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Capítulo 3

La luna comenzó a revelar aquellas sombras horribles que lo atormentaban. Jungkook traspiraba y se agitaba de un lado hacia el otro, y a pesar de estar viviendo un infierno caluroso por dentro, su cuerpo temblaba como una hoja al viento.

—Mierda... creo que es abstinencia

Susurró Jimin mientras se arrodillaba frente al niño y colocaba un paño húmedo en su frente.

—¿Y qué mierda hacemos?

— Tae, estamos demasiado lejos para llevarlo a un hospital, y esta clase de fiebre no se bajará así no más, necesita medicamentos, a los cuales terminará siendo adicto también.

—¿Qué sugieres?

El pelirrojo lo miró, y el muchacho lo supo. Lo había visto antes, cuando aún trabajaba en la academia de música, adictos en rehabilitación, no se medicaban, sino que seguían drogándose, pero cada vez con menor dosis.

Se aparto de sus amigos y comenzó a caminar hacia el jardín delantero, había escondido la bolsa de Jungkook allí, rogando no tener que usarla, pero siendo demasiado cobarde para deshacerse de ella.

Las nubes negras escondieron su fuente de luz, y todo el ambiente se volvió hostil, oscuro y solitario. Le costó reconocer la roca bajo la cual había escondido la bolsa, pero una vez rozó el plástico, tiró de ella para volver a la casa.

Rebuscando en el botiquín del baño, logró dar con una jeringa cerrada, la tomó con cuidado de no romperla y fue a la cocina.

—¡Taehyung date prisa! ¡Jungkook está cada vez peor!

Un leve gruñido le indicó al rubio que el mayor estaba luchando por mantener estable al pelinegro, no estaba seguro de como se hacía eso, tampoco estaba seguro de estar haciendo lo correcto, pero no tenía otra opción.

Cogió una cuchara del fregadero, la secó con el revés de su manga, y colocó un poco del polvo blanco, no olía extraño, si Jungkook le hubiera dicho que era harina, le hubiera creído.

Puso el utensilio sobre la hornilla prendida y esperó, no le llevó demasiado tiempo para que ese polvo blanco pasara a ser un espeso liquido marrón. Sin tardar demasiado, lo cargó a la jeringa previamente abierta, y una vez llena, corrió con mucho cuidado a la habitación.

Jimin estaba sentado sobre Jungkook, agarrándolo con todas sus fuerzas, el pelinegro tenía los ojos abiertos, pero lucía perdido. Sus ojeras violetas le daban un aspecto a muerto viviente, pero lo peor eran los lamentos, jamás había oído chillar al menor así, lo único que podía asemejarse a ese ruido era al alarido de los cerdos.

—¿Y ahora qué?

—¡Clávala!

—¿Pero ¿cómo? ¿Dónde?

—Solo hazlo Taehyung

Gritó Jimin por encima de los gritos desgarradores de Jungkook. El rubio se acercó, era complicado intentar clavar algo en una persona que se retorcía y gruñía como poseído, pero se las arregló para clavar la aguja y empujar del émbolo, haciendo que el líquido espeso entrara en el cuerpo del niño.

Lentamente los gruñidos fueron apagándose, el pelinegro dejó de retorcerse y finalmente quedó completamente inmóvil sobre la cama desordenada.

Jimin se tiró hacia atrás, recostándose agotado sobre la cama húmeda del sudor de ambos.

—Vamos a por café

Susurró. Tae asintió, odiaba el café, pero entendía lo que pretendía tras ese pedido, llevaban veinticuatro horas allí y sus fuerzas se estaban agotando.

Salieron de allí y se sentaron en el jardín, habían cortado las malezas y el césped, así qué todo lucía más hermoso.

Los dos amigos se tiraron hacia atrás al mismo tiempo.

—Pediré que lo traigan, no quiero manejar en este estado, y no quiero dejar solo a Jungkook mucho tiempo.

El rubio asintió. Sin importar que fueran las dos de la mañana, su amigo consiguió el contacto de un hombre que hacía cosas dulces y vendía café a todas horas. Luego de pedir un cappuccino y un americano con una porción de pie de manzana para cada uno.

