Capítulo 25 (primera parte)
«Le prestaré mis ojos cuando quiera llorar»
Jaime Sabines
Emilio:
Tal vez actuaba con Karen de forma incorrecta, pero la he evitado todos estos días.
Y de qué forma, de una muy peculiar.
Participando en los concursos del Celestín.
Justamente me encontraba practicando mi declamación del poema Caprichos.
La niña toca el piano.
Mientras un gato la mira
En la pared hay un cuadro.
Con una flor amarilla.
La niña morena y flaca
Le pega al piano y lo mira.
Mientras un duende le jala
Las trenzas y la risa
La niña y el piano siguen...
En la casa vacía.
—La primera estrofa te es fácil aprenderla; tienes que avanzar en las otras —me dice mi papá sentado al filo de mi cama.
—¿Aunque no los entienda?
—Aunque no los entiendas, tienes que respetar todas las estrofas.
Asentí y continué con la segunda y tercera parte.
El cielo estaba en las nubes.
Y las nubes en los pájaros.
Los pájaros en el aire
Y el aire sobre sus manos.
La yerba le acariciaba.
Ásperamente los labios
Y sus ojos le contaban.
Una tristeza de algo
Como ropa de mujer.
Tendida, limpia, en el campo.
Llenas de tierra las manos.
Y los ojos llenos de agua.
Voy a decirte un secreto.
No tengo casa.
No, no tengo casa
Desabróchame la piel
De la espalda
Y untame yodo y arena.
Para borrar esa marca
Tengo una marca.
Cuando iba a proseguir, el grito de mi vecina nos dejó atonitos.
Papá salió corriendo hacia la entrada.
¿Habrá pasado algo malo? Fue lo primero que pensé.
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