si nada—, tu padre ha pasado hace unos minutos a decirme que cuando regresaran fueras con él para ayudarle con un par de cosas.
Él asintió con la cabeza y sin rechistar fue a hacer lo que su madre le había pedido, pero no sin antes dejar un beso en mi coronilla. Cerré los ojos para disfrutar del pequeño momento y cuando los abrí me topé con la mirada de su madre sobre mí.
Sonreí sin saber qué más hacer.
—¿Quieres ayudarme a hacer la tarta con las fresas que acaban de traer? —preguntó, rompiendo el corto silencio que se había formado entre nosotros.
—Sí, claro —no dudé en responder. No era como si tuviera algo más que hacer. Encerrarme en la habitación de Conway mientras esperaba a que él terminara no era una idea que me gustara y creía que podía sacarle más provecho a pasar un rato con su madre.
Ella me pidió que desinfectara las fresas mientras ella trataba de encontrar la receta en el cuaderno que tenía para sacar los ingredientes. Recogí mi cabello para que no interfiriera y me lavé las manos.
Me acerqué al fregadero para llenar un pequeño molde con agua y le puse un poco de desinfectante antes de dejar caer las fresas ahí. Ayudé a Emily a separar los ingredientes según pedía la receta. Estaba contando las tazas de harina cuando ella habló.
—¿Cómo están yendo las cosas con mi hijo? —preguntó sin siquiera mirarme a los ojos.
—Bastante bien —respondí con honestidad mientras me quitaba un mechón de cabello para que no obstruyera mi visión—. Creo que estamos manejando las cosas de la manera correcta.
Ella asintió con la cabeza.
—Sienna, no creo que sea necesario que tengamos esa plática en la que te digo qué es lo que pasaría si le rompes el corazón a mi hijo, ¿no es así?
Tragué saliva y traté de no mostrarme nerviosa.
—No, no hará falta.
La verdad era que no tenía ninguna intención de que las cosas entre Conway y yo se terminaran en ningún futuro cercano. Sí, era consciente de que nuestra relación no era perfecta. Nos hacía falta trabajar en esa cosa llamada comunicación y él no había tocado aún el tema de la respuesta negativa que habían tenido sus fans hacía mí a pesar de que sabía que él lo conocía a la perfección. Aunque tampoco era como si yo hubiera hecho alguna clase de esfuerzo para tratar el tema, así que la culpa era compartida.
Pero a pesar de todo eso, sabía que lo mío con Conway no era cualquier cosa. Había pasado por varios momentos de mierda en mi vida, por lo que sabía apreciar esas ocasiones en las que de verdad podía ser feliz, y sabía que siempre que estaba con él sentía que estaba caminando sobre una nube por más surrealista que sonase.
Su madre sonrió al escuchar mi respuesta.
—Genial, porque habría sido increíblemente incómodo hacer esta tarta contigo después de eso —comenzó a preparar la masa para la corteza y me tendió la hoja para que yo pudiera ir haciendo el relleno—. ¿Estudias algo? Yo le dije a Conway que él fuera a la universidad en caso de que todo esto no le funcionara y así tuviera un plan b, ¿pero crees que él me hizo caso? Por supuesto que no, nunca lo hace. Así que tuve que conformarme con que tomara un par de cursos y después lo convencí de que aunque fuera hiciera una licenciatura en música, pero comenzó a abarrotarse de conciertos y tuvo que dejarlo.
Bufó, como si fuera un tema que de verdad le disgustase.
—¿No te terminó la carrera? —pregunté extrañada.
Aún recordaba esa plática que había tenido en la cafetería después de uno de mis turnos donde habíamos hablado de todos estos temas y recordaba la parte en la que me había dicho que había hecho un curso en marketing y otro en liderazgo. Pero también había dicho que después había hecho una licenciatura en música, no que la hubiera dejado.
