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♫| CAPÍTULO 09 |♫

CONWAY

LA FUGA

No había nada peor que el tráfico de la ciudad.

El universo parecía haber conspirado en mi contra para que no llegara a tiempo a mi cita con Sienna.

Primero, cuando bajamos a la recepción, todavía había una gran multitud de curiosos que buscaban saber qué era lo que había pasado. Y por si eso no fuera poco, al salir del hotel nos topamos con un gran grupo de fans que llevaban toda clase de carteles en sus manos.

Algunas se veían molestas y otras simplemente preocupadas. Siendo honesto, las entendía. Yo sería parte del primer grupo si cancelaran un concierto del que ya había pagado un boleto.

El problema no radicaba en la cantidad de gente que había, sino en que bloquearan el coche en el cual Jonah, Brad y yo debíamos subirnos para llegar al auditorio.

No era fácil abrirse paso entre tantas personas, por lo que Jonah y yo dejamos que Brad hiciera todo el trabajo sucio y nosotros dos lo esperamos en el lobby. Él obligó a la multitud de fans a moverse con el coche y Jonah y yo nos subimos al vehículo antes de que volvieran a juntarse y nos dificultaran subirnos.

Le dije a Brad que necesitábamos ir al auditorio y él solo asintió con la cabeza.

Él dijo que antes de ir para allá, tendríamos que dar varias vueltas por las calles para despistar a las personas en caso de que alguien nos siguiera. Era solo una medida de seguridad.

Medida de seguridad en la que habíamos perdido ya media hora.

Yo era una de esas personas que odiaba la impuntualidad. Y si había algo que yo odiara más que una persona impuntual, era que yo llegara tarde.

Hacía que me estresara y me daban ganas de golpear a alguien.

Lo bueno era que habíamos salido con unos pocos minutos de ventaja.

Lo malo era que los habíamos perdido cuando se ponchó uno de los neumáticos del coche. Brad se tardó alrededor de otra media hora en quitar la llanta y en poner una nueva. Mientras todo eso pasaba, yo presionaba con fuerza mis uñas contra en asiento de cuero.

Y luego, cuando por fin continuamos con el camino —con ahora veinte minutos de retraso, cabe aclarar—, Brad se distrajo y no tomó la salida que teníamos que tomar para ir al auditorio.

Eso no hubiera estado del todo mal si no hubiera sido porque no tomar esa desviación nos llevó a circular por una avenida llena de tráfico.

Ni siquiera podía sentir si avanzábamos o no.

Jonah había decidido no hacer ninguna pregunta durante todo el trayecto.

Él sabía lo molesto que me podía llegar a poner por llegar tarde, y probablemente intuía que, si preguntaba algo, mi respuesta iba a ser un monosílabo o algo hostil.

Brad también mantuvo la boca cerrada.

El único ruido que inundaba el ambiente, era la voz de la locutora que anunciaba las canciones que pasaban por la radio.

Tuve ganas de gritar cuando una de mis canciones empezó a sonar. Lo que menos quería en estos momentos era escuchar mi voz recitando una letra a la que no le encontraba sentido alguno.

No quería escuchar algo que no era nada más que un recordatorio de la basura en la que me había convertido.

Me estiré entre el asiento donde Jonah estaba sentado y el de Brad y apagué la radio. El silencio se hizo presente.

Volví a tratar de llamar a Sienna, pero no contestaba. Tampoco le habían llegado los mensajes todavía.

Chequé el reloj otra vez.

Eran las seis y media ya. A esta hora se suponía que nos veríamos, pero yo estaba atascado en el tráfico y ella seguía sin contestar.

Me llevé las manos a mi cabello y jalé de él con fuerza.

No tenía idea de qué haría ahora. Sienna no se veía como una persona con demasiada paciencia. Lo más probable era que no esperaría por mí más de quince minutos.

Y así como se veían las cosas, en quince minutos no seríamos capaces de movernos mucho.

El tiempo pasaba y el avance que hacíamos era mínimo.

