I
Corría tan rápido como sus temblorosas piernas le permitían. Su respiración estaba agitada, sus mejillas sonrojadas y todo su cuerpo estaba cubierto por una fina capa de sudor.
Estaba desesperada y su mente se encontraba tan abrumada por el miedo que no podía pensar con claridad.
En un movimiento errado su cuerpo cayó al suelo de manera estrepitosa, sus piernas no daban para poder correr más y como pudo se recostó de una pared cercana.
-¿Por qué ahora?-cuestionó al viento dando grandes bocanadas de aire, sentía que se estaba asfixiando.
Giro su cabeza hacia atrás para cerciorarse de que nada ni nadie la estaba siguiendo y apenas lo confirmó se terminó de acostar en el frío pasillo.
-Arde-gimoteó mientras finas y pequeñas lágrimas salían de sus ojos y bajaban por sus mejillas.
Apretó sus piernas con fuerza haciendo fricción entre ellas para tratar de sentirse un poco mejor pues estaba entrando en su periodo de calor y no podía nada más.
Estaba comenzando a caer en la inconsciencia lentamente lo que causó que se diera cuenta tarde cuando un olor llegó a su nariz, uno muy fuerte, una mezcla entre café puro con orégano y sangre. El miedo la invadió de nuevo, el olor era demasiado fuerte lo que significaba que quien fuera dueño de él estaba cerca, demasiado cerca.
-¡¿Acaso no se cansa!?-Sin pensarlo mucho se levantó apoyándose en la pared y continuó su andar.
A este punto se le dificultaba correr y el olor se hacía cada vez más fuerte. Mientras corría golpeaba cada puerta que hallaba en su camino para ver si estaban abiertas con la esperanza de que una si estuviera libre para poder entrar en la habitación que protegía y esconderse del dueño del olor pero ninguna estaba abierta. El pasillo donde estaba pertenecía a un área abandonada del instituto donde estudiaba ¡Por supuesto que todas las puertas iban a estar cerradas!. Era tonto creer que no era así pero con todo y eso, al final logro encontrar una puerta que estaba entre abierta.
-Gracias diosa-murmuró empujado la puerta para terminar de abrirla pero está no cedía-¿Qué?-confundida se asomó por la ventana que estaba al lado de la puerta y que daba vista al interior de la sala.
La puerta estaba bloqueada por un pequeño muro de sillas amontonadas una encima de otra. Si no estuviera en la situación en la que se encontraba actualmente fácilmente se hubiera puesto a pensar como habían llegado esas sillas a esa posición pero no tenía tiempo para eso.
Sin pensarlo se colocó nuevamente delante de la puerta y concentrando su mente hizo aparecer en sus manos una enorme guadaña, la alzo usando sus dos manos; en otra situación usaría una pero en esta no. Usando su fuerza y el peso de su cuerpo también dejo caer la guadaña sobre la puerta asestando un golpe perfecto. El ruido de las sillas junto a la puerta cayendo fue fortísimo.
-Ya no puedo más.-Cayó al suelo de rodillas, su guadaña cayó a un lado de ella también y a los pocos segundos de tocar el suelo se rompió en muchos trozos que se convirtieron en gemas preciosas. Desde amatista y aragonitos hasta zafiros y benitoitas quedaron esparcidas por el suelo.
-No huyas de mi.-Una voz resono en su cabeza y de inmediato hizo que todo su cuerpo se congelará.
Se levantó como pudo pero a los pocos segundos de estar de pie sus piernas fallaron y se cayó al suelo nuevamente.
-Se que puedes oír mi voz-dijo nuevamente la voz en su cabeza-En dónde estés, quédate quieta-ordenó esta vez pero con un tono más profundo, más aterrador e intimidante.
Un tono digno de un rey.
Un enigma.
Su cuerpo no se movió en lo absoluto cuando quiso tratar de levantarse de nuevo, estaba obedeciendo la orden del enigma que la buscaba sin cansancio y eso le aterraba.
Forzando su propia mente y poder logro ignorar la voz de mando del enigma y se arrastro dentro de la habitación. Busco con sus ojos un lugar para esconderse; un armario de metal estaba abierto, tan rápido como pudo llegó hasta el armario y se adentro en el, cerró la puerta con cuidado de ya no hacer más ruido y se cubrió la boca con las manos y se quedó allí, escondida, a la espera de que el enigma no la encontrará.
