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Capítulo 31

Leonardo:

Y aquí estaba yo... con los nervios a flote y temiendo que mi aun mejor amigo no me quiera recibir.

Porque desde que se enteró que Karen había estado conmigo y pese a que se le llegó a explicar las cosas, él comenzó a alejarse.

Inclusive la misma Karen me contó en la mañana que él por teléfono convencional le pidió que se dieran un tiempo; que él debe primero sentirse seguro de sí mismo para darle esa seguridad a ella.

Mi pobre amiga se le cortaba la voz y yo me sentía como el tercero de la discordia.

—Vamos, Emilio, por favor, abreme

Sé muy bien que es un gran pecado jurar en vano, pero por mi madre les digo que me puse pálido al verlo.

Primera vez que lo veía con lentes, primera vez que le veía con ropa de deporte, es como si lo volviera a conocer en esos microsegundos.

—Hola Leo, pasa por favor.

Tragué bastante saliva y pasé al interior de aquella casa.

¿De verdad no me di cuenta de lo que pasaba con mi mejor amigo? ¿En serio fui malo?

—Leo...

Nuestras miradas chocaron.

¿Qué era lo que me estaba pasando? ¿Porque no puedo decir un simple lo siento?

Emilio quería intentar hablar, pero tuve que interrumpirlo para que mi cobardía no me gane.

—Primero que todo, te veo muy bien; me sorprendiste al verte con ropa de ejercicio, ya que digamos que tú no le entras tanto al deporte —tomé un poco de aire para continuar con mi discurso. — Y nunca te había visto con lentes... sabes yo...

—Me has extrañado mucho que por eso decidiste buscarme, ¿verdad?

Asenti sutilmente.

—Tú sabes bien que soy una persona muy celosa y odio decirlo, pero soy muy inseguro. Tú también sabes cómo fue que me enamoré de mi tostita.

—¿Cómo no recordarlo, Emi?

Flashback:

Hace 2 años atrás.

Primer día de clases, como de costumbre voy a la casa de mi mejor amiga para llevarla al Celestín.

—No sabes cómo te doy las gracias, papá, por haberme enseñado a manejar tan rápido.

Ya me imagino con que me saldrá esta vez, Karen.

Tuve que demorarme, ya que no encontraba mi perfume favorito.

O algo mucho mejor...

Se me perdió mi brillo de labios. Ya sabes que yo sin ese brillo no puedo estar tranquila.

Susto y bajada de presión que me acaba de pegar con tan solo mirarla.

Es que esta mujer sí que ataca con todo.

Lucia una apretada cola de caballo alta, con unos delicados pendientes plateados con forma de flores. Se colocó gentilmente un poco de rubor en sus mejillas y se rizo esas largas y lindas pestañas que tiene.

No necesita de rimel, ya que ella las tiene bien oscuras.

—Se honesto, ¿cómo me veo?

—Estas muy ... hermosa

Y mis mejillas me traicionaron, pintándose de rojo.

En mi defensa puedo decir que no he sido el único afectado. Karen giró el rostro para no seguir mirándome.

Tengo que decir algo para cortar esta tensión entre nosotros, porque lo confieso si se me ha hecho difícil ser su mejor amigo, luego de romper.

—Creo que ya es hora de irnos... Se nos hará tarde.

—Tienes razón.

Se subió al asiento del copiloto y yo arranqué. Cerré mi boca para no decir nada más que nos incomode a ambos.

El tiempo máximo en demorarnos fue media hora.

Al bajarnos noté un montón de personas, desde los padres de la primaria acompañando a sus niños hasta algunos compañeros de nuestra clase.

Karen rápidamente se giró y daba las espaldas al grupito que siempre le silbaban.

—Voy a ir a colecturía para pedir la factura de mi matrícula; buscame cuando ya esté por empezar la inauguración.

—¿Acaso estás pensando en dejarme solo? ¡Tú sabes de sobra que no me caen los de nuestro curso!

Y sin darme oportunidad a más... se fue.

—Genial —bufé muy molesto. — ¿Qué se supone que tengo que hacer?

Pegué un brinco cuando una mano tocó mi hombro. Al darme cuenta, vi que un chico de mi misma estatura me llamaba la atención.

— Hola, soy Emilio Carrera... Eres de 4to curso, lo que pasa es que soy nuevo y este sitio es muy grande.

Antes de responderle, me grabe el color cielo de sus ojos, su cabello negro, y esa señalética peculiar.

—Ahhh, a lo que miras tanto... Sé que se llama Pico de Viuda.

Su cabello sí que era fuera de lo común.

—Hola, soy Leonardo Sarmiento y si soy de 4to curso, sígueme.

Ya los parlantes nos avisaban que pasemos al patio a formarnos, para darle seguridad al nuevo llamado Emilio; tome su mano y la entrelace con la mía.

Él sonríe y yo me río como niño pequeño.

Ya estábamos listos, el evento empezó con el himno nacional, luego con el himno a Quito.

De ahí se tomó el tiempo cada autoridad en dar su discurso de bienvenida.

Estando ya inaugurado el nuevo año lectivo, como es de esperarse, el tutor y los alumnos van para cada aula de clase; sin embargo, yo sentí que me jalaron del saco.

Faltaba poco para que yo caiga al suelo.

La mirada de mi mejor amiga ya me asesinaba. Su mano derecha tomó mi oreja derecha y la jaloneo un poco.

—Me puedes decir donde te metiste para que te hayas olvidado de mi ¡palo de escoba!

—Suelta... y te ....

Ahora quien nos interrumpía sorpresivamente era Emilio.

—¡Leo! ¿Estás bien?

De golpe Karen me soltó y se quedaron mirándose como bobos ambos.

—Soy... Ka..ren Garcés... encantada.

—Y yo me llamo Emilio Carrera, eres guapa. Karen

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Y pensar que luego de ese momento, 2 meses después se volvieron novios...

Ahora, esos dos años como novios, mi mejor amigo quería borrárselos como si nada.

—¡Sí necesito ver a mi tostita! Pero me duele que no haya tenido la confianza necesaria en contarme acerca del noviazgo de ustedes. No me parece justo.

—Y yo de verdad lo siento, fui un muy mal amigo en ese aspecto... Pero piensa que lo que estás haciendo, Emilio, ella te quiere demasiado. No creo que por mi culpa ustedes merezcan pasar mal.

—¿Qué estás queriendo decir?

—Que si no quieres que sea amigo de ambos lo voy a entender, pero no dejaré que las cosas mueran así porque sí.

Yo era la manzana de la discordia, así que yo tenía que hacer un paso al costado.

Emilio apretó mi brazo y me retuvo.

—Tampoco tienes que irte a esos extremos.

—Eso es lo que quieres tú; yo soy leal a mi palabra.

Mi mejor amigo se puso sus manos en la cara y creo haberle escuchado gruñir bajito.

—Haz ganado, voy a hablar con Karen, pero que sea la primera y última vez que ambos me hacen esto, a la siguiente no les perdono y pasan a mi lista negra, ¿te quedó claro?

—Sí, mi capitan favorito.

Ambos nos abrazamos.

El señor Gabriel se nos unió a la reconciliación; los tres nos despeinamos un poco el cabello.

—Leo, no te avise, pero ya apareció Irene, digo por si quieren ir a su casa.

Fue suficiente para nosotros, tomamos rápido nuestras cosas y salimos en búsqueda de Angelito.

De mi angelito.






















































































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