Capítulo 3
Leonardo:
¿No sé qué haré contigo?
De verdad que extrañaba la forma de ser de Vero.
Cada vez que nos veíamos, mi aire se combinaba con el olor a Azahares.
Moría de ganas de que el tiempo se detenga y que nunca acaben nuestros abrazos.
Me acuerdo cuando tuvimos nuestra primera pelea, me dolía que nos distanciáramos, así que le di tres días para que piense con calma y en su soledad.
Como no podía dormir, decidí escribirle una carta.
Aún recuerdo su contenido.
De: Leo
Para: Vero
Amor, no me gusta estar así, estos días los he visto de color blanco.
Antes de que digas algo, sé perfectamente que es tu color favorito, y también sé que amo que seamos diferentes.
Estás enojada porque me olvidé de tu cumpleaños y crees que no te amo
Por favor
Perdóname.
A la mañana siguiente, antes de ir a la escuela, mi madre me ayudó a buscar las flores más bonitas y me consiguió una pequeña tarjeta donde escribí la dedicatoria.
Feliz cumpleaños cielo mío, que en esta vida y en la otra siempre estemos juntos.
Espero que la molestia se te quite cuando veas el ramo de flores que te compré.
Ya horas más tarde mi teoría se cumplió; con ese detalle, ya me había perdonado.
«Gracias mi Leopoldo ¡te amo!».
Sin embargo, lo mejor para mí era que de esta relación ya no exista nada.
Ella tendrá un bebé con otro.
Y pese a que le repetí muchas veces que no me gustaba aparentar nada.
Mi amistad está por encima del dinero.
Mi lealtad está por encima de los intereses.
No me quería en su vida, mientras que yo soñaba planes a futuro con ella.
Al abrir los ojos, caigo en cuenta de que no estoy en mi casa, me trato de mover y me duele mi cuerpo.
Una enfermera se me acerca.
—Niño, pensé que no te levantarías, tus padres ya vienen.
Se dio media vuelta y salió por las mismas.
Debo haber hecho una gran cagada para terminar en el hospital.
Cada vez que mamá me castigaba, ella me repetía:
«No imaginas lo privilegiado que eres, eliges de forma libre qué comer, ves televisión acostado y duermes tranquilo porque sabes que al día siguiente tendrás desayuno caliente».
Mijo, esos privilegios no todos los tienen y debes agradecerlos.
—Hay madrecita, nunca doy importancia a estas cosas tan sencillas.
De nuevo se llenaba el cuarto, pero ahora, sentí abrazos besos y lágrimas...
De los seres que más amo...
—Mi Leo, pedacito de mi vida, no sabes cómo tuve miedo de no saber nada de ti
Mi remordimiento pesaba al ver cómo esa preocupación hizo que derramara lágrimas mi mamá.
Desde pequeño ella me ha dado mi beso de buenas noches y de buenos días.
Mi padre arrimó su cabeza a mi hombro y mis ojos dejaron en completa libertad a mis sentimientos.
En esa posición, mi viejo estiró su mano para regalar caricias a mi brazo. —Hijo, no me gusta lo que haces cuando te enojas, porque sé que ese no eres tú.
De mi boca mi resoplo sale triste, me sentía culpable por verlos así —Papá, entiendo que ahora no te sientas orgulloso de mí, me pidieron control y cordura ¡pero no! hice todo mal
—Qué esté enojado no significa que deje de estar orgulloso de ti.
Mamá continuó con las palabras.
Me da un beso en la frente mientras dice—Nosotros sabemos las veces en las que has llorado, cuando tienes miedo y quieres renunciar a tus sueños, y muchas otras te hemos secado las lágrimas.
Yo me he arriesgado y continuado con esta loca vida, fui tonto al creer que para ellos no valgo nada, si es todo lo contrario.
Los tres nos acomodamos, ambos se sientan en las sillas del acompañante.
Espero que no me llenen de preguntas.
—Ahora que estás más consciente, dinos qué fue lo que pasó contigo y Verónica.