—Jimin... ¿Crees que por allí escondidas sigan esas pistas?

El pelirrojo se dio la vuelta, apoyando su codo en el suelo y descansando su cabeza sobre su mano abierta.

—¿Te refieres a eso del disco? No lo sé, suena descabellado que las migas de pan que escondió estén allí, esperando a que las descubra ¿Verdad?

Se quedaron en silencio mientras la luna se libraba por fin de su prisión de nubes y volvía a iluminarlo todo.

—Tenemos que hacer algo Jiminie... quiero que Jungkook esté mejor, quiero que volvamos a ser lo que éramos. —Jimin sonrió y golpeó su frente.

— Jungkook jamás volverá a ser el de siempre, ninguno de nosotros lo hará

Se quedaron en silencio, el graznido de las gaviotas, llenaban el momento, pero no parecían molestar a los chicos, cada uno absortos en aquello que más temían, pero que no podía evitar pensar.

— ¿Lo sigues amando verdad?

Susurró el pelirrojo sin perder de vista un pequeño punto naranja que volaba libre gracias a la ligera brisa marítima.

— ¿Creías que alguna vez lo superaría?

Desde la muerte de Yoongi, ni Tae ni Jimin habían vuelto a hablar sobre el enorme elefante en la habitación, el amor de Taehyung hacia el niño.

— No, pero tenía esperanzas de que sí

El rubio se incorporó y se sentó sobre su trasero para mirar a su amigo.

—¿Esperanzas?

Jimin se incorporó por completo, dando un par de pasos lejos de él, de espaldas.

—Ah no, ven aquí y mírame a la cara... hemos vivido juntos toda la vida, ¿Crees que no se cuando vas a mentirme?

El pelirrojo volvió sobre sus pasos y se dejó caer contra el césped mirándolo a la cara, en este punto el muchacho agradecía dos cosas, primero que la luna se haya escondido de nuevo y segundo, que Taehyung siguiera siendo ese niño ingenuo, el mismo que tanto quería... el mismo que tanto amaba.

Sonrió, había cosas que su mejor amigo no podía saber, existían secretos que solo él podía ocultar, sentimientos que podía enterrar perfectamente detrás de una sonrisa frágil, porque mientras Tae lloraba por un amor que podría llegar a ser, el lloraba por uno que jamás sería.

— Has estado enamorado de él desde el día que llegaste al orfanato.

— ¿Y eso qué?

—¿¡Eso qué!? Taehyung te has cerrado y obsesionado con un amor imposible, déjalo ir.

—Cállate Jimin, tú no tienes derecho a darme sermones sobre el amor

El pelirrojo cerró la boca, dejando morir en la punta de su lengua aquello que estuvo a punto de decir.

— Taehyung...

—Taehyung nada, ¿Vienes aquí pregonando y dando lecciones de amor cuando tú jamás has amado a nadie en tu vida?

El pelirrojo se levantó y le dio la espalda, intentó fijar sus ojos en la luna, relajar sus hombros y alejar los pensamientos que lo acusaban.

— Como digas

Comenzó a caminar siguiendo la carretera de arena, no discutiría con él, no así, no por amor, no por un muerto, y definitivamente no por Jungkook. Estaba tan ensimismado en sí mismo que no notó los largos dedos del tercer cerrándose sobre su muñeca.

—Espera... lo siento Jimin... no quise que sonara de esa forma

El pelirrojo se detuvo medio metro por delante, su brazo derecho extendido hacia atrás, amarrado por las manos del rubio, el hombro le molestaba levemente, pero no se quejó.

—Pero lo hiciste...

— Y no me retracto, aunque podría haber usado otras palabras, pero es verdad ¿Cómo vas a decirme que lo deje ir, cuando tú jamás has tenido que pasar por eso?

Jimin se dio la vuelta, zafándose del agarre y poniendo ambas manos en las mejillas de su amigo, obligándolo a levantar la cabeza y mirarlo a los ojos.