Brad vio una desviación y la tomó. Cualquier cosa era mejor que seguir atascados en el tráfico por más tiempo.

Llegamos al estacionamiento del auditorio una hora y media más tarde de la hora que habíamos acordado Sienna y yo. Y como era de esperarse, ella ya no estaba ahí.

Nadie dijo nada.

Me limité a soltar un suspiro, negar con la cabeza y dibujar una falsa sonrisa en mis labios.

—Tal vez esté adentro —sugirió Jonah con un hilo de voz.

Negué con la cabeza.

—Es más que obvio que ya se ha ido. Yo lo haría, no esperaría a alguien por más de media hora siquiera.

—Pero al menos lo intentaste, Taylor. No es tu culpa que ella no contestara tus mensajes ni tampoco son tu culpa todos lo percances que tuvimos en el camino.

No dije nada.

Aún no habíamos comido, así que colectivamente habíamos decidido que lo mejor era ir a un restaurante a llenar nuestros estómagos.

No era muy conveniente ir a un lugar lleno de gente, ahí era donde normalmente me reconocían con mayor facilidad, así que nos detuvimos en un restaurante que vimos al lado de la carretera.

La camioneta de último modelo en la que íbamos desentonaba totalmente con los autos clásicos que estaban en el estacionamiento.

Bajé con unos lentes de sol cubriendo mis ojos y una gorra en mi cabeza. A pesar de que el lugar se veía inofensivo, era mejor prevenir.

Entramos al establecimiento y nos topamos con que solo cuatro mesas estaban ocupadas. Dos viejitos en la mesa de la ventana, una familia con cuatro hijos en un gabinete, una pareja en una mesa del centro y una chica castaña sentada en la barra que nos daba la espalda.

Jonah pasó y decidió que nos sentaríamos en un gabinete al fondo, cerca de la cocina, por si ocurría algo, nos pudiéramos escapar por la puerta trasera del establecimiento.

Una chica pelinegra se acercó a nuestra mesa con tres menús. A Brad y a mí nos los entregó con poco interés, pero cuando le dio el suyo a Jonah, sonrió con coquetería y le guiñó un ojo.

—¿No le serás fiel a tu querida recepcionista? —pregunté mientras mis ojos recorrían la carta.

Jonah simplemente soltó un silbido.

—Ella no tiene porqué enterarse de nada. A parte, no culpo a la mesera, es más que obvio que soy irresistible.

Bajé mis lentes por el puente de mi nariz y le lancé una mirada incrédula a mi amigo.

—No lo creo.

Mi representante chasqueó su lengua y me lanzó una mirada egocéntrica. Brad solamente se limitó a ver el menú con bastante interés, ignorando la disputa que se había formado entre Jonah y yo.

—¿Cuánto apuestas a que puedo conseguir el número de ella? —señaló con su barbilla la chica solitaria que estaba sentada en la barra.

No podía ver mucho de ella, solo su espalda y su cabello liso cayendo por ella. Examiné su postura por unos segundos y sus piernas cruzadas. No se veía como alguien muy receptiva.

—Yo pago la comida si lo consigues.

—Oh, vamos, Taylor. ¿Tan poca confianza te tienes que apuestas algo tan barato?

Pensé por unos segundos en cuál podría ser mi propuesta.

—Si tú ganas, te puedes quedar con mi habitación en el próximo destino al que vayamos. Yo me quedaré con la tuya si pierdo —me encogí de hombros.

Los ojos de Jonah brillaron.

Las habitaciones de hotel eran su punto débil. Normalmente, sus habitaciones solían ser mucho más pequeñas e incómodas que las mías, por lo que sabía que la oferta sería casi irresistible para él.

—Trato.

Lo vi con intenciones de levantarse, así que volví a hablar.

—Pero si yo gano, no me obligarás a ir a eventos sociales por lo que resta del año.

Esperaba ganar, esa clase de eventos no me gustaban para nada.

Él sonrió, aceptando el trato, se paró y caminó en dirección a la castaña. Se sentó en el taburete a su lado y conservó su sonrisa galante.

Brad y yo lo observábamos con atención. Tal vez yo un poco más que Brad. El pobre solo quería ordenar algo para llenar su estómago, pero eso estaba para después de la apuesta.

Los ojos de Jonah se abrieron con temor cuando vio el rostro de la chica. Yo solo arrugué mis cejas con confusión.

Él pasó su mano por su cuello, diciendo con mímica que lo mejor era abortar la misión. Yo negué con la cabeza y señalé a la chica, que me daba la espalda, alentándolo a seguir con el trato.

Él negó otra vez con la cabeza y yo arrugué aún más mis cejas, si eso era siquiera posible.

Entendí su paranoia cuando la chica volteó su cabeza y miró en nuestra dirección, dándonos un buen plano de su cara.

Tragué saliva y maldije internamente.

No sabía si a esto podía considerarse como suerte de la buena o de la mala. Pero definitivamente se trataba del universo haciendo de las suyas.

Tragué saliva, levanté mi mano derecha y la moví de un lado a otro mientras le daba una sonrisa un tanto incómoda a Sienna, quien me lanzaba dagas con sus ojos desde el otro extremo del pequeño restaurante.

No supe qué hacer por unos segundos.

No supe si fue bueno o malo que Jonah volviera a captar la atención de Sienna. No sabía leer labios, pero de todas formas, inútilmente, traté de descifrar qué era lo que él le decía.

Tampoco ayudaba mucho que Sienna me estuviera dando la espalda y no pudiera ver la expresión en su rostro para saber si lo que mi amigo le estaba diciendo me ayudaba o no.

¿Seguiría Jonah con la apuesta? No entendía porque ese pensamiento me incomodaba tanto.

Estaba tan concentrado en vigilarlos, que no me di cuenta de que la mesera había traído un poco de botana en lo que esperábamos, hasta que el sonido de algo crujiendo desvió mi atención hacia Brad.

Él no prestaba mucha atención a la pareja frente a nosotros. No, su atención estaba puesta completamente en la bandeja de nachos que estaba en el centro de la mesa.

Mi guardaespaldas captó mi mirada y volteó a verme. Me miró a mí, luego a los nachos y luego otra vez a mí.

Agarró la bandeja y me la tendió con timidez. Me sentí como un dios griego al que le ofrecían una ofrenda.

Negué con la cabeza ante la oferta de Brad.

—No, gracias, Brad. Disfruta tú de los nachos —le di una sonrisa de boca cerrada y volví mi atención hacía Jonah y Sienna.

Justo en ese momento, pude ver como la castaña deslizaba un pequeño papel doblado en dirección a mi representante. La respiración me falló por un momento y se me heló la sangre.

¿Lo había conseguido? ¿Él había seguido con la apuesta a pesar de todo?

Pude ver como Jonah le daba un asentimiento de cabeza, como si le estuviera agradeciendo y después le dio una sonrisa antes de levantarse y dirigirse en mi dirección.

Desvié la mirada al instante y empecé a jugar con los cordones de mi sudadera mientras por la ventana veía nuestro coche aparcado.

Decidí agarrar uno de los nachos de Brad solo para parecer más entretenido. Él me lanzó una mala mirada, jaló la bandeja en su dirección y la encerró entre sus brazos.

Cuando Jonah llegó a nuestra mesa, soltó un suspiro y se sentó en una silla.

Brad y yo lo ignoramos.

Jonah volvió a soltar un suspiro, ahora uno mucho más fuerte y dramático.

Brad y yo lo volvimos a ignorar. Me había enfocado ahora en los menús que la mesera había traído. Sí, una ensalada se veía como una buena opción, aunque los sándwiches también se veían bien. Mhm, decisiones, decisiones.

—¿No me van a preguntar cómo me ha ido? —Jonah le dio un golpe a la mesa, hablando por fin y captando la atención de Brad y mía al instante.

—Ah, ya regresaste.

Jonah blanqueó los ojos con obviedad cuando esas palabras salieron de mi boca y me instó a seguir hablando con un movimiento circular de su muñeca.

Me quedé callado.

Él soltó un bufido cuando se dio cuenta de que no iba a decir nada más y me dio un golpe en el hombro.

—A que no adivinan a quién me he encontrado por allá.

Sabía perfectamente a quien se había encontrado, pero me mantuve en silencio.

Me ayudó mucho que Brad tampoco contestara debido a que estaba muy ocupado atestándose de nachos.

Jonah hizo una mueca.

—Bueno, no les diré, entonces.

No me quejaba. De cierta forma, que no restregara que había conseguido el número de teléfono de Sienna me hacía sentir un poco más tranquilo y relajado. Solté un suspiro de...

—¡Esta bien! Ya que insisten tanto les contaré —mi representante interrumpió mis pensamientos.

—Esta completamente bien si no quieres contarnos, ¿eh? No sientas ninguna clase de presión de nuestra...

—¡Era Sienna!

Todo el lugar se quedó en silencio por unos segundos. Volteé mi cabeza hacia Sienna y la pude notar haciéndose chiquita en su asiento en la barra.

Jonah se aclaró la garganta, un poco tímido ahora. Todos los demás en el restaurante siguieron con sus cosas y mi amigo siguió con su anécdota.

—La chica de allá —señaló sin mucha discreción a Sienna con su dedo—, es Sienna. ¿Pueden creerlo?

Me hice el sorprendido y negué con la cabeza.

—¿Y de qué han hablado? —no tenía idea de qué hacer con mis brazos para que se vieran de forma natural.

Decidí apoyarlos sobre la mesa.

Justo en ese momento, la mesera se acercó a tomar nuestra orden. Todos pedimos y ella se fue, pero no sin antes guiñarle el ojo a Jonah otra vez. Una sonrisa arrogante se dibujó en el rostro de mi amigo.

—¿Qué les estaba contando? —preguntó un poco anonado. Sacudió su cabeza, intentando reacomodar sus ideas.

—Sienna.

Chasqueó sus dedos.

—Cierto, Sienna. Obviamente no iba a seguir con la apuesta después de darme cuenta de que se trataba de ella —solté un suspiro de alivio—. Así que me puse a hablarle. Es mucho menos comunicativa que tú, Taylor, lo cual ya es decir mucho.

Blanqueé los ojos ante su comentario y le hice un gesto con la mano para que siguiera con su relato.

—Ah, sí. Entonces le pregunté si se había enojado porque la dejaste plantada.

—Yo no la dejé plantada. Tú mismo dijiste que no había sido mi...

—No me contestó. Yo creo que sí. Luego me ofreció uno de sus waffles, estoy casi seguro de que nada más lo hizo para que me callara, pero de todas formas se lo acepté. Le conté toda nuestra aventura, pero no creo que ella me haya prestado mucha atención.

La mesera llegó con nuestros platillos. Me hubiera sorprendido por la rapidez del servicio, pero entonces volví a notar la forma en la que miró a Jonah y todo hizo sentido en mi cabeza.

No pasó desapercibido por ninguno de los tres la forma en la que se inclinó sobre mi amigo para que su escote fuera visible para él.

Tampoco pasó desapercibida la forma en la que mi representante lo ignoraba. Fruncí el ceño, eso no era algo muy común. O lo que él tenía por decir era así de importante, que ignoraba un ligue, o simplemente la mesera no era de su interés.

Sí, lo más probable era que fuera la segunda opción.

A la chica no pareció gustarle el desinterés de mi representante, porque se fue de ahí sin decir ni una sola palabra más.

Brad y Jonah empezaron a comer de sus platillos y yo solo me quedé viendo a Jonah por unos largos segundos, esperando a que continuara. Él me miró y asintió con la cabeza. Le dio un bocado a su hamburguesa y abrió su boca.

Hice una mueca de asco cuando vi cuáles eran sus intenciones, pero él no se detuvo.

