Leire:

24 horas han pasado desde la desaparición de mi hija, horas llenas de terror y angustia.

Que pesadilla.

—Hija, ya no aguanto más. Hagamos algo. No nos quedemos de brazos cruzados a expensas de la policía.

—Lo único que se puede hacer es enfrentarme al propio Omar, pero en eso tú no estás de acuerdo, mamá.

Al tener la carta en mis manos y enterarme quién es la persona que me ha hecho daño, hace que quiera cometer algún acto impulsivo, con solo tener a mi hija de vuelta.

Nunca imagine que Omar Tamariz sea una persona tan desagradable, con una mentalidad de un ser malvado.

Al no prestarle más atención, mi mamá prefirió marcharse a su habitación.

Cerró la puerta y yo aproveché en salir. Tomé mi bolso y mi abrigo y, con el objetivo de regresar con bien, salí hacia la casa de los Tamariz.

Mientras caminaba, observaba a las personas, gente con feas expresiones; otros no miraban a su alrededor.

* * *

Llegué a dicha residencia, y con valentía me aproximé al timbre de la puerta.

No tuve que esperar mucho tiempo. Fui recibida por la suegra de Omar.

—Buen día, ¿está buscando a alguien?

—Buenos días, soy Leire de Moscoso; necesito hablar con el señor Omar Tamariz.

Por la cara de sorpresa que hizo supuse que no se encontraba.

Y eso me preocupaba más, ya que él puede estar con mi hija en algún escondite.

Me despedí de la señora y la puerta se cerró en mi cara; inhalé aire para evitar gritar como una loca.

Porque estaba a nada de volverme así.

—Tranquilízate, Leire.

Mi vista se dirigió a la familia Sarmiento; a mi parecer los tres habían decidido comer afuera.

Me acerqué a ellos para conversar un poco.

—Buenos días.

Eugenia y Jorge me saludaron haciendo una reverencia y noté que el pequeño Leo no andaba del todo bien...

—Sra Leire, dígame, hay noticias de su hija —preguntó Leo asustado.

—No, la policía dice que está haciendo su trabajo, pero no confío.

Y de verdad que no confío. Sin embargo, más tarde volveré a insistir.