Apenas escucho el estruendo muy cerca de donde estaba se hecho a correr en esa dirección. Se encontró con un pasillo bastante oscuro. Diferentes olores llegaron a su nariz, polvo, húmedad y el característico olor de cadáveres de, lo que supuso, eran animales muertos y en descomposición pero de entre todos los olores que percibía había uno que resaltaba, fresas y chocolate con un pequeño toque de algo más pero ese último fragmento que conformaba ese olor que lo emocionaba no lograba descubrirlo.
-No huyas de mi-dijo comenzando a caminar por el pasillo.
Agudizó sus sentidos para ver entre todos esa oscuridad y olores tan desagradables a su gusto. Conforme caminaba el olor de la persona a quien buscaba se hacía más fuerte y eso le excitaba todos los sentidos.
-Se que puedes oír mi voz-dijo con el corazón latiendo a toda rapidez en su pecho-En dónde estés, quédate quieta-ordenó con su voz de mando, tenía la esperanza de que su orden fuera cumplida y poder verla.
Un ruido casi inaudible llegó a sus oídos, bajo su mirada al piso encontrándose con muchas piedras preciosas regadas que había golpeado con su pie. Extrañado de eso siguió el rastro de esas piedras y su vista se movió a su izquierda donde se encontró ahora con la puerta tirada abajo junto a unas sillas.
-Te encontré.-Camino con paso lento hacía el interior de la habitación con una sonrisa en su rostro.
Observo con sus ojos el lugar, había muchas mesas amontonas en un rincón, estantes llenos de polvo con algunos frascos que tenían un líquido verde adentro. El lugar era horrible pero siendo sinceros esperaba que estuviera en peores condiciones; a fin de cuentas era una habitación olvidada.
Olfateo todo el lugar buscando su objetivo, una sonrisa apareció en su rostro al ver el armario de metal.
*****
Estaba temblando de miedo, sus manos estaban pegadas a su boca con fuerza evitando que cualquier sonido saliera. Sus piernas estaban pegadas una a la otra, todo su cuerpo se sentía caliente. Estaba excitada y la presencia que sentía afuera del armario no ayudaba en nada.
-Por favor-susurró en un hilo de voz casi inaudible. Cerró sus ojos con fuerza dejando escapar una lágrima.
De la nada, la presencia que sentía ya no estaba, extrañada pero también esperanzada de que su perseguidor se hubiese ido abrió un poco el armario y se asomó para corroborar que esto fuera así.
-Se fue.-Al confirmar que no había nadie dejo salir un suspiro.
Su cuerpo se relajó un poco, pensaba que su perseguidor se había ido y que ella iba a poder escapar de allí, llegar a su casillero en el edificio principal del instituto, tomar sus pastillas e irse a su casa a descansar. Pero el destino tenía otros planes.
-Mía.-Sus ojos se abrieron en sorpresa y miedo.
Las puertas del armario fueron abiertas de golpe, la fuerza con que las abrieron fue tan grande que ambas se desprendieron.
Sus cuerpo se paralizó, sus ojos se cerraron del miedo y todo su cuerpo comenzó a soltar feromonas buscando atraer con estás algo o alguien para que la ayudara.
Coloco sus manos en sus odios al escuchar como las puertas de metal eran arrojadas a quien sabe dónde y estás chocaban destruyendo lo que sea con lo que hubieran chocado.
-Mírame.
Negó la orden con su cabeza un par de veces pero un gruñido seguido de un aullido la hizo retractarse. Lentamente abrió sus ojos encontrándose con unas botas azules, trago saliva y fue subiendo su cabeza, se encontró luego, con unos pantalones de vaquero negros ajustados, una chaqueta de vaquero negra y una camisa azul abajo de la chaqueta. Sospechaba que abajo de toda esa ropa había un cuerpo, que si no estuviera en la situación en la que estaba, fácilmente podría decir que muy deseable.
Su mirada chocó por fin con la de su perseguidor, unos ojos verdes la miraban de una forma que ella no lograba descubrir y tampoco quería descubrirlos. Lo único que ella quería era escapar de las garras en las que había caído pero eso no iba a ser tan sencillo. No cuando la persona que estaba delante de ella, aparte de ser un enigma era nada más ni nada menos que Nicolai Stepanov.
Estaba acabada.
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