♫| CAPÍTULO 10 |♫
SIENNA
EL PARQUE DE LOS RECUERDOS
No tenía idea de qué acababa de pasar.
Hace tan solo unos minutos me encontraba disfrutando de una buena hamburguesa en un restaurante cualquiera con solo la compañía de mi soledad, lamentándome por una persona a la que creía no importarle.
Bastante patético, lo sé.
Y ahora, me encontraba en una camioneta rodeada de tres hombres, entre los que se encontraba, oh, sorpresa, ¡el chico al que creía no importarle!
Ni siquiera fui capaz de terminar mis papas cuando la multitud de fanáticas y reporteros invadieron el lugar. Justo en el día que había decidido comer de una forma en la que mi madre no se hubiera sentido decepcionada y no a la anormal velocidad a la que yo acostumbraba tragar.
Me limité a mirar por la ventana del coche. No tenía idea de cómo haría para después regresar por mi auto, pero eso era algo que de momento no me interesaba.
Podía sentir la mirada de Conway fija en mi perfil, pero decidí ignorarla. Bien merecido lo tenía después de no haberme dejado comer en paz.
Y de haberme dejado plantada, claro.
—¿Cuál es la siguiente parada? —preguntó el tal Johan desde el asiento del copiloto.
No dije nada. Yo no parecía ser parte de esta conversación.
El grandulón al volante tampoco dijo algo, por lo que supuse que a pesar de que Johan hubiera hecho la pregunta en general, iba dirigida a Conway. Pero él estaba muy ocupado observándome, aún podía sentir su mirada en mí.
De reojo vi como Johan se retorcía sobre su asiento para poder voltearse y darle un golpe a Conway para atraer su atención.
Él soltó una maldición en respuesta.
—¿Qué carajos, Jonah? —ah, Johan se llamaba Jonah. Me gustaba más Johan, él no tenía cara de Jonah.
—Que cuál es la siguiente parada —repitió.
—Ah —Conway se rascó su nuca y me echó una mirada fugaz—. No lo sé. Sienna, ¿tú tienes algún plan?
—No.
—Podemos ir al parque que está cerca del estudio de grabación —sugirió Jonah después de un rato de silencio.
—No —se negó Chad de inmediato—. Ahí siempre suele haber mucha gente.
—Pues que use sus cosas esas para cubrirse la cara y pasar desapercibido —sugirió Johan.
—Cada que uso esas cosas llamo más la atención, Jonah.
—¡Pues ese es tu problema!
—¡Pero tú eres mi representante, lo que lo vuelve nuestro problema!
—Oh.
Podría haberles dicho que yo conocía un parque cercano al que no iba mucha gente porque no era muy conocido, pero me quedé callada.
—Necesitan decirme a dónde iremos para que sepa si debemos tomar o no la próxima salida —avisó Chad.
Ese parque me gustaba mucho. Ahí solía llevarme mi madre cuando era más pequeña. Me preguntaba si todavía tendrían esos columpios que chirriaban cada vez que uno se subía.
—Sigue derecho —dijo Conway.
—Gira a la izquierda—replicó alguien más.
Me maldije a mí misma al darme cuenta de que se había tratado de mí.
No tenía idea de por qué Brad me había hecho caso a mí. Se suponía que Conway era su jefe, no yo. Pero él tomó la desviación a la izquierda y esperó más órdenes de mi parte.
—En la siguiente calle a la izquierda, y luego toma la tercera salida en la glorieta.
Chad asintió y siguió mis órdenes hasta que por fin llegamos al pequeño parque.
Justo como lo sospechaba, se encontraba vacío. Los columpios se movían ligeramente por el soplar del viento y la resbaladilla de metal absorbía todos los rayos del sol. Podría apostar a que, si te sentabas en ella, te carbonizaría el trasero.
—¿Es normal que la escena se vea así de tétrica? —preguntó Johan.
—Sí, es normal, Johan —le contesté a pesar de que sabía que no me estaba hablando a mí.
Abrí la puerta del coche y puse un pie fuera.
—¿Me acaba de llamar Johan...?
—Cállate y baja ya del auto, Jonah —escuché a Conway burlarse antes de que me encaminara a los juegos.
