♫| CAPÍTULO 27 |♫
SIENNA
LOS PADRES
Los había leído.
No sabía si agradecerle o gritarle en la cara a Grace por habérmelos enseñado, pero yo los había leído.
Estaba en el departamento de mi amiga y no me podía sacar de la cabeza la cantidad de comentarios negativos que había leído. Comentarios sobre mí.
Tampoco era como si esperara que mi relación con Conway se hiciera pública sin ninguna clase de problema, pero joder, esto iba mucho más allá de lo que yo me había podido llegar a imaginar. Y tampoco era como si yo fuera la persona más optimista del mundo, así que el peor escenario en mi mente era bastante malo. Pero lo que estaba sucediendo lo estaba superando con creces.
¿Por qué de repente sentía que había tanta gente en el mundo? ¿Cómo era posible que de la nada miles de personas se hubieran puesto de acuerdo para odiarme?
Me mordí la uña de mi dedo pulgar mientras deslizaba por la pantalla del ordenador que Grace me había prestado. A juzgar por la forma en la que me estaba mirando ahora, se estaba arrepintiendo de haber siquiera mencionado el tema.
—Es suficiente, Sienna —interrumpió llegando por atrás y cerrando la laptop.
Alcé la vista, lista para protestar, pero su mirada me dijo que era mejor que ni siquiera lo intentara. Grace tomó asiento en la silla frente a mí y tomó mis manos para darles un ligero apretón.
—Mejor cuéntame sobre tu visita a casa de los padres de Taylor —cambió de tema.
Solté un suspiro.
Esa era en realidad la razón por la que estaba en casa de Grace. Era jueves y se suponía que al día siguiente Conway iba a pasar por mí para ir al aeropuerto. Mi amiga había insistido que fuera a su casa para que me llevara cosas de su armario a mi corta visita.
No había tardado en aceptar después de darle un vistazo a mi armario y darme cuenta de que nada de lo que había ahí me terminaba de convencer para conocer a los padres de mi novio. Si bien Conway había especificado que no hacía falta que empacara nada muy formal porque sus padres vivían en una granja, nada me parecía apropiado. Y con la cantidad de ropa que Grace tenía en su clóset fácilmente podía abrir una tienda, por lo que no le vi sentido a negarme.
En cuanto llegué, ella me empezó a hablar de lo estúpidos que eran los comentarios de las personas que no les parecía bien que Conway y yo saliéramos. Me los enseñó para que nos riéramos juntas un rato; pero al parecer le había salido el tiro por la culata porque ya llevaba media hora atormentándome con las palabras de personas que ni siquiera conocía.
Bastante patético.
—Se supone que vamos a pasar todo el fin de semana ahí y regresáremos el lunes en la mañana para que pueda llegar sin ningún problema a mi turno en la cafetería —resoplé.
—No te preocupes tanto —trató de restarle importancia con un movimiento de su mano—. De seguro todo va a ir bien.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Los padres de Taylor han aparecido varias veces en la televisión ya y gran parte del fandom está familiarizado con ellos. Todos los aman, estoy segura de que ellos te amarán a ti de la misma forma en la que tú los amarás a ellos.
Paseé mi lengua por el interior de mi boca, no muy convencida. No pude evitar que una repentina ola de celos me recorriera. ¿Por qué ellos sí podían caerles bien y yo no?
Me obligué a cerrar mis ojos y empujar esos pensamientos destructivos fuera de mi mente. Esto estaba yendo muy lejos demasiado rápido y tenía que parar.
—Sí, eso espero —fue todo lo que fui capaz de responderle a Grace.
Ella dio por sentada la conversación entre nosotras dos y me llevó por fin a su armario para que pudiera hacer lo que había venido a hacer en primer lugar.
─ ♫ ─
Ya tenía todo listo cuando mi teléfono sonó al día siguiente. Ni siquiera tuve que ver el identificador de llamadas para darme cuenta de que se trataba de Conway ni tampoco tuve que contestar para saber que solo hablaba para avisarme que ya estaba abajo, pero aun así respondí.
