♫| CAPÍTULO 01 |♫
CINCO AÑOS DESPUÉS
SIENNA
EL CONCIERTO
Moví mi cabeza al ritmo de la pegadiza canción que sonaba por la radio. Iba en mi coche de camino al apartamento de Grace para prepararnos para el concierto por el que había estado tan ansiosa por todo un mes. No conocía muy bien al artista, pero mi amiga había insistido tanto, que no había podido negarme.
Grace podía llegar a ser muy insistente si así lo quería, y yo había aprendido eso a las malas.
Estacioné mi coche unas calles antes de su apartamento, ya que ella vivía en una zona muy concurrida y sabía que no encontraría un lugar más adelante. Bajé de mi auto con todas mis cosas y caminé hasta que estuve en la puerta del edificio de Grace. Hice malabares para sacar mi teléfono del bolsillo de mi chaqueta y llamé a mi amiga.
—¿Ya estás aquí? —contestó al primer tono.
—Sí, abre.
Colgó y segundos después se oyeron ruidos del otro lado de la puerta. La puerta se abrió y dejó ver a una Grace con sus cabellos rubios enredados y ojeras debajo de sus ojos verdes.
—¿Te acabas de despertar? —pregunté mientras pasaba por su lado y me adentraba en el edificio.
Estaba empezando a subir los escalones cuando ella contestó.
—Sí, pero ha sido porque me he quedado hasta tarde repasando las letras de las canciones, he hecho carteles y también porque he decorado mi playera—se excusó mientras me seguía por detrás—. ¿Has escuchado el cd que te presté? —preguntó después de subir tres niveles, cuando por fin llegamos a su piso.
Ella se me adelantó para abrir la puerta, pero antes de hacerlo por completo, se volteó hacia mí, buscando una respuesta.
—Sí —contesté. Ella me había dado un cd la semana pasada, cuando accedí a ir a ese concierto con ella, diciendo que tenía que ir familiarizándome con las canciones. Al principio no quería escucharlas, y al final tampoco, pero luego de una guerra de miradas en la que yo resulté perdedora, no tuve más remedio que hacerlo. Y la verdad era que ni siquiera les había puesto tanta atención, pero no eran tan malas hasta eso.
—¡¿Y qué te ha parecido?! —chilló. De la emoción, dejó la llave puesta en el cerrojo y se acercó a mí y me agarró de los hombros.
—Ha estado bien —me limité a responder.
—¡¿Solo bien?! —en su rostro se reflejó lo mucho que la había ofendido mi respuesta—. Sienna, en una semana te has escuchado los últimos tres años de mi vida. Risas, lágrimas, gritos y dolor incluidos. ¡No pudo haber estado solo bien! —acercó su cara a la mía y me sacudió con frenesí—. Lo que has escuchado es arte auditivo, Sienna. ¡AR-TE AU-DI-TI-VO! —separó entre sílabas las dos palabras para darle énfasis a lo que decía.
—Grace, vas a hacer que tire lo que traigo, así que abre la puerta y podemos discutir esto dentro —reí con un poco de incomodidad y le señalé con la cabeza la caja que cargaba y después la puerta.
—Vale —entrecerró sus ojos—, pero esto no ha terminado aquí.
Rodé los ojos y ella me soltó para terminar de girar la llave y abrir por fin la puerta. Pasé directamente al comedor y dejé la caja en la mesa para luego sacudir mis brazos, intentando desadormecerlos.
Cuando me volteé me encontré con Grace parada a unos pasos de mí y con sus brazos cruzados sobre su pecho. Aún conservaba esa expresión ofendida en su rostro.
—¿Y bien? Estoy esperando que te disculpes o a que te retractes por lo que has dicho —levantó su mentón con altanería, como si por poder "apreciar" lo que ella denominaba como arte auditivo fuera superior.
O como si fueras mierda que ha visto embarrada en la calle.
—¿Pues qué quieres que te diga? —tuve que reprimir la sonrisa que amenazaba con dibujarse en mis labios, porque sabía que si la dejaba salir, Grace se enojaría aún más conmigo.
—Que las letras de las canciones te han hecho llorar. O que has sonreído con tan solo escuchar el ritmo de una de sus canciones. ¡Incluso que las odias! Pero no que "esta bien" —lo último lo dijo mientras hacía con sus manos unas comillas y hacía una mala imitación de mi voz.
