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Capítulo 33 (parte 1)

Leonardo:

Me despedí de Irene; ella, como es de costumbre, me pidió que obedeciera al profesor privado que venga a darme clases mañana, y que ella llegaría a la tarde para contarme cómo le fue en el colegio.

Debo confesar que al principio eso me molestaba, y siempre le pedía que cambiara de tema, o estando enojado le decía que no me interesaba lo que le pasaba allá que de gana me cuenta.

Pero ahora iba a cambiar. No está en mis planes comportarme así nuevamente.

Entre a casa, mis padres estaban cenando ¿pizza?

—¿Cómo así ustedes están comiendo pizza?— debía preguntarlo, ya que me llamó la atención. —No quisieron cocinar o que.

Papá le dio una mirada complice a mamá y ella simplemente se rió.

—Hijo, como tú mismo dices, una vez al año no hace daño.

— Me es raro verlos asi... la plena

Mamá, que no había participado en la conversación, me alcanzó mi porción de pizza; yo lo tomé y di el primer mordisco.

—Uff, esto sí que es una delicia.

Mi papá levantó el pulgar arriba, apoyando a lo que decía.

El tiempo máximo en que tardé en comer fueron unos 30 minutos, sumando los otros 30 minutos entre que mamá me ayudó a cambiarme y me cepillé los dientes.

En 1 hora ya estaba acostado en mi cama y con los parpados que ya se me cerraban.

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—Leo... despierta por favor.

Las cobijas me las había subido hasta arriba; solo deje al descubierto mis ojos, ya que soy muy friolento.

Sentí unas manos que acariciaban mi mejilla izquierda.

Al despertar, poco a poco, tuve que contener un grito al ver a Veronica parada frente a mí.

—Qué bueno que despiertas.

Ella me ayudó a sentarme.

—Ahora que es lo que quieres. Verónica

Espero que no se quede mucho tiempo porque no estoy para conversar.

—Vine para ahora sí despedirme, ya arreglé mis asuntos familiares, ahora puedo irme en paz.

Eso sí que me tomó por sorpresa, nuestros ojos se miraban y yo pensaba qué decir a continuación.

—Y por eso me buscaste ¿no?

—Así es, Leo, me alegra saber que a Irene no le pasó nada malo y pudo regresar con bien a su casa.

—Si... fueron unos días muy feos para la familia de ella.

Se instaló un silencio incómodo. No se me ocurría cómo más seguir la conversación.

—Antes de que preguntes, Lili ya se lleva mucho mejor con mi padre; les está yendo bien en el exterior.

—Qué bueno por Lili, ya no merecía sufrir más.

Mi niña valiente y mi eterna mejor amiga; estoy seguro de que su futuro será muy prometedor.

—Omar Tamariz fue el culpable de nuestro accidente junto con su esposa.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar aquella confesión.

—¿Cómo lo supiste?.—sentía que mis manos me comenzaban a hormiguear, al igual que los dedos de los pies. —Es un maldito... ¡Por su culpa quedé así!

— Leo, calmate, te pueden escuchar.

—¡Como me pides que me calme! Ese maldito nos arruinó a ambos, él te quitó la vida, Verónica.

Quiero que pese en su conciencia todas las lágrimas que derrame por estar en este estado.

Quiero que pese en su conciencia el sufrimiento de la pequeña Lili, que le arrebató de forma cruel a su hermana mayor.

—Por eso está en la cárcel, pagando todas sus culpas; en lo que se refiere a mí ya no puedo regresar el tiempo... Pero tú sí puedes lograr cumplir todos tus sueños junto con Irene.

Una lagrima escapó de mi mejilla, Verónica la seco sutilmente.

—En unos años estarás de pie, cumplirás tu mayor sueño, el ser militar, te casarás con Irene y tendrás dos hermosas niñas, Leo, y yo... Veré desde arriba cada uno de tus logros y te aplaudiré

Mis manos acaricaron sus mejillas; ella me respondía con una amistosa y calida sonrisa.

—Espero que tengas la oportunidad de regresar a este mundo y poder vivir. Vero

—Yo también lo anhelo, Leo, pero sabes, tuve mi merecido al no saber valorar lo bonito de la vida e irme por malos caminos.

«No pudimos salvar nuestro amor»

—Antes de irme quiero que mañana vayas al Celestin, vuelvas a ver a todos y te declares a Irene; ustedes merecen estar juntos y que nadie los intente separar de nuevo.

—Si voy mañana, todos me mirarán con pena y asco. Vero, ¿o es que acaso te olvidaste?

Ella miró preocupada al reloj y yo no me percaté tanto de las horas.

—El tiempo se me acaba, debes confiar en ti mismo y luchar... Cuídate y sé feliz.

La mire alejarse y por arte de magia me volvi a dormir.

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Desperté a las 6 de la mañana y lo primero que le pedí a mi madre es que vinieran lo más rápido posible Karen y Emilio.

Estando ellos aquí, les dije que me presten un poco de dinero y que compren antes de entrar a clases un ramo de rosas y que se le entreguen a Junior, el pequeño de 3er curso.

—Además, deben decirle a Martina que se acerque a Irene para ofrecerle "ayuda supuestamente".

Karen, quien estaba fascinada con el plan, se acercó y me abrazó. —Me encantan los planes románticos. Leo cuenta conmigo.

—Y conmigo también, será fácil distraer a Irene.

Mis padres igual escucharon todo y se ofrecieron a llevarme al colegio. Le pedí a mi mamá que me ayudara a arreglarme para estar acorde al momento.

Mi corazón me dicta que nada saldrá mal.

Y mi corazón nunca se equivoca.






















































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