—Entonces ella le pidió al señor de ahí de la barra, una servilleta —consideré que era un buen momento para pasarle a mi amigo una servilleta también, su cara estaba hecha un desastre de mostaza, mayonesa y cátsup. Él la aceptó y limpió sus manos para después hacer lo mismo con su boca.

Brad ya se había acabado su hamburguesa. Su boca también estaba hecha un desastre, por lo que también le tendí una servilleta. De alguna forma, el desastre en su rostro solo se hizo más grande.

Él no le tomó mucha importancia, levantó su mano y le hizo un gesto con mano regordeta al hombre detrás del mostrador para que le hiciera otra hamburguesa.

—Y ella sacó una pluma de su bolso —prosiguió Jonah—. Escribió algo en ella y la deslizó en mi dirección. No tengo idea de qué es, pero me dijo que te lo diera.

Tomé la servilleta hecha una bola y la desdoblé con un poco de temor. Le lancé una mirada rápida a Sienna, ella se veía muy tranquila comiendo de sus papas y tomando de su malteada de fresa. Yo también necesitaba tranquilizarme.

Me horrorice de tan solo leer el texto escrito en pluma roja y mayúsculas un poco de lado.

Por favor dile a tu amigo que se calle la boca. Estoy a nada de asfixiarlo con una papa con tal de que guarde silencio.

Pd: Incluso podría decir que si no se calla, llegará a darme casi el mismo nivel de enojo que tú me diste al dejarme plantada :)

La carita feliz del final le daba el toque siniestro a toda la situación.

Tragué saliva, volví a hacer una bola de la servilleta y la guardé en uno de los bolsillos de mi sudadera.

Podía sentir la mirada de Jonah fija en mí. Ahora los roles se habían invertido y era él el que esperaba ansioso por información. Brad estaba demasiado ocupado observando el pedazo de carne y pan que estaba frente a él como si se tratara de la octava maravilla del mundo.

Tal vez el servicio en este restaurante si era rápido y no se trataba solo de la camarera tratando de coquetear con Jonah...

—¿Y? —preguntó mi amigo, inclinándose sobre el borde de la mesa y repiqueteando sus dedos sobre la madera en un ritmo constante.

La melodía era buena, tal vez incluso la podría usar en una canción. La letra en la que había estado trabajando podría llegar a servir también...

—Eh, Taylor —volvió a llamar mi atención Jonah chasqueando sus dedos frente a mi cara—. ¿Qué decía la nota?

Tragué saliva y le di a mi amigo una sonrisa de labios cerrados.

—Nada —le resté importancia haciendo un movimiento con mi mano—. Básicamente, nada más que te meterá una papa a la boca y te asfixiará con ella si no te callas.

Mi representante se limitó a aplanar sus labios en una fina línea y se encogió de hombros, como si fuera cualquier cosa, una amenaza que escuchaba cada día.

—Entonces, ¿qué procede ahora? ¿La metemos a la parte trasera de la camioneta y nos vamos antes de que alguien se dé cuenta?

Brad negó con la cabeza mientras se chupaba los dedos.

—No, hay demasiados testigos.

—Uh, ya sé. Aún tengo esas máscaras que utilizamos para tu último vídeo, Taylor. Podemos usar esas pistolas falsas que tenemos en el maletero, actuar un robo y tomar a Sienna como rehén.

Brad volvió a negar con la cabeza.

—La policía terminaría involucrada.

—¡Ya sé! —Jonah dio un fuerte golpe contra la mesa—. ¿Que tal si mejor nos metemos en la cocina, intoxicamos a todas las personas en este restaurante, incluyendo a los cocineros y después, ya que no haya testigos vamos por...?

Negué con la cabeza y callé a mi representante metiéndole un trozo de lechuga en la boca. Ahora entendía las ganas de Sienna de asfixiarlo con una papa.

—Deja de crear planes ilegales, no los haremos.

—Pero...

—He dicho que no los haremos —me mantuve firme—. Haremos lo más simple y la mejor opción que se puede tomar en esta situación.