—¿Hola? —saludé poniendo el celular entre mi oído y mi hombro para que no se cayera mientras abría la puerta de mi apartamento para salir.
—Ya estoy abajo —sonreí victoriosa al darme cuenta de que había sido justo como yo había predicho.
—Estoy saliendo —fue lo que le contesté.
Hablamos por un par de minutos en los que bajaba todo mi equipaje por las escaleras y cuando llegué al final sentí que me faltaba un pulmón. Me las arreglé para abrir la puerta de hierro y me encontré con Conway sosteniendo su teléfono en su oreja con una sonrisa ladina.
Esta se amplió incluso más al verme y colgó la llamada antes de acercarse a donde yo estaba parada para envolver mi cuerpo con sus brazos. Hundió su nariz en la curvatura de mi cuello y yo no pude hacer otra cosa más que cerrar mis ojos y soltar un suspiro.
No demoré en plantar un corto beso en sus labios una vez se volvió a separar y él me ayudó a jalar mi maleta para meterla en la cajuela del coche. Esta vez Jonah y Brad no estaban subidos en él porque este iba a ser un viaje al que nada más iríamos Conway y yo, lo cual me ponía inevitablemente nerviosa.
Jonah había insistido en que al menos un guardaespaldas nos acompañara, pero Conway había alegado que en su ciudad natal todos lo conocían y tenían una admiración increíble hacia él, por lo que era imposible que algo le pasara ahí. Esas palabras habrían sonado arrogantes en los labios de cualquier otra persona, pero él no lo decía con ninguna intención de ser egocéntrico.
Él subió al asiento del conductor una vez que mi equipaje estaba asegurado y se puso el cinturón de seguridad. Me tendió su teléfono y lo tomé para poner la música que nos acompañaría en el corto camino hacia el aeropuerto.
Conway me miró con una ceja alzada cuando su canción más reciente comenzó a sonar por los parlantes y yo me limité a sonreír y encogerme de hombros. No podía negarlo, se había convertido en mi nuevo tema favorito y no me avergonzaba admitirlo.
Diez minutos después estábamos estacionándonos fuera del aeropuerto. Conway sacó una gorra y unos lentes de sol que no tardó en ponerse y la misma sonrisa burlona que se asentaba en mis labios cada que lo veía hacer eso se dibujó en mis labios.
Volteó a verme cuando ya tenía su disfraz puesto. Me miró con una ceja arqueada y no hubo forma en la que pudiera contener la carcajada que salió de mi interior. Joder, que era difícil tomarlo en serio cuando los lentes de sol que usaba lo hacían ver como una mosca.
—Abre la guantera —pidió.
Fui yo quien levantó una ceja ahora, pero me incliné hacia adelante para poder hacerlo. No supe del todo qué hacer cuando mis manos dieron con una peluca rosa y una boa morada. Las levanté al aire y volteé a ver a Conway como si se le hubieran zafado un par de tornillos.
—¿Qué se supone que quieres que haga con esto? —me atreví a preguntar, arriesgándome a que su respuesta no me gustara.
—Bueno, no es ningún secreto para nadie que la gente está comenzando a reconocerte, así que creo que es prudente si tomamos un par de precauciones para que pases desapercibida. Si la gente te reconoce, lo más probable es que me reconozcan a mí y luego nos demoraremos demasiado aquí, perderemos el vuelo, llegaremos tarde allá y mi madre estará molesta sin siquiera haberte conocido todavía.
No había que ser un genio para darse cuenta de que esta pequeña visita era muy importante para Conway, por lo que no lo debatí en este tema y asentí con la cabeza para después hacerme una coleta y colocarme la peluca. La boa me parecía demasiado, pero me la puse también.
Conway pareció relajarse un poco después de ver que llevaba puesto también mi disfraz y me regaló una sonrisa ladeada.
—Joder, te ves tan ridícula. De verdad te amo.
Mi corazón saltó en mi pecho al oírlo decir eso, pero él no me dio tiempo de reaccionar porque ya se había bajado del auto para sacar nuestro equipaje del maletero.
