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♫| CAPÍTULO 08 |♫

CONWAY

LOCA POR LAS COMPRAS

Me tomó unos segundos procesar sus palabras.

—Lo siento, pero creo que te escuché mal. ¿Acaso has dicho que cancelaste el concierto?

—Sí —respondió como si no fuera la gran cosa. Sacudí mi hombro, liberándome así de su agarre.

—¡¿Por qué has hecho eso?! —pregunté, lleno de una ira repentina.

Jonah frunció el ceño y levantó sus manos en señal de rendición.

—Ey, cálmate, Taylor.

—¿Cómo carajos quieres que me calme si acabas de cancelar mi concierto? —había frustrado los planes que acababa de hacer con Sienna.

Me llevé mis manos a mi cabello y empecé a caminar de un lado a otro.

—¿Sabes, Taylor? Cuando alguien cancela el concierto de alguien más después de que esa persona haya tenido un evento traumático, normalmente es porque se preocupa por el bienestar de ese alguien —explicó mientras hablaba con lentitud y articulaba con exageración cada palabra que salía de su boca.

—¡Pues que se vaya al carajo mi bienestar! ¡Yo necesito ir a ese concierto!

Jonah se volteó a ver a Brad y lo miró como si se me hubiera zafado un tornillo y le pidiera a mi guardaespaldas una explicación.

Brad solo se encogió de hombros y siguió viendo la tele, donde transmitían un programa de remodelación de casas, algo un poco más típico de él.

—¿Por qué quieres ir tanto a ese concierto? —Jonah volvió su atención a mí y arqueó una de sus pobladas cejas en mi dirección.

Detuve mis pasos y lo miré como si hubiera preguntado la estupidez más grande del mundo.

—Pues porque... porque... —no podía decirle lo de Sienna.

Había dos opciones de lo que podría llegar a hacer si se lo contaba:

Uno: hacer un loco plan que al final terminaba no sirviendo para nada y solo nos hacía perder tiempo.

O dos: que se burlara de mí.

Aunque claro también estaba la opción donde hacía ambas.

—Porque... Pues porque muchas fans han estado esperando este concierto por lo que imagino ha sido ya  mucho tiempo —dije cuando se me ocurrió una excusa medianamente válida—. No puedo simplemente decepcionarlas así.

—Ay, por favor. La mayoría de las veces ni te preocupas por tus fans. Si se te cruza una, tienes que fingir tu sonrisa, quitar tu cara de culo y pretender que estás feliz para las fotos.

—¡Eso no es cierto! —alegué, aunque tal vez una minúscula parte de lo que había dicho era un poco cierta.

—Claro. Te creo —blanqueó los ojos.

—¡Es mi imagen, Jonah! No puedes cancelar mi concierto de la nada. Te aseguro que hubo gente que viajó solo para ir a verme.

—Ahora suenas como un imbécil egocéntrico.

—¡Jonah!

—Ya, no voy a seguir soportando tus lloriqueos. ¿Crees que no sé que es tu maldita imagen? ¡Pues claro que lo sé, también es la mía!

»Y si he cancelado el jodido concierto es porque considero que eso es lo correcto y lo que es mejor para ti. ¡Así que deja de joderme los huevos y deja el tema estar, que no habrá negociaciones! El comunicado está hecho y no voy a bajarlo.

»Me contrataste para hacer tu carrera musical más fácil, así que déjame hacer mi trabajo bien y ya no te metas.

Tuve que apretar mi mandíbula con fuerza para no contestarle algo a mi representante de lo que después me arrepintiera.

—Eras mejor cuando ligabas con la recepcionista —me atreví a decir entre dientes.

Sentía que había dado un salto en el tiempo y estaba en la época en la que quería salir con mis amigos —los pocos que tenía— y mi madre no me daba permiso para hacerlo.

Tenía que callarme la boca y subir a mi habitación.

Haría lo mismo en este momento, pero ya estábamos en mi habitación.

Así que hice lo más razonable que un adulto maduro como yo podía hacer:

Me dirigí al baño y cerré la puerta detrás de mí con un golpe fuerte y dramático.

—¡Al menos yo conseguí una cita con la recepcionista! Es más de lo que tú puedes decir —lo escuché gritar. Decidí ignorarlo.

Saqué mi teléfono de mi bolsillo e intenté llamar a Sienna para decirle que el concierto se había cancelado, que no iba a poder ir y que tendríamos que vernos en otra ocasión. Pero no me contestó.