—Grace —fui yo quien puso sus manos en los hombros de la otra esta vez—, no puedes decirle a una persona cómo se supone que se tiene que sentir o reaccionar al hacer algo. —Vi las intenciones que tenía ella de replicar, así que me apresuré a añadir—: Cada quien reacciona al arte de forma diferente.
—Y estoy de acuerdo —sabía que no lo estaba—. Reaccionan de forma diferente, no solo bien.
Blanqueé los ojos al escucharla.
—No vas a dejarlo ir, ¿verdad?
—No al menos que te disculpes con él, Sienna —sacó de la caja que había cargado el cd que me había prestado y lo sacudió frente a mi cara. Mi mirada cayó sin poder evitarlo en la portada y se enfocaron en la palabra «Vienna» por unos segundos —. ¡Lo has matado y ahora tendrás que vivir con el peso de esa muerte en tu conciencia para siempre! —volví a enfocarme en ella y abrí la boca para defenderme y decir que era un objeto inanimado que no tenía vida, y que por lo tanto no había podido matarlo, pero ella me calló con su grito—. ¡Para siempre, Sienna Clarke!
Y se soltó de mi agarre, cruzó la sala, se metió en su habitación y cerró la puerta de un portazo, dejándome ahí, parada en medio de su comedor, preguntándome qué rayos acababa de suceder.
─ ♫ ─
—¡Grace, vamos a llegar tarde! —grité por tercera vez.
Quien pensara que por ser un concierto que mi amiga había estado esperando por mucho tiempo, se arreglaría con rapidez solo para salir a tiempo de su casa y llegar temprano, no conocía a Grace Myers.
Cuando le dije que nada más se pusiera la camiseta que había decorado, unos vaqueros y unos zapatos bajos, ella me miró como si en su lugar le hubiera dicho que se vistiera con piel de gato. Luego me dijo que no podía ir a un concierto de el artista vestida como iría comprar huevos a la tienda de la esquina. Y se nos fue una gran parte del tiempo discutiendo sobre eso.
Solté un resoplido cuando gritó un «la moda no se apresura, Sienna» y volví a bajar mi mirada a mi teléfono para entretenerme en lo que la esperaba. Sentí algo suave moverse por mis piernas seguido de un ronroneo. Miré mis pies y sonreí al encontrarme con la bola de pelos.
—Hola, Tay —saludé al gato con la voz chillona que solía hacer para hablar con él—. ¿Cómo has estado, eh? ¿Ahora sí Grace se ha acordado de alimentarte? —le hice cosquillas en su cuello y después jugué un poco con el cascabel de colgaba de su collar.
—Gato traidor —Grace salió por fin de su habitación y enfocó su mirada en el gato acostado en mis piernas—. Habíamos acordado que ignoraríamos a Sienna hasta que se disculpara.
El gato maulló en respuesta.
—No, Tay, no puedes simpatizar con el enemigo —Grace se acercó a mí y cargó a su mascota en sus brazos.
—¡Ey, pero si ya me he disculpado! —no pude evitar alegar.
Y a pesar de todo lo que me había negado a hacerlo, terminé pidiéndole disculpas de rodillas a un un objeto completamente inanimado.
Claro que eso no fue suficiente para Grace, porque según ella "el daño ya estaba hecho", así que decidió ignorarme e intentó poner a su gato en mi contra también. Pero a el pequeño Tay le caía bien, así que él decidió pasarse a mi bando.
Me fijé en el atuendo que tanto tiempo le había tomado ponerse a Grace.
—¿Es en serio? —enarqué una ceja en su dirección.
—¡¿Qué?! ¿Hay una arruga? ¿Una mancha? —ella empezó a alarmarse.
—No —me llevé una mano a la cabeza y empecé a masajear mis sienes—. Es solo que te has puesto justamente lo que sugerí que te pusieras —con mi dedo señalé su pecho, que portaba la playera que había decorado; luego sus piernas, que llevaban unos vaqueros y al final sus pies, en los que tenía unos tenis.
—¡Sienna! —chilló—. Por supuesto que no llevo lo que te me dijiste que usara, eso era un insulto hacia la moda.
—Ilumíname entonces, por favor —después de años de amistad con Grace, había aprendido que era mejor seguirle la corriente y que tratar de nadar en contra de ella era una pésima idea.
