
Tomber Sans Toi
Jungkook se siente como si lo hubiera perdido todo.
No.
Lo había hecho, no era una suposición. Estaba seguro de que lo hizo, perdió todo.
A veces, incluso la vida parece carecer de sentido para él. Todos los días se despierta pensando en que hacer con su vida, ya no encuentra un motivo para salir de la cama en las mañanas y estar bien consigo mismo.
Las botellas de cerveza descansan en una esquina de la habitación, vacías totalmente y algunas se pintan de polvo por lo descuidadas que están. El cesto de basura está arruinado de papeles, paquetes de cigarrillos y paquetes de comida que ha estado ordenando a domicilio desde hace ¿un par de semanas? ¿Tal vez, tres meses? ¿Un año? No lo sabe, ha perdido la cuenta.
Su armario está desordenado totalmente, la ropa cuelga de los ganchos y algunas de sus camisetas están en el suelo. Sus zapatos tienen hilos de telaraña después de tanto tiempo sin usarse, pero no tiene la fuerza para ponerse de pie y estrenar ese par de zapatillas que compró con algunos de sus ahorros.
La habitación es fría, por lo que debe permanecer acurrucado junto a sus sábanas para guardar calor y a comparación de otros departamentos de lujo el suyo no cuenta con calefacción instalada, pero también se ha acostumbrado a que su piel se enfríe tanto que a veces se asusta cuando contrasta con sus mejillas tibias. Nunca habría pensado que su vida terminaría así de miserable. Viviendo a cuestas en un cuarto, sin ánimos para salir y buscar un nuevo propósito. Pero de todos modos, ¿de que serviría si lo hace?
Jungkook frotó sus ojos hinchados, pasó la noche llorando de nuevo. Existen esos días donde se pregunta cómo es que siguen saliendo lágrimas aún si ha llorado desde hace más de un año, o cómo es que tiene ese descaro de permitirse llorar por algo que no había sido más que su propia culpa. Él lo arruinó, cometió el error y en lugar de aceptarlo sólo hizo oídos sordos a esa pequeña parte que le decía que pensara mejor sobre sus acciones. Si en ese momento creyó que era la víctima de las miles de desgracias del mundo, estaba muy equivocado.
Ahora que lo piensa mejor siempre fue un imbécil testarudo que se dejaba cegar por su propio ego. A Jungkook siempre le gustó ser el centro de atención, no importaba nada más que él mismo. Estaba tan idealizado con que podía hacer lo que quisiera que no pensó en las consecuencias de sus actos hacia el resto de las personas que buscan su bienestar.
Mira hacia la ventana que da a las calles de Busan, había vuelto a su ciudad natal después de que se desmoronó todo. Su madre estaba muy feliz de que estuviera por esos rumbos y le pidió que se quedara con ella mientras se iba de vuelta a Seúl, ¡incluso le preparó kimchi! A Jungkook le fascinaba el Kimchi. Tuvo que resistir el impulso y rechazó la oferta, ella haría preguntas que no sabría responder. Estaría bastante preocupada si llegara a ver su estado ahora mismo, seguro lo mandaría a un internado en Japón y cargaría parte de lo que solo es la culpa de él para que pueda estar bien consigo mismo.
Aunque jamás lo estaría.
Si lograra describir qué es lo que siente ahora mismo, podría decir que se siente como si estuviera en el fondo de un agujero. Oscuro, lodoso y podrido. Acurrucado contra si mismo, quizá un bosque solitario alrededor le haría compañía y la lluvia empaparía su cuerpo cuando fuera temporada de tormentas. Piensa, ¿Es así como uno se siente cuando está deprimido? Un vacío en el pecho, una sensación helada y dura que golpetea al no poder evitar derramar más y más lágrimas.
-Te extraño -su voz apenas puede parecerse a un susurro, ronca y desgastada-Te extraño tanto amor.