No tenía idea de cómo había hecho para no tener pesadillas con este lugar cuando era niña. Tenía que darle a Johan un punto a favor. Sí que era bastante tétrico.
Podía escuchar los tres pares de pasos detrás de mí.
—Si este parque era el que visitaba en su infancia, explicaría muchas cosas —le susurró Johan a Conway, pero no lo suficientemente bajo como para que yo no lo escuchara.
Me di la vuelta, y justo alcancé a ver como Conway le daba un codazo a su amigo en las costillas para que se callara.
Sonreí sin poder evitarlo.
—¿Es esta la parte en la que les digo que en verdad soy una asesina en serie y solo los traje hasta aquí para que nadie escuchara sus gritos?
Los tres se quedaron completamente quietos y yo me reí de sus caras.
—No, pero ya en serio —volví a hablar cuando pude controlar mis carcajadas—, no deberían hacerle caso ni seguir a alguien que acaban de conocer. Fácilmente podría ser una asesina, y de ser así, ya estarían muertos.
—Taylor, ya no puedo decidir qué es más perverso, si el parque, o ella —Johan de verás que tenía que practicar en su discreción.
—No lo sé —Conway se encogió de hombros—. A mí de hecho me dan ganas de subirme a uno de los columpios.
—Eso es, corre y siéntate en las piernas de un fantasma.
─ ♫ ─
CONWAY
No tenía idea de por qué Sienna nos había llevado a ese parque, pero me gustaba más de lo que debería.
Con mis piernas en el suelo me impulsaba a moverme un poco en el columpio. La nariz comenzó a picarme y no fui capaz de soltar el estruendoso estornudo que me salió.
—Salud.
Salté en mi lugar al oír la voz de alguien más a mis espaldas. Según yo, estaba solo. Brad y Jonah se deslizaban por la resbaladilla frente a mis ojos, y Sienna había dicho que iría a buscar algo al coche.
—¿Dios? ¿Eres tú? —no pude evitar preguntar.
La risa de Sienna inundó el lugar.
—No, pero con gusto puedo hacer el papel del diablo.
Ella apareció en mi campo de visión y se sentó en el columpio a mi lado.
Lo único que era audible era como los juegos soltaban un chirrido cada que alguno de los dos se balanceaba siquiera un poco.
Me dediqué a, muy discretamente, observar a Sienna. Su mirada estaba fija en el pasto amarillento y en cómo los árboles desnudos se movían levemente debido al viento.
La brisa del otoño no era muy fría, pero si te hacía desear llevar un suéter puesto.
Me tomé un momento para observar el atuendo de la chica a mi lado. Llevaba una blusa negra que hacía que las motas verdes de sus ojos fueran más perceptibles, un pantalón blanco con rayas negras cubría sus piernas; y desentonando por completo con la formalidad que su ropa transmitía, en sus pies llevaba lo que parecían ser pantuflas blancas.
Por un momento me pregunté si se había arreglado de esa forma solo para nuestra cita. Para nuestro encuentro.
Descarté la idea de inmediato. Dudaba que fuera así. Necesitaba dejar de creer que era la gran cosa y que todo giraba en torno a mí.
—No me mires tan fijamente. Estás empezando a incomodarme.
Sacudí la cabeza y miré al frente. Me mordí el labio, intentando reprimir la sonrisa que luchaba con dibujarse en mi rostro. No pude evitarlo por mucho tiempo y finalmente solté una carcajada.
Sienna me miró como si me hubiera vuelto loco. Tal vez lo había hecho.
—¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó con el ceño fruncido.
Solté un suspiro y me llevé una de mis manos al rabillo de mi ojo para limpiar una lágrima que se me había escapado.
—Nada, nada —me las arreglé para decir cuando mi respiración se reguló un poco y me encontré capaz de hablar sin que el aire me faltara—. Es solo que has dicho lo mismo que dijiste ese día en el parque de diversiones.
La actitud altiva de Sienna se desmoronó por un momento y me miró fijamente a los ojos, como si estuviera sorprendida de que aún recordara ese día.
Tragué saliva y me agarré de las cadenas de las que el columpio colgaba.
—Bueno, no es mi culpa que sigas siendo igual de indiscreto —respondió después de un tiempo, volviendo a construir ese muro de hielo a su alrededor.