Lo intenté tres veces y en ninguna atendió.

Traté de mandarle un mensaje, pero ni siquiera le llegaban.

Ahogué mi grito de frustración en el rollo de papel ya que no tenía una almohada a la mano. La lengua se me llenó de pequeños trozos de papel y tuve que enjuagarla.

Parecía que el destino estaba decidido a ir en mi contra.

No tenía muchas opciones.

Sabía que no podría escaparme. Jonah y Brad no tardarían en darse cuenta. Y a decir verdad, no estaba con los ánimos para andar solo y sin protección, no después de la experiencia de la mañana.

Y dudaba que Jonah o Brad quisieran ayudarme después de la rabieta que había hecho.

Solo me quedaba insistir hasta que Sienna contestara el teléfono. No quería que pensara que la había dejado plantada ni que la había jugado con ella.

Abrí el grifo y mojé mi cara para despabilarme y que las ideas surgieran con mayor facilidad. Mi cabeza parecía estar bloqueada.

Volví a abrir mi chat con Sienna con la esperanza de que ya hubiera visto mis mensajes, pero solo había una flecha y seguía en gris.

Salí de la conversación y el mensaje que mi madre había mandando llamó mi atención. Habían pasado ya casi seis horas y aún no lo había contestado.

¿Y si Sienna también tardaba seis horas en ver mi mensaje?

Mamá 11:47 a.m.

Conway, hace mucho que no hablas con tu madre. Es que acaso me estas ocultando algo, jovencito? Te has metido al mundo de las drogas? Los vicios? Las mujeres? El sexo desenfrenado? Qué es lo que te ha alejado de tu dulce madre, cariño? Por qué ya no me hablas? 😢

Sonreí. Mi madre siendo tan dramática como de costumbre. Habían sido solo dos días en los que no habíamos mantenido ninguna clase de comunicación y ya había pensado lo peor.

Yo 6:00 p.m.

Lo siento, mamá. Han sido días un poco difíciles. No te preocupes 😊

Su respuesta no tardó ni un minuto en llegar.

Mamá 6:00 p.m.

Cómo quieres que no me preocupe si me andas contestando 6 horas después?

Tragué saliva. Mi madre podría no estar físicamente aquí, pero podía imaginar su mirada desaprobatoria.

Mamá 6:01 p.m.

Yo te dije que ese no era un buen mundo, Conway Taylor, pero acaso tú le hiciste caso a tu madre? Noooo

Decidí tomar el riesgo de llamarla. Contestó tras el primer pitido, pero no dijo nada y se mantuvo en silencio.

—Hola, mamá —asumí que esperaba a que yo diera el primer paso.

Tuve que separar el teléfono de mi oreja cuando ella contestó.

—¿Hola, mamá? —preguntó de regreso, haciendo uso de una voz mucho más grave que la suya—. ¡¿Es eso todo lo que le dirás a tu madre después de no haber hablado con ella por casi un mes, Conway Taylor?! ¿Mhm?

—Mamá, ¿de qué estás hablando? Si han sido a lo mucho, solo...

—No te atrevas a contradecirme, jovencito —interrumpió, y la pude imaginar perfectamente levantado su dedo índice para hacerme callar desde el otro lado de la línea—. ¿Quién crees que tiene razón en esta situación, eh? ¿Tu pobre madre que se pasa cada día pegada al teléfono esperando a que suene para hablar con su hijo? ¿O tú, un famoso rodeado de vicios al de seguro se le olvida hasta desayunar? No me sorprendería si ni siquiera supieras qué día es hoy.

—Hoy es sábado, ma...

—Shh, deja a tu pobre madre hablar y no me interrumpas, Conway.

Cerré la boca.

—¿Que no ves que lo único que yo quiero hacer es hablar con mi hijo y él no me deja?

Hasta yo estaba empezando a creer que no había hablado con ella desde hace mucho tiempo a pesar que al principio juraba que habíamos hablado hace poco.

—Pero, mamá, estoy casi seguro de que hablamos el miércoles.

—¡¿El miércoles?! Já, ¿crees que voy a caer en tus engaños con tanta facilidad, Conway Taylor? No pudimos haber hablado el miércoles, porque ese día tu padre y yo fuimos a...

—Al campo de girasoles que está a las afueras del pueblo —interrumpí con seguridad—. Lo sé porque tú me lo dijiste en la noche, madre, cuando ya estaban en casa.