Sus ojos recorrieron la habitación para encontrarse con el espejo de cuerpo completo, que resplandece entre las telarañas, odia verse a si mismo. Si Jungkook tuviera que decirle algo a si mismo, ni siquiera le dirigiría la palabra. ¿Al menos se merece que lo llamen por su nombre? Seguramente lo único que haría sería repetirse las mismas palabras que le dijo a él, para saber que era lo que se sentía que la persona en quien más confiaste o estabas orgulloso te gritara miles de verdades disfrazadas por la ebriedad del momento, incluso desearía saber que haría si tuviera las facultades de golpearse, de humillarse y hacerse ver como la peor escoria del mundo.
Porque eso fue lo que hizo con él.
Observa la maleta al lado de su cama, está intacta todavía. No tiene la voluntad para desempacar las cosas que dejó, todo debe tener ese perfume que extraña tanto. El peluche de Snoopy descansa sobre la valija, cree que es momento de darle un baño y el resto de las pertenencias de él se lo agradecería también. Sus ojos van al boleto de autobús sobre el escritorio, tal vez podría tomarlo para ir a Gwangju a dejar las cosas que alguna vez fueron de alguien.
Podría disculparse con su familia, rogar el perdón que no deberían darle, y sentarse a ver como las personas que lo acogieron como un hijo más se desmoronan al saber que fue lo que le hizo al miembro más pequeño de ellos. Se sentiría como si hubiera tocado una pieza valiosa y costosa, tan perfecta que un solo rasguño dispararía una gran disputa.
Sacó su celular de entre las sábanas, sorprendiendose al ver el cúmulo de llamadas perdidas en su bandeja de notificaciones. Todas de Park Jimin. El mejor amigo de quien fue su prometido. A Jimin siempre le había caído pésimo, él se dio cuenta de cuando las cosas dejaron de ser lindas y su mejor amigo estaba adornado de moratones en los brazos o en su mentón. Sintió tanta vergüenza cuando se vieron frente a la lápida gris, Jimin le reclamó tanto y lloró mientras gritaba que era su culpa. Jungkook fue tan idiota, seguía ebrio durante esa visita porque se escudó con el duelo para irse a beber el bar entero y las palabras salieron sin pensar.
Echándole la culpa a él, poniéndose el papel de víctima en su propia lápida. Jimin evitó todo lo relacionado con Jungkook después, decía que necesitaba visitar un centro de rehabilitación antes de seguir dañando a alguien más con la adicción que tenía con el alcohol, y si llegaban a verse solamente hacia chistes de cómo un alcohólico puso a la persona que más amaba bajo tierra. Pero después de unos meses de la partida de su mejor amigo, Jimin pareció ablandar todo el enojo y de vez en cuando le llamaba para saber si estaba bien, además que se disculpó por haber sido tan duro ese día. Pese a que quisiera remendar lo ocurrido, Jungkook sabía que tenía razón en cada cosa que dijo, había sido un idiota y lastimó a la única persona que lo amaba.
Quiere culpar a la bebida, pero si ese fuera el caso no habría tantas botellas recién terminadas en el suelo junto a la cama. Tal vez la droga tuvo la culpa, no había comprado más pero el cigarro echa a perder la farsa de declarar el culpable a las drogas. El espejo destella levemente por el reflejo del sol que llega de la ventana, y Jungkook tiene que aceptar que el único responsable estaba en ese espejo.
Hoseok no era el culpable. Hoseok no tenía la culpa de nada.
-Sólo yo tenía la culpa, amor-los momentos en que estaba sobrio, eran los que dolían más. Tenía la facilidad de recordar todo, dolía más que la droga jugando con su mente y haciendo parecer que él está allí con esa sonrisa que tanto amó.-Vuelve, te necesito.
Duele recordar todo el daño que hizo, estaba bastante de acuerdo que su problema con el alcohol era grave y que el tonto vicio era la mitad de la responsabilidad de sus acciones.