—Lo único que recuerdo es que me encontré en la fiesta con un chico que se llama Iván. Me contó que ella esperaba un hijo de él. Al principio no le creí, así que él me dijo que vayamos a la casa de ella para que de su propia boca me diga.— hago una pausa pequeña para acordarme y no mentirles—. Acepté y al terminar fui para su casa; ella se puso pálida y quiso darme una explicación.
Ahora es papá él quién hace la segunda y tercera pregunta.—Y supongo que te enojaste a tal punto que ella te siguió hasta la carretera ¿verdad?
—Sí, cuando me di cuenta, le grité diciéndole que regresara a su casa.
—Ahora dime, si no tomaste, ¿por qué lanzaste el carro hacia el barranco?— Se lleva la mano a la quijada —Porque estabas solo ahí ¿o? a lo mejor subiste la velocidad.
—Me golpeó el costado izquierdo del carro un tipo, entonces se lo regresé y ya no me acuerdo más.
En este punto sentí miedo, ya que ese imbécil pudo haber secuestrado a Verónica o quien sabe incluso haberla matado.
Estoy siendo demasiado dramático
.Algo cierto es que no tengo las palabras para preguntar por ella.
—Leo, la cosa es qué.. La policía quiere toda la información, ya que hubo un crimen en todo esto y lo que menos quiero es que Claudia piense mal..
—Para, ¿de qué hablas? ¿Qué pasó con Verónica? ¿En qué habitación está?
Ellos se quedaron callados y mirándose de tal forma que no ayudaban a mis nervios.
Enojado volví a repetir—¡Hablen de una vez!
—Ella murió Leo.
Me quedé helado, el aire se me corto, esto no rima para nada... no puede ser verdad.
Hablar tan seco puede provocar un infarto, porque mi corazón comenzó a acelerarse, ellos trataban de calmarme y me pedían que respirara.
«Muero por tu amor Leopoldo»
Tenía que verla de nuevo, pedirle perdón, ya no importaba, seguiríamos juntos y amaríamos a ese bebé.
Me arriesgaría a tener mi familia a esta edad.
Por último, podía pedirme que me aleje, pero no quería creer que se fue de este mundo.
— ¡Basta! ¡Yo la vi viva! ... Mamá, habla serio, no soy un niño.
Papá apretó mi mano como cuando tenía miedo en la oscuridad.—Ella estará bien, sabes que sufrió mucho con el abandono de sus padres. La chica no merecía aguantar todo sola, ella te va a cuidar y en el futuro entenderás todo.
Solo me abrazó, y sus manos daban palmadas a mi espalda.
Como es la vida, todo cambia en un segundo.
En un segundo perdí a mi primer amor.
Nunca más vería esos preciosos ojos, tampoco besaría su frente.
Mucho menos tocaría su mano de nuevo.
Su risa, sus abrazos y sus te amo se convertirían en un recuerdo. No estoy listo y creo que nunca podré olvidar el día en que la conocí, nuestro primer beso, mi declaración.
Mi sol se apagó, me robaron mi pan, mi calor se fue con ella.
¡No me abandones Verónica! es lo que mi cabeza repite como disco rayado
—Mi amor por favor, no me abandones en esta oscuridad.
Mis mejillas mojadas las secaba mi mamá— Te lo ruego, nunca más pelearemos ni te reclamaré nada.
Creo que la cabeza me pedía cerrar los ojos porque no recuerdo nada más.
Según los médicos, los días que pasé en el hospital me ayudaron a que descanse.
Cuando ha sido todo lo contrario, me levanto en las madrugadas porque Verónica no deja de aparecer en mis sueños.
Me da miedo que en las noches me dejen solo, porque siento que ella aparecerá de la nada.
Comí a la fuerza la merienda, ni siquiera se les ocurre poner un poco de azúcar al jugo.
Unos suaves toques que ya conocía interrumpieron mis pensamientos.
—Adelante mamá.
Entró despacio, dejó su cartera en la silla, acariciaba mi rostro mientras me decía.
—¿Sabes? Tu papá ya habló con el médico y dice que ha notado tu mejoría y que tus piernas se adaptaron a los platinos, ya no habría motivos para que sigas aquí.
—Pensé que le preguntarías hasta cuándo tengo que estar en esta silla de ruedas.
—Hijito, ya sabes que así tienes que estar durante 1 año.
