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♫| CAPÍTULO 06 |♫

EL CARGADOR

CONWAY

Mi cabeza rebotando abruptamente a causa de un movimiento brusco fue la razón por la que me desperté.

Me había quedado dormido apoyado en la puerta de la habitación de Brad. Jonah, sin mucho remedio, se había sentado a mi lado y también se había dormido, olvidando de momento su enfado conmigo.

El cuello me dolía y sentía mi cuerpo cansado. Tenía la pequeña sospecha de que se debía a la incómoda posición en la que me había quedado dormido.

El golpe que Jonah me había dado en la madrugada también dolía un poco, pero nada que no pudiera soportar.

Solté un improperio cuando mi cabeza rebotó contra mi pecho y me llevé una mano a esta.

Jonah, a mi lado también se despertó ante el movimiento y ambos vimos como un preocupado Brad salía al pasillo. Se llevó su manos a la cabeza y empezó a caminar de un lado a otro, sin caer en nuestra presencia.

—¡Lo he perdido! ¡Santos aguacates, lo he perdido! ¡Perderé también mi trabajo! ¡Y mi sueldo! —seguirlo con la mirada estaba empezando a marearme.

Al parecer a Jonah también, porque abrió su boca y gritó:

—Ey, Brad, deja de caminar de un lado a otro que estás haciendo que me dé un jodido dolor de cabeza.

Mi guardaespaldas se giró en nuestra dirección en cámara lenta y sus ojos se abrieron con agradecimiento cuando vio que se trataba de nosotros. Suspiró, aliviado y se acercó a donde estábamos acostados con rapidez.

Me levantó del suelo como si fuera una muñeca y me abrazó con demasiada fuerza. Mis adoloridas extremidades no se lo tomaron muy bien y estaba seguro de que escuché como más de un hueso me tronaba.

—Brad —intenté hablar, pero mis cachetes se presionaban con fuerza contra su pecho y hacían que mi voz sonara a algo más parecido al sonido que harían los peces si intentaran decir algo—. Brad —volví a intentar. Mi voz sonó más firme y clara—, vas a asfixiarme, suéltame.

Uno pensaría que después de los abrazos asfixiantes de Grace ayer, o a comparación de los que normalmente me daban mis fans cuando llegaba a cruzarme con ellas, un abrazo por parte de Brad sería cualquier cosa.

Pues no era así.

Brad soltó por fin su agarre y el aire volvió a circular de forma correcta por todo mi sistema respiratorio. Podía sentir mis mejillas quemando, pero no sabía si era a causa de haberlas tenido presionadas con bastante fuerza contra el pecho de Brad, o si era por contener la respiración por tanto tiempo.

Se escuchó un bufido a mi espalda.

—¿Y para mí no hay abrazo, Brad? —Jonah le lanzó una mirada que suponía tenía como propósito ser intimidante, pero estaba muy lejos de serlo—. ¿Ni siquiera después de que te fueras sin mí ayer dejándome a 124 kilómetros de aquí? —dejó caer con ira sus brazos a sus costados.

Mi guardaespaldas solo miraba a Jonah como si estuviera hablando la lengua de los alienígenas.

—P-pero el se-eñor Ta-aylor dijo que u-usted se quedaría a arreglar algunas cosas-s para el concierto de ho-oy, señor Collinwood —balbuceó él.

—¡Pues el señor Taylor te mintió! ¡Te vio la cara! ¡El señor Taylor es un malnacido mentiroso!

—Pero grítalo más alto, que no te oyeron en la recepción —dije con sarcasmo mientras blanqueaba los ojos.

—No me retes, Taylor, que sabes que soy bastante capaz —entrecerró sus ojos en mi dirección.

—Ya, déjalo pasar.

—¡No voy a jodidamente dejarlo pasar, Taylor! ¡No hasta que yo sepa que has pagado por tus actos! —me miró feo y yo miré al techo, implorando paciencia.