Cuando conoció a Hoseok ya tenía tiempo bebiendo, estaba algo desorientado de camino a su trabajo por la resaca que no se dio cuenta de quien venía frente a él y chocaron inevitablemente en medio de la acera del centro de la ciudad.
Hoseok era tan bonito, no importaba por cuál lado lo vieras, era un chico precioso.
Jungkook se ofreció a llevarlo a su trabajo como una forma de disculparse, encontrando esa excusa para no perderlo de vista y de hablar con él.
Descubrió que se llamaba Jung Hoseok, tenía veintiún años, venía de Gwangju y era el chico más bonito que conoció en su vida. Trabajaba en una cafetería cercana a la oficina donde Jungkook hacía servicio de pasantía, por lo que fue fácil pedirle su número y comenzar a visitarlo más seguido. Hoseok era demasiado amable con todos, le gustaba ser gentil y modesto con la gente que llegaba, atendía sin chistar. Siempre le gustó encontrarse con la imagen de Hoseok disfrutando de su puesto, como un adorable mesero, al ritmo de la música que salía del karaoke.
Jungkook no había dejado de beber mientras se conocían, pero trataba de hacer a un lado la cerveza porque quería dar una buena impresión de si mismo al chico que le gustaba, así que los días que no iba a la cafetería eran sus momentos ideales para tomarse cuántas botellas posibles sin apestar a alcohol y causar que Hoseok perdiera el interés.
Luego de que comenzó a salir con él oficialmente, se prometió que todos sus malos hábitos no iban a dañar lo que tenían. Tiró el último cartón de un paquete para solventar su palabra, diciéndose que ya no sería patético ahora que estaba en consciencia de su relación con Hoseok.
El tiempo que su promesa duró fue el mismo en que realmente se dio cuenta que no necesitaba beber para ser feliz, estaba teniendo los momentos mas hermosos de su vida. Su titulación le dio trabajo, seguía viéndose en citas con su novio la mayor parte de sus días libres, consiguió un mejor departamento, invitó a vivir con él a su novio y cuando todo iba inclinando hacia un futuro precioso donde pronto iba a casarse con Hoseok, volvió a beber.
Había empezado como una excusa, Hoseok siempre se creía todas esas veces que le dijo sobre su cansancio por el arduo trabajo.
No le daba razones para no darle una botella diaria, si las tenía se las guardaba, pero gustaba de complacer al hombre que pronto sería su esposo. Hoseok no sabía que antes de conocerse tenía una mala reputación con la cerveza, era omiso a los efectos que provocan en Jungkook y cuánto afectaba en su temperamento. Cree que ese fue el mayor error, ocultar la verdad y dejar que el problema apareciera como cualquier otro caso de violencia de pareja.
Hoseok siempre lo quiso pese a los malos tratos, quería forzarse a pensar que en realidad vivían felizmente y que todos esos golpes eran para ayudarlo a darse cuenta de qué debía mejorar para hacerlo feliz. Jungkook solo se preocupaba por sí mismo, fastidiado a veces de tener que lidiar con los problemas que Hoseok le daba. Siempre encontraba estúpidas las pláticas que Hoseok le daba acerca de que podía pasarle si seguía bebiendo, ignorando que su novio solo quería lo mejor para él. Jamás apreció sus buenos consejos, solo los golpeaba.
Dolía tratar de ponerse en su lugar, en esos recuerdos donde Hoseok solamente intentaba serle útil a Jungkook y terminaba en el suelo con botellas rotas. Es duro procesar una de las noches en que se desconectó de si mismo, la noche en que golpeó por primera vez a Hoseok.
¿Cómo es que se atrevió a alzarle la mano?
Era claro, jamás olvidaría sus ojos temerosos, las lágrimas y sus mejillas hinchadas mientras quería entender que hizo mal para arreglarlo. Nunca tuvo porqué disculparse por hacer las cosas mal, ya que no las hacía así.