—Su rendimiento comenzó a bajar y no podía ir a la universidad porque siempre terminaba llegando tarde a sus clases o porque en los pasillos alguien le pedía que se detuviera para que se sacaran una foto.
Comenzó a amasar la mezcla y frunció el ceño.
—No contestaste mi pregunta, cariño —resaltó después de un rato en silencio.
—Se supone que pronto debería recibirme en turismo —expliqué.
Si es que logro terminar mi tesis, añadí en mi mente.
—¿Te gusta servir a las personas? —preguntó con interés.
Sentí mis mejillas arder mientras negaba con la tarea.
—Cuando me inscribí pensé que sería yo la que podría llegar a viajar si tomaba la carrera, pero no leí bien las letras pequeñas —sonreí.
—Bueno, siempre puedes escoger trabajar en el lugar en el que tú quieras —guiñó un ojo en mi dirección.
Suspiré y asentí con la cabeza.
Seguimos hablando hasta que la puerta volvió a abrirse y Conway cruzó por ella. Tenía parte de la cara y sus manos manchadas de grasa, por lo que una mueca se dibujó en los labios de Emily con solo verlo.
—¡Mírate nada más, Conway Taylor! —lo reprendió mientras salía de la cocina para pararse frente a él y poder reñirlo más a gusto—. Al menos te hubieras limpiado un poco antes de entrar, porque te advierto que si ensucias algo, vas a tener que limpiarlo, jovencito —lo señaló con su dedo índice.
Él arrugó su nariz en respuesta.
—¿Qué es eso que huele tan bien?
—Ciertamente no eres tú —bufó su madre.
Sonreí y me paré del banquillo en el que había estado sentada para acercarme a ellos.
—Metimos una tarta que hicimos con las fresas que fuimos a recoger al horno hace un par de minutos —expliqué.
—¿Dijo tu padre a qué hora va a terminar con lo que sea que esté haciendo? —le preguntó Emily a su hijo—. Ya casi es la hora de la comida y si no quiere comer sopa de calabaza otra vez, lo mejor será que venga de una vez por todas.
Conway le dijo a su madre que él todavía tardaría un rato más, por lo que sería mejor que nosotros hiciéramos otra cosa mientras tanto. Fue su idea que nos sentáramos un rato en la sala.
—Estaba pensando que podríamos ir un rato al pueblo después de comer —compartió Conway en voz alta.
Emily negó con la cabeza al instante.
—No creo que sea una idea muy prudente. En este momento está la feria del queso, por lo que hay muchos turistas. La gente de aquí podrá estar acostumbrada a verte de vez en cuando, hijo, pero sabes que es muy diferente cuando son temporadas altas.
A él no le quedó más remedio que asentir con la cabeza, derrotado.
Apenas conocía a Emily desde hace dos días, pero había pasado suficiente tiempo con ella como para saber que de nada servía alegarle, era incluso más terca que su hijo y si decía algo, era definitivo.
—Pero cómo sea —siguió ahora con un tono diez veces más alegre—, podrían regresar en otra ocasión y problema resuelto —sugirió ella con una sonrisa de oreja a oreja—. Serviría para que me vieras más seguido porque ahora siento que ya ni te conozco, Conway Taylor.
—Vamos, mamá —se quejó Conway—. Hablamos dos veces a la semana.
—¿Y? —Emily sonó ofendida—. Como si eso fuera suficiente.
—Joder, mamá. Sienna debe pensar que soy alguna clase de hijo desalmado ahora.
—¡Pues que lo piense! ¿Cómo no va a creerlo si maldices delante de mí?
Una ligera sonrisa se dibujó en mis labios al ver cómo Conway blanqueaba los ojos ante el dramatismo de su madre.
—¿Por qué no mejor cambiamos de tema? —preguntó él.
—Tienes razón —Emily se puso de pie de un salto—. Voy por los álbumes de fotos.
—¡No, mamá, no! —suplicó él mientras se paraba y la seguía de cerca.
