Capítulo 22 segunda parte
Irene:
Estando en el comedor, nadie se inmutaba a decir palabras o alguna cosa que provocaba un silencio incómodo.
El señor Jorge ya