—Sí, bueno, tú también sigues siendo la misma amargada —murmuré entre dientes.
De repente, mi trasero ya no estaba posado sobre el plástico del columpio, sino que estaba sobre el suelo lleno de tierra.
—¡¿Pero qué rayos te pasa?! —le reclamé mientras dejaba caer mis manos con fuerza en el terreno polvoso.
Sienna solo rió en respuesta.
No podía creerlo, primero se metía con mis zapatos y ahora con mis pantalones. ¿Qué seguía? ¿La camiseta?
—Empiezo a sospechar que te gusta arruinarme la ropa —entre cerré mis ojos en su dirección, pero las carcajadas de ella solo se hicieron incrementaron.
Por un momento no me importó que se estuviera riendo de mí solo porque podía escuchar el sonido de su risa. Era bastante placentero.
—Ay, ya, no es para tanto —su respiración agitada apenas y dejaba que sus palabras fueran entendibles—. Solo han sido dos cosas. Si ya hubieran sido más de tres si...
No terminó de decir su frase. Agarré su tobillo y jalé de ella para que cayera a mi lado en el suelo.
El polvo voló en todas direcciones debido al impacto. Y cuando digo en todas direcciones, me refiero a todas las direcciones; mi boca incluida entre ellas. Cerré mis ojos al instante y una mueca de asco se dibujó en mi rostro.
—Es el karma que mereces.
—¡Si has sido tú la que me ha empujado primero! ¡El karma debería cobrártela a ti, no a mí!
—Te lo dije, Conway, a veces puedo hacer el papel del diablo —se encogió de hombros.
Sienna se sentó en una posición de indio sobre el piso, lo que provocó que más polvo se dispersara; su objetivo ahora fue mi cara.
—¡Ya! Deja de hacer eso.
—No estoy haciendo nada.
—Tus acciones llenas de maldad dicen otra cosa, Sienna.
—Yo y mis acciones no somos la misma cosa.
—Pero vienen de la misma persona: el diablo —entre cerré mis ojos en su dirección.
Ella sonrió con aprobación y asintió con aprobación.
—Veo que por fin lo vas entendiendo, Conway.
Me removí sobre el piso polvoso, doblé mis piernas para después abrazarlas con mis brazos y después apoyé mi mejilla derecha sobre mi rodilla.
Sienna se quedó un largo rato mirando el suelo. Sus dedos repiqueteaban contra la tierra y en su cara se dibujaban varias muecas.
—Siento que te debo una disculpa —dijo después de un tiempo seguido de un suspiro.
Fruncí el ceño y la miré con una interrogante en mi rostro.
—No creo entender de lo que estás hablando.
En todo caso el que debería disculparse debería ser yo. Había sido yo quien la había dejado plantada, no al revés. Y a pesar de que no había sido del todo culpa mía, sentía que le debía una disculpa.
—No —se pasó sus manos por la cara—. Deja que me explique. Hace..., ¿cuánto fue ya? ¿Cuatro años? —hizo una mueca y después negó con la cabeza.
—Cinco —no pude evitar corregir.
Ella me lanzó una mala mirada y yo alcé mis brazos al cielo en señal de rendición.
—Vale, vale. Lo capto. Ya me callo.
—Hace cuatro años creí que me habías dado mal tu número de teléfono a propósito, y nunca lo había aceptado en voz alta porque no tenía ningún motivo para estar enojada contigo —rió con amargura y se pasó una mano por su cabello castaño—. Digo, no éramos nada, sólo eras el chico con el que había pasado un día en el parque de diversiones.
Negó con su cabeza y la escondió entre sus manos mientras que en sus labios se dibujaba una sonrisa un tanto tensa.
—No tengo idea de por qué te digo esto siquiera —se mordió el labio y sacudió su cabeza con fuerza; como si con ese movimiento todos su pensamientos fueran a salir de ella para dejarla en paz.
No sabía qué decir. Miré a Sienna con estupefacción por unos segundos. Después de un tiempo, un tanto temeroso, puse mi mano sobre la suya. Ella se tensó al principio, pero cuando mi pulgar empezó a trazar círculos sobre el dorso de su mano, sus hombros cayeron.
No dijo nada por un tiempo pero luego se armó de valor y me miró por fin a los ojos.
—Por favor di algo —suplicó.
—¿Ahora si puedo hablar? —traté de bromear para liberar un poco la tensión que se había formado en el ambiente.
Supe que había funcionado cuando vi cómo blanqueaba sus ojos y se inclinaba en mi dirección para darme un golpe —no tan suave— en mi hombro.
—¡Para ya con la violencia, mujer! —me acomodé mi, ya muy arrugada sudadera y pensé en lo que diría antes de abrir la boca.
Solté un gran suspiro y detuve mis movimientos sobre su mano.
—Creo que el que debe disculparse aquí soy yo —aplané mis labios y me acomodé mejor en mi lugar—. Para empezar, te he dejado plantada hoy —desvié la mirada y comencé a juguetear con mis dedos.
No dije nada por unos segundos y Sienna tampoco.
—¿Pero no has dicho antes que te han secuestrado? —al oír su voz, mi mirada fue directamente dirigida hacia ella. Su ceño se encontraba fruncido y su cabeza estaba ligeramente inclinada hacia la derecha; no pude evitar compararla con un perro.
—Sí, pero de todas formas debí... debí avisarte. Tenías razón, debí encontrar una forma. Pude haberle pedido a alguna persona de mi equipo que te avisara que iba a llegar tarde. O... tal vez insistir más. O incluso... —no me había dado cuenta de en qué momento me había puesto de pie y había comenzado a dar vueltas por el lugar mientras movía mis manos hasta que Sienna me rodeó con sus brazos.
Contuve la respiración y no traté de no moverme. El abrazo de Sienna se veía forzado, pero no se sentía de esa forma. Joder, no, definitivamente no se sentía así.
Inspiré un poco de su aroma, sonreí y también envolví mis brazos en torno a su cintura.
—Escúchame bien, Conway —me quise quejar cuando volvió a establecer una distancia entre nosotros colocando sus manos sobre mis hombros—. Lo que pasó no fue tu culpa, ni fue la mía, solo fue una serie de sucesos que, desafortunadamente, nos afectó a nosotros. Ahora lo veo.
Solté un suspiro y después asentí lentamente con la cabeza. Mi mirada y la de Sienna se veían con serenidad y necesidad. No lo pensé mucho antes de, lentamente, empezar a acercar mi rostro al suyo.
Me detuve a centímetros de sus labios cuando ella se aclaró la garganta y retrocedió unos pasos. Me rasqué la nuca con una mano, y para no hacer el momento incómodo, seguí hablando.
A parte, no quería pensar en que me había rechazado.
—Esa no es la única razón por la que quería disculparme —confesé.
La atención de Sienna volvió a caer en mí y me miró por largos segundos en los que me incitó a seguir hablando. Me gustaría saber qué pasaba por su mente.
—Supongo que... —cerré mis ojos y tomé aire, armándome de valor antes de continuar—. Supongo que de cierta forma, yo también te culpaba por lo que había pasado después de ese día. Porque cada vez que mi teléfono sonaba, corría hacia él y contestaba con la esperanza de que se tratara de ti.
»Me la pase pendiente del teléfono por casi tres años, a la espera de que en algún momento tu voz volviera a llegar a mis oídos... Pero, no sucedió —mi cabeza había caído y ahora mi vista estaba fija en el suelo.
Le di una patada llena de frustración a la tierra, lo que provocó que una nube de polvo se formara y volara en todas las direcciones. Me apresuré a cubrir mi boca y mi cara. Supuse que los lentes de sol que llevaba puestos serían suficiente protección para mis ojos.
Pero me equivoqué.
De alguna forma, el polvo se las arregló para pasar por debajo de estos y adentrarse en mis ojos. Me quité los lentes en un movimiento brusco y los aventé al suelo. Hice de mis manos dos puños y me tallé los órganos oculares con fuerza.
—Joder, Conway. ¿Lanzaste estos lentes al piso como si se tratara de basura? —intenté abrir mis ojos, pero mis párpados no parecían querer colaborar. Estoy seguro de que hice muchas caras raras antes de que por fin fuera capaz de volver a ver la figura de Sienna.
Sus brazos se encontraban cruzados sobre su pecho. Esa postura hizo que mi atención fuera directamente a ese punto, cosa de la que no me sentí muy orgulloso. Tuve intención de decírselo, pero a juzgar por la expresión en su cara, no era un buen momento.
—Maldito seas, Conway Taylor —me sentí intimidado cuando usó mi nombre completo, hizo que un recuerdo de mi madre saltará a mi mente. Incluso me imaginé a Sienna como mi progenitora, con su rodete apretado, sus faldas largas y su aroma a sopa.
Hice una mueca de tan solo pensarlo y volví a poner atención en lo que Sienna me recriminaba haber hecho, parecía importante.
—¿Tienes idea de cuánto cuestan estos lentes?
Me rasqué la parte trasera de mi cabeza y negué con la cabeza. Yo no solía encargarme de hacer las compras de las cosas que usaba. Normalmente, Jonah contrataba a alguien con experiencia en el departamento de moda, le daba un presupuesto específicamente para gastar, la imagen que quería que diera y yo usaba lo que fuera que la persona comprara.
No tenía idea de cuánto costaban los lentes de sol con los que Sienna jugaba.
—¿Poco? —traté de adivinar.
Por la cara que ella hizo, supuse que no había acertado.
—¡¿Poco?! Poco cuesta la renta del cuchitril en el que yo duermo a comparación con estos lentes —acercó el accesorio a mis ojos y con su dedo señaló la firma que había en la patilla izquierda.
—¿Said Fuentes? —entre cerré mis ojos para poder entender mejor la caligrafía, pero era ilegible, al menos para mí.
—Sara Ferreas —corrigió ella antes de blanquear sus ojos.
Abrí mis ojos, aplane mis labios en una fina línea y asentí con la cabeza como si supiera de qué hablaba, aunque estaba muy lejos de siquiera tener una idea de quién era esa mujer.
De repente, me sentí como cuando aún iba a la escuela y la maestra de matemáticas explicaba algo que yo fingía entender.
Me imaginé a Sienna como a mi maestra de matemáticas, con su estilo "vintage", su no muy discreto maquillaje y la característica hoja de perejil viviendo entre sus dientes.
Hice una mueca y sacudí mi cabeza, tratando de sacar esas desagradables imágenes de mi mente. Necesitaba dejar de imaginar a Sienna como personas de mi infancia.
A este paso podría terminar con un trauma o algo parecido.
Ella chasqueó sus dedos frente a mi cara para llamar mi atención.
—Ey, tú. ¿Tienes idea de lo que me podría comprar con el dinero de estos lentes si los vendiera?
Una sonrisa arrogante se dibujó en mis labios.
—Pues una gran suma si sabes cómo venderlos. Si dices que yo he usado esos lentes, te podrías hacer millonaria en minutos.
Me dio un golpe en el hombro.
—Maldita sea, Sienna. ¡Déjalo ya! Me va a salir un moretón y será tu culpa.
—Pues bien merecido te lo tienes, capullo arrogante. ¡Te estoy hablando en serio! Si vendiera estos lentes sin mencionar que fueron tuyos, podría comprarme un departamento en la zona centro de la ciudad. ¡La zona centro! —exclamó como si fuera algo difícil de creer.
Sus ojos recorrieron con rapidez el desértico campo, hasta que estos se posaron en la camioneta en la que habíamos llegado, donde Jonah y Brad estaban recargados.
—Joder, ¡hasta me podría comprar una camioneta así!
Miré la camioneta y luego los lentes que Sienna sostenía en sus manos e hice una mueca. No tenía idea de cuánto costaban los lentes, pero tenía una idea muy clara de cuánto costaba el vehículo.
Había sido una de las primeras compras que había hecho cuando había comenzado a ganar dinero, y dudaba que unos simples lentes oscuros, ella pudiera comprar un vehículo así de caro.
Siempre había querido algo así como un Batimóvil. Así que esa camioneta se había convertido en mi Taylorimóvil.
Sí, después de varios años aún no había encontrado un nombre mejor que ese.
—No creo que puedas, estoy seguro de que esa camioneta cuesta más que todos tus ahorros y esos lentes, por más caros que...
Me dio otro golpe en el hombro a forma de respuesta.
—La puta madre, Sienna. ¡Deja de hacer eso!
—Pues deja de ser un imbécil arrogante.
—Solo estoy siendo honesto —me encogí de hombros.
—Hay verdades que es mejor quedarse para uno mismo.
—¿Preferirías seguir volando alto solo para que la caída sea mucho más dolorosa después?
Vi que su brazo se volvía a levantar, con intenciones de golpearme otra vez. Me anticipé a su movimiento y sujeté su muñeca. Ella me lanzó una mirada desafiante y levantó su barbilla con petulancia.
—No me conoces, Conway. No tienes idea de cuánto dinero tengo ni de a qué me dedico. No hables como si me conocieras de toda la vida y no como si no fuera una chica con la que pasaste un solo día para volverla a ver cinco años después.
En otro momento, sus palabras habrían logrado herirme de alguna forma. Decidí tomarlas con un poco de gracia para que no viera el efecto que había tenido en mí y le sonreí.
—¿Tienes los recursos para comprarte un auto de doscientos mil dólares? —le pregunté directamente, alzando una ceja.
Era más que consciente de que ese era un precio extremadamente alto solo para un auto, pero a el Conway de hace unos años no parecía haberle importado mucho.
Su pequeña boca se abrió con sorpresa, formando un círculo con sus labios.
—¿Doscientos mil dólares? ¿Pues de qué carajos está hecha? ¿De oro?
—No evites la pregunta —sonreí con arrogancia, haciéndome una idea de cuál sería su respuesta.
Cerró sus ojos y sus labios se apretaron.
—No.
Sabía que no debía aprovecharme de este momento, pero no pude evitarlo.
—¿Mhm? Lo siento no te he escuchado bien.
Con el rabillo del ojo pude ver que movía ligeramente su otra mano, la que yo no tenía bajo mi poder. Sienna alzó su mano izquierda con intenciones de darme un golpe, pero otra vez, me anticipé a ella y agarré su muñeca antes de que fuera capaz de tocarme.
Ahora tenía ambas manos de la chica agarradas sobre su cabeza. Ella intentó forcejear para liberarse de mi agarre, pero no lo logró.
—No he escuchado lo que has dicho antes, ¿podrías repetirlo? —le pedí con una amabilidad actuada.
Apretó su mandíbula y desvió la mirada al piso.
—Maldito engreído —la escuché murmurar—. No, no sería capaz de comprar la camioneta —respondió después de unos segundos, aún sin verme a los ojos.
De todas formas me sentí satisfecho con su respuesta.
—¿Estás feliz ahora? —ahora sí me miró.
—Sí.
Pero quería intentar ir por un poco más. Arriesgarme. Aprovechando que Sienna no podía hacer uso de sus brazos, me incliné hasta su cara. Mi aliento golpeaba justo sobre los labios de Sienna, podía sentirlo.
Ella cerró los ojos y sus labios se entreabrieron. Lo vi como si me diera permiso para proseguir. Me incliné un poco más. Tan solo unos milímetros y mis labios se encontrarían con los de ella...
El sonido de cómo alguien se aclaraba la garganta detrás de mí hizo que Sienna se sobresaltara. Aprovechó mi momento de debilidad para liberar sus muñecas y me dio un golpe en el estómago antes de retroceder.
—Espero no haber interrumpido nada —logré reconocer la voz de Jonah.
Lo podía imaginar perfectamente con una sonrisa maliciosa dibujándose en sus labios. Me giré lentamente justo para encontrarlo de esa forma.
A veces odiaba conocerlo tan bien.
Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho y su cabello rubio estaba un poco despeinado. Unos lentes de sol se perdían entre sus ligeros rizos.
Me pasé un mano por mi cabello y negué con la cabeza.
—No, no has interrumpido nada. ¿Por qué crees que interrumpiste algo? ¿Por qué crees siquiera que estaba pasando algo? No estábamos haciendo nada, solo hablábamos y nos poníamos al día. No sé de dónde sacas ideas tan ridículas. Sienna y yo solo somos amigos.
De reojo pude notar como las manos de Sienna se volvían puños y su entrecejo se fruncía.
Mi representante alzó sus manos al aire y se encogió de hombros, adoptando una actitud inocente.
—Vale, lo capto, lo capto. No interrumpo nada.
—Sí, qué bueno que lo captes. Solo somos amigos, ¿verdad, Sienna? —volteé mi cabeza hacia ella y la miré fijamente. Mis dedos empezaron a repiquetear contra mi pierna en un acto de nerviosismo.
Ella se tomó unos segundos antes de contestar. Cerró sus ojos y una sonrisa temblorosa se formó en sus labios.
—Sí, Conway y yo solo somos amigos —a pesar de que yo le había pedido que dijera eso, no pude evitar sentirme un poco desanimado cuando esas palabras salieron de su boca.
Me obligué a sonreír y me giré hacia Jonah, quien nos miraba alzando una ceja.
—¿Ves? Solo amigos.
—Vale... —no parecía muy convencido—. Ahora que sé que no interrumpía nada, venía a decirles que Brad cree que sería bueno que volviéramos al hotel. Está oscureciendo y cree que es peligroso manejar de noche por una carretera que no conoce.
Asentí con la cabeza, metí mis manos en los bolsillos delanteros de mis pantalones y me columpie sobre mis talones.
—Esta bien.
Empecé a caminar en dirección a la camioneta, pero la voz de Sienna detuvo mis pasos.
—¿Pueden pasar a dejarme a mi casa antes?
Jonah hizo una mueca y se tomó unos segundos para pensarlo. Después de un tiempo soltó una bocanada de aire y asintió con la cabeza.
—Supongo que sí. ¿En dónde vives?
Las mejillas de Sienna se tornaron rojas y yo alcé una ceja. Nunca antes había visto que se sonrojara.
—Con que me dejen en Wally's está bien.
—¿En dónde? —me metí en la conversación.
—Al lugar de donde tuvimos que salir huyendo porque una bola de personas apareció buscándote —explicó mientras blanqueaba sus ojos y me señalaba.
—¿Por qué quieres regresar ahí? —preguntó Jonah frunciendo el ceño—. Sí, sus papas eran buenas, pero no tanto como para regresar...
—No voy para comer, idiota. Ahí dejé mi carro.
Jonah hizo una mueca y después negó con la cabeza.
—No, no lo creo. Nosotros vamos al norte, sería dar demasiadas vueltas y mucho tiempo perdido —se encogió de hombros—. Lo siento.
La castaña solo asintió con la cabeza en respuesta.
—¿Pueden entonces llevarme a mi casa?
—¿Y cómo vas a pasar después por tu auto? —me volví a entrometer.
Sienna sacudió su mano, restándole importancia.
—Tomaré un taxi, o algo. ¿Pueden llevarme o no?
—No —pude deducir que a ella también le había sorprendido la respuesta de Jonah por la forma tan rápida en la que se volteó a verlo, justo como yo.
—¿No? ¿Cómo de que no?
Yo tampoco entendía una mierda, pero consideraba que sería mejor mantenerme callado y dejar que mi amigo contestara a la pregunta de Sienna.
—No voy a permitir que eso pase. Irás con nosotros al hotel y mañana que nosotros vayamos de camino al aeropuerto te pasaremos a dejar —explicó.
En mi mente besé de mil y una maneras diferentes los pies de mi amigo. Cuando tenía ideas como esa era que recordaba por qué lo había contratado como mi representante.
Sienna hizo una mueca y dudó por unos segundos.
—No lo sé —torció sus labios—. En todo caso, pasen a dejarme al departamento de mi amiga, queda por el norte también y estoy segura de que les queda de...
—Ni hablar —la cortó Jonah—. No nos acercamos a la loca en menos de un perímetro de cinco calles.
—¡Oh, vamos! No fue para taaanto.
—Estoy seguro de que para él —me señaló—, fue incluso peor que el secuestro de hoy.
Yo arrugué el entrecejo. El ataque de locura de Grace de ayer no se compraba para nada con el pequeño secuestro por parte de Madison de hoy. Pero yo no iba a decir nada, todo lo que salía de la boca de Jonah, de una forma u otra, me beneficiaba.
Sienna alzó sus brazos al aire y soltó un bufido.
—Lo dudo.
—¡Díselo, Taylor! —Jonah me señaló con su dedo y después señaló a la castaña frente a mí.
—Eh, eh, sí. —balbuceé. Me aclaré la garganta antes de continuar—: No quiero acercarme a Grace.
—¡Ni siquiera tienen que bajar del auto! Solo tienen que dejarme afuera. Incluso a cinco calles de distancia si quieren.
—De ninguna manera —Jonah siguió manteniendo su postura—. No te dejaremos en plena noche en el que, seguramente, es un barrio de mala muerte.
—Soy completamente capaz de defenderme.
—He dicho que no —su voz sonó firme. No me sorprendí tanto como lo hizo Sienna, era el tono de voz que él solía usar cuando me decía que hiciera algo que yo no quería hacer.
Sienna se veía como una niña a la que sus padres se habían negado a comprarle un juguete. Esa comparación sí me pareció agradable. La imaginé con dos coletas mal hechas a cada lado de su cabeza y un tutú rosa alrededor de su cintura.
Sonreí involuntariamente.
—¿Y tú por qué sonríes así? —escuché que Sienna me recriminaba—. ¿Eres de esas personas que disfrutan de las tragedias ajenas?
Se cruzó de brazos y alzó su ceja izquierda.
—No, no soy como tú.
La castaña abrió su boca, claramente ofendida.
—Pues al menos yo soy un...
La interrupción de Jonah no la dejó terminar. No pude decidir si me sentí aliviado por no llegar a escuchar su insulto, o decepcionado por no hacerlo. Esa parte curiosa en mi persona era algo masoquista.
—Ya corten el rollo. Parecen una pareja de viejos casados que ya no se aguantan mutuamente —él blanqueó los ojos, giró sobre sus talones y empezó a dirigirse hacia la camioneta.
—No podría soportarte por el resto de mi vida —se dirigió Sienna hacia mí—. Si tú fueras mi esposo, te mataría mientras duermes.
Me llevé una mano al pecho, falsamente ofendido.
—Si tú fueras mi esposa, me haría el dormido solamente para que acabaras con mi sufrimiento —contraataqué.
—¡Ve prendiendo el auto, Brad! Ya no puedo con sus peleas, están empezando a decir las formas en las que se matarían mutuamente, ¿es eso normal?
—No lo creo —Brad se encogió de hombros y se rascó su panza—. No tengo mucha experiencia en este departamento, señor Collinwood.
—Pues yo sí, por lo que yo decidiré que no es normal —lo oí declarar cuando llegamos a su lado.
Brad se subió al asiento del conductor y Sienna, Jonah y yo adoptamos nuestros lugares anteriores.
—Vamos, come on...
—Donde te pongas a cantar una canción de Dora la exploradora te daré un golpe —amenacé.
—¡Vamos todos allá! —siguió cantando, ignorándome por completo y señalando a través del vidrio del parabrisas—. ¡Vamos a la obra, en una sola maniobra! —se removió en su asiento y empezó a bailar.
Sienna y yo lo juzgábamos duramente con la mirada.
—¿A dónde vamos?
Nadie respondió.
—¿A dónde vamos? —volvió a canturrear.
Nadie volvió a responder. Ni siquiera Brad, lo cual ya era decir mucho.
Jonah golpeó la guantera de la camioneta con rabia.
—¡Ey, cuidado con el coche!
—Son todos ustedes una bola de amargados —nos reprochó él. Se cruzó de brazos, se hundió en el asiento e hizo un puchero.
—De verdad que no entiendo cómo es que consigues tantos ligues —murmuré, pero no lo suficientemente bajo como para que él no escuchara.
Se volvió a acomodar en su lugar, torció todo su cuerpo para poder verme a los ojos y me dijo:
—Es un encanto natural, Taylor. No lo entenderías.
──── ♫ ────
Antes que nada quiero disculparme. Sé que debí actualizar ayer pero aquí la señorita no sabe organizar su tiempo 🤡
Este de momento es el capítulo más largo de la historia 👁👄👁
¿Qué me cuentan ustedes? ¿Todo bien, todo casual en sus vidas?
Les voy diciendo que la próxima actualización nada más va a hacer la siguiente parte de la canción del principio. Voy a poner un fragmento cada diez capítulos 😌
Me quedan pocos capítulos de reserva y estoy entrando en pánico porque en abril no voy a tener tiempo para nada. #VivirEstresadaEsMiPasión
Y eso es todo de momento.
Nos leemos luego ;)
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