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♫| CAPÍTULO 21 |♫

SIENNA

LLAMADAS INCORDIOSAS

Habían pasado ya un par de semanas desde que Conway se había ido de la ciudad y había tenido mucho tiempo para pensar en ello.

Después de que mis exámenes pasaran, había sentido como si un gran peso fuera quitado de mi espalda y había podido relajarme un poco. Aún faltaba que me dijeran las calificaciones que había sacado y eso me tenía un tanto preocupada, pero no se podía comparar con cómo me había sentido durante el último mes.

Antes de que se fuera, Conway y yo habíamos acordado que sería bueno hablar para mantener viva la comunicación entre nosotros y no se repitieran cosas como la de la última vez. Al principio había sido bastante exitoso y manteníamos contacto al menos una vez al día, ya fuera por una llamada o por mensaje.

Pero después su agenda se había comenzado a llenar con múltiples cosas y tiempo no era algo que le sobrara exactamente.

De momento habíamos hecho que funcionara. O algo así.

Cuando él me llamaba, por alguna razón o por otra yo estaba ocupada, y cuando yo lo hacía, él iba de salida a algún lugar importante.

Suspiré y me dejé caer en el sofá de mi casa.

Los turnos que había estado tomando en la cafetería me habían dejado exhausta y de momento preferiría no salir, pero Grace quería aprovechar que el curso estaba por terminarse y no había podido negarme cuando me había propuesto salir a hacer algo.

El timbre no tardó en sonar y me puse de pie como pude para ir a abrirle la puerta. Ya había dejado mi bolso en la mesada para que solo pudiera tomarlo y salir de ahí sin perder mucho tiempo.

Me había vestido con un vestido negro de tirantes no muy corto que llegaba por encima de mis rodillas que había decidido acompañar con unas zapatillas sin mucho tacón.

Grace me saludó del otro lado con una sonrisa de oreja a oreja. Se veía feliz y su emoción era contagiosa.

—Hola, Sienna —saludó y me dio un beso en la mejilla—. ¿Estás lista?

Asentí con la cabeza y tomé mis cosas antes de cerrar la puerta detrás de mí. No tenía idea de qué era lo que Grace tenía planeado que hiciéramos hoy, pero con tal de despejarme un poco no me importaba demasiado.

Me había visto obligada a contarle lo que había pasado con Conway y ella solo pudo gritar y saltar como loca durante dos horas o algo así. Me sorprendía lo bien que se estaba tomando que yo y su más grande ídolo estuviéramos saliendo.

Mis mejillas se sonrojaron ante ese pensamiento.

Joder, estábamos saliendo.

Cerré los ojos y traté de concentrarme en lo que estaba sucediendo. Bajé las escaleras con Grace a mi lado mientras ella me contaba algún drama que había pasado hoy en su vida.

Subimos a mi auto y ella puso el GPS para que pudiéramos ir a donde ella planeaba que pasáramos la noche. No me sorprendí al ver que después de alrededor de media hora nos deteníamos afuera de un club nocturno.

—Hoy va a tocar aquí una banda que me gusta mucho —me hizo saber mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad.

Alcé una ceja en su dirección mientras yo hacía lo mismo.

—¿Qué diría Taylor de todo esto? —le pregunté solo para molestarla.

Por supuesto que en esta clase de juegos Grace era mil veces mejor que yo y no dudó en devolvérmela.

—Estoy segura de que podrías encontrar la forma de hacerlo sentir mejor si se entera —me guiñó un ojo con complicidad y se bajó del auto.

Me quedé perpleja durante unos segundos antes de negar con la cabeza, reír un poco y acompañarla.

Cruzamos la calle y nos detuvimos delante del luminoso cartel que había fuera del lugar. Había una larga cola que Grace decidió ignorar y a mí no me quedó más opción más que seguirla.

Solo tuvo que compartir un par de palabras con el guardia de seguridad para que él nos dejara pasar. Grace parecía tener algún tipo de encanto con esa clase de personas y la conexión que había tenido en el concierto con Brad era prueba de ello.

Dejé de pensar en ello cuando las luces neones del lugar me dejaron momentáneamente ciega. Tomé a Grace de la mano para no perderla de vista y ella me arrastró por la pista de baile hasta que nos detuvimos en una mesa que estaba libre.

Ella me susurró al oído que iba a ir a buscar algo de tomar en la barra y después salió de ahí. Recorrí el lugar con la mirada rápidamente antes de que una mueca se dibujara en mis labios. Nunca había sido muy fanática de este tipo de lugares porque no me gustaban las multitudes, pero suponía que hoy podía hacer un intento por pasarla bien.

Grace no tardó en regresar y tomé lo que había traído sin siquiera preguntar qué era. Lamenté no haberlo hecho en el momento en el que el líquido quemó mi garganta.

Cerré los ojos y traté de no toser mientras Grace me observaba con diversión.

—Bailemos —fue todo lo que se limitó a decir una vez que se me pasó. No puse resistencia y dejé que me jalara hacia la pista de baile.

Había demasiadas personas que parecían desconocer el concepto de espacio personal o los beneficios que podía dar el desodorante, pero aún así me moví al ritmo de la música. Podía entender por qué a Grace le gustaba esta banda. Su canciones daban ganas de contonear las caderas.

Hacía mucho tiempo que no salía a divertirme de esa forma y traté de aprovecharlo como pude. Después de un par de canciones, Grace me dio un codazo en las costillas y señaló algo detrás de mí.

—La chica de la mesa de ahí no te ha quitado la mirada de encima desde hace un rato —me hizo saber mientras se acercaba para susurrármelo al oído y que pudiera escucharlo.

Discretamente miré sobre mi hombro solo por curiosidad y negué con la cabeza mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro.

—No lo creo.

Una mueca se dibujó en el rostro de mi amiga.

—Cierto, se me olvida que tú ya tienes a alguien —movió sus cejas con perversión y después me dio un golpe juguetón en el estómago—. Pero yo no, así que iré a ver qué tal —me dijo antes de desaparecer entre la marea de gente.

Estaba por seguirla para rogarle que no me dejara sola cuando sentí que algo vibraba en mi bolso. Me alejé un poco de la pista a un lugar un poco más tranquilo mientras sacaba mi teléfono para ver de quién se trataba.

Descolgué cuando me paré al lado de los baños.

—Hola, Sienna —sonreí al escuchar la voz de Conway.

—Hola.

No dijo nada durante unos segundos y no supe cómo tomármelo.

—¿Interrumpo algo? Escucho un poco de ruido —dijo con un deje de confusión en su tono.

—No, nada muy importante. Grace decidió que sería buena idea salir para que nos divirtiéramos un poco.

—Me parece una idea genial —un suspiro se escapó de sus labios—. Yo aún estoy en la disquera arreglando los últimos detalles de la nueva canción.

Asentí con la cabeza. Conway me había contado de este nuevo proyecto que se traía entre manos y a pesar de que había insistido para poder oírlo, él se había negado y alegado que lo escucharía cuando tuviera que escucharlo.

Él y yo hablamos durante un rato más hasta que con la mirada volví a ver a Grace y supe que esta era mi oportunidad de interceptarla.

—Tengo que irme —le dije a forma de despedida.

—Está bien, diviértete.

Asentí con la cabeza.

—Gracias. Espero que no tengas que estar ahí mucho más tiempo.

Se escuchó un suspiro del otro lado de la línea.

—Sí, yo espero lo mismo.

Estaba por colgar cuando su voz volvió a escucharse.

—Y, Sienna, procura no tomar mucho para no vomitarle a nadie en los zapatos —me aconsejó, divertido.

Alcé una ceja a pesar de que no podía verme.

—¿Por qué? ¿Temes que lo haga y lo termine enamorando como a ti?

—Como no tienes idea.

Colgué con una sonrisa en mis labios y corrí hacia donde Grace estaba parada. Se acercaba a la barra, por lo que asumí que se había cansado después de bailar con la desconocida.

Tomé asiento en el taburete a su lado pero ella no pareció caer en cuenta de mi presencia hasta que me aclaré la garganta.

—¿Cómo van las cosas?