—El karma ya me ha hecho pagar suficiente —con mis manos hice como si sostuviera una cámara y después saqué mi celular de mi bolsillo para sacudirlo de un lado a otro frente a él—, ¿recuerdas?

—¡Pues bien por el karma, él ya se vengó! Pero aún falto yo.

Blanqueé los ojos y miré en otra dirección. Cuando iba a guardar mi teléfono en mi bolsillo otra vez, una notificación del número que ahora sabía que no era de Sienna, llamó mi atención. Pero a mi móvil decidió que ése era un gran momento para quedarse sin batería y ya no pude ver de qué se trataba.

—... y creo que este es un momento genial para decirte que las personas que me dieron un aventón ayer irán hoy a tu concierto. Los de la música country —especificó, pero no era necesario. Ellos eran las únicas personas que lo ayudaron la noche anterior.

No sabía si debía agradecerles por haber ayudado a mi amigo, o reclamarles por haberlo hecho.

—También me siento en la obligación de decirte que mientras era torturado por una atrocidad como lo es la música country, llegué a un acuerdo con ellos. Ellos propusieron que una de tus canciones fuera adaptada al ritmo del country —se me quedó viendo fijamente, esperando en mí una reacción de ira, cosa que no llegó.

—Si eres consciente de que la única persona que pierde aquí eres tú, ¿verdad? —me acerqué a mi amigo y puse una mano sobre su hombro. Cuando su quijada se descolocó, me encargué de volver a acomodarla—. Porque, no sé si lo recuerdas, pero en cambio a ti, a mí la música country si me gusta. De hecho, yo empecé en ese estilo. Por lo que no seré yo quien tenga que escuchar una y otra y otra vez la misma canción en el ritmo que tú consideras " el del demonio".

Sonreí inocentemente y Jonah se limitó a mantener la boca cerrada y asesinarme con la mirada. En ese momento me pregunté la forma en la que me estaba matando en su imaginación

—Siento meterme —interrumpió Brad—, pero ¿por qué estaban aquí afuera en el pasillo tan temprano?

—Ayer salí a abrirle a Joanh cuando llegó, pero dejé mi cartera adentro donde tenía las llaves de nuestras habitaciones y tú no contestabas el teléfono.

El rostro de Brad se sonrojó ligeramente al oír eso último. Pero después su cara cambió a una de confusión y siguió preguntando.

—¿Y por qué no bajaron al lobby a pedir unas? —se rascó la cabeza.

Jonah y yo nos miramos al mismo tiempo, con los ojos bien abiertos al igual que nuestras bocas.

—Supongo que no se nos ocurrió —respondí después de un tiempo.

Jonah asintió con la cabeza, respaldando mi respuesta.

—A las tres de la mañana uno no piensa con la cabeza, o al menos no con la que está pegada a nuestros hombros —especificó.

Tanto Brad como yo decidimos ignorar el comentario de mi amigo.

Brad nos ofreció pasar a su habitación y ni Jonah ni yo dudamos en tomar su propuesta. Mi representante se dejó caer sobre la cama y yo, para no molestarlo, decidí sentarme en la silla giratoria que el escritorio tenía.

La cama de Brad definitivamente no era una opción. Las sábanas estaban todas revueltas y podía resultar antihigiénico.

Dejé caer mi cabeza y empecé a girar en la silla con el impulso de mis pies, pero sin llegar a dar por completo una vuelta de 360°. Mi guardaespaldas decidió prender la televisión y en la pantalla apareció un programa de vestidos de novia.

La atención de todos se dirigió a ese punto.

—Ese vestido no me gusta para ella. Claramente ella tiene más el cuerpo para uno con estilo sirena. Pero no creo que con ese presupuesto le alcance para mucho —Jonah hizo un mueca.

Brad asintió con la cabeza y yo los miré como si les hubiera crecido un tercer ojo en la frente.

—¿Qué? —preguntó Jonah en mi dirección mientras se llevaba su dedo a la boca para morderlo y se acomodaba mejor en la cama para tener una mejor vista de la pantalla—. ¿Sabes por cuántos hoteles pasamos cuando salimos de gira contigo? Uno tiene que entretenerse de alguna manera.