Ella entonces señaló su cuello y noté por primera vez el pedazo de tela que lo envolvía.
—¿Una pashmina? —enarqué una ceja.
Grace se llevó una mano a su cabeza y se empezó a masajear las sienes, como si yo fuera el problema.
—No, Sienna —blanqueó los ojos—. Es una pañoleta —habló como si fuera una obviedad y mis palabras fueran la más grande de las ofensas hacia la moda.
—Cómo sea, ¿ya nos podemos ir?
—¿Vas a ir así? —con su dedo señaló mi atuendo.
Bajé mi vista hacia mis zapatillas blancas y mi pantalón holgado. En la parte de arriba llevaba una sudadera que definitivamente no era de mi talla. No le veía nada de malo a mi atuendo, iba a un concierto de un cantante que no me interesaba, no a conocer al amor de mi vida. Pero claro, yo no era una estudiante de moda, no como Grace.
—Mhm, ¿si? —dudé.
Ella negó con la cabeza, como si no pudiera más conmigo.
—No, no lo voy permitir. Ven —me agarró de la muñeca y me jaló hacia el interior de su habitación. Se detuvo delante de su clóset y empezó a pasar de los ganchos mientras negaba con su cabeza.
—¡Ah, sí, aquí está! —exclamó entusiasmada mientras sacaba varias prendas. Sonrió maliciosamente, se acercó a mí y pegó a mi pecho el montón de ropa, que a duras penas fui capaz de sostener.
Me dio una palmadita en la espalda, me agarró de los hombros y me obligó a dar media vuelta mientras me hacía caminar hacia el baño.
—Ponte esto —ordenó después de dejarme en el pequeño cuarto y antes de cerrar la puerta.
Bufé, pero no me negué, de nada serviría. A Grace le gustaba usarme de maniquí y muñeca humana. Así que me quité mis zapatos antes de hacer lo mismo con mi ropa y me puse lo que ella había demandado. Cuando terminé, doblé mi ropa y la dejé en la tapa del retrete.
Me acerqué al espejo y examiné mi reflejo. En la parte superior llevaba una chaqueta de mezclilla sobre un top blanco que tenía un logo algo raro. Mis piernas estaban cubiertas por unos leggins negros. Bueno, debía admitir que una de las ventajas de tener a Grace como amiga era que tenía un gran gusto para la ropa.
Me acomodé un poco mi alborotado cabello con los dedos y lo aplané un poco con las manos. A veces podía ser tan desastroso, que llegaba a pensar que tenía vida propia.
Y tal vez incluso una más ordenada que la tuya.
No lo dudaría.
Solté un resoplido que hizo que el cabello que caía justo en mi cara volara por unos segundos.
—¿Ya, Sienna? —gritó impaciente Grace del otro lado de la puerta—. ¿Por qué tardas tanto? Solo tienes que ponerte la ropa y ya —empezó a darle insistentes golpes con su mano a la puerta.
Tuve ganas de decirle que no me había tardado ni cinco minutos todavía; no como ella, que se había tardado alrededor de una hora y media solo para escoger una pañoleta. Pero sabía que lo único que provocaría sería una discusión que no tendría fin, y no tenía los ánimos como para tener una; así que me tuve que morder la lengua.
—¡Sienaaaaa! —berreó—. ¡Apúrateeeee!
Me di un último vistazo en el espejo, agarré mis cosas y abrí la puerta del baño.
Me arrepentí de dos cosas inmediatamente tras hacer eso:
La primera era haber abierto la puerta sin haberle avisado a Grace que iba a hacerlo, porque ella y todo su peso estaban recargados sobre esta; y cuando abrí la puerta, ella y todo su peso cayeron sobre mí.
La segunda cosa de la que me arrepentía era de ir descalza. El peso de Grace me había hecho trastabillar, y mi dedo chiquito del pie sufrió las consecuencias cuando me lo golpeé contra el borde del mueble donde mi amiga guardaba todos sus productos de higiene
Solté un chillido sin poder evitarlo.
Grace en cambio, se puso de pie de inmediato, como si nada hubiese pasado. Ella había sido la que había salido menos afectada. Yo por otro lado, no había corrido con esa suerte. Me senté e inspeccione los daños que mi dedo pulgar se había hecho.
No se veía nada bastante grave, solo estaba un poco rojo y podía sentir su palpitar. Esperaba que no se hinchara. Derrotada, dejé caer mi cuerpo completamente en el piso del baño. Spoiler: fue sido una mala idea.