Ella se sobresaltó y casi se cae del banquillo en el que estaba sentada. No pude evitar echarme a reír al verla.

—Madre mía, Sienna, me has dado un susto tremendo.

Negué con la cabeza.

—Me he dado cuenta —respondí en un tono burlón.

Ella se acomodó en su lugar y pasó sus manos por su cabello antes de voltearse para verme con una ceja arqueada.

—Alguien está de bastante buen humor —observó mientras una sonrisa se curvaba en sus labios—. ¿Has hablado con Tay? —subió y bajó sus cejas de forma sugerente.

Sentí mis mejillas sonrojarse agaché la mirada para que mi pelo cubriera la mitad de mi cara.

—Tomaré eso como un sí —me rehusaba a voltearme para verle la cara, pero apostaba a que tenía una sonrisa dibujada en su rostro.

No contesté y le pedí a la chica detrás del mostrador un trago. No cometí el mismo error que la vez pasada y me lo tomé con calma.

—No me has dicho cómo van las cosas con la chica —traté de cambiar el tema de la conversación. Grace no pareció muy molesta por eso, sabía que le encantaba hablar sobre cualquier cosa.

Una mueca se dibujó en sus labios y negó con la cabeza.

—Supongo que no está mal pero esperaba algo mejor.

Una sonrisa se dibujó en mi rostro, si ella me molestaba a mí, ¿por qué yo no podía hacer lo mismo?

—¿No está tan bien como Aedus?

Tuve su mirada furiosa sobre mí en el momento en el que esas palabras salieron de mis labios pero no me arrepentí de nada.

—Creo que no has entendido nada aún, Sienna Clarke —alzó su mentón y desvió la mirada, como si no mereciera que ella siquiera me observara.

Reprimí una pequeña carcajada solo para no hacerla enfadar todavía más.

—Oh, vamos, Grace —la seguí molestando.

—¿Sabes qué? —se tomó todo lo que se quedaba de su trago de un jalón y dejó caer el pequeño vaso contra la barra—. Te voy a dejar sola mientras regreso con ella para seguir bailando.

Antes de que se fuera contoneando sus caderas, le grité:

—¡Como digas, la que se va a condenar a pasar mal la noche vas a ser tú, no yo!

Ella me sacó el dedo del corazón antes de desaparecer de mi campo de visión.

Reí y le di otro trago a mi vaso.

Se me acercaron varias personas con la intención de platicar mientras estuve ahí, pero no le puse mucha atención a ninguno, por lo que cada uno se fue yendo después de un tiempo.

Salí de ahí y regresé a la mesa que Grace y yo habíamos encontrado antes solo para darme cuenta de que otras personas ya la habían ocupado.

Solté un suspiro y me senté en uno de los sillones de por ahí mientras sacaba mi teléfono de mi bolso para entretenerme de otra manera.

Estuve picada durante un rato con un juego que no tenía mucho sentido hasta que vi la hora y me di cuenta de que ya eran las doce. Me puse de pie para buscar a Grace y saliéramos de ahí.

Todavía era temprano, pero sabía que a mi amiga no le gustaba mucho desvelarse.

Me abrí paso entre la gran cantidad de cuerpos que había en la pista de baile y la localicé no muy lejos de donde yo estaba, besándose con la morena de antes en uno de los sillones del lugar. Definitivamente no se veía como si la estuviera pasando mal.

Me acerqué con sigilo para no asustarlas.

Me paré detrás de Grace y le di un suave toque en el hombro a mi amiga para que se diera cuenta de que estaba ahí.

Ella me ignoró épicamente y decidió seguir enfocada en la forma en la que la desconocida le metía la lengua hasta la garganta.

—¿Grace? —traté esta vez.

Un quejido salió de sus labios y torció su cuello para poder verme. Sus ojos se iluminaron al ver que se trataba de mí.

—¡Oh, Sienna! —exclamó mientras se ponía de pie sin tomar en cuenta a su acompañante. Se bajó el vestido antes de enredar su brazo con el mío y me obligó a caminar en dirección a la salida.

Miré por encima de mi hombro, preguntándome si ella ni siquiera se iba a despedir de la mujer que se había asegurado de darle una buena sesión de besuqueo.

—Gracias a Dios que llegaste a interrumpir —habló ella mientras salíamos—; estaba comenzando a hartarme de ella —se pasó una mano por su cabello y abanicó su rostro.

Detuve nuestros pasos y me volteé para encararla con un ceja alzada.

—¿En serio? —pregunté sin terminar de creerle—. Porque no parecía que las estuvieras pasando mal ahí —la provoqué mientras le daba un codazo juguetón en las costillas.

Ella blanqueó los ojos y negó con la cabeza.

—Ya hemos hablado de esto, Sienna —gruñó mientras abría la puerta del auto y se subía—. Nada muy serio.

Asentí con la cabeza y me metí también.

—Cierto, cierto —me puse el cinturón de seguridad y prendí el coche—. Porque para eso está Aedus.

Grace se limitó a rodar los ojos y suspirar pero no dijo nada más. Una sonrisa victoriosa se dibujó en mis labios.

Pasamos el camino de regreso a su casa sin compartir ni una sola palabra. Una de las canciones de Conway se podía escuchar por uno de los altavoces y mis dedos tamborileaban sobre el volante.

Me estacioné fuera del apartamento de Grace después de unos minutos y ella se bajó del auto. Lo rodeó y tuve que bajar mi vidrio para que ella pudiera recargarse en el borde de la ventanilla.

—Gracias por salir hoy conmigo, Sienna —soltó con sinceridad.

Sonreí y negué con la cabeza.

—No es nada. Podemos hacerlo cuando quieras.

—Bueno, si tú insistes... —maldije entre dientes por haber soltado esas palabras—. Escuché que la próxima semana va a haber una fiesta por ahí.

Me guiñó un ojo y echó a correr antes de que pudiera replicar algo. Negué con la cabeza con la sonrisa aún en mis labios y salí de ahí.

Llegar a mi casa no me tomó mucho tiempo. Dejé las llaves en la entrada y abrí la puerta del refrigerador para ver si había algo que pudiera comer.

No encontré más que sobras de la comida de la semana. Me encogí de hombros, saqué la hamburguesa que Silas había hecho para mí el lunes y la metí unos segundos al microondas para después sentarme frente al televisor con la intención de distraer mi mente durante unos segundos.

La apagué a eso de las dos de la mañana y me metí a la cama con mi cabeza pensando en varias cosas.

Desperté al día siguiente por un molesto sonido que salía de mi teléfono. Solté un gruñido y me removí en mi cama con la esperanza de que, de esa forma, el ruido cesara eventualmente.

Eso por supuesto no sucedió y tuve que ver de qué se trataba.

Me tallé los ojos y parpadeé varias veces mientras obligaba a mis ojos a adaptarse a la luz que se colaba por la ventana. Estiré mi brazo hacia el mueble que había al lado de mi cama y desconecté mi teléfono de la corriente.

Solté un bostezo al ver que eran las siete de la mañana. ¿A quién carajos se le ocurría llamarme tan temprano?

Mi ceño se frunció al leer el nombre en el identificador de llamadas.

Contesté y me llevé el aparato a la oreja.

—¿Hola? —mi voz sonaba como si acabara de despertarme. No iba a tratar de disimularla, si a mi madre le apetecía molestarme tan temprano, de alguna forma o de otra tendría que devolverle el favor.

—¡No me digas que sigues en la cama, Sienna! —me reprendió sin siquiera saludarme. No le tomé importancia, después de un tiempo uno lograba acostumbrarse a las actitudes que ella tenía.

Su lista de prioridades siempre había sido un misterio para mí, pero algo que siempre había sido algo demasiado notorio que yo nunca la había encabezado.

—Lo seguiría de no ser por ti —le respondí sin mucho entusiasmo.

Ella chasqueó su lengua y pude imaginar que en ese momento se encontraba negando con la cabeza. Genial, ni siquiera había empezado el día y ya había logrado decepcionarla.

Me tallé la cara con una de mis manos.

—¿Qué quieres, mamá? —le pregunté, tratando de terminar con esto lo más rápido posible.

Solía hablar con mi mamá como mucho, una vez cada dos meses y cuando era así, era porque normalmente una necesitaba algo de la otra. No podía esperar para que ella me dijera qué era lo que quería de una vez por todas para que pudiera seguir durmiendo.

—Esos modales, Sienna —me regañó. Me atreví a blanquear los ojos solo porque tenía la seguridad de que ella no me podía ver.

—¿En qué te puedo ayudar, madre? —volví a intentar mientras una sonrisa falsa se estiraba en mis labios.

—Mucho mejor —me felicitó, o algo así. Dudaba que ella estuviera conforme con cualquier cosa que yo hiciera—. Llamaba para decirte que voy a quedarme unos días en el apartamento que Willy tiene por ahí y me gustaría verte.

Más bien restregarme en la cara todas las decepciones que te he dado.

Obviamente no fue algo que dije eso, pero sabía que era eso exactamente lo que ella iba a hacer. Solté un suspiro.

William, o Willy, como a mi madre le gustaba llamarlo, era su novio más reciente. Parecía que después de haberme tenido ella había quedado permanentemente estancada en su etapa de la adolescencia que no pudo terminar de disfrutar porque me tuvo. Nunca me había reprochado con palabras que eso había sido mi culpa, pero se encargaba de hacerlo de otras maneras.

—Claro —accedí solo para no discutir con ella. No tenía el humor—. Solo dime cuándo y trataré de estar ahí.

Lo más probable era que iba a terminar rechazando su invitación de último momento o inventándome una excusa. Uno se acostumbraba a decepcionar a la gente después de que eso fuera lo que se esperase de ti.

—¡Maravilloso! —la escuché aplaudir del otro lado de la línea—. Te mandaré por mensaje los detalles después. Un beso.

Y cortó la llamada.

Me dejé caer contra el colchón mientras trataba de procesar lo que acababa de suceder. Sabía que no había sido coincidencia que mi madre hubiera llamado justo a esta hora. Ella sabía que despertarme temprano no era lo mío y estaba segura de que lo había hecho solo para joderme la mañana.

De momento lo había logrado.

Ella solía esconderse debajo de esa capa de refinería y buenos modales, pero ella estaba más que lejos de ser algo así.

Envolví mi cabeza con la almohada y la maldije entre dientes.

Traté de volver a cerrar mis ojos con la intención de seguir durmiendo, pero después de dar vueltas por la cama por alrededor de media hora me di cuenta de que eso no sería posible.

Solté un suspiro y me senté en la cama para ponerme mis pantuflas e ir a la cocina. Al menos un café me haría sentir un poco mejor. Saqué una taza de uno de los estantes y puse la cafetera a trabajar mientras aprovechaba para ver qué podría desayunar.

Abrí la heladera solo para llevarme la terrible sorpresa de que estaba vacía en su mayoría. Solo había medio cartón de una leche que estaba bastante segura de que ya estaba vencida y dos rebanadas de un queso que no me servía de mucho. Me arrepentí de haberme comido la hamburguesa de Silas la noche anterior.

La cerré sin mucho interés.

Al parecer hoy también iría a hacer las comprar. Miré el reloj que estaba colgado sobre el refrigerador e hice una mueca al darme cuenta de que ya eran las ocho de la mañana.

Me serví el café en la taza cuando estuvo listo y me senté en una de las pequeñas sillas del comedor a beberlo sin mucha prisa. Después de terminármelo iría al supermercado para abastecerme de víveres y aprovechar que a esta hora no había tanta gente.

De solo pensar en las largas filas que tenía que hacer normalmente me daba dolor de cabeza. A parte de que también estaban esos terribles accidentes cuando terminabas encontrándote a alguien de alguna clase y tenías que saludarlo con incomodidad para no parecer grosero.

Me acabé el líquido amargo de un trago y regresé a mi habitación para cambiarme el pijama con algo incluso más fachoso para salir a la calle. Me recogí mi cabello en un moño para disimular el hecho de que aún no me había bañado y me puse desodorante.

Tomé las llaves de la casa y bajé para caminar a la tienda que había no muy lejos de ahí. No era muy grande y normalmente no solía tener mucha variedad en cuanto a productos se trataba, pero me daba demasiada pereza ir hasta la ciudad.