Jungkook bufó al no encontrar una botella llena en su mesa, el partido iba en la mejor parte y quería celebrar el siguiente gol con un buen trago. Hacía minutos que su prometido no estaba por algún sitio cerca, y no quería pararse a buscar una. Se sentía mareado, ¿Cuántas botellas llevaba? ¿cinco? ¿diez?
-¡Hoseok! ¿Puedes traerme otra botella? Tsk, que esté fría -titubeó, borracho claramente.
Su prometido dejó de buscar en los catálogos que sus vecinas le prestaron, distraído en que no encontraba un buen regalo de aniversario para Jungkook y tomó una de las botellas que estaban en el empaque nuevo. Estaba agotado, había estado ocupado en la cocina limpiando mientras Jungkook descansaba de su trabajo. Así eran todos los días, Hoseok se encargaba de tener el departamento limpio para que su novio no tuviera que hacer más esfuerzos. Abrió la botella antes de llevársela, a su novio le costaba abrir los corchetes cuando estaba distraído, y se olvidó de un pequeño detalle.
Jungkook estaba cabreado porque su equipo favorito había perdido, insultando incoherencias a la televisión mientras tomaba lo que Hoseok trajo y cuando sintió que su botella estaba tibia, arrojó esta al suelo. Hoseok se asustó al instante, nunca lo había visto tan enojado.
-¡Te dije que quería una fría! ¿Estás sordo, ah? Solo una cosa te pedí, pero parece que quieres cagarme más la noche. ¿No te das cuenta de lo que haces? -se tambaleó, arrastrando las palabras mientras se acercaba a su prometido.-Ya veo porqué se quejan mucho de ti en el trabajo, atiendes como te conviene. Pero a mi no vas a atenderme como cualquiera, soy tu puto prometido.
El mayor trató de alejarse, sin embargo, Jungkook lo tomó de la muñeca y la apretó para volver a acercarlo.
-No te vayas cobarde, limpia esto y has mejor las cosas -la mano de él golpeó la mejilla derecha de Hoseok, ignorando que su fuerza era grande y apagó el televisor-Iré a mi cuarto, no me molestes hasta que todo esté limpio. Y trae otra botella, fría.
La sala estuvo limpia a las tres de la mañana.
Desechó la última caja que consumió en estos días, hacía algo de frío afuera así que se puso el abrigo para ir a una tienda de conveniencia en busca de que le regalaran comida. No había aprendido a cocinar todavía, Hoseok siempre era quien preparaba desde el almuerzo hasta la cena e incluso los pequeños antojos que tuviera en el día y se acostumbró tanto que costaba adaptarse a las sopas instantáneas sin recordar el sabor especial que tenían las que hacía él. No tenían el mismo cariño con las que eran preparadas, ni mucho menos los dulces besos que recibía al sentarse en la mesa para comer. Ahora solamente quedaba el microondas, el agua hirviendo y la soledad de un hogar triste.
Vagar por las calles con el frío como un mendigo era incómodo, se sentía como si en cualquier momento alguien saldría de una de las casas del vecindario y se burlaría de él por su tonta vida. Seguramente los vecinos que escuchaban a diario los gritos de Hoseok rogando que dejara de ser tan cruel con su relación y el sonido de los golpes, estarían satisfechos de que todo terminara así para Jungkook.
No era oídos sordos a los chismes de las vecinas, quienes platicaban sobre ir a visitar a Hoseok y dejarle las flores que Jungkook debió darle en lugar de aquellos moretones en su rostro. Todo el mundo era consciente de que Jungkook fue una mierda con su prometido. Tampoco pasaba por alto las llamadas que Hoseok hacía con Jimin para desahogarse, esos días desapareció del departamento para ir a beber tranquilo a otro lado. En ese entonces pensaba que Hoseok lo dejaría por siempre estar en casa bebiendo, escondiéndose después del trabajo hasta las horas más altas de la noche en bares cercanos y preocupando a su novio cuando no aparecía en semanas incluso.