—Mamá, ¿de qué sirve que vuelva a mi vida normal si solo seré la burla del resto?
Se sienta al filo de la cama y toma la foto de Vero conmigo en mi cumpleaños número 12.
—También fuimos a la escuela, vimos a Karen y Emilio, mientras que Claudia y Lili preguntaron por ti.
¡Pobre señora Claudia!
Dos inmaduros le quitamos lo que más amaba.
Dudo que ella me quiera ver y mucho menos quiera preguntar sobre mí.
Pero existe una diferencia muy grande.
Yo no creo que pueda volver a amar a alguien como a su hija.
—Hernán va a estar en el velorio, que será desde las 8 am. hasta las 2 pm.
—Imagino que para el entierro serán solo los familiares más allegados.
Nuestros dedos se entrelazan y me da un pequeño apretón para levantarme el ánimo.
—Su hermana y tus amigos quieren verte.
Me zafó del agarre, acto después me crucé de hombros. —¿Sabes cuál es mi respuesta?
De niño, cuando sus ojos me miraban con firmeza y súplica, hacían que yo acceda a cualquier petición, pero ahora no me dan ganas de nada.
Prefiero cambiar de tema con lo que llevaba insistiendo desde hace 4 días.
—Porque mejor no aceptas en sacarme del Celestin.
Me angustiaba volver al lugar donde la conocí y surgió mi historia de amor.
¿Cómo les diré a mis amigos?
Hola, oigan, yo provoqué la muerte de mi novia.
—Siento mucho, pero no te vamos a cambiar de colegio Leonardo.
Y aquí vamos de nuevo, algo tan fácil les pido.
No es que quiera la luna
.—Madre... dame una razón.
—La principal, sé valiente, yo sé que la amabas, pero si no enfrentas ese hecho, dime cómo vas a superar cosas peores.
Mis ojos se cristalizaron y sentía cómo la garganta se me empezaba a cerrar.
¿Si mi papá muere un día? Mi madre estaría ¿igual o peor que yo?
Me pregunto por qué me admira... con qué frialdad me pide que olvide todo esto.
Suspiro con mucha tristeza —Estás siendo muy cruel.
—Enfrentar no es igual a olvidar hijo.
—Pues, para mi lógica, me estás pidiendo exactamente eso— con la manga de mi saco me secó las lágrimas—. Esos amigos a los que tú llamas, me podrán cambiar algún día de estos.
—Dudo que Karen lo haga, y por último, sabes que...
Se me estaba volviendo molesta esta conversación —Y ahora ¿Qué mamá?
Nunca le ha gustado que le responda en ese tono, así que me lanza una mirada muy altiva.
—Irás, estudiarás, y al regresar estaremos la enfermera y yo para ayudarte. Así quedamos con tu papá.
Se pasaron, Dios Santo, pues se supone que 18 años ya tengo y puedo participar en las decisiones de mi vida.
—¡Gracias por hacerme sentir inútil y victimizarme! En vez de subirme el ánimo, me lo bajas.
Con lo que le dije al final mi mamá ya tenía cara de póker. Sé que quiso decirme algo más, sin embargo, prefirió el silencio, me dio en la frente mi beso de buenas noches y salió de la habitación.
Estando ya solo, apreté los ojos con fuerza, volví a sentir miedo.
Me acordé de mi abuela y la oración que rezaba todas las noches.
(LA MAGNÍFICA)
Mi alma glorifica al señor, y mi
espíritu se llena de gozo en Dios,
mi salvador, porque puso sus ojos
en la humildad de su esclava.
Desde ahora me llamarán dichosa
todas las generaciones, porque ha
Hecho en mí cosas grandes el que
todo lo puede.
Santo es su nombre, y su
misericordia llega de generación
en generación, a los que le temen.
Ha hecho sentir el poder de su
brazo, dispersó a los de corazón
altanero, destronó a los
potentados, y exaltó a los
humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
y a los ricos despidió sin nada.
Acordándose de su misericordia,
auxilió a Israel, su siervo, como lo
había prometido nuestros
padres, a Abraham y a su
descendencia para siempre.
Amén.
Acabe de rezarla y pude dormir tranquilo.
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