Pero antes de poder decir nada, dos focos iridiscentes quemaron la vista de ambos, con un instinto aguerrido, Jimin quitó del camino a Tae y ambos cayeron de sobre la arena, un cuerpo sobre el otro.

El coche frenó en seco, y un hombre salió de él.

—¿Park Jimin?

El chico se quitó de encima a su amigo, las nubes volvieron a salvarlo, o Taehyung hubiera percibido que su cara era como un tomate maduro.

—Soy yo

El hombre extendió la bolsa de papel cartón y luego extendió su mano, esperando el pago. El pelirrojo rebuscó en sus bolsillos hasta dar con dos bollos de billetes arrugados.

—Quédate el cambio

El hombre se subió sin contar la plata y aceleró hasta perderse de vista. La oscuridad volvió a ser carne en ellos.

—Jimin... casi me hago en mis pantalones

Ambos comenzaron a reírse sin poder evitarlo, casi habían sido asesinados por un malhumorado repartidor de algo que ellos mismos habían pedido.

Sin parar de carcajearse, Jimin extendió su brazo para ayudar al rubio a levantarse, Taehyung aceptó la mano y ambos se encaminaron a la casa nuevamente.

—¿Sabes? Esto me recuerda al día que...

—El señor bigotes saltó por la ventana del edificio

Dijo Jimin, terminando la frase de Taehyung. Las carcajadas volvieron, ¿Cómo olvidar algo como eso?

—La señora Dahyung estaba hecha una furia, creo que pensó que queríamos matar al señor bigotes...

—Oh vamos, no fue así, claramente ella quería matar al señor bigotes y por eso saltó por la ventana...

—Exacto, y casi nos matan por eso.

— A ti casi te matan, corriste detrás de un gato ciego para rescatarlo de la calle...

— Y casi me aplasta un carro...

—Si no fuera por mi estarías muerto bebé...

Las risas cesaron, el rubio no tuvo tiempo de quejarse por la forma en que el pelirrojo le había llamado. Estaban frente a la puerta de la casa, pero esta estaba abierta de par en par, apoyado contra el marco estaba Jungkook, los miraba a ambos de forma extraña.

—¡Jungkook! —Ambos agradecieron la aparición del niño, acababan de ser salvados de algo que podría haber sido extremadamente incómodo.

—Hey... ¿Esta todo bien?

Tae extendió su mano y acomodó los cabellos del pelinegro, seguía sudado, con ojeras, y su piel bastante demacrada, pero era su Jungkook, estaba despierto y sin abstinencia, y era lo más importante.

—Todo está de maravillas, compramos pie de manzana, ¿Quieres?

Los ojos de Jungkook se abrieron de par en par, no era su postre favorito, pero definitivamente si era la elección perfecta para un día nublado como era ese.

Los tres se sentaron sobre el sillón y como si estuvieran conectados, levantaron los pies y los apoyaron sobre la pequeña mesa de café, relajando sus hombros, los dos mayores a cada lado del niño, su consentido.

—Dios, esto sabe al especial de Dahyung

Los tres rieron, si había algo que caracterizaba a la señora que los había cuidado por tantos años, eran las tartas de manzanas y el señor bigotes.

—Estábamos hablando sobre ella, ¿Cómo crees que está?

Dijo el rubio mientras se llevaba un trozo de tarta a la boca.

—Pues, debe seguir dónde la dejamos, ¿verdad?

Jungkook comenzó a negar con la cabeza, y luego de pasar el trozo de tarta con un poco del cappuccino de Tae, habló.

—La señora Daehyung está en un centro de cuidados paliativos

— ¿Qué?

Dijo el dúo sin entender como era que Jungkook sabía eso. El niño se miró las manos, intentando buscar las palabras.

— Es... es lo último que supe de ella, hace un año para... para... ya saben —Susurró sin poder decir la palabra que los tres sabían —Pensé que como ustedes estarían ocupados siendo padrinos, nadie me acompañaría al altar, así que pensé en pedirle a la señora Dahyung que lo hiciera, así que averigüé donde encontrarla, y la fui a ver.

— ¿Nos escondiste eso todo este tiempo? ¡Jungkook!

—Lo siento, perdón. Iba a ser una sorpresa, ella había aceptado, pero...

Y la fugaz alegría que había inundado sus ojos del pelinegro al recordar el pasado con amor y cariño, desapareció, al recordar la razón por la que jamás había dicho nada sobre la señora Dahyung.

Tae lo envolvió en un semi abrazo y Jimin apoyó su cabeza sobre su hombro.

—¿Quieres helado con esa tarta?

El pequeño asintió y el pelirrojo salió en su búsqueda.

—Tae... me alegro que Jimin esté contigo, siempre se querrán y estarán bien... estarán bien porque se tienen el uno al otro.

Antes de preguntar a que se refería con ello, Jimin volvió de la cocina, y Jungkook de repente encontró muy interesante una mancha en la moqueta del suelo.

Comieron la tarta y las bebidas entre susurros, risas y una cálida sensación de amor.

—Hasta mañana Gukie

Susurró el rubio luego de depositarle un beso en la frente. Jimin tomó una frazada de plumas y la puso sobre el niño.

—Hasta mañana JK

—Esperen... ¿Pueden contarme un cuento antes de dormir?

Tae mordió su labio inferior, un hombre de treinta años que temía demasiado a dormir por las pesadillas de los fantasmas que lo acosaban, le estaba rogando que no lo dejaran solo hasta que pudiera conciliar el sueño, y era doloroso verlo así.

—Señor Jeon Jungkook, ¿Está usted sugiriendo que quiere oír una historia de druidas esta noche?

Los ojos del menor volvieron a adquirir esa delgada capa de brillos azules y blancos sobre el lienzo marrón chocolate que eran sus ojos.

—Si, si quiero TaeTae

Jimin sonrió, no podía sentir dolor ante este pedido, las historias de Tae siempre resultaban las más alocadas.

—Iré por un cuenco de barro, alcohol y fuego

—Trae una bandeja de algo, no quiero comenzar un incendio

Mientras esperaban al muchacho, Tae abrió las cortinas, permitiendo que el cielo, ahora despejado, reflejara las estrellas dentro, y la brisa del mar acompañe el relato.

La puerta volvió a abrirse, y los elementos de ritual llegaron. Colocó el recipiente sobre la bandeja, echó alcohol dentro del recipiente y lo encendió, la llama azulada se encendió bajo los tres pares de ojos atentos.

Ese brillo, ese halo de misterio, lo cubrió por completo.

—Gozad de buena salud... dijo Flinckin la oruga verde con sombrero de copa. Todos los asistentes a la reunión se quedaron en silencio, mientras el insecto se arrastraba pesado por la hoja de palmera...

— ¿Flinckin se presentó ante el consejo de druidas? ¿Cómo pasó eso TaeTae? Se supone solo los niños pueden oírlo

El rubio sonrió, mientras golpeaba suavemente la frente del niño.

— ¿Osas interrumpir al rey del pantano? ¿El gran y amado Flinckin la oruga? Señor Jeon, no es su momento de cuestionar mis razones

Los tres rieron, mientras creaban una historia con los personajes que habían salvado su infancia. Sus amigos imaginarios que los habían acompañado en tantas aventuras.

Y mientras Tae relataba como Flinckin la oruga viajera, había salvado a los niños de la aldea druida del ataque de un dragón gigante, los ojos del menor se fueron cerrando lentamente.

Al finalizar la historia, y luego de saber cómo todos allí habían ganado contra la criatura, el pelinegro cayó rendido sobre la cama. Los otros dos alcanzaron a dejar los elementos de su ritual, en el suelo, pero demasiado cansados para algo más, se recostaron al lado del pequeño, y se rindieron ante los brazos de Morfeo, abrazando a Jungkook, dispuestos a seguir cuidándolo, amándolo y contándole todas las historias del mundo, con tal de verlo feliz de nuevo. 

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