15 | protector
Nell se despertó en el hospital un día después e inmediatamente comenzó a sentir pánico.
No tenía dinero para cubrir las facturas del hospital además de las facturas de la casa y asegurarse de tener suficiente comida para comer, y mientras se ponía de pie con la intención de salir corriendo, sintió un par de manos sobre sus hombros y su pánico ciego se calmó casi inmediatamente cuando vio a Peter de pie junto a su cama.
—Oye —susurró Peter—. Oye, estás bien. Cálmate.
—¿Peter? —preguntó Nell, lanzándose hacia él y abrazándolo ferozmente—. Dios mío, estás bien.
—Estoy bien —respondió Peter, abrazando a Nell mientras maniobraba con cuidado para llevarla de vuelta a la cama—. Estoy bien.
—¿Lo detuviste? —preguntó Nell—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?
—Estoy bien —respondió Peter—. Lo detuve.
Peter estaba cubierto de cortes y moretones que ya estaban comenzando a sanar, y Nell se quedó sin aliento cuando los vio—. Peter...
—Estoy bien —prometió Peter antes de que su labio inferior comenzara a temblar—. El Capitán Stacey... él...
Nell sintió que se le encogía el corazón—. No.
—No pude salvarlo —susurró Peter—. No pude salvarlo y me siento tan culpable.
—No fue culpa tuya —dijo Nell, alcanzando la mano de Peter.
—Y te lastimaste —dijo Peter—. Te dije que un día te enfrentarías a alguien más grande que tú.
—Hay otras formas de ganar una pelea además de usar la fuerza bruta —protestó Nell.
—Yo no le llamaría victoria a una conmoción cerebral y una muñeca fracturada —respondió Peter.
—Pero yo diría que cegar al Lagarto con un dispositivo cegador casero es una victoria —bromeó Nell.
Peter enarcó las cejas—. ¿En serio?
—Sí —asintió Nell—. Quiero decir, no pensé que funcionaría, pero ese bastardo era poderoso. Pero bueno, esto fue antes de que me lanzara contra una mesa.
Peter se rió—. Me alegra tanto que estés bien.
—A mi también me alegra que tú estés bien —respondió Nell—. Apuesto a que a la tía May le dio un infarto cuando te vio, ¿eh?
—No estaba impresionada —admitió Peter—. Estaremos bien.
—¿Le has dicho a mi papá? —preguntó Nell.
Peter negó con la cabeza—. No, él no estaba en casa cuando pasé por allí.
Una mirada cabizbaja inundó el rostro de Nell—. Esta bien. Uh... ¿cuándo puedo irme?
—En cuanto te den de alta —respondió Peter.
—¿Cuando será eso?
—No soy un psíquico —dijo Peter.
—No, solo eres extrañamente fuerte y tienes las habilidades de una araña —replicó Nell—. Perdóname por creer en milagros.
Peter puso los ojos en blanco—. Pueden retenerte si sigues siendo grosera.
Se inclinó hacia Nell y la besó suavemente, alejándose demasiado pronto para su gusto. Frunciendo el ceño, Nell dijo—: Tienes una cara linda, incluso cuando está toda golpeada.
—Tú también —respondió Peter—. Iré a buscar un médico. Veré si puedo sacarte de aquí.
—Oye, ¿cómo voy a pagar las facturas? —preguntó Nell.
—Vas a recibir una suma considerable de Oscorp como... una disculpa, supongo. Aparentemente, casi ser asesinada por tu jefe Lagarto es causa de que se depositen grandes sumas de dinero en tu cuenta bancaria. Definitivamente cubrirá las facturas del hospital y prácticamente cubrirá la universidad si tienes suerte.
Nell dejó caer la cabeza contra la almohada—. Debería ser casi asesinada por lagartos gigantes con más frecuencia.
—Ja, no.
Peter no se veía divertido.
Nell sonrió—. Relájate. Todavía no pienso morir.
—Bien —respondió Peter, apartando el pelo de su rostro y sonriéndole—. Vuelvo enseguida.
—No tardes demasiado —dijo Nell.
—No lo haré.
—
Cuando llegó a casa, su padre estaba sentado en el sillón, con un partido de fútbol en la televisión y una cerveza en la mano. Peter, que se estaba ocupando de que Nell subiera a salvo a su habitación, frunció el ceño cuando vio a su padre sentado sin preocuparse por nada. Se dio la vuelta y los vio a ambos de pie en la puerta, levantando las cejas.
—Finalmente decidiste volver a casa, ¿eh? —dijo Lance—. ¿Dónde has estado? Te ves como la mierda.
—Fuera —murmuró Nell.
—¿Has visto lo que ha estado pasando? —preguntó Lance, señalando la televisión con su botella de cerveza—. Lagartos gigantes y hombres araña. La ciudad se está volviendo loca y tú has estado dando vueltas con este pequeño imbécil.