Miré a Brad, esperando una explicación de su parte.

—A mí solo me gusta. Es entretenido.

Decidí ignorarlos y busqué en la habitación un cargador para mi teléfono, pero no encontré nada. Les dije a Brad y a Jonah que iba a ir a mi habitación por el cargador de mi celular, pero ellos solo asintieron con la cabeza sin despegar sus miradas de la pantalla.

Tomé mi cartera del escritorio y salí de la habitación. Subí al elevador y en el tablero le pique en el gran 8. La típica musiquita de elevador inundó mis oídos e instintivamente empecé a mover mi cabeza de un lado a otro al ritmo de la cancioncita.

La puertas del ascensor se abrieron y yo bajé, tarareando la pegajosa melodía que se había quedado grabada en mi cabeza.

Ya había memorizado la ubicación de mi habitación: la tercera a la derecha. Por lo que no me molesté en ver las numeraciones que las puertas tenían.

Pasé la tarjeta por el sensor y jalé de la manija, pero la puerta no abrió. Fruncí el ceño y volví a intentarlo; tampoco funcionó. Podía sentir el enojo formándose en mi interior y volví a intentarlo una vez más, con un poco más de furia.

La puerta no cedió y retrocedí unos pocos pasos para después darle una patada con todas mis fuerzas.

—Estúpida puerta, ábrete.

No se abrió.

O al menos no en ese momento. Estaba por darle otra patada a la puerta para después darme media vuelta y bajar a la recepción para quejarme porque la llave no estaba abriendo mi habitación,  cuando la puerta se abrió.

Pensé que sería una de esas señoras que hacían el aseo de las habitaciones y estaba por agradecerle y besar su pies. Pero quien se encontraba del otro lado no era parte del personal del hotel. Estaba lejos de serlo.

—Oye, ¿qué mierdas te pasa? Son las ocho de la mañana, es sábado y mi amiga y yo no tuvimos lo que uno calificaría como una noche normal para que tú vengas con tus golpes tortuosos a...

Las palabras murieron en su boca cuando levantó la mirada y sus ojos se cruzaron con los míos. Sus globos oculares se abrieron con sorpresa y su boca se abrió.

Tragué saliva.

—Supongo que esta no es mi habitación —me balancee sobre mis talones y metí las manos en el bolsillo de mis vaqueros para ocultar un poco mi nerviosismo.

Ella, aún con la boca abierta, negó con la cabeza. Era bastante obvio que me había reconocido.

—Mhm, vale, entonces debería ir yéndome —di media vuelta pero me detuve antes de dar un paso—. Perdón por haberlas despertado —ella me miró desconcertada, como si no supiera de lo que estaba hablando—. A ti y a tu amiga —aclaré.

Ella cerró los ojos y sacudió su cabeza. Después se dio un golpe y asintió.

Un poco incómodo, me despedí con un gesto en mi mano y empecé a caminar hacia el ascensor.

—¡Espera! —detuve mis pasos y me di la vuelta, justo para ver como la castaña despeinada se acercaba a mí corriendo.

Levanté una ceja al ver su pijama de gatos vomitando arcoiris. Ella pareció notar mis ojos fijos en eso y se acomodó mejor la bata de hotel que también llevaba, de forma que era menos notoria.

La miré, esperando a que dijera algo.

—Perdón por la forma en la que te he hablado antes.

—No te preocupes —le resté importancia—. Si yo hubiera tenido una noche alocada y me despertaran al día siguiente con fuertes golpes en la puerta, también habría reaccionado mal.

—Pero no creo hubiera sido alguien como tú —me señaló con su dedo.

—¿Alguien como yo? —pregunté alzando una ceja.

No me gustaba para nada el rumbo que esta conversación estaba tomando.

—Sí, ya sabes. Alguien famoso.

Y ahí estaba. El tema del que menos me gustaba hablar: la fama.