En otras ocasiones habría considerado llegar hasta ahí en el auto, pero ese era simplemente un malgasto de gasolina que no podía permitirme.

Entré al establecimiento haciendo que la pequeña campana colgada sobre la puerta tintineara y tomé un canasta para ir dejando las cosas que decidiera llevarme. Fui primero al pasillo de botanas, tomé unas papas y las abrí para llevarme una a la boca.

Esto no podía considerarse de los mejores desayunos —y de hecho estaba segura de que ni siquiera entraba en la categoría—, pero mi estómago rogaba porque lo alimentara con algo.

No había problema con que comenzara a comérmelas antes de pagarlas. Lo que importaba era el código de barras y que tuviera el dinero para poder comprarlas al final. Colgué la canastilla de mi brazo y comencé a pasear por los múltiples pasillos que tenía el lugar.

Conocía esta tienda al derecho y al revés porque solía venir seguido, pero era una buena forma en la que gastar mi tiempo.

Metí aceite, leche, huevos y alguna que otra verdura. Puse también una caja de cereales a pesar de que sabía que nunca me los comería y un paquete de jamón.

Eso debería servir para la semana.

Pasé a la caja y en mi camino me topé con múltiples chucherías que agregué también. Puse mi bolsa de papas medio vacía también en la cinta de la caja y el señor detrás de la registradora me miró con desinterés mientras empezaba a cobrarme.

Solté un suspiro y mi pie comenzó a repiquetear con impaciencia contra el suelo.

Terminó después de un tiempo y me tendió una bolsa en la que ya había puesto mis cosas que no tardé en tomar y salí de ahí lo más rápido que pude después de pagar.

Caminé con tranquilidad mientras veía mal a las personas que pasaban corriendo a mi lado. ¿Quién en sus sano juicio salía a hacer ejercicio tan temprano y con tanto frío? Me llevé una papa a la boca mientras los juzgaba con la mirada.

Cuando llegué de vuelta a mi apartamento metí todas las cosas en el frigorífico y mis botanas en los cajones de la alacena.

Decidí hacerme algo más para desayunar porque no creía que con solo las frituras estuviera bien. Hice una mueca, la pequeña charla con mi madre había logrado afectarme.

Dejé los ingredientes afuera para hacer un huevo revuelto e hice uso de mis casi nulas habilidades para cocinar mientras trataba de no incendiar mi casa y cuando tuve mi plato listo fui a comerlo a la sala.

Me dejé caer frente al televisor y lo prendí para entretenerme porque no tenía nada más que hacer. Mi día se veía demasiado tranquilo de momento y no tendría que ir a la cafetería hasta más tarde.

Vi alguna cosa sin mucho sentido por media hora antes de decidir que hora de darme una ducha y cuando me puse de pie, sentí que mi teléfono vibraba en la bolsa delantera de mi sudadera.

Saqué mi celular sin mucho ánimo suponiendo que se trataba otra vez de mi madre pero mi expresión cambió por completo al leer el nombre en el identificador de llamadas.

Me lo llevé a la oreja y antes de que pudiera siquiera saludarlo, Conway habló.

—¿Qué te parecería hacer conmigo el vídeo musical de mi nueva canción?

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Buenas, buenas 🌚

Antes que nada me disculpo por no haber actualizado ayer. Tuve exámenes toda la semana y apenas acabé ayer pero estaba muy cansada para editar esto. Pero ya estamos aquí y eso es lo que importa 😌

También quiero decir que me puse en modo escritora mapa y ya he planeado los últimos capítulos de la historia AAAAAA (o algo así). Se vienen puras cosas que me emocionan un montón 😏

Eliminé mis redes sociales en un impulso (aún estoy tratando de descubrir si fue de inteligencia o de estupidez) así que si necesitan cualquier cosa de mí pueden hablarme por aquí ;)

Eso vendría siendo todo. Ya quiero que sea jueves otra vez para que puedan leer el próximo capítulo AAAAAAAAAAHHHHH Se vienen intensos 7u7

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