Soltando suavemente a Nell, que había estado apoyándose en él, Peter dijo—: Ve arriba. No tardaré ni un minuto.
Nell miró a Peter y a su padre, suspirando—. No hagas nada estúpido.
—¿Yo? No lo haría —respondió Peter.
Nell subió las escaleras y, una vez que Peter estuvo seguro de que ella estaba en su habitación, se aclaró la garganta—. ¿Sr. Richards?
—¿Qué?
—Quiero hablar con usted sobre la forma en que ha estado tratando a su hija —dijo Peter.
—¿Qué te importa cómo trato a mi hija? —preguntó Lance.
—Me preocupo por ella —dijo Peter—. Y no me gusta cómo la has estado tratando.
—Te preocupas por ella, ¿eh? —preguntó Lance—. ¿Cuánto le pagas?
Peter enarcó las cejas—. ¿Qué?
—¿Cuánto le estás pagando? —preguntó Lance—. Esa zorra pasa más tiempo fuera de esta casa que dentro. Solo puede estar haciendo una cosa, así que te preguntaré de nuevo, ¿cuánto...?
No tuvo la oportunidad de terminar su oración, porque Peter lo agarró por el cuello, lo tiró de su asiento y lo golpeó contra la pared. Lance se agarró a las manos de Peter, jadeando por aire mientras los dedos de sus pies rozaban desesperadamente el suelo.
—Escúchame —dijo Peter, en voz baja—. De ahora en adelante, no tocas a tu hija. No la tratas como una mierda, no le hablas como lo has hecho y no la llamas zorra. Vas a dejar de beber, vas a conseguir un trabajo, y vas a ser un maldito padre decente. ¿Me entiendes?
—Vete a la mierda.
—Dije —gritó Peter, levantando a Lance más lejos del suelo—, ¿me entiendes?
Lance fulminó con la mirada a Peter—. No te tengo miedo.
—Deberías —respondió Peter—. Te he visto tratar a Nell como la mierda durante demasiado tiempo. Debería haber dicho algo antes, pero no lo hice. Lo digo ahora, y créeme, solo tendrás una advertencia. Si veo un moretón en ella, no terminará bien para ti.
—¿Me vas a lastimar? —preguntó Lance—. ¿Vas a matarme? ¿Un chico escuálido como tú?
—No —respondió Peter—. Pero me aseguraré de que te vayas a algún lugar donde no puedas lastimar a Nell ni a nadie más. ¿Me entiendes?
Lance se dio cuenta de que Peter estaba hablando en serio, así que asintió—. Lo entiendo.
—Bien —dijo Peter, dejando caer a Lance al suelo—. Puedes comenzar tirando toda tu cerveza a la basura y recuperando la sobriedad.
Cuando Peter salió de la habitación, Lance dijo—: Tienes agallas, chico. Te daré eso.
—Solo estoy protegiendo a los que me importan —respondió Peter—. Y, en los últimos años, la he protegido mejor que tú.
Dejando a Lance en la sala de estar, Peter subió las escaleras hacia donde estaba la habitación de Nell. Cuando él entró por la puerta de su dormitorio, ella estuvo sobre él en un instante, echándole los brazos alrededor del cuello y aferrándose a él.
—Gracias —susurró ella—. No tenías que hacer eso por mí.
—Estaba harto de que te tratara como la mierda y se saliera con la suya —respondió Peter—. No iba a dejar que lo hiciera una vez más.
—Eso es lo más valiente y dulce que alguien ha hecho por mí —dijo Nell, con los ojos brillantes por las lágrimas—. Dios, eres lo mejor que me ha pasado.
—Y tú eres lo mejor que me ha pasado a mi —respondió Peter.
Nell sonrió cuando los pulgares de Peter secaron las lágrimas que caían por sus mejillas. Ella tomó sus manos, entrelazando sus dedos con los suyos—. Vamos, acuéstate conmigo.
Mientras él y Nell se acomodaban en su cama, Peter pudo sentir los latidos de su corazón cuando ella apoyó la cabeza en su pecho, acurrucada en sus brazos. La abrazó lo más cerca que pudo, incapaz de luchar contra la sensación de que tal vez esto estaba mal. Ella se había lastimado por su culpa; porque él la había arrastrado a su lío. Pensó que iba a perderla y eso lo asustó más que pelear contra el Lagarto.
Sabía que era egoísta mantenerla cerca, porque había visto esta película antes y no le gustó el final. Tarde o temprano, alguien vendría y se daría cuenta de quién era él y quién era Nell para él, y Peter sabía que llegaría un momento en que sus enemigos la usarían para llegar a él.
Sabía que debía alejarse lo más que pudiera de ella, pero allí acostado con ella en sus brazos como si estuvieran hechos el uno para el otro, pensó que podría ser egoísta por unas pocas horas más.
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