El departamento de Grace era chiquito, así como todas las habitaciones dentro de este. Y yo me había olvidado de ese pequeño, pero fundamental detalle. Cuando me dejé caer, mi cabeza chocó bruscamente con la base del retrete. Como acto reflejo, levanté mi cabeza al instante. He ahí el error número dos.
Los inodoros suelen tener varias curvas. Suelen sobresalir un poco más en la parte de la taza y la base suele estar un poco más metida. Pues mi frente fue justamente a dar con la parte sobresaliente.
—Uh —Grace hizo una mueca—, ¿estás bien?
Me llevé una mano a la cabeza y empecé a sobarme la zona golpeada con delicadeza. Solo esperaba que no me fuera a salir un chipote.
—Sí —me las arreglé a decir a pesar de que no era así.
—¡Genial! —junto ambas de sus manos y se las llevó al pecho—. Entonces ya podemos irnos —y sin decir una palabra más, salió del baño.
Solté un resoplido, cerré los ojos con fuerza y escondí mi cabeza entre mis piernas.
—¡Vamos, Sienna! —gritó mi amiga—. Tenemos un concierto al cual llegar —canturreó.
─ ♫ ─
Grace iba en el asiento de copiloto, cantando a todo pulmón una de las tantas canciones del cd que me había prestado.
Lamenté no haberlo escondido debajo de alguno de los tantos cojines que mantenía en su departamento.
Yo estaba intentando concentrarme en manejar sin dejar que sus alaridos me distrajeran del camino, lo menos que necesitábamos era un accidente; suficiente era con molestar a los otros conductores con el cántico de mi amiga, que se empeñaba en mantener las ventanas del auto bajas.
Siempre que nos deteníamos en un semáforo, yo hacía uso de la bolsa de hielo que Grace me había prestado y me cubría la cara para que no pudieran verme. Y así pasamos aproximadamente la hora de trayecto de su casa hasta el auditorio donde sería el maravilloso concierto: ella empezando a calentar sus cuerdas vocales mientras pretendía que el cepillo en su mano —que no tenía idea de dónde había sacado— era su micrófono; y yo haciendo como si no la conociera a pesar de que íbamos en el mismo auto.
Grace cantó el último verso de una de las tantas canciones y yo agradecí mentalmente porque parecía que esa era la última canción que el disco tenía. Claro que me equivoqué como era costumbre. Alcé mi mano hacia el reproductor para sacar el cd, pero Grace me dio un manotón, haciendo que no pudiera llevar a cabo la acción.
—¡Oye! —le reclamé—. ¿Por qué ha sido eso?
—Shh —puso uno de sus dedos sobre mis labios—. Todavía falta una canción, la más bella, la más hermosa, la más triste, la más.... —no pudo continuar, porque justo cuando en ese momento empezaron a sonar los primeros acordes de la canción. Ella soltó un chillido, se acomodó en su asiento y se aclaró la garganta mientras se acercaba el cepillo a su boca, lista para seguir cantando.
La ignoré por completo cuando comenzó a cantar sin molestarse en afinar un poco su voz. Le di un rápido vistazo de reojo y me topé con que sus ojos habían empezado a aguarse y se sorbía la la nariz ruidosamente. Evité ponerle alguna mala cara y le hice un gesto hacia la guantera que ella tenía frente a sus piernas. Ella la abrió y se topó con la caja de pañuelos que guardaba ahí, agarró uno y se sorbió ruidosamente la nariz
La interrumpí antes de que pudiera llegar al estribillo.
—Eh, Grace —un poco dudosa, la sacudí del hombro—. Ya hemos llegado.
Ella asintió a duras penas. De sus ojos salían varias lágrimas y hacían que su maquillaje se corriera un poco. Se sonó la nariz con fuerza y me dio un asentimiento en respuesta.
—Es so-solo que esta canción es taan bella —tartamudeó—. Y solo de pensar por lo que Tay tuvo que para escribirla me dan ganas de llorar —se excusó.
—Ya, ya—le di dos palmadas en la espalda—. Pero él ahora está bien, Grace. Está justo allá —con mi pulgar señalé el gran edificio plagado de gente que se alzaba frente a nosotros—, a punto de dar un concierto. Y te está esperando.
—¿Me está esperando?