Sus amigos no le habían hablado en un tiempo, ellos eran iguales a él en el sentido de la bebida pero se sentía como la manzana podrida del grupo cuando mencionaban a sus esposos o esposas. Siempre hablaban bien de ellos, lo bien que los trataban y que si se quedaban días sin aparecer en la casa les dejaban una pastilla para el dolor de cabeza y una nota cariñosa cómica. Jungkook casi no hablaba de su prometido, el alcohol le jodia las palabras y lo hacía quejarse todo el tiempo de que Hoseok no era como los demás.
Decía que desearía que su novio fuera igual de comprensivo, que dejara de ser tan aburrido esperándolo hasta las tres de la mañana porque se preocupaba por su bien. Sus amigos jamás lo dijeron en voz alta, pero era incómodo escuchar a Jungkook cuando sabían que Hoseok no era como lo describía y al enterarse de lo que le pasó se alejaron. Podía entenderlo, a veces las personas que se parecen a ti no son tan parecidas como piensas.
Era irónico que actuó en los años que estuvo con Hoseok como un alcohólico y fuera partícipe de violencia de pareja todo el tiempo para después mendigar por la falta que le hace la persona que más lastimó. Se ríe, recordando todas esas veces que Hoseok quiso llevarlo a terapia de rehabilitación porque no quería seguir viéndolo desahogarse en botella tras botella. Siempre pensó que no era nada serio, que luego lo dejaría y serían felices.
Pero una vez que empiezas, no puedes parar. Es lo que ocurre cuando te vuelves un adicto.
Y cada día te das cuenta de que necesitas seguir consumiéndolo porque si no lo haces te vuelves loco, te desesperas. Y estando bajo el efecto, ocurrían cosas de las que se arrepentía silenciosamente. Tu vida se condena, no hay vuelta atrás.
-¿Otra vez tú? -el hombre de la tienda de conveniencia bufó, pareciendo tener una rutina se dirigió al refrigerador para sacar un paquete de ocho cervezas y colocarlas en el mostrador, extendiendo su mano arrugada para recibir la paga -Vienes todos los días, ¿no te cansas? Muchacho, eres joven, no desperdicies tu vida en esto. Déjaselo a la gente como yo, que ya no tiene mucho que disfrutar.
Jungkook arrugó la nariz, él también se extrañaría que un chico de veinticinco años estuviera hundido de esa manera en lugar de valorar su vida como debe. Pagó el paquete sin responderle al hombre, no tenía ánimos de una charla motivacional.
Caminó un poco, no quería volver al departamento por ahora sabiendo que en realidad no tenía un motivo por el cual estar allí. Normalmente la única razón por la que regresaba era Hoseok, a veces para que lo atendiera o simplemente por no querer dejarlo solo y acompañarlo mientras se acababa hasta tres botellas de vino.
-I'm falling again, fa...lling.... -tarareó la letra de la canción que escribió hace semanas, mientras lloraba y buscaba consuelo, antes de sacar una de las botellas de la caja y beberla.
Jungkook quería dedicarse a la música, siempre llevaba consigo su libreta para escribir. Cuando recién estaba conociendo a Hoseok, le escribía canciones y las guardaba con el deseo de poder cantárselas el día que lograra casarse con él. Sus letras eran dulces, sobre el amor que sentía cada que veía la sonrisa de él y la felicidad que había a su lado. Hoseok pertenecía a la mayor parte de su música, era su fuente de inspiración y nadie cambiaría eso.
Palmeó su bolsillo izquierdo, encontrándose con su libreta y la sacó al llegar al lugar donde quería ir. Dejó la caja a un lado, concentrándose en buscar esa canción que escribió y luego se acomodó frente a la lápida gris.
-Hola cariño, perdón por no visitarte como prometí hace tres meses, estuve ocupado siendo una mierda conmigo mismo. ¿Quieres que te traiga más flores mañana? Las que traje ya no están, creo que debí venir más seguido para cuidarlas y que florecieran para ti -se disculpó, sabiendo que el departamento gritaba lo mismo a simple vista-¿Te acuerdas de tu peluche de Snoopy? Aún está sobre tu maleta, creo que debería traerlo para que pueda estar junto a ti y te cuide los días que yo me pierda.