No tardaron en regresar. Emily con tantas cosas en sus manos que apenas y se le podía ver la cara y Conway detrás de ella con una expresión derrotada.
—Conway odia que veamos estos porque la pubertad no le pegó hasta que tenía dieciséis —explicó Emily mientras tomaba asiento a mi lado. Sonreí y volteé a ver a Conway, pero él estaba haciendo un trabajo excelente ignorando mi mirada.
Los álbumes no estaban ordenados, por lo que saltábamos de una época a otra para después regresar al principio. Nos topamos incluso con fotos de la boda de los padres de Conway. De momento era con el más nos habíamos tardado porque Emily siempre tenía un recuerdo que compartir conmigo.
—Y esta es de la vez en la que Harold y yo fuimos a nuestra luna de miel a Italia —explicó Emily mientras observaba la foto con anhelo. Pude apreciar la casa de Julieta en Verona detrás de ellos.
—Siempre quise ir a Italia —confesé por alguna extraña razón.
Conway se aclaró la garganta en ese momento, atrayendo tanto la atención de su madre, como la mía.
—Hablando de Italia, puede o no puede ser que Jonah haya mencionado hace algunos meses algo sobre una gira por ahí en un futuro cercano —dijo él mientras rascaba su nuca.
Alcé mis cejas. Y ahí iba el problema de la comunicación una vez más.
—¿Te vas a ir de gira en unos días y no me lo habías dicho? —no pude evitar preguntar, olvidándome por completo de la presencia de su madre.
—Se había escapado completamente de mi mente hasta que han tocado el tema —se excusó—. Pero ese no es el punto. El punto es que quería preguntarte si querías ir conmigo —soltó como si fuera poca cosa.
Tuve que parpadear un par de veces para asegurarme de que no había escuchado mal.
—¿Cómo dices?
—Pues eso —se encogió de hombros y sonrió—. ¿Quieres ir conmigo y conocer Italia?
Abrí y cerré mi boca varias veces, sintiendo en todas las ocasiones que la respuesta estaba en la punta de mi lengua pero no siendo capaz del todo de decirla.
Joder, que para mí siempre viajar había sido una de mis prioridades, y qué mejor que hacerlo con alguien como Conway. Tenía más que claro que la experiencia no sería justamente como yo lo había pensado porque ir en una gira limitaba muchas cosas, pero eso no significaba que no pudiera ser mejor de lo que yo podía siquiera imaginar.
A parte de que ya había tomado mis exámenes finales, por lo que la universidad no era ningún impedimento. Solo tenía que consultar un par de cosas sobre mi tesis con mis profesores, pero eso podía arreglarlo antes de que nos fuéramos.
No había ninguna razón por la cual decir que no a su propuesta. Nada me retenía y todo estaba despejado. Tal vez esa fue la razón por la que tomé la decisión que tomé.
—Sí —solté con el corazón latiéndome a toda velocidad.
Conway sonrió y puso una mano en mi muslo para inclinarse y cerrar nuestro trato con un beso en mis labios.
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Sorprais, sorprais
Buenas. Sé que de repente me desaparecí, pero es que me agarró un bloqueo y no sentía inspiración para hacer nada, pido perdón.
¿Qué significa esto? El final se va a aplazar un par de días, jeje 🌚
Le tengo mucho cariño a esta historia y he trabajado mucho en ella como para darle un final mediocre solo para cumplir con una fecha, así que decidí tomarme un par de días.
Pero ya estamos de regreso con la programación habitual, así que agárrense porque se viene potente 😏
Solo quedan dos capítulos más, la última parte de la canción y el epílogo (que está escrito desde hace un tiempo #miedo #terror #ozuna), así que yo calculo dos semanas más y é finito ☹️
Pero no nos adelantemos porque ya sabemos que fue lo que pasó la última vez 🥸
En fin, esta nota ya se está haciendo demasiado larga, por lo que me despido aquí. Nos leemos la próxima semana o antes, la verdad, no tengo idea 🤡
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