—Ah —tuve que poner de toda mi fuerza de voluntad para no hacerle una mala cara a la chica. Me limité a tratar de regalarle una sonrisa, pero salió algo más parecido a una mueca.

Nos quedamos un rato en silencio. Podía sentir su mirada fija en mi rostro, pero hice como si no me diera cuenta solo para no volver la situación más incómoda de lo que ya era por sí sola.

—¿Necesitas algo más? —pregunté después de un largo rato.

De verdad necesitaba ir a mi habitación por el cargador. La curiosidad de lo que decía el mensaje de Sienna —aunque no sabía del todo si se trataba de ella o no— me estaba carcomiendo.

—Oh, si, lo siento —esta chica tenía que dejar de disculparse por cada cosa que hacía—. Me preguntaba si podía firmarme un autógrafo —supongo que la mirada que le di no le inspiró confianza, porque se apresuró a añadir—: Es para mi hermana. Ella es una gran admiradora tuya y me odiaría si supiera que te vi y no te pedí nada.

No le veía ningún sentido a negarme, así que me encogí de hombros.

—Claro, ¿tienes papel y una pluma?

Ella se llevó las manos a los bolsillos de su bata, pero era bastante obvio que ahí no llevaba ninguna de las dos cosas que le había pedido.

—Lo siento, no —realmente lucía triste—. Pero en mi habitación sí, ¿te importaría pasar nada más a firmar el autógrafo de mi hermana y ya? —sugirió.

Eso no sonaba para nada bien y la mueca en mi rostro lo reflejó.

—Por favor. ¡Será rápido! —intentó convencerme.

Lo dudé por un momento. Pero terminé asintiendo con la cabeza. No lograba negarme a muchas cosas que tuvieran que ver con mis fans.

Ella no pudo contenerse e hizo un pequeño baile de felicidad que me sacó una sonrisa. La castaña me guió de vuelta a su habitación y yo la seguí por detrás. Cuando entré, decidí dejar la puerta abierta, solo por precaución.

Eché una mirada a la recámara, era un completo desastre. El cuarto era igual al de Brad, pero este estaba hecho un lío. Ambas camas estaban destendidas y había ropa regada por el piso que tuve que saltar.

La castaña se acercó al escritorio y sacó la libreta que usualmente dejaban en las habitaciones de hotel, al igual que una pluma en la que se podía leer el nombre de la cadena hotelera.

—Soy Madison, por cierto.

—Mucho gusto, Madison —me entregó el papel y la pluma. Acomodé el bolígrafo entre mis dedos y mire a la chica—. ¿Cómo se llama tu hermana?

—¿Mi hermana? —preguntó extrañada. Eso no me dio una buena impresión—. ¡Ah, mi hermana! Su nombre es Sarah.

Asentí y plasmé mi firma en el pedazo de papel. Abajo escribí un pequeño mensaje y después se lo entregué a Madison.

Ella sonrió satisfecha.

—Bueno, creo que eso sería todo —le di una última sonrisa y empecé a caminar hacia la puerta a paso apresurado.

—Espera, Taylor, no te vayas. ¿Por qué no te quedas un rato? —detuve mis pasos.

—N-no creo que esa sea un-na buena idea —me volteé hacia ella—. Me están esperando.

—Oh, es una lástima —escuché como la puerta se cerraba a mis espaldas y tragué saliva.

—Sí, una lástima —una voz habló a mis espaldas y me helé por completo—. Supongo que tendrán que esperarte un rato. Tal vez un largo rato.

Me volteé lentamente hacia la puerta y me topé con una chica pelirroja que se veía de una edad parecida a la de Madison. Su cuerpo bloqueaba por completo la única forma que tenía de salir de la habitación.

Estaba acorralado, con un teléfono en mi bolsillo sin batería, con mi representante y mi guardaespaldas pensando que estaba en mi habitación y con dos chicas que fácilmente podían ser alguna clase de locas.

En resumen: no daba ningún buen augurio.

─ ♫ ─

SIENNA

A pesar de que Grace iba inconsciente, no pude librarme del todo de su parloteo.

