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Epílogo

Ante el alzamiento de los Neumanos y las criaturas que clamaban el nuevo Kaysen 2, Séragon quedó a merced del tumulto de criaturas enardecidas. El dios se convirtió en otro mortal más por unos momentos. Por primera vez en un millón de años, Séragon se veía rendido y temeroso. 

Adiel y Elisa se unieron al júbilo que ya había comenzado. Parte de la ciudad había quedado en ruinas por la maldad de un dios déspota. Pero Séragon era un dios encarnado y eso no era un problema para su fuerza sobrenatural. El dios más poderoso del universo tendría pesadillas con las palabras de los niños. 

Una de las naves de Séragon esperaba a los niños para retornar a la tierra. Uno de los Neumanos que conoció a Patxi se acercó a ellos. 

—¿Es un viaje sin retorno? —dijo el Neumano a una distancia corta.

Adiel quería tomar la palabra, pero Elisa le ganó y dijo:

—Hum, tal vez... Lo importante es que nos vamos de aquí satisfechos. Gracias por ayudarnos.

—Que tengan un buen viaje. Gracias a ustedes nuestra voz se hizo escuchar. 

—Gracias a ustedes. Si reviven a Patxi le dan las gracias de nuestra parte, por favor. 

—Así lo haré. 

Al pie de la nave, los gigantes, los Neumanos y Cranon despidieron a los niños, moviendo sus manos. 

—¡Adiós a todos! Me da tristeza saber que este adiós es para siempre. Ustedes nos ayudaron mucho. ¡Cuídense! —dijo Elisa e ingresó.

Antes de que se subieran, Séragon llegó al lugar y sin más dijo: 

—Lamento todo lo que pasó y ni tienen que irse ahora. Hay bastante comida que se puede desperdiciar... 

—Gracias, pero estamos satisfechos —replicó Elisa—. No se va a desperdiciar porque aquí hay muchos que tienen hambre.

—Yo tengo hambre, Séragon —dijo Adiel en tono serio, pero bajó la cabeza. 

—¡Está bien! Vuelvan cuando quieran, niños… Solo tienen que llamarme. En la nave está el número de la Tierra a Falmok.

—Ah, me olvidaba... —dijo Elisa y sacó el Kaysen 1 de su estuchera—. Tome, creo que lo necesitará más después. 

—Oh, muchas gracias, estimada, señorita —dijo Séragon mirando de reojo el objeto—¡Buen viaje! 

Los niños abordaron la nave, ahora por las escaleras automáticas Un piloto Neumano los recibió dentro. La nave despegó lentamente, elevándose a una altura precisa. Después, esta partió a toda velocidad, desprendiendo una estela que se quedó en el aire unos segundos. 

En la nave espacial de Séragon, el viaje duró una hora. Luego, el aparato entró en la atmósfera de la tierra. Y de inmediato, comenzó su descenso a la superficie. 

La mañana comenzaba en la tierra. La nave se estacionó en una zona de árboles y banquetas. Segundos después, la puerta se abrió y los niños bajaron mientras el motor seguía en funcionamiento. La puerta de acero se cerró lentamente y la nave despegó, mientras los niños lo despedían. En segundos se perdió entre las nubes. Una hondonada fue lo único que quedaba de esta aventura.

Una calma gobernaba en el lugar. Ambos respiraron aliviados, hasta no creían que ya estaban en la tierra. Más adelante, el sonido del tráfico y la gente fueron los sonidos más agradables que sus oídos podían escuchar. Atrás quedaron las aeronaves y las criaturas de Séragon. 

—Estoy ansiosa de ver a mamá —dijo Elisa sintiendo el aire fresco de la tierra. 

—Yo igual. Debe estar preocupada —Adiel sintió una alegría inmensa para sus adentros.

Adiel y Elisa caminaron rumbo a su casa que había quedado destrozada por la rebelión de los robots. Tiempo después, llegaron al parque El Mariscal, donde habían encontrado la nave por primera vez. No había rastros de los cuerpos que vieron antes de viajar a Falmok.

Faltaba poco para llegar, por lo que se sentaron en los bancos. En ese instante, Alexandra, que iba de pasada, los vio y se emocionó al verlos.

—¿¡Adiel, Elisa!? ¡Mis amores!

—¡Mamá, mamá! —dijeron los niños al unísono y sollozos.

—¿Gracias a dios los encontré? ¡Dios mío, gracias! 

—Te extrañamos, mamá —dijeron Adiel y Elisa mientras abrazaban a su madre.

—¿Dónde estaban? ¿Qué sucedió? 

—Muchas cosas, mamá —respondió Elisa guardándose las palabras.

—¿Pero están bien mis amores?

—Sí, mamá. Si Séragon no pudo con nosotros, nada lo hará —dijo Adiel con vehemencia. 

—¿¡Qué cosa!? ¿Quién es Séra... ¿Qué?

—No es nada, mamá —intervino Elisa—. Mi hermano está ansioso por el videojuego que vio en sus sueños.

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