Se oyó un silencio en el otro lado de la línea por primera vez desde que la llamé.

—Te voy a pasar a tu padre —dijo después de unos segundos.

Suspiré y asentí con la cabeza a pesar de que ella no pudiera verme.

—¿Hola? —la voz rasposa de mi padre se escuchó al otro lado de la línea y yo sonreí.

—Hola, papá.

—¡Oh, Conway, eres tú! Pensé que serías uno de esos señores que venden aspiradoras. Tu madre solo me lanza el teléfono de esa forma y sube las escaleras a pisotones cuando se trata de ellos. Estaba a punto de decirte que justo acabamos de comprar una nueva aspiradora.

Reí y negué con la cabeza.

—No, es solo que hemos tenido una pequeña discusión.

—¿Otra vez quién fue el último en llamar?

—Cuándo fue la última vez que hablamos —corregí.

—Ah, fue el miércoles —lo podía imaginar perfectamente acomodándose sus lentes en el puente de su nariz y sentándose en el pequeño sillón reclinable que estaba cerca del teléfono.

—¡Eso fue lo que le dije a ella!

—Oh, espera, aquí viene otra vez —avisó—. Suerte —susurró antes de que la voz de mi madre volviera a escucharse.

—¿Creíste que podrías engañarme, verdad, jovencito?

—Mamá, no había forma de engañarte porque solo te dije la...

—¡Pues no, Conway Taylor! Yo siempre voy un paso por delante de ti. ¿Creíste que no me daría cuenta de que pudiste ver que tu padre y yo fuimos al campo de girasoles el miércoles a través de las fotos que tu padre subió a las redes sociales?

—Mamá, ¿de qué estás hablando? —levanté mis manos al cielo y empecé a dar vueltas en el pequeño baño.

—Según el aparato esté —esa era su forma de referirse a su móvil—, tú le diste me gusta a nuestra foto el miércoles a las 9:57 de la noche. ¡He cachado tu mentira, Conway Taylor! ¿Te creíste muy listillo, no? Pues yo lo soy más.

—Mamá, no soy la única persona que se encarga de mis redes sociales. No tengo idea de qué foto me estás hablando.

—No voy a caer en tus mentiras, Conway Taylor.

—¡Pregúntale a papá! —esa era mi última opción—. Él te dirá que sí hablamos por última vez el miércoles.

—¿Cuándo fue la última vez que hablamos Conway y yo, Harold? —la escuché preguntar.

Sonreí con suficiencia al saber cuál sería la respuesta de mi padre.

—Ha pasado tanto tiempo que ya no lo recuerdo, Emily.

Mi sonrisa se borró de golpe.

—Já, ahí lo tienes, Conway Taylor. La próxima vez piensa dos veces antes de intentar verle la cara a tu madre. Hablamos mañana.

—Mamá, mañana tengo un vuelo que ocupa la mayor parte de mi día, no creo que sea posible que hablemos...

—Hablamos mañana —repitió, firme—. Ahora habla con tu padre.

—¿Qué ha pasado, papá? Creí que estabas de mi lado.

—Tendrás que perdonarme, hijo, pero cuando de tu madre se trata, siempre estaré de su lado. Sabes cómo es con su orgullo. Tú podrás no estar aquí, pero yo no puedo volver a comer sopa de calabaza esta semana.

Hice una mueca de tan solo recordar esa rara mezcla que mi madre solía hacer.

—Está bien, papá. Lo entiendo —solté un suspiro.

—¿Hablamos mañana, entonces? —por su tono, podía percibir que se estaba burlando de mí.

—Hablamos mañana, papá.

Terminé la llamada y me senté en la tapa del retrete. Volví a intentar llamar a Sienna, pero tampoco contestó. La flecha de mis mensajes seguía en gris y empezaba a volver a estresarme.

Lo medité unos segundos antes de llegar a la conclusión de que necesitaría de la ayuda de los dos tontos allá afuera. Me paré de mi cómodo asiento y abrí la puerta.

Me asomé y los vi a ambos acostados en mi cama, como si fuera suya. Hice una mueca.

—¿Qué dice mami, Taylor? —escuché que se burlaba Jonah.

Di media vuelta y me volví a encerrar en el baño.

No era como si necesitara de su ayuda de todos modos. De seguro había otra forma de salir de esta situación. Sí, ya se me ocurriría algo.