Me permití quedarme unos segundos en el asiento del copiloto para procesar sus palabras. No era la primera vez que le había oído decir que me amaba, pero me seguía pegando igual de fuerte. La lengua me había picado para decirle esas dos simples palabras de regreso, pero simplemente había sido incapaz de hacerlo.
Había solo dos personas que me habían dicho que me amaban a lo largo de mi vida y no había dudado en responderles lo mismo como si las palabras no pesaran nada. Mi madre por supuesto formaba parte de esa corta lista, y todos sabíamos cómo había terminado eso.
Suponía que eso me había creado alguna clase de inseguridad. No dudaba de los sentimientos de Conway hacia mí, era solo que quería estar completamente segura de los míos antes de soltar algo de una magnitud tan grande.
Había aprendido que había situaciones en las que las palabras podían llegar a pesar tanto como las acciones.
Escuché que en ese momento alguien golpeaba la ventanilla y me obligué a volver a enfocarme en la realidad. Volteé la cabeza para encontrarme con la cara de Conway peligrosamente cerca del vidrio. Sonreí y bajé del auto para unírmele.
Él me pasó mi maleta y traté de actuar con seguridad mientras entrábamos al aeropuerto. Si había algo más sospechoso que una mujer con una peluca rosa y una boa morada, era una mujer paranoica con peluca rosa y boa morada.
Las plumas me picaban el cuello, pero resistí la tentación de rascarme porque era más que consciente de que la peluca no estaba bien asegurada y que con cualquier movimiento brusco podía terminar en el piso.
Para mi sorpresa, logramos llegar hasta el avión de Conway sin ningún problema. Atrajimos varias miradas hacia nosotros, pero tampoco era como si hubiéramos dejado mucho tiempo a que la gente nos observara porque nos movíamos con rapidez. Nadie se detuvo a pedirnos una foto justamente por eso.
Cada vez me acostumbraba más a este tipo de cosas. Los vuelos de avión no eran tan terribles como antes y hasta podía llegar a disfrutarlos.
Aproveché el camino de dos horas para dormir una siesta ya que la noche anterior no había logrado conciliar el sueño por la ansiedad que conocer a los padres de Conway me generaba. Sabía que había sido yo la que había insistido para hacer esto, pero eso no hacía que estuviera menos nerviosa.
Lo primero que vi cuando volví a abrir los ojos fue la sonrisa de Conway. Mis labios se curvaron inevitablemente hacia arriba ante la vista.
—Ya llegamos.
Solté un bostezo y asentí con la cabeza. Estaba por quitarme el cinturón de seguridad cuando me di cuenta de que tenía sobre mí una manta que no recordaba haberme puesto cuando había comenzado a dormir.
Miré a Conway con una ceja alzada y él se encogió de hombros.
—No quería que pasaras frío —fue lo que se limitó a decir mientras inclinaba ligeramente su cabeza a la derecha.
Me mordí el labio para ocultar la sonrisa bobalicona que amenazaba con adueñarse de mi rostro.
—¿Vamos?
Asentí con la cabeza y me quité la cobija con delicadeza para después ponerme de pie.
Tomó mi mano y juntos bajamos por la escalera que alguien ya había puesto previamente. Una chica le tendió nuestro equipaje a Conway una vez estuvimos abajo y él le agradeció antes de darme mi valija para que yo la jalara.
Antes de que pudiéramos siquiera poner un pie dentro del aeropuerto, Conway se detuvo para voltear a verme. Dejó su maleta a un lado para tener sus manos disponibles y me tocó la cabeza. No entendí qué era lo que estaba haciendo al principio hasta que recordé la peluca rosa que me había dado antes.
—¿Qué haces?
—Estoy acomodando tu peluca —respondió como si fuera cualquier cosa—. Está un poco despeinada después de la siesta que tomaste.
