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Capítulo 27 (Última parte)

Leire:

Al otro lado se encontraba la razón de mi existir, el motivo de mi vida, la personita que tanto miedo me causaba pensar no verla de nuevo.

Me lancé a sus brazos y nos fundimos en un cálido, tierno y largo abrazo.

—Mamá, no sabes cuanto te he extrañado y el miedo que sentía.

Un nudo en la garganta y las traviesas lágrimas querían escapar de mis ojos.

—Lo único que importa es que estamos juntas, mi niña hermosa, y tú tampoco tienes la idea de cómo pasé junto con tu abuelita estos días sin tu presencia.

Cuando mi hija iba a contestarme, visualicé la silueta de una mujer mayor parada en el umbral de la puerta; obviamente, va a hacer la primera persona a la que no le diga palabras bonitas.

—Mamá, la señora a la que estás mirando se llama Estela, ella me ha ayudado.

—¿De verdad? Ayudar a tenerte encerrada y no tratarte correctamente, hija, por favor.

La voz de dicha mujer se hizo presente en la conversación.

—Lo que le dice su hija es verdad; si no hubiéramos aparecido aquel día ahora no estaría abrazándola.

No quería creer en sus palabras, porque una buena persona pide ayuda a la policía...

Pero esta mujer prefirió callarse.

Prefiero mil veces las acciones que las palabras

La mujer comenzó a aproximarse; le indicó a mi hija que se retire y estando frente a frente ella me abrió la puerta de su casa.

—Pase por favor.

Mientras avanzaba y me adentraba en aquella casa, un mal pensamiento quiso apoderarse de mi cerebro.

«¿Y si estoy cayendo en alguna trampa?»

Estando ahí, más sorpresas fueron llegando. La famosa Victoria Tamariz estaba abrazada por un chico.

—Mamá, creo que tenemos que hablar a solas ¿no te parece?

                                                 ❋                 ❋            ❋               ❋

Avanzamos hasta un salón más pequeño, mucho más iluminado que el resto de la casa.

Ya dentro, mi hija cerró la puerta y me invitó a que me sentara en una de las sillas; ella se sentó al frente mío.

—Ahora que lo pienso, nunca me has contado nada acerca de tu secundaria.

—Bueno, estuve en un colegio solo de señoritas, tenía mi grupo de amigas y me dedicaba a estudiar —me relamí los labios—. Nada fuera de lo normal.

Mejores recuerdos tengo de mi colegio Bethlemitas que del Ismael Pérez Pazmiño.

—Mamá se sincera y reconoce que sabes quien es la señora a la que viste mal y también de algún lado debes haber conocido a Omar Tamariz.

Jamás pensaría que como un interrogatorio tendría que darse la conversación.

—Está bien, te diré de forma rápida y sin omitir detalles acerca de la Sra Estela y de Omar.

Flashback:

En 1941, funcionaba la primaria en el colegio Bethlemitas Ibarra.

Tu abuela me inscribió. En esa época muchos establecimientos tenían la regla de la educación separada por sexos; yo nunca compartí mi infancia con los niños y mucho menos tuve profesores varones.

Mis profesoras fueron monjas y de compañeras tuve solo niñas.

Me sentía muy bien, y estando ahí conocí a mis grandes amigas Orfelia y Rosario...

Por otra parte, en mi casa el dinero comenzaba a escasearse, ya que tu abuelo estaba enfermo y tu abuela ya no podía con los múltiples trabajos que hacía.

Al no tener el dinero suficiente, ya no se podía comer bien y tampoco se conseguían los medicamentos de mi papá.

Así que para mi primer curso de secundaria tuve que irme a vivir a Machala y entré a estudiar a la escuela profesional o ahora conocida como Ismael Pérez Pazmiño.

Ahí fue que conocí a la licenciada Estela y a Omar Tamariz.

Al principio, hasta acostumbrarme, me sentía extraña en aquel lugar; muchas veces quería estar sola y era porque me imaginaba que no les caía bien a ninguno de mis compañeros.

Al pasar los 4 primeros meses me di cuenta de que estaba equivocada, que más bien yo era la que alejaba a las personas...

Aprendí a mirar de diferente perspectiva, y ahí fue que llegué a quererle a la Licenciada Estela.

Me encantaba recibir sus clases; era muy dulce para explicarte lo que no entendías.

Y lo principal, podías confiar en ella.

Al volverme la mejor estudiante de su clase, muchas de mis compañeras me tenían un poco de celo y para los varones me volví en su admiración...

Un ejemplo claro fue Omar.

Él siempre buscaba estar cerca mío; si no me decía cosas graciosas, me hacía bromas, y yo todo lo que decía me lo tomaba de la forma más normal posible.

Pero él me veía con otros ojos; poco a poco se estaba ilusionando conmigo.

Me llenaba de muchos detalles, entre flores, dulces y poemas escritos por su puño y letra.

Es más, me invitó a comer en la buhardilla de su casa.

Al final, el pobre lo único que recibió por parte mía fue rechazo tras rechazo.

Y como consecuencia grave, las cosas cambiaron al punto de obsesionarse. Comenzó a perseguirme a cada lugar que iba y a escondidas dañaba las cosas que me regalaban otros chicos...

Tan mal estaba que hasta incluso la licenciada Estela tuvo que ayudarle para que no perdiera el año.

Llegué a graduarme en corte y confección. Él se graduó en otro colegio.

Volví a verlo 10 años después en una fiesta. Conversamos y me di cuenta de que supuestamente había cambiado, así que le di la oportunidad de que sea mi novio.

Otro problema apareció cuando conocí a tu papá: me enamoré desde el primer momento y no quise perderlo.

Terminé con Omar en malos términos; me resintió que haya llegado a amenazarme.

—Por eso he estado huyendo la mayoría del tiempo.

Mi hija, con toda la información que le dije, se quedó callada mirando a un punto fijo.

—Me imagino porque armó todo este problema, mamá...

—Por eso las autoridades ya le están buscando para ponerlo tras las rejas. Ahora dime cómo supieron que te quería secuestrar.

—Es mejor que te cuente su hija.

Y abriéndose la puerta de golpe, se hizo presente la niña.









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