No se te ocurrirá nada.

No se me ocurrió nada.

Así que junté todo mi orgullo y volví a salir del baño. Mis pasos eran fuertes y seguros, cargados de confianza, confianza que se esfumó cuando me paré frente a ellos.

—Necesito su ayuda.

—Pues yo necesito que te quites porque no me dejas qué está sucediendo—Jonah se llevó a la boca un puñado de palomitas.

No tenía idea de dónde las había sacado, vi el menú de servicio al cuarto a su lado y no me fue difícil deducir que habían ordenado algunas cosas.

Ya veía a mi cartera resintiendo ese gasto.

Jonah hizo un gesto con su mano, pidiéndome de nuevo que me quitara de su campo de visión.

Me quedé parado en el mismo lugar.

—¡Oh, vamos, Taylor! Está en la mejor parte, él está a punto de enterarse que su esposa lo engaña con el plomero —habló con la boca llena de granos de maíz.

Hice una mueca de asco, pero me mantuve firme.

—Necesito su ayuda —repetí.

—Y yo ya te dije que estás interrumpiendo la mejor parte del programa. Alfonso está a punto de enterarse de todas las cosas que hace Salomé a sus espaldas. El drama apenas va a...

—Necesito que me ayuden con Sienna.

La atención de Brad y Jonah fue dirigida a mí al instante y ambos me miraban con expectación.

—Hubieras empezado por ahí, Taylor —Jonah se puso de pie de un salto y palmeó mi hombro.

Brad apagó la televisión con un poco de tristeza y se acercó a la puerta.

Tal vez él preferiría ver el drama de Alfonso y Salomé a tener que presenciar el drama que era mi vida.

Yo también lo preferiría siendo honesto.

—Brad, prende el auto. Vamos de paseo.

—Ni siquiera saben cómo es que me tienen que ayudar —seguía parado en el mismo lugar, viendo como ellos iban de un lado a otro, demasiado felices.

—Pues nos lo puedes contar en el camino a... ¿a dónde es que vamos? —entrelazó sus manos y se inclinó en mi dirección. Me sentí como a un niño al que le tenían que hablar lento y bonito para que entendiera las cosas.

—Al auditorio. Vamos al auditorio.

—Pues nos lo puedes contar todo de camino al auditorio. Son como dos horas de trayecto de todas formas. Habrá muchooo tiempo —ahora sentía que el niño chiquito era Jonah.

Jonah y Brad salieron de la habitación y yo me quedé un rato parado en medio de mi habitación, sin saber del todo qué acababa de suceder.

—Vamos, Taylor —canturreó mi representante desde el pasillo.

No habíamos ni subido al auto y ya me estaba arrepintiendo de haber abierto la boca.

Debiste haber saltado por la ventana del baño.

Sí, seguro caer ocho pisos era mucho mejor que lo que venía.

─ ♫ ─

SIENNA

No desperté con el sonido del despertador como me hubiera gustado. Tampoco lo hice con los rayos del sol colándose por la ventana de la habitación.

No, lo hice con el maullido desenfrenado de un gato, el sonido de unas ollas estrellándose contra el piso en la cocina y el canto desentonado de un pájaro que se había parado en el barandal del balcón.

Me tapé los oídos con la almohada, esperando que así los ruidos no se escucharan tanto. Funcionó por unos segundos.

—¡Siennaaaaa! —ahogué un grito contra la almohada al oír el chillido de Grace—. Siennaaaa, ¿por qué me duele la cabeza como si tuviera resaca?

Consideré ignorar los gritos de mi amiga y quedarme en la comodidad de mi cama. Pero los chillidos lastimeros de Grace me obligaron a poner un pie fuera de la cama y acercarme a paso de zombi a ver qué era lo que ocurría.

—¿Qué sucede, Grace? —miré el reloj que colgaba sobre su sala y solté un bostezo al ver la hora—. No son ni siquiera las siete de la mañana, ¿por qué no mejor duermes un poco?

—¡Justamente porque ya casi son las siete de la mañana! Normalmente a esta hora ya salí a correr, comí algo, me bañé y empecé a hacer tareas, ¡pero hoy me duele la cabeza y no tengo idea por qué!

Solté otro bostezo y me senté en unos de los banquillos de la barra. Apoyé mi cabeza sobre mi mano y miré como Grace se movía de un lado a otro por la cocina.

—¿No recuerdas nada de lo que ocurrió ayer?

Me paré de mi cómodo asiento y caminé hacia la habitación donde había dormido por mi teléfono.

—No, solo tengo lagunas —alzó la voz para que la escuchara.

Regresé a la cocina y me volví a sentar en mi lugar.

—¿De qué son tus lagunas? —prendí mi celular y mi conversación con Conway apareció en la pantalla. Sonreí.

—Pues tengo este recuerdo de cuando íbamos de camino al concierto y yo iba cantando espectacularmente todas las canciones —dijo con aire soñador.

Mi sonrisa se borró de mi rostro al recordar que había olvidado mandarle la segunda parte de mi mensaje.

Tenía planeado hacerle una broma a Conway diciéndole que tenía el número equivocado para tomar un poco de venganza por lo que había ocurrido la vez pasada; pero solo había enviado la primera parte de la broma y me había olvidado por completo de mandarle la segunda.

Solo esperaba que no me hubiera bloqueado todavía.

Grace no pareció notar mi repentino pánico, porque siguió hablando como si nada.

—Y por supuesto, también tengo unos fabulosos recuerdos del maravilloso concierto —soltó un suspiro—. Taylor es tan guapo.

—Lo sé —no podía creer que eso hubiera salido de mi boca.

Y al parecer, mi amiga tampoco, porque al instante me lanzó una mala mirada.

—Ah, no. ¡Ni se te ocurra, Sienna Clarke! También recuerdo la pequeña plática que tuvimos en el concierto, ¿eh? Búscate tu propio Taylor que ese es mío.

Decidí no hacer un gran asunto de esto y simplemente aplane mis labios y asentí con la cabeza.

Grace asintió, conforme con mi respuesta.

Centré mi atención en redactar el mensaje. Mis dedos se movían con rapidez por el teclado y lo envié cuando me sentí conforme con el resultado.

Yo 7:02 a.m.

Solo estoy jugando, sí soy Sienna. Y no, no tengo nada que hacer hoy. ¿Por qué? ¿Tienes algo planeado?

—... y lo último que recuerdo es estar sobre el cuerpo del fantástico Taylor. Podía sentir su olor y su respiración sobre mis labios. Él podrá negarlo, pero yo sé que quería besarme. Pero no recuerdo más, así que no sé si cumplió su sueño de besarme o no.

Asentí con la cabeza en dirección a Grace mientras miraba nerviosa la pantalla de mi celular. El mensaje tenía dos flechitas grises, lo que significaba que ya le había llegado, y que por lo tanto, todavía no me había bloqueado.

Solté un suspiro de alivio.

Ahora solo faltaba esperar a que él viera el mensaje. Dejé mi teléfono en la barra y centré toda mi atención en Grace, quien me miraba como si esperara que le revelara el secreto del universo.

—Te noquearon dos veces porque te pusiste muy fan obsesiva. Luego, cuando el sujeto de seguridad con el que hablaste en la fila del concierto te llevó al auto, dijo que te golpeaste con la puerta del auto, así que creo que esos tres golpes explican el dolor de cabeza —me encogí de hombros.

»Luego llegamos aquí, te caíste de mi hombro y te diste otro golpe en la cabeza. Apareció un hombre que dijo era doctor, te tomó el pulso y dijo que todo andaba bien.

—¿Quién?

—No lo sé —me encogí de hombros, mi cabeza no pensaba muy bien por las mañanas—. Dijo que vivía en el piso cuatro.

—¿Aedus? —Grace hizo una mueca.

—Sí, creo que él. Me ayudó a traerte aquí, te dejó en ese sillón de allá y ese así como llegamos a este punto de la historia.

Esperaba que Grace hiciera un gran drama tras contarle la historia. Pero ella solo asintió con la cabeza, se encogió de hombros y siguió con sus cosas.

No le busqué explicaciones yo tampoco. Me encogí de hombros también y la observé sacar de uno de los cajones una aspirina.

—Entonces, ¿qué vamos a hacer hoy?

Quería mantener el día un poco despejado en caso de que Conway contestara el mensaje y me dijera qué era lo que tenía planeado.

—No lo sé, ¿una tarde de películas te parece bien?

Ella asintió con la cabeza.

Yo hice lo mismo y solté un bostezo.

—Ahora si me disculpas, volveré a la cama —dije mientras arrastraba mis pies en dirección a la habitación—. Nos vemos a las doce.

─ ♫ ─

No tenía idea de cómo había terminado en esta situación.

Sabía que había sido mala idea pedirle ayuda a Grace con la salida que tendría con Conway. No debería habérsela mencionado.

Después de la corta conversación que había mantenido con Conway a través de mensajes de texto, había cometido la gran estupidez de pedirle ayuda a Grace con mi atuendo.

Mantenía la teoría de que lo había hecho porque me acababa de levantar y mis cinco sentidos seguían dormidos.

Había intentado explicarle más de una vez a mi amiga que no se trataba de una cita. Conway y yo teníamos muchas cosas pendientes de las cuales hablar. La reunión era solo para aclarar esas cosas.

Obviamente no le había dicho a Grace que mi salida sería con el mismísimo Taylor, no quería otro de sus episodios de fanática loca. A parte, ni siquiera me había dado el tiempo de explicarle las cosas, me había jalado del brazo, me había empujado al baño para que me bañara y me había lanzado un poco de ropa.

Ni siquiera dio tiempo para que se me secara el cabello, cuando me jalo del brazo, me metió en mi auto y me obligó a manejar al centro comercial.

Ni siquiera tenía idea de qué hacíamos ahí. Con la cantidad de ropa que Grace tenía en su armario, ella podría fácilmente abrir su propia tienda.

Solo ella tenía idea de que era lo que estaba buscando para mí. Cada vez que entrabamos a una tienda me decía que buscara algo que me gustara, pero cuando se lo mostraba, ella hacía una mueca, arrugaba su pequeña nariz y después negaba con la cabeza.

Así que después de la tercera tienda, actuaba como si estuviera interesada en la mercancía, luego me metía en uno de los vestidores, me sentaba en el banquito que había dentro de ellos y me distraía con el juego que había descargado para esta clase de situaciones.

Grace me descubrió después de la sexta tienda y confiscó el pequeño aparato que se había convertido en mi salvación en su bolso.

Así que tuve que resignarme a hacer como que ver la ropa me parecía algo interesante.

Vaya forma de pasar un bonito sábado: en un centro comercial lleno de gente y plagado de toda clase de ruidos.

Solté un suspiro de alivio cuando Grace dijo que tenía hambre y que sería bueno comer algo antes de seguir. No hice uso de ninguno de los modales que mi madre me había enseñado y devoré la hamburguesa frente a mí como si fuera mi última comida.

Si ella tuviera una gran fortuna, estoy segura de que me desheredaría. Y probablemente también me daría una mirada desaprobatoria.

Sí, tal vez justo como la que Grace me estaba dando.

Ella asentiría con aprobación al ver como mi amiga agarraba con ambas manos su hamburguesa y levantaba sus pulgares con elegancia antes de darle un pequeño mordisco, volver a bajarla al plato de plástico y limpiarse con golpecitos de una servilleta la boca.

Quería quedarme en el área de comida rápida para siempre, pero cuando Grace terminó su hamburguesa, volvió a arrastrarme a más tiendas.

Muchas tiendas.

Demasiadas tiendas.

Mis pies me dolían, y según el gigantesco mapa que se alzaba en medio del centro comercial, ¡no habíamos recorrido ni la mitad de las tiendas!

Consideré la idea de fugarme y dejar ahí a Grace. De todas formas, con tantas bolsas, dudaba que siquiera se diera cuenta de mi ausencia.

Pero justo como si estuviera leyendo mi mente y todos mis planes maquiavélicos, mi amiga decidió enganchar su brazo en el mío mientras caminaba.

Maldije internamente.

¿Por qué había tantas tiendas de ropa? La tela se terminaba desgastando y los vestidos, blusas y pantalones terminaban en la basura. Todo sería más fácil si todos andáramos desnudos por la vida.

—Esta ya es la última, Sienna —prometió Grace antes de adentrarse en una tienda que, desde afuera, se veía bastante elegante.

No sabía cuantas veces ya Grace había dicho esas palabras. Estaba empezando a verla como a un político que solo se encarga de decir mentiras.

Grace para presidente.

Al final, parecía que habíamos salido para comprar un nuevo guardarropa para mi amiga, que a buscar algo para mi salida con Conway.

Miré al perro que estaba sentado afuera de la tienda. Su correa estaba amarrada a un tubo cerca de ahí y estaba acostado, con su cara entre sus patas.

Me arrodillé a su lado y miré la placa de su collar.

El nombre del perro era Chispitas. Bastante original.

Solté un suspiro, me puse de pie y entré a la tienda. Busqué a Grace con la mirada y la encontré dándole un vistazo a la variedad de blusas que se exhibían.

Cuando me vio, sonrió y se acercó hacia mí corriendo con una percha en la mano derecha. Al llegar a mi lado, estiró la prenda sobre mi pecho, probando como se me vería, y asintió con aceptación.

—Este te queda bien —asintió con la cabeza, vio unas cosas más en la tienda y después se acercó a la caja.

Me hizo un gesto con la mano para que yo me acercara también.

La cajera nos sonrió amablemente y me dijo cuanto era. A pesar de que el precio por una simple blusa me parecía altamente excesivo, le entregué el dinero a la empleada y después salí de la tienda con una bolsa demasiado grande solo para una simple blusa.

Agarré a Grace del brazo cuando la vi con intenciones de meterse a otra tienda.

—No. Dijiste que la anterior era la última.

Ella frunció sus labios, juntó sus cejas y sus ojos empezaron a brillar, casi como si estuviera a punto de llorar. Desvié la mirada, no iba a caer ante su puchero.

—Por favor, Sienna. La última y ya.

—No, Grace —me mantuve firme—. Ya tenemos lo que venimos a buscar, podemos irnos ya.

Ella soltó un bufido y se cruzó de brazos en su lugar.

Chequé la hora en el gigantesco reloj que se alzaba detrás de mi amiga.

Cuatro cuarenta y ocho de la tarde.

Conway me había dicho que lo viera en el mismo lugar que ayer a la misma hora, lo que sería en el auditorio a las seis y media.

Eran quince minutos del centro comercial al apartamento de Grace, y luego otra media hora de ahí al auditorio. Y si tomábamos en cuenta lo mucho que mi amiga tardaría en estar conforme con mi atuendo, teníamos el tiempo justo.

Grace soltó un suspiro y después asintió con la cabeza.

—Vale, vámonos.

El camino a su departamento fue tranquilo, pero no tanto como la disputa que se alzó entre nosotras cuando mi amiga estaba escogiendo la ropa que usaría.

Ella terminó dejando de lado todas las compras que habíamos hecho y me había prestado cosas que ya tenía en su clóset.

No tengo idea de dónde saqué el autocontrol para no abrazar su cuello con mis manos y hacer un poco de presión.

Tal vez del hecho que no tenía el tiempo para esconder el cuerpo y borrar las evidencias.

Cuatro horas de mi vida desperdiciadas en el centro comercial para nada.

Cuando Grace estuvo conforme con su creación —yo—, salí de su apartamento y me metí en mi coche.

Iba quince minutos tarde. Esperaba que Conway no fuera uno de esos maniáticos del control a los que les gustaba llegar temprano a todas partes y se estresaban si los demás llegaban tarde.

Estacioné mi coche en el mismo lugar que ayer.

Fruncí el ceño al darme cuenta de que el lugar estaba vacío.

Busqué en mi bolso mi teléfono, pero no lo encontré. Fue ahí cuando descubrí que se había quedado en el bolso de Grace cuando ella me lo había confiscado.

Bajé del coche para investigar por qué el lugar estaba tan solitario. Igual y por el camino encontraba a alguien, algún miembro del staff o alguna persona de seguridad que me ayudara. Pero no me topé con nadie.

Me senté en la vereda y esperé un rato.

No llegó nadie.

Me volví a subir al coche y en reloj pude ver que ya había pasado media hora.

Esperé un rato más, y los treinta minutos se convirtieron en cuarenta y cinco. Y luego en cincuenta.

Pasó una hora y solo estaba yo, sola en el gigantesco estacionamiento del lugar.

No había nadie.

Conway me había dejado plantada.

──── ────

WENAAAAAAAS

No les voy a mentir, editar este capítulo me tomó más tiempo del que esperaba xd. 

En fin, ¿alguna opinión? *modo chismosa on*

¿A quién engaño? Ese lado siempre esta encendido puff

¿Cómo van ustedes? ¿Todo bien, todo casual?

El Connie no llegó *niega con desaprobación*

¿Qué pasará ahora? ¿Sienna se llenará de una ira desconocida y encontrará un libro que hará que se meta a un mundo de fantasía en el que se convertirá en la villana y comenzará una dictadura?

Ya veremos ;)

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