Esperé pacientemente a que él estuviera conforme con el resultado y después volvió a pasar la boa por mi cuello para asegurarse de que no se cayera. Asintió con la cabeza una vez terminó e hizo el ademán de tomar otra vez su maleta, pero fue ahí cuando me di cuenta de que él ya no llevaba su característica gorra o los lentes de sol.
—Ey, espera —lo llamé mientras lo tomaba del brazo para evitar que comenzara a caminar—, ¿por qué tú ya no llevas el disfraz y yo sí?
—La gente aquí me reconocería incluso en una botarga de dinosaurio —se encogió de hombros—. Tratar de pasar desapercibido nunca funciona, así que es mejor simplemente caminar rápido.
—No hay caso de que yo use esto si tú no vas a usar nada —lo acusé mientras señalaba la peluca en mi cabeza y la boa—. ¿Por qué tengo que usarlas?
Él se inclinó para estar a mi altura y acunó mis mejillas en sus manos.
—Porque te ves malditamente tierna así —depositó un beso en mi nariz.
Fruncí mi ceño y me separé de él no sin antes darle un leve golpe en el brazo. Imbécil. Abrí la puerta del aeropuerto y entré. Conway se tomó unos segundos para calmar sus carcajadas antes de seguirme.
Varias miradas cayeron sobre nosotros en cuestión de segundos. Bueno, no sobre nosotros, sino sobre Conway. Él tragó saliva antes de obligarme a moverme a toda velocidad por el aeropuerto. Suponía que nos movíamos rápido para que cuando la gente saliera de su trance por haber visto a Conway y lo buscaran, él ya no estuviera ahí y se preguntaran si todo había sido una mala jugada de su imaginación.
Sorprendentemente, logramos llegar hasta la salida sin que nadie nos detuviera para pedirle a Conway una foto o un autógrafo, lo cual podía considerarse como toda una victoria.
—¡Conway! —gritó una voz.
Por un momento temí que se tratara de alguna fan, por lo que volteé mi cabeza en la dirección desde donde se había escuchado solo para toparme con una señora en sus cincuenta con un par de canas en su cabello y usando un vestido floreado a pesar de que el clima no era el más apropiado. La reconocí al instante como la madre de Conway. Nunca había visto una foto de ella, pero no hacía falta ser un detective para darse cuenta del parecido que ambos tenían.
—Mamá —saludó Conway de regreso y se acercó a ella para darle un fuerte abrazo.
La señora le devolvió el gesto con todas sus fuerzas a su hijo y solo cuando se separó de él fue que sus ojos se posaron en mí. Alzó una ceja en mi dirección y por un momento temí que le hubiera dado una mala primera impresión sin haber dicho siquiera una palabra.
Hasta que recordé que llevaba pelo pintado de rosa de alguien más en la cabeza y me sentí un poco más relajada.
—Tú debes ser Sienna —supuso ella. Asentí con la cabeza—. Bonita peluca, me encanta.
Sus palabras hicieron que un suspiro de alivio saliera de mi boca y una sonrisa se dibujara en mis labios.
Conway se aclaró la garganta, llamando la atención de ambas.
—Será mejor si nos vamos de una vez, mamá. Ya hemos estado suficiente tiempo aquí y mejor nos largamos antes de que alguien caiga en cuenta de nuestra presencia.
La señora asintió con la cabeza.
—Vamos, no estacioné el coche muy lejos.
Conway y yo asentimos con la cabeza antes de tomar nuestras maletas y apresurarnos a seguirla.
De momento la impresión que tenía de la señora era bastante buena. Esperaba que ella pensara lo mismo sobre mí.
Tampoco era como si ella hubiera tenido que trabajar mucho para agradarme. A simple vista se veía como una persona completamente opuesta a mi madre, lo que le daba bastantes puntos con los que empezar.
Su madre dejó que fuera Conway quien subiera nuestro equipaje al maletero pero le lanzó una mirada asesina cuando hizo ademán de subirse en el asiento del copiloto y le dio un sermón para que no me dejara sola en los asientos de atrás.
Conway terminó asintiendo, derrotado y se sentó a mi lado.
—Entonces, Sienna —la madre de Conway me miró por el espejo retrovisor. Ya me había quitado la peluca y me había entretenido mirando el paisaje por la ventana—, ¿cómo estás?
La pregunta me desconcertó durante unos segundos. La verdad era que no me la esperaba y hacía mucho que alguien me preguntaba eso. Tragué saliva antes de contestar.
—Bien —sentía que era la primera vez que respondía con honestidad. Una amplia sonrisa se adueñó de mis labios.
Noté que la señora sonreía también por el espejo retrovisor y le eché un vistazo a Conway a mi lado. Había estado jugando con sus dedos en todo lo que iba del camino, y si seguía así, lo más probable era que se terminara haciendo daño. Estiré mi mano para apretar la suya y hacer que se calmara un poco. El movimiento no pasó desapercibido por su madre, quien simplemente nos observó con una expresión que no pude terminar de descifrar.
Durante el trayecto me contó que ellos llevaban viviendo en este pequeño pueblo por varios años y que se habían mudado aquí porque había sido donde el padre de ella había crecido y había hablado tantas maravillas de él, que ella decidió mudarse después de casarse. De momento estaba bastante contenta.
—¿Dónde vives tú, Sienna? No pareces de por aquí, tus rasgos son un tanto peculiares —preguntó con genuino interés una vez terminó su anécdota.
—Mi padre era italiano, supongo que es eso —con el paso del tiempo me había dado cuenta de que era mejor referirse a mi padre como si estuviera muerto, me ahorraba muchas preguntas—. Pero yo crecí aquí con mi madre, señora Taylor.
Ella hizo una pequeña mueca al escucharme llamarla de esa forma.
—Por favor llámame Emily.
Sonreí y asentí con la cabeza. Esto era un gran avance. Si yo no le cayera bien no me pediría que la llamase por su nombre de pila, ¿no?
—¿Tienen hambre? —preguntó sin despegar sus ojos del camino. Noté que tomaba una desviación y estábamos ahora en un camino de terracería. No me sorprendí al ver una estructura alzándose a la distancia, esa debía ser su casa.
Conway debió haberle dado una respuesta positiva a su madre, ya que ella siguió hablando.
—Tu padre se ha quedado cocinando tacos porque yo quería hacer sopa de calabaza pero ha dicho que hacía demasiado calor para eso, pero mira ¡el día ya enfrió! Yo sabía que no debí haberle hecho caso, siempre termina equivocándose con estas cosas —blanqueó los ojos.
Estacionó el coche y bajamos todos del auto. Conway me pasó mi maleta y caminé por el pequeño camino de piedra mientras trataba de observarlo todo para no perderme de ningún detalle.
Había un gran establo al lado de la propiedad principal y a su lado lo que suponía era un granero. Un gruñido llamó mi atención y volteé mi cabeza hacia el otro lado para encontrarme con un par de cerdos revolcándose en un charco de lodo.
La puerta de la casa se abrió con un estruendo y me obligué a poner toda mi atención en el señor de mediana edad que ahora se asomaba por ahí. Antes creía que Conway se parecía mucho a su madre, pero no se comparaba para nada con su papá. Su cabeza estaba en su mayoría cubierta por canas, tenía una calva en la parte de atrás y usaba una camisa que dejaba ver su barriga. Aun así, compartía su nariz con su hijo y tenía la misma sonrisa que expresaba las ganas que tenía por tragarse al mundo.
—Veo que ya llegaste, Emily —saludó a su esposa mientras bajaba los escalones del porche para acercarse a ella y plantarle un beso en su coronilla—. Genial, porque ya casi está lista la comida.
Ayudó a Conway a cargar su maleta hasta el interior de la casa y lo saludó cuando estuvimos dentro.
—Por un momento dudé sin en verdad vendrías —le dijo mientras le daba un par de palmadas en la espalda.
No tenía idea de qué hacer, por lo que me quedé parada en un rincón observándolo todo. Los ojos del señor cayeron en mí y traté de pararme un poco más recta para causar una mejor impresión. Se acercó a mí con una sonrisa y me abrazó con todas sus fuerzas. Su gesto me tomó por sorpresa, por lo que no tuve oportunidad de devolverle el abrazo y me quedé rígida.