—¿Y cuál vendría siendo esa, Mozart?

Me tragué las explicaciones en las que le decía que Mozart había sido destacado por ser  un compositor importante y no un genio con gran intelecto y proseguí planteando mi idea.

—Nada más voy a ir a hablar con ella.

Brad y Jonah se miraron al mismo tiempo.

—Sí... no creo que eso sea una buena idea —dijo mi amigo después de unos segundos.

—¿Por qué no?

—No se ve como que ande muy feliz contigo en estos momentos.

Le di una mirada rápida a Sienna y negué con la cabeza.

—Claro que no, mírala nada más —la señalé—. Ella solamente esta... —me detuve al ver que estaba haciendo y tragué saliva.

—Está imaginando que tú eres ese palillo entre sus manos y te está haciendo pedazos —terminó por mí Jonah—. Pero, anda, que no puede ser tan malo.

Me puse de pie, tembloroso y comencé a caminar en dirección a donde Sienna estaba sentada.

—Tienes razón, puede ser peor. Mucho peor —escuché a Brad susurrar.

No supe qué hacer cuando llegué al lado de ella. ¿Debería sentarme en el taburete a su lado?

Pues sí, no te vas a sentar en sus piernas.

Me senté a su lado y me aclaré ruidosamente la garganta, intentando llamar su atención. Ella siguió muy concentrada en revolver su malteada de fresa con la pajilla.

Me volví a aclarar la garganta.

Ella volvió a ignorarme.

—Oye, creo que tenemos que hablar.

No esperaba una respuesta de su parte, por lo que me sorprendí cuando su voz inundó el lugar.

—¿Oh sí? ¿Sobre qué quieres hablar? ¿Sobre cómo me has dejado plantada hoy? ¿Cómo te esperé por más de una hora en un estacionamiento desértico? Oh, ya sé, ¿quieres hablar sobre cómo me mentiste sobre ese concierto que tendrías y al final no tuviste?

Cruzó sus brazos sobre su pecho.

La rabia que inundaba cada una de sus palabras hacía que la ira en mi interior se encendiera también. No había sido el único culpable aquí. De hecho, no estaba ni siquiera seguro de que esto hubiera sido mi culpa siquiera.

—No. Si quieres podemos hablar de cómo te llamé miles de veces para avisarte el cambio de planes que habría. Aunque si ese tema no es de tu interés, podemos hablar de cómo te dejé varios mensajes avisándote, que oh mira, me secuestraron y Jonah decidió cancelar el concierto en último minuto. Aunque también podemos hablar de cómo se nos ponchó una llanta en el camino. O de cómo pasamos alrededor de una hora estancados en el tráfico.

Ella se quedó sin palabras por un segundo, viéndome con la boca ligeramente abierta ante mi contestación.

La presión ejercida sobre sus brazos cruzados disminuyó y el agarre se deshizo.

Sienna estaba por decir algo, pero la voz de Brad la interrumpió.

—Sé que tal vez este no es el momento, pero la chica del gabinete de allá ha lanzado muchas miradas en su dirección de manera muy sospechosa.

—Mierda —solté.

Y entonces, las puertas del pequeño establecimiento se empezaron a llenar con rapidez de una multitud de personas con cámaras y carteles con toda clase de declaraciones en mano.

—Mierda —pronunció ahora Sienna.

Sí, esto era una gran mierda.

Jonah se unió también al pequeño círculo que habíamos formado y miró con temor las transparentes puertas del lugar. Hizo una mueca y después agarró un papa de Sienna para llevársela a la boca.

—Joder, esto es malo.

—Gracias por el dato, Jonah. Si no me dices de verdad que no me doy cuenta —no pude evitar decir con un poco de sarcasmo.

—¿Por qué no entran? —preguntó Sienna, un poco confundida.

Ladeé mi cabeza hacia la izquierda. Ahora que lo mencionaba, yo también tenía la misma duda.

