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Capítulo 39 (Última parte)

Leonardo:

«Muero de ganas de que Karen, Emilio e Irene se enteren de esta gran noticia.» Pense internamente.

El doctor antes de terminar la consulta me dijo que la rehabilitación en marcha me ayudaría en el equilibrio de mi cuerpo.

Mis padres y yo salimos emocionados de la consulta médica; mamá conversaba emocionada diciendo que ejercicios podría hacer Irene mientras yo practicaría el volver a caminar.

—Mamá, apenas nos han dado la noticia... No te emociones tanto que me pongo nervioso.

—Te pones nervioso porque no confias aún en lo capaz que eres, hijo.

Abro los ojos de par en par y mi padre se ríe y abre la boca para acotar lo siguiente.

—Si aprendes rápido, podrás bailar con Irene en las discotecas que te gustaban visitar.

Ahora el que estaba en risas era yo.

—Están ambos locos; además, no creo que a mi novia le guste ese tipo de lugares.

Papá y mamá se quedaron callados por mi repentina respuesta; no sé si fue un momento incómodo para ellos.

Después de un largo rato ambos respondieron al unísono.

—Con lo poco que hemos compartido con Irene nos hemos dado cuenta que es una chica completamente diferente a las demás.

Es cierto, Irene es auténtica y diferente; realmente no sé bien todos sus gustos, pero me imagino que han de ser únicos y refinados.

❣❣❣❣❣

Les invité a los chicos a mi casa para contarles las buenas nuevas.

Sus caras iban cambiando con toda la información que les compartí; al final los tres esbozaron una linda sonrisa.

Karen, quien fue la primera en acercarse para darme un cálido abrazo, dijo:

— Me alegro mucho por ti, mejor amigo.

Emilio se quedó callado por un momento, pero luego demostró su felicidad dándome una palmada en el hombro.

Por último, mi Angelito se levantó y me dio un beso en los labios.

Mis amigos nos miraron con cara divertida; por suerte no les presté atención porque debo confesar que los besos de Irene me dejan encantado y derretido.

Su linda boca es mi hielo cuando muero de calor.

Me había perdido en mis pensamientos hasta que sentí unas caricias en mis mejillas y unos 4 ojos mirándome embobados...

—¿Qué tiene mi cara que me ven tantos chicos?

Los tres se guiñaron mutuamente y luego Emilio respondió.

—Es que eres como un niño pequeño cada que Irene se comporta contigo de forma romántica.

—¿Que?

Mis mejillas se pusieron rojas y tuve que esconder mi cara en el cuello de Irene para evitar que me vean avergonzado.

Por suerte, Irene se apiadó de mí y me defendió de este par.

—Oigan ustedes, que tanto se burlan de mi precioso, si cuando les agarra el romance no hay quien les suelte, parecen chicle.

—Pero, Iri, no nos miramos como bobos, eso le pasa solo a Leo.

Fruncí el ceño, ya que me sentí celoso al oirle a Emilio llamarle por aquel apodo. Se supone que solo utiliza apodos para llamarle románticamente a Karen.

Emilio se dio cuenta de mi mirada y tragó grueso.

—Mejor te trato por Irene a secas y no te pongo apodos, porque si no aquel león me salta al cuello cuando vuelva a caminar y no quedo para contarlo.

Karen se paró rápidamente, le tomó la mano a su novio y se "despidió", ya que recordó que tenía que hacerle un "recado" a su madre.

Fácilmente, cuando le conviene, puede mentir mi mejor amiga.

Irene me miró pícaramente.

—Por primera vez creo que te pones celoso y más en mí delante. 

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