Capítulo 6
Irene:
En otros casos, no me hubiera sorprendido aceptar un encuentro con una desconocida.
Por lo que veo no vendrá.
Cada minuto que pasa, la calle se va poniendo solitaria, los nervios se instalan en mi cuerpo y comienzo a mirar por todos lados, solo espero que nadie extraño se me acerque.
Sin embargo, la voz de una mujer hizo que estando sentada, diera un pequeño brinco.
—Irene, disculpa la tardanza, gracias por llegar temprano.
Doy media vuelta y le cedo el asiento a la mujer; debo demostrar la educación ante todo.
—Yo... siento mucho la muerte de su ¿nuera? Me imagino que sería feo perder a la persona de la cual estás enamorado.
—Cuando uno se casa y más con el amor de tu vida... tan siquiera ponerte a pensar que algún día te tocará estar, solo, de veras que te da mucho miedo.
Con la forma en que lo dice, me saca una sonrisa.
Leo es muy parecido a su madre , nunca creí que los hijos varones tengan tanta dulzura de sus mamás.
Para la Sra. Eugenia, ¿Cómo habrá sido esa madrugada? Y enterarse que su hijo tuvo un accidente.
Ahora que lo pienso, qué triste forma de conocerlo.
Mirando al horizonte logró decir: —Seré compañera de su hijo en el Celestin
—Me hubiera gustado que compartan clases juntos.
Inesperadamente, mis ojos la miraron asustada y le preguntó. —¿Él estará ausente?
—Al principio me insistió con que le cambie de colegio, ahora su papá me dice que paguemos profesores privados para él.
Mi lengua está con miedo de decirle mi pensamiento.
Está claro que él perdió el enfoque.
Olvidó ser valiente.
Perdió su fuerza.
Cree que ya no es inteligente y que no es capaz de brillar de nuevo.
Pero lo que te hunde también te enseña a nadar.
—Entiendo, por eso, busco mi ayuda, ¿no? Pero como dice mi mamá, por más pretexto que ponga, él sabe bien que algún día se quitara la venda de los ojos y tendrá que afrontar.
—Mi hijo está siendo muy cobarde.
En mi silencio encuentra una respuesta a su afirmación.
—Por favor, ayúdame a que él vuelva a hacer como era. No te niego que al inicio será difícil, pero no sabes el labor tan grande que haremos juntas hacia una persona que nos necesita.
La última frase resonó en mi cabeza.
«No te niego que al inicio será difícil, pero no sabes el labor tan grande que haremos juntas hacia una persona que nos necesita.»
Y si, no lo pensé dos veces, acepté ayudarla.
Muy feliz se lanzó a abrazarme.
—Lo principal es que mantenga la mente ocupada y ejercite su cuerpo.
—Está bien, ahora mi pregunta es: ¿le gusta nadar?
Le provocó una sonrisa fingida esas tres palabras. Debido a que no contestó, le propuse mi idea.
—El agua es un elemento terapéutico, yo podría ayudarle haciendo estiramientos pasivos.
No sé cuantos silencios he tenido que aguantar en las conversaciones. Por favor, que diga un sí.
—Está bien
Suspiro aliviada, mañana tengo un porqué para levantarme contenta.
¿Nada malo puede pasar, verdad?
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