—Cerré las puertas cuando noté que la chica lanzaba demasiadas miradas en su dirección —explicó Brad como si se tratara nada.

Los cuerpos de las personas chocaban con violencia contra las delicadas puertas de cristal del lugar. Dudaba mucho que estas pudieran resistir por mucho tiempo más.

La mesera de antes se había parado delante de las puertas e intentaba ahuyentarlos. Era fácil darse cuenta de que ella no tenía idea de que era lo que estaba pasando.

El señor que había estado minutos antes detrás del mostrador, había ido por una escoba y se encontraba afuera —suponía que había salido por alguna puerta trasera— intentando obligar a la multitud a irse con su utensilio de limpieza, como si la personas se trataran de cucarachas.

En cierta forma lo hacen. Siempre aparecen de la nada, como lo hacen las cucarachas.

Los demás comensales del restaurante se encontraban encogidos en sus mesas, observando con curiosidad la escena.

La pareja de viejitos miraban a las personas del exterior como si fueran extraterrestres. La familia regañaba a su hija mientras que su otro hijo seguía comiendo como si nada. La joven pareja no mantenía su vista en la multitud de afuera, sino en nosotros.

—Creo que este sería un buen momento para irnos —sugirió Jonah.

Brad asintió con la cabeza y me jaló del brazo. Yo me aferré de lo primero que encontré, que fue la muñeca de Sienna, por lo que jalé de ella conmigo. Jonah se encargó de liderar el camino.

Cruzó las puertas que llevaban a la cocina y preguntó a los cocineros por una salida trasera. Ellos, un poco confundidos, le respondieron dónde estaba y Brad me soltó. De todas formas, no solté de la  muñeca de Sienna en ningún momento. Ella tampoco puso mucha resistencia.

Brad se separó de nosotros y cruzó la salida antes.

Jonah detuvo a Sienna cuando la vio con intenciones de seguirlo.

—Espera, Brad irá por el auto y lo acercará. De nada sirve que salgamos todos, solo llamaremos la atención.

Sienna asintió con la cabeza y retrocedió unos pasos hasta que estuvo detrás de mí. Sacudió levemente de su muñeca para deshacerse de mi agarre, pero no la solté. De hecho, solo bajé mi mano hasta la suya y las entrelacé.

Brad tocó la bocina del coche, lo que fue nuestra señal para salir.

Los gritos de las personas fue lo primero que inundó mis oídos. Nos encontrábamos en el otro extremo de la entrada principal, por lo que era poco probable que ellas nos vieron.

Pero las subestimé.

Necesitaba dejar de subestimar a mis fans.

Una chica de unos dieciséis años se asomó justo en ese momento y nos vio. Se quedó estática por unos segundos. Me llevé mi dedo índice a los labios y le pedí que guardara silencio.

Suspiré con alivio cuando ella asintió con la cabeza.

Canté victoria demasiado pronto.

—¡Aquí está! —el grito de la chica inundó el lugar.

Maldije internamente y ayudé a Sienna a subirse a la parte trasera de la camioneta. Eché un rápido vistazo y vislumbre a la horda de chicas corriendo a toda velocidad en nuestra dirección. Subí yo también.

Brad ya estaba listo al volante y Jonah se acomodaba en el asiento del copiloto. La respiración de Sienna era agitada y su cabello se encontraba un poco despeinado.

Brad pisó el acelerador en cuanto yo cerré mi puerta.

Jonah no pudo tragarse uno de sus típicos comentarios.

—¿Y al final qué hicimos? Sí, la hemos secuestrado.

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Buenas, damas y caballeros

Perdonen la demora, pero no tengo una buena excusa. Simplemente me daba flojera buscar un gif apropiado para este capítulo en Pinterest :D

En fin, por si no se había dado, cuenta amo el drama, y las cosas aquí se están dirigiendo en ese rumbo osiosi

En fin, ¿qué tal ustedes? ¿Algún chismesito jugoso que quieran compartir conmigo?

Y ya. Nos leemos la próxima semana ;)

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