—Y si no me equivoco, tú debes ser Sienna, la novia de Conway —asumió.
—Esa sería yo a menos de que Conway tenga una novia de la cual yo no sepa —traté de bromear.
Él pasó un brazo por mi cuello en ese momento y me acercó a él para plantar un beso en mi coronilla.
—Por supuesto que no —de reojo vi como blanqueaba los ojos—. Ayer terminé con ella.
Una carcajada salió de los labios de su padre y negó con la cabeza. Pasó un trapo de cocina entre sus manos para limpiarse la grasa y después se lo colgó en su hombro.
—Pueden pasar a dejar sus maletas si quieren en lo que ponemos la mesa. Tu mamá limpió ya tu habitación.
Conway asintió con la cabeza y comenzó a caminar en dirección a las escaleras. Yo no conocía el lugar, por lo que no me quedó más alternativa que seguirlo.
—¿Vamos a dormir en la misma habitación? —le pregunté sutilmente a él una vez estuvimos en el piso de arriba.
Él se volteó a verme con una sonrisa ladeada antes de seguir caminando.
—Siempre puedes quedarte en la habitación de visitas si no te sientes cómoda durmiendo conmigo —canturreó.
Blanqueé los ojos y no me resistí a la hora de darle un golpe en el brazo.
—Sabes que no me refiero a eso —tragué saliva—. Simplemente no pensé que tus padres fueran a estar tan abiertos con esto.
—Creo que mis padres son bastante conscientes de las cosas que hacemos, Sienna —inclinó su cabeza ligeramente y un brillo juguetón se acentuó en sus ojos. Sentí mis mejillas arder.
Joder, normalmente era yo la que soltaba esa clase de comentarios y hacía que él se sonrojara. No me gustaba que los papeles se hubieran invertido.
Decidí dejar de pensar en eso y le di un vistazo al lugar en el que estábamos. Era un pasillo no muy largo con cuatro puertas blancas. No me pude hacer una idea de qué era lo que había detrás de cada una porque todas estaban cerradas. Bufé.
—¿Cuál es tu habitación?
Conway pareció recordar la razón por la cual habíamos subido y siguió con su recorrido. Se detuvo frente a una puerta que tenía pegadas unas notas musicales. La abrió sin hacer muy dramático el asunto y entró. Yo me quedé unos segundos en el marco solo para poder apreciar mejor la habitación antes de pasar.
La cama tenía un edredón azul a cuadros y a su lado había una mesa de noche con una pila de libros cuidadosamente ordenados. Había posters de varias bandas colgados en las paredes y una guitarra en una de las esquinas. Las puertas del clóset se encontraban cerradas y todo se veía bastante limpio. Se notaba que sus padres de verdad cuidaban de sus cosas. Suspiré.
—¿Qué piensas? —preguntó Conway sentado en su cama.
Me encogí de hombros mientras ponía un pie adentro y dejaba mi maleta pegada a una pared para que no le obstruyera el paso a nadie.
—No está mal —admití. Mis ojos se movían en todas las direcciones, tratando de observarlo todo—. Ciertamente tiene mucha más personalidad que tu apartamento.
Él rio y se mordió el labio.
—¡Conway Taylor, espero que la razón por la que estén tardando tanto no sea la que yo creo! —se escuchó un grito. El rostro de mi novio se enserió en tiempo récord y enderezó su espalda al instante a pesar de que no había nadie más aquí.
—Creo que será mejor si bajamos.
Asentí con la cabeza mientras trataba de contener mis risas, aunque no pude ocultar mi sonrisa cuando noté que sus orejas estaban sonrojadas.
La mesa ya estaba puesta cuando llegamos al comedor.
Emily nos dio un repaso con los ojos entrecerrados cuando nos vio, como si quisiera asegurarse de que no hubiéramos estado haciendo nada indebido y solo cuando no encontró nada, nos ofreció sentarnos junto a ellos.
