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Capítulo 27 parte 2

Leire:

No quería amargarme y mucho menos al chico que mi hija tanto quiere.

Sin embargo, al sol no se   le puede tapar con un dedo y mucho menos actuar como si nada pasaba cuando  a la vista se notaba que existia  un problema.

—¡Hijo! Esa muchacha que está corriendo ¿no es amiga tuya? porque no vas y te acercas para preguntar por Irene. —mencionó Eugenia.

Leonardo de forma obediente cumplió con la orden de su mamá. Yo ni siquiera me había dado el tiempo de conocer a los amigos de mi hija.

Creo que le daré la razón a mi mamá cuando me compara y dice que me falta ser una verdadera madre.

Ya me pareció extraño el tiempo que llevaban hablando, ¿será que sabe algo más?

Cuando se despidió, todos notamos que su rostro estaba tan blanco como el papel.

—¿Leo? Dime que sucedió, no te quedes callado.

—La chica con la que acabo de hablar es Victoria Tamariz. — Su mano izquierda que estaba hecha un puño despacio se fue abriendo. — En este papel está la dirección en donde se encuentra Irene.

El vaso que tenía en mis labios terminó estrellándose contra el suelo, lo que provocó la preocupación en el resto.

— Es una gran ayuda que acabas de hacer, Leo. Te agradeceré eternamente.

Y como si estuviera participando en una carrera, me levanté y salí en búsqueda del primer taxi que aparezca.

Al conductor le indique la dirección y le suplique que manejara lo más rápido posible.

—Tranquila, mi niña hermosa; mamá ya está corriendo para buscarte.

***** 2 horas más tarde*****

Llegué al lugar; mis ojos observaron detalladamente dicha vivienda. El techo estaba pintado de color gris, mientras que a los bordes les resaltaba el color blanco.

Las paredes se ve que en cambio son de color beige.

En lo último que me fije fue en la puerta. Esta llevaba el mismo color del techo con la pequeña diferencia de que llevaba un adorno colgado.

Mis pensamientos fueron interrumpidos por el chófer.

—Señora, son 6 $

Entregue la cantidad solicitada y proseguí a bajarme de aquel auto; rápidamente me acerqué al timbre.

—Espero no haberme equivocado.

Al otro lado se encontraba la razón de mi existir, el motivo de mi vida, la personita que tanto miedo me causaba pensar no verla de nuevo.

Me lancé a sus brazos y nos fundimos en un cálido, tierno y largo abrazo.


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