Karen:

Con la aprobación de Irene, comienzo a contarle la historia de mi amistad con Leo y, en cierta forma, un poco de su pasado.

Siempre se la pasaba sonriendo, ni siquiera los días lluviosos opacaban a esas bellas comisuras y a esos dientes tan blancos.

Flashback:

El ser la nueva no era para nada de mi agrado. Dejé a muchos amigos, mis cursos y a mis bellos adultos mayores de la casa asilo Renacer.

Porque sí lo admito, buscaba pasar los fines de semana compartiendo con ellos, ahora ya no tendré quien me cuente historias del tiempo de antes y mucho menos bailar con ellos.

Sin haberme dado cuenta, mi padre ha estado mirándome desde el umbral de la puerta de mi cuarto; se sentía triste. —Hija, por favor, ya no estés así, sabes que no estaba en mis planes que tu abuela falleciera y que toque...

Le interrumpí lo que estaba hablando.

—La abuela falleció sola... Ninguno de sus hijos compartió sus últimos días con ella, eso me enoja, porque ni bien ya no está la dueña de esa "preciosa casa" van a llegar buitres a apoderarse de ella.

Se hela al escuchar la forma tan fría en la que le acabo de responder.

—Dime si tan solo una vez compartiste con ella, sin renegar o utilizar el tonto pretexto de "tus reuniones de trabajo"— En este momento mi corazón me traicionaba y las lágrimas amenazaban con salir. —¡Nunca! Siempre dejabas que mi madre y yo la cuidáramos.

—¿Desde cuándo te creíste con el derecho de juzgarme, Karen? No sabes de verdad cómo era la relación con mi madre...

—Tengo el derecho de juzgarte porque, pese a lo que haya sido de joven mi abuela, ella te dio su amor a borbotones, cuidándote, enseñándote y ¡sintiendo mucho orgullo de ti!

Con su mano izquierda dio un pequeño apretón a sus fosas nasales —¡Y siempre le agradeceré! —tomó un gran suspiro, suspiro que provocó que me exalte—.Te espero abajo, ¿está bien?

No tenía sentido seguir esta conversación, así que de forma rápida corro hacia la planta baja sin prestar atención a los gritos de mis padres, solo quiero ir y acostarme en el verde césped y respirar para no volverme loca.

Agradezco a que esté saliendo todo esto a mi favor. La puerta del garaje se abrió y así aproveché para "escaparme de mi casa por primera vez".

Corría y corría sin mirar a nadie, porque sé que si regresaba a mirar atrás, me encontraría con disgustos.

Pero un carro me sorprendería... Me quedé parada en medio de la calle, cerré los ojos, creo que a este paso ya no la contaría.

Pero los gritos de Leo me harían regresar.

—¡Señorita, responda, por favor! ¿Se encuentra bien?

Abrí los ojos poco a poco y ahí estaba él, vestido con una camisa roja, pantalón blanco y su pobre cara estaba tan pálida como el papel.

Bonita forma que tengo para asustar a la gente.

Despacio giré mi cabeza, y nada de mi alrededor había cambiado.

Con sus manos acunó mi rostro, ese simple tacto me puso nerviosa, seguía insistiendo.

—Dime, por favor, ¿Cuál es tu nombre?

—Karen Garcés...

Él simplemente asintió, luego vi que iba a tomar su teléfono, un grande y pesado Motorola.

—No es necesario que llames, estoy bien.

Ni siquiera tuve equilibrio para poder ponerme de pie.

Agarrándome del brazo y siendo un poquito coqueto, retiro uno de los mechones de mi cabello.

—De veras que necesito llevarte a un hospital, puede pasarte algo más grave en el transcurso de las horas.

Soy de las personas a las que no les gusta que insistan en un mismo tema, porque si te dicen una vez que no, es porque no.

—Ya te entendí, tienes miedo de que te denuncie con la policía, ¿no es así?

Ese era su verdadero miedo; por eso, con tanta preocupación, me ayuda.

De algo tenía que sacar provecho, así que mi plan fue el siguiente:

—Está bien, te prometo que no diré nada, solo llévame a esta dirección.