Dejé que Conway tomara asiento antes para ver qué lugares eran los que quedaban disponibles y no sentarme en el sitio de alguien más. Terminé a su lado.
Serví un poco de todo en mi plato y después tomé una tortilla para hacer mi taco.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó su madre con interés.
Conway se aclaró la garganta.
—Mamá, ¿recuerdas esa vez que te conté que una chica me había vomitado en los zapatos en un parque de diversiones? —ella asintió, un poco perdida—. Bueno, Sienna es la chica.
Sonreí con timidez.
—¿Es que acaso le contaste esa historia a todo el mundo? —no pude evitar preguntarle a Conway, alzando una ceja en su dirección.
—En mi defensa, es una forma genial para empezar una conversación.
Emily asintió con la cabeza, estando de acuerdo con su hijo, aunque su ceño no tardó en fruncirse.
—¿Pero eso no fue hace como cuatro años?
Ambos asentimos con la cabeza al mismo tiempo.
—¿Cómo fue que se reencontraron? —preguntó ahora su padre.
—Es una larga historia —suspiré.
Él se acomodó en su lugar.
—Bueno, tenemos tiempo para oírla.
─ ♫ ─
La plática fluyó tan bien entre nosotros, que cuando me di cuenta, ya era de noche.
Me sentía cómoda con los padres de Conway y eso me hacía bastante feliz si debía ser honesta.
Eran alrededor de las once de la noche cuando él y yo subimos de vuelta a su habitación. Sus padres se habían ido a dormir media hora antes porque al día siguiente tenían que despertarse temprano y nosotros habíamos aprovechado para tomar un café.
No hubo necesidad de que ninguno fuera al baño para ponerse su pijama cuando estuvimos de regreso en su cuarto, ya había esa clase de confianza entre nosotros.
Me metí en la cama y me cubrí con el cobertor, dispuesta a dormir. Pero descubrí que Conway tenía otros planes cuando comenzó a trazar círculos con sus dedos sobre mi pecho.
—Tus padres están en la habitación de enfrente —le recordé mientras él empezaba a dejar un camino de besos en mi cuello. De repente hacía demasiado calor en la habitación.
—¿Y? —no se detuvo en ningún momento y sus besos fueron bajando cada vez más por mi cuerpo. Ahogué un gemido y cerré los ojos.
—¿Y si nos escuchan?
Lo sentí sonreír contra mi piel.
—Mis padres tienen el sueño pesado, Sienna. Cuando vivía aquí tocaba la guitarra a las tres de la mañana y nunca se quejaron. No te preocupes por eso.
Y siguió con lo suyo como si nada.
Lo jalé suavemente del cabello para que me mirara a los ojos.
—Joder, Conway, solo hay un espacio en esta relación para un pervertido y el puesto ya es mío.
Posó sus labios sobre los míos y de repente en mi mente ya no podía pensar en nada más. Solo éramos él y yo. Conway y Sienna.
—Ya veremos —fue todo lo que dijo.
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DiAbLoZ sEñOrItO
Inicia el maratón del final AAAAAAAH
Dale, que faltan tres capítulos todavía y cada uno tiene aproximadamente 4k de palabras. ¿Cómo se supone que escriba 12 mil palabras en una semana? *risa histérica* Igual puede que los capítulos empiecen a ser un poco más cortos, pero quién sabe. Ya me las arreglaré 😌
Pero cómo sea. ¿Alguna opinión sobre lo que ha sucedido en el capítulo de hoy? 👀
En el siguiente sé que van a pasear, pero aún no estoy muy segura de a donde. Estaba pensando en que fueran a recoger fresas o a montar a caballo. Se aceptan sugerencias 🌚
El final del próximo capítulo es lo que va a darle comienzo al final de la historia, así que es muy importante, de una vez se los digo 😏
¿Qué tal van ustedes? Yo hoy me sentí un poco mal pero espero no sea nada muy serio. Hasta aquí mi reporte, Joaquín.
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