Era lindo ver que la lápida de Hoseok tenía a su alrededor juguetes que le gustaban, le daban un toque colorido y similar al que tenía.
Suspiró pesadamente, no se suponía que así acabaría todo.
Jungkook tiene esos momentos donde se pregunta cómo es que terminó así todo, recordar los días inocentes en que ambos se amaban y eran felices como una pareja joven cualquiera le astillaban el corazón, que los días que se supone debían ser para fortaleces su relación se volvieron lo contrario, haber arrastrado a Hoseok a un lugar donde pensaba que sería feliz junto a la persona que quería y darle a su vida el infierno mismo. Pasar de los abrazos, besos y cariño a las humillaciones, golpes y odio.
El mismo día que Hoseok se había armado de valor para dejarlo, fue el día que ocurrió el accidente.
Estaba en el trabajo cuando recibió la llamada del hospital, pidió un permiso y corrió al lugar. La recepcionista lucía preocupada en cuanto lo vio llegar a la sala de emergencias y los médicos solo le dieron una mirada de pésame antes de darle las malas noticias. Y luego todo se volvió borroso, el funeral era un vago recuerdo, la familia de Hoseok lamentando que ocurriera antes de que se casaran, él bebiendo y la pelea con Jimin ocurrieron bastante rápido. Fue tan inesperado que es difícil saber el orden en que sucedió todo.
Hojeó la libreta hasta encontrar la letra, carraspeando para que el ardor en su garganta por el frío no interrumpiera.
-Escribí esto para ti, bueno, en realidad es para ambos. Lo hice ebrio, espero que no te asustes si puse alguna tontería -habló bajito-Es sobre como me eh sentido desde que te fuiste, desde que ya no estás para sostenerme y me quedé solo por mi culpa.
Sus labios tambalearon cuando cantó la primera línea, queriendo lanzar la libreta y gritar hasta desgarrarse la garganta por completo, pero resistió.
El resto solo fue como hablar, permitirse desahogar en algo más que el alcohol y pedirle perdón a Hoseok de nuevo. Las lágrimas se derramaron cansadamente, tiró la libreta antes de poder terminar el coro, no podía hacerlo, ¿por qué estaba aquí en primer lugar?
Esto es lo que se merecía, él solo se lo ganó. Se jodió la vida, la del amor de su vida y todas las personas que le querían.
Abrazó la lápida como si fuera él, añorando la ausencia de Hoseok en su vida y lloró todo lo que nunca soltó desde su muerte.
Hoseok siempre quiso levantarlo, le ofreció su mano y nunca lo juzgó. Lo amaba con todos sus defectos, aún si Jungkook era un imbécil. Su inocencia tambaleaba, pero trataba de encontrarle el lado positivo a las cosas, creía en Jungkook como el hombre que conoció la primera vez que se vieron. Su amor era incondicional, fiel y no le gustaba que la gente dijera cosas malas de su prometido porque tenía esperanzas en que todo iba a mejorar para ambos.
Lo esperaba hasta tarde cuando salía a beber, se preocupaba por atenderlo, darle comida y quererlo. Preparaba sus platillos favoritos para que Jungkook no se enfadara con él, mantenía su departamento limpio, rogaba a su mejor amigo que no lo separara de la persona que amaba pese a los moretones que maquillaban su bonito rostro y las lágrimas que soltaba cada que Jungkook era pesado con él.
Tanto hizo por él antes de irse.
Y Jungkook no lo apreció.
No leo lloros.
Mentira, porque tmb lloré.
Créditos de los fanart del inicio a sus respectivos dueños.
Ya me hacía falta venir a tirarles algo triste, si me funan no era bait.
¡gracias por leer!
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