—Sí, así es. Así que vámonos yendo.
Ella asintió con la cabeza y con sus manos intentó arreglarse un poco su maquillaje, no de una manera muy efectiva.
—¿Qué tal me veo? —me dio una sonrisa escalofriante y por poco grité del susto.
Como un mapache que se acaba de despertar.
—Eh, bien. Sí, vas a dejar a todos asombrados con tu belleza —le aseguré mientras le sonreía nerviosamente.
—¡Pues vamos, que esas canciones no se van a cantar solas! —gritó antes de salir del auto.
Como era de esperarse, la cara de Grace llamó la atención de varias personas, que voltearon a verla con un una ceja enarcada y confusión.
—¡Mira, Sienna! —chilló ella cuando se dio cuenta de todas las miradas que estaban posadas en ella—. ¡A todos les gusta mi playera!
—Eh, si claro, Grace... tu playera.
Entonces, ella soltó un chillido.
—¡Mira, ahí está la fila! —dio varios brincos en su lugar mientras aplaudía con sus manos—. No puedo creer que esto de verdad este pasando, esperé tanto para este momento —por unos segundos pensé que volvería a llorar, pero solo fue una falsa alarma—. Hasta la fila es tan bella. Pero, bueno, ¡vamos! —me agarró de la muñeca y me jaló con ella mientras ella corría hacia donde estaba la cola para formarse.
Lo bueno era que nos movíamos rápidamente, no faltaba mucho para que el concierto comenzara.
Dediqué algunos minutos a observar la decoración. Por la paredes colgaban pancartas con el que suponía era el nombre del álbum por el que estaban haciendo la gira.
En su mayoría era moradas y tenían plasmadas en letras gigantes la palabra «Vienna». No pude dedicar más tiempo a observarlas, porque justo en ese momento la fila avanzó.
—¿Cómo es trabajar para alguien tan talentoso como Tay-Tay? —le preguntó mi amiga con aire soñador a uno de los tantos guardias de seguridad cuando ya estábamos a nada de ingresar al auditorio.
El guardia no dijo nada aunque era bastante notorio que se moría por hacerlo.
—¿Es usted un fanático? —volvió a intentar mi amiga, sin darse por vencida ante el silencio del hombre.
El guardia tampoco contestó.
—¿Alguna vez le han dado entradas gratis para algún concierto? —Grace decidió llevar su intensidad a otro nivel y acercó su cara peligrosamente hacia el trabajador. También se tomó el atrevimiento de pincharle una de sus mejillas con uno de sus largos dedos.
Solo bastó una mirada amenazante por parte del guardia para que mi amiga quitara sus dedos de su cara.
—Ni siquiera ha de conocer a Taylor —Grace se dirigió a mí después de soltar un resoplido.
Esas fueron las palabras mágicas para atraer la atención del hombre, quien se llevó dramáticamente una mano al pecho. Al parecer las insinuaciones de mi amiga lo habían ofendido.
—Para tu información —el guardia sacudió su dedo enfrente de la cara de Grace—, sí conozco al señor Taylor —remarcó el sí—. Incluso me firmó el pecho —y se desabotonó la camisa que llevaba puesta para exhibir su pecho, donde efectivamente, se podía apreciar un garabato en tinta negra.
Grace veía la tinta en el pecho del hombre como si apreciara a la mismísima Mona Lisa en el Louvre. Alzó su mano con intención de tocar el autógrafo, pero el guardia le dio un manotazo, impidiendo que ella lograra llevar a cabo la acción.
—No lo toques, mapache —Grace lo miró extrañada, pero esa mirada cambió cuando él le hizo una mala cara que, al menos a mí, me dio un poco de miedo—. Es sagrado.
Grace asintió, como si entendiera el valor del trazo. Yo no lo hacía.
—Es que es... —se quedó sin palabras por un momento— impresionante.
El de seguridad asintió con la cabeza, de acuerdo con las palabras de mi amiga.
—Ey —interrumpí su momento—, la fila ya está avanzando —señalé.
Grace asintió con la cabeza y se limpió una lágrima que se había resbalado por su mejilla. Agarró la mano del grandulón y la apretó.
—Gracias por compartir tu experiencia conmigo...
—Brad —se presentó él.
—Gracias por compartir tu historia conmigo, Brad. Soy Grace
—Gracias por escucharme, Grace —se notaban desde lejos las lágrimas que Brad no dejaba salir—. Intentaré que alguno de mis compañeros te dé un pase tras bastidores, Grace —le dijo a mi amiga, mientras se daba unas leves palmadas en el lado izquierdo de su pecho, donde estaba su corazón.
—¿¡En serio?! —chilló mi amiga mientras la empujaba para que avanzara, justo como lo hacía la fila—. ¡Gracias, Brad! —le lanzó un beso.
Pude vislumbrar como Brad se volvía a pararse derecho en su lugar y adoptaba nuevamente su cara seria antes de que entráramos por completo en el auditorio. Las luces estaban apagadas, lo que hacía difícil ver entre la multitud de gente. El gran escenario que se alzaba frente a nosotros era la única fuente de luz en el lugar. Grace se abrió paso entre la multitud a partir de codazos y empujones; y a mí no me quedó más remedio que seguirla.
Nos detuvimos hasta que estuvimos a una distancia que Grace consideró como aceptable del escenario. No habían pasado ni cinco segundos y ya me había hartado de la gran cantidad de personas que había a nuestro alrededor.
Me llevó a pensar si habría subestimado al cantante que se presentaría. Me maldije mentalmente por no haber puesto demasiada atención a sus canciones cuando las había escuchado. Tal vez si era bueno después de todo.
Tal vez regala dinero en sus conciertos.
Sí, eso también podría ser.
De repente, se apagaron las luces del escenario, dejándonos a todos en la penumbra. Grace se agarró de mi brazo como un mono se aferraría a un plátano, solo que ella estaba asustada, no marcaba territorio.
Entonces, las luces empezaron a prenderse y a apagarse, casi como si estuvieran vibrando. Empezó a salir humo del escenario y las luces se apagaron por completo una vez más.
Cuando volvieron aprenderse, se pudo distinguir la figura de un chico en el escenario, lo que provocó una ola de gritos por parte del público. Grace dejó mi —ahora adolorido— brazo para ponerse a dar saltitos y gritar a todo pulmón.
—¡Te amo, Taylor! —gritó.
Yo todavía no era capaz de ver por completo la cara del cantante, porque la niebla todavía flotaba por el escenario.
Los primeros acordes de una canción empezaron a sonar por todas las bocinas del lugar, lo que soltó otra ola de gritos por parte de todos los fanáticos.
—Buenas noches, Bildtown —fruncí el ceño. Sonaba familiar. No tenía idea de cómo o por qué, pero yo conocía esa voz—. Gracias por venir —dio un paso hacia delante, dejando su rostro a la vista. Yo sentía que en ese mismo momento me podía dar un paro cardíaco—. Esto es Falsas melodías, espero que lo disfruten.
Mi mirada estaba clavada en él, y por un momento, por más fantasioso que sonara, sentí que sus ojos se fijaron en mí. No sabía si me había reconocido, pero sus ojos ojos se abrieron con sorpresa y tragó saliva
No tenía ninguna duda, era él.
Era al que creí que nunca más volvería a ver en mi vida. El chico al que le había vomitado en los zapatos en un parque de diversiones hace cinco años. El chico que me había dicho cuál era su sueño y ahora se encontraba ahí, arriba del escenario, cumpliéndolo.
Era él.
Era Conway.
──── ♫ ────
AHHHHHHHH POR FIN ESTAMOS AQUÍ. LO SIENTO NO HE PODIDO RESISTIRME Y LO HE SUBIDO ANTES DE TIEMPO.
Aunque sé que la anticipación no les molesta mucho que digamos 🌚
Es para mí un placer por fin darles la bienvenida oficial a este programa
DUIEFGEDUNS. Perdón, estoy emocionada 👉🏻👈🏻
Espero este primer capítulo les haya gustado y que haya alcanzado sus expectativas. Dejen aquí sus primeras impresiones que las estaré leyendo todas porque soy una vieja (?) chismosa, no me escondo.
Como se darán cuenta, los capítulos de esta historia son un poco más largos de lo que estoy acostumbrada xd. Espero les gusten :3
Creo que eso sería todo de momento. Gracias por sintonizarnos y darme una oportunidad. Nos vemos/leemos/sintonizamos el próximo jueves para el siguiente capítulo.
Adelanto: lo narra Conway
Pd: soy un desastre para estas cosas. Para todo lo soy, pero para estas cosas más :v
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro