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Capítulo 7

Leonardo:

Está muy fuera de lugar lo que hizo mi mamá. A Irene la conocí ¡1 noche! Y se tomó el atrevimiento de contratarla como ¡mi enfermera!

—Madre, ella y yo ni siquiera somos amigos y ¿haces esto?

—Lo que te digo no es para que te burles, no me importa si no crees en mis verdaderas razones y el porqué te estoy ayudando.

Sí, pensaré que lo haces como buena persona ... ¡Claro que no!

 Crees que no es el fin del mundo el estar en silla de ruedas.

Me da vergüenza que me acompañes hasta para ir al baño.

—Nenito, verás que pronto todo pasará, pero no decaigas porque solo quiero ayudarte.

Mi padre nos sorprendió a ambos.

—¿Puedo preguntarles una cosa?

Solo quiere mi corazón escuchar buenas noticias.

—Tuve la oportunidad de conocer a la "angelito" , me dio mucha ternura la niña ,¿Por qué no le das una oportunidad? si no te gusta se verá a otra persona, pero conócele primero — se inclinó, me dio un cálido beso en la frente—. Yo te quiero, ¿lo sabes? 

—Yo también, pero no quiero hacerlo...

Ambos se negaron y prefirieron comer.

Otra vez la conversación quedaba a medias tintas, luego de cenar mamá me ayudó a cambiarme de ropa.

Cerré mis ojos, producto del cansancio acumulado, y cuando comencé a relajarme, sentí un frío en mi cuarto.

Me deslicé más abajo buscando cobija, y justo sentí sus caricias, me daba muchas cosquillas así que de forma brusca me destapé.

Ella estaba frente a mí, noté su vientre un poco abultado.

De verdad estaba ahí velando mi sueño, sus ojos y los míos se conectaron y de la nada Verónica se puso a llorar.

Quise secar sus lágrimas pero no me lo permitió.

Cómo pude logré decirle—¿Estás aquí?

Se sentó al filo de la cama y posó su mano en mi mejilla, quería que me diera un golpe por lo imbécil que fui con ella esa noche sin embargo, no lo hizo

.—Si, Leo.

Internamente agradecí que me haya respondido.

—No sabes cómo te extraño, por favor perdóname.

Ambos tuvimos que pasar por esto y yo solo quería que las cosas siguieran su curso.

Cuando iba a pronunciar algo más, ella se me acercó de forma veloz y me estampó un beso. Era una mezcla muy loca.

Al principio sutil y con toque acaramelado, que se me hizo fácil dejarme llevar.

Su calor y su dulzura me estremeció Apreté su cintura y la acerqué hacia mí.

Pese a su muestra de cariño, los recuerdos tristes y el engaño me provocaron que me aleje. Me miró extrañada; sin embargo, no dijo nada.

Me relamí los labios buscando guardar ese momento y le dije: 

—Yo no soy Iván, lo que primero amé de ti fue tu alma, no tu cuerpo.

—Por eso quiero que vengas conmigo, porque tú, sí eres lo mejor para mí, no quiero dejarte solo en este mundo.

Lo último que dijo fue suficiente para mí 

 Ahora ya entendí a mi madre.

Yo no estaba listo para abandonar mi vida, tengo ganas de aprender pese a que no pueda caminar.

Pese a que me toque esconderme para no ser la burla de la gente cruel.

Besé la palma de su mano en forma de despedida, ya comenzaba a suplicarme pero no la escuché . 

Me di media vuelta y ahí fue cuando un golpe y la cara de susto de mi madre me despertaron.

—Pudiste decirme que necesitabas ayuda y no intentar pararte, espero que esa caída no te haya afectado.

¡Qué maravilla! tanto me había enredado en las sábanas que terminé en el suelo.

Me cargó y me acostó de nuevo, ya cuando me iba a arropar, le interrumpí.

—Volví a soñar a Verónica, mamá, nos besamos y lo sentí..

¿Tan real? —Me preguntó de la nada.

Sí, y me dolía que hasta en un sueño no haya pensado en mí.

Y solo quería que cumpliera sus caprichos.

—Te prometo que mañana haré todo lo que me diga Irene

Ahora que lo pienso, ¿y si se burla al verme así?

Espero que no, porque en la fiesta se portó bien.

—Mamá, espera, ¿Cómo conociste a Irene?

Corrió un poco la cortina, la luz de la luna nos estaba alumbrando.

—Primero hablé con su abuela Cornelia, la señora muy amable me dijo que su nieta sabía de enfermería...

Suspiró y eso un poco me inquietó.

—Nunca pensé conocer a estas alturas a una de las amigas de tu abuela.

Mi viejita linda, de veras que tuve a un ángel como abuela.

Pasar las vacaciones en su casa era el mejor premio que me podrían dar mis padres.

Ni bien llegaba, ya estaba sobre la mesa del comedor, mi queso de chicle y dos de mis postres favoritos.

Ella me dejaba dormir hasta tarde, nunca me obligaba a madrugar.

En comparación con los niños del barrio que les tocaba estar 7 de la mañana escuchando misa.

Me acuerdo que una vez estaba enojada con mi mamá porque veía que me castigaba por no doblar bien la ropa.

«A las palabras sin hechos se les caen las letras.»

Lo decía porque mi mamá siempre ha sido desordenada y se admiraba que quería darme ejemplo.

 La última vez me estaba enseñando a bailar pasodoble.

¡Cuánto la extraño! Con la voz entrecortada, mi madre interrumpió mi pensamiento —Y pensar que se fue hace 2 años...

—¿Te acuerdas cómo se reía cuando le hacías cosquillas en el cuello?

—Nunca me olvidaría de todos los besos que le di y cómo se moría de la risa.— a ambos nos brota una media sonrisa— Días antes de que nos venga a visitar me acuerdo que tú saltabas y te ponías muy emocionado.

Ni siquiera me dormía, ya que me pasaba jugando. Según yo, el tiempo volaba y la vería a la mañana siguiente.

Una abuela es una persona con plata en el pelo y oro en el corazón.

Fue un poco mi madre.

Un poco mi amiga.

Y ahora, mi ángel de la guarda.

Ella, si estuviera aquí, me haría reaccionar. Sé que al principio me enojaría pero después terminaría haciéndole caso.

Te amaré mil vidas, abuelita Gaby.





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