Para mi mala fortuna, Grace era de esas personas que hablaban incluso hasta dormidas, por lo que se la pasó balbuceando del fabuloso día que había tenido  conociendo a su más grande ídolo. Tuve que prender la radio para no tener que escucharla.

Reconocí la canción que estaban pasando como una que Conway había tocado horas antes en su concierto y sonreí sin poder evitarlo.

Era realmente raro que no me hubiera dado cuenta de que él se había convertido en toda una celebridad. Ahora que lo sabía, veía su cara en todos lados.

Pero teniendo un punto a mi favor, él no usaba su nombre, o al menos no él que me había dicho. Por todos era conocido como Taylor, simplemente Taylor. Me preguntaba por qué usaba ese nombre en vez de Conway. Desde mi punto de vista, Conway era mucho más original que Taylor.

Sabía que si lo buscaba en internet no encontraría nada, después de todo, ni siquiera Grace, que era una fiel fanática, sabía que se llamaba así.

Aunque tal vez la que había sido engañada había sido yo y él me había dado un nombre falso cuando nos habíamos conocido. Eso explicaría por qué nadie más lo llamaba Conway.

Supongo que tendría que preguntarle cuando volviera a verlo. Si es que volvía a verlo. Esperaba que fuera capaz de entender mis jeroglíficos hechos de salsa de tomate.

—Y eso que han escuchado es la canción más reciente del famoso cantante, Taylor, Aférrate a este sentimiento. Es la una de la mañana con treinta minutos y hasta aquí llegó el programa de hoy. Me despido, y los dejo con mucha más música. Buenas noches.

Anunció la voz del locutor cuando llegamos al apartamento de Grace, lo que me obligó a detener mis pensamientos. Bajarla del auto fue todo un desafío. Más de una ocasión estuve tentada a arrastrarla por todo el camino, o simplemente dejarla en el auto e ir por ella al día siguiente.

Sin embargo, sabía que si su gato me veía llegar sin su dueña, se pondría a llorar durante toda la noche y no me dejaría dormir. Así que con la motivación de conseguir unas buenas horas de sueño, me las arreglé para cargar a mi amiga sobre mi hombro y subí al elevador de su edificio.

Durante el camino, me topé con su portero, a quien encontré a punto de darle un gran mordisco a su sándwich. Él me miró fijamente por unos segundos, con mi amiga sobre mi hombro, con su cabello rubio cayendo sobre mi espalda y obstruyendo ocasionalmente mi visión. Después se encogió de hombros sin darle mucha importancia y siguió comiendo como si nada.

Bufé, molesta.

—No, gracias, no necesito ayuda —dije entre dientes mientras dejaba de momento a mi amiga en el piso para presionar los botones del elevador.

Normalmente no me gustaba usar la caja gigante de metal, pero no subiría tres pisos por las escaleras cargando el peso  de Grace.

Empecé a mover mi pie con frenetismo mientras esperaba a que el elevador llegara. ¿Cuánto tiempo podía tardarse? Ni siquiera había tantos pisos en este edificio como para que tardara tanto en llegar.

Sonó el típico sonido parecido al de una campanilla cuando el ascensor por fin llegó y me agaché para volver a cargar a Grace. Cuando estaba a punto de meterme a la caja de metal, sentí como chocaba contra algo duro.

Afortunadamente, eso no me afectó a mí, pero si a mi amiga, quien ante el impacto se removió y cayó al suelo con un golpe seco.

—Mierda —susurré mientras me agachaba a su lado a toda velocidad.

Intenté checar su pulso justo como había visto que lo hacían en las películas, poniendo mi dedo índice y el de en medio en su muñeca, pero no sentí nada. Me guié entonces por la segunda opción: el charco de sangre.

No había un charco de sangre rodeando el cuerpo de Grace, por lo que supuse que todo estaba bien.

—Lo estás haciendo mal —dijo una voz a mis espaldas, supuse que desde el interior del elevador.

No tenía tiempo para personas entrometidas, estaba demasiado ocupada tratando de averiguar si amiga seguía con vida o no.

El desconocido suspiró y se agachó a mi lado. Me hizo gentilmente a un lado y yo me quejé.

—¡Oye! ¿Qué te pasa? ¿Quién te crees que eres?

—Tranquila, soy doctor y le estás tomando mal el pulso a tu amiga.

Abrí mi boca, formando una gran «o» con ella. El desconocido, que ahora sabía que era un doctor desconocido, se acercó más a mi amiga y tomó su escuálido brazo. Yo me acerqué también.

El hombre me miró de reojo.

—¿Podrías hacerte un poco para atrás? Necesito espacio para revisarla bien.

—Oh, claro, por supuesto —asentí varias veces con mi cabeza y decidí ponerme de pie para observar todo desde arriba.

—Mira, acércate —¡pero quién entendía a este hombre! Segundos antes me había dicho que le diera espacio—. Te enseñaré a tomarle la presión correctamente a una persona —explicó cuando notó que dudaba.

Decidí arrodillarme frente del otro lado de Grace, frente al desconocido, por si decidía volver a decirme que necesitaba espacio.

Él tomó entre sus manos la muñeca de mi amiga y me miró.

—Mira, tienes que poner las yemas de los dedos cordial e índice sobre la parte inferior de la muñeca y presionar levemente —dijo mientras colocaba el dedo del corazón y el de al lado del pulgar sobre la piel de mi amiga.

Yo asentí con la cabeza, comprendiendo.

—Tienes que tener cuidado de no hacer presión sobre el hueso. Los leves golpes que sentirás contra tus dedos es su pulso —explicó—. Ven, préstame tu mano —agarró mi mano sin ninguna clase de pudor—. Es sólo para que tú también lo intentes.

—Vale.

Junté mi dedo corazón con el índice y los puse suavemente sobre la muñeca de Grace. Intenté sentir esas pulsaciones de las que el desconocido había hablado, pero yo no lograba distinguir nada.

—¿Sientes su pulso?

—No —dije con sinceridad.

—Ah, cuando eso pasa tienes que mover un poco tus dedos por la muñeca hasta que los sientas —agarró mi mano y la empezó a desplazar con suavidad y lentitud a lo largo de la muñeca de mi amiga, hasta que la dejó justo donde terminaba su pulgar.

—¡Espera! ¡Ya lo siento! —grité con emoción.

Él sonrió ante mi entusiasmo.

—Pues, lo que seguiría sería contar cuántos latidos sientes en un minuto —sacó su teléfono del bolsillo de su abrigo café y abrió la aplicación del reloj—. ¿Lista? —asentí con la cabeza y él puso en marcha el temporizador.

Empecé a contar en mi mente hasta que él me detuvo.

—Ya pasó un minuto, ¿cuántos latidos contaste?

—Sesenta y cinco.

La mueca que él hizo en su rostro no me gustó para nada.

—Pues, siento decirte que... —hizo una pausa dramática—, tu amiga no morirá, al menos no por esto. Su pulso está en una zona segura.

Volví a respirar con normalidad, y le di un golpe al hombre a mi lado por payaso.

Él solo sonrió en respuesta.

—Soy Aedus, por cierto. Vivo en el piso cuatro.

—Yo soy Sienna. Y ella es Grace —señalé a mi amiga en el piso—. Ella es la que vive aquí —expliqué.

—¿Qué le pasó? ¿Se embriagó?

—No, la noquearon con algo y después se pegó con la puerta del auto.

Él asintió como si fuera la cosa más común del mundo.

—Bueno, Sienna —miró el cuerpo de mi amiga—, y Grace, puedo ayudarte si necesitas que te ayude a subirla.

—No creo que sea necesario, de verdad. Puedo llevarla sola, y en caso de que se me dificulte un poco, siempre la puedo arrastrar por las escaleras —me encogí de hombros.

—Ni hablar, yo te ayudo.

Cargó a Grace como a una princesa y se metió al elevador.

—Pues si tú insistes, Aedus , ¿quién soy yo para negarme? —murmuré mientras me metía detrás de él.

Esperó un momento y fue segundo después que me di cuenta de que estaba esperando a que presionara el botón del piso de Grace.

Con un leve sonrojo adornando mis mejillas, presione con mi dedo el botón que tenía un gran «3», lo que provocó que se iluminara de un color rojo fosforescente.

El silencio reinó entre nosotros y de no haber sido por la música que se escuchaba a través de los parlantes del elevador, habría sido demasiado incómodo.

Cuando por fin llegamos al piso de mi amiga, me apresuré a salir antes que Aedus para guiarlo hasta el apartamento de Grace. Busqué entre los bolsillos de los vaqueros de mi amiga las llaves y abrí la puerta.

Tay salió a recibirnos y se mostró frío al notar la presencia del desconocido. Le lanzó un maullido cargado de indiferencia y regresó al interior de la casa de Grace a acostarse en uno de los sillones, donde podía observar todo.

Dejé al doctor pasar y le indiqué con la mano que dejara a Grace en el sofá que estaba enfrente de donde Tay se había se había acostado.

Él la dejó ahí con delicadeza y yo me balanceé incómoda sobre mis talones.

—Entonces...

—Sería bueno que me fuera yendo —hizo ademán de dirigirse hacia la puerta, pero mis palabras los detuvieron.

—Espera —se detuvo y se dio la vuelta lentamente hacia mí—, ¿quieres mhm, quedarte a tomar algo?

Aedus lo dudó por un momento, pero después asintió lentamente con la cabeza.

—Sí, supongo que eso estaría bien.

Me dirigí a la cocina y puse agua en un pocillo que después la puse en el la estufa. Invité a Aedus a sentarse en una de las sillas del comedor y él se acercó con pasos lentos y cargados de duda.

Saqué el cargador mi teléfono de mi bolso y lo conecté a la corriente. En algún momento del trayecto me había quedado sin batería y tenía curiosidad por saber sin Conway me había mandado un mensaje.

—¿Ibas de salida? —pregunté de la nada. Él me miró con un gesto interrogante y me vi en la obligación de explicar mi pregunta—: ¿Ibas de salida cuando te topaste con nosotras?

—Ah, no. Nada más iba a fumar un cigarrillo —explicó mientras sacaba de su bolsillo la cajetilla—. En mi departamento no hay balcón y no me gusta que el lugar quede lleno del olor después.

—¿No si eres doctor no deberías hacer algo tan dañino para la salud como lo es fumar? —pregunté con curiosidad.

Él simplemente se encogió de hombros.

—De algo uno se tiene que morir.

Y así nos la pasamos platicando Aedus y yo hasta que dieron las tres de la mañana. Solté un bostezo. El café de antes ya había surgido su efecto, y si quería seguir despierta, tendría que prepararme otro.

Me pare a la cocina a hacerlo y aproveché para prender mi celular.

Un montón de notificaciones empezaron a saltar en la pantalla de inicio y yo pasé de ellas. Hasta que una de un número desconocido llamó mi atención.

Sonreí como una tonta al ver de qué se trataba.

—¿Todo bien? —preguntó Aedus desde el comedor.

Probablemente mi sonrisa era bastante grande o notoria.

Asentí con la cabeza y me mordí el labio.

—Sí, es sólo que me ha llegado un mensaje importante.

──── ────

Por primera vez no me sentí conforme con un capítulo de esta historia :c

Probablemente sea el bajón de energías.

No tengo idea de por qué metí a Aedus :v aunque tal vez él pueda crear un poco de drama por ahí 7u7

Y pues ya.

¿Cómo los trata la vida?

Espero que bien y no como un saco de patatas.

¿Qué dicen? ¿El mensaje que le llegó a Sienna era de Conway? ¿Secuestraron a nuestros querido protagonista? ¿Tay dominará el mundo? ¿Veremos a Brad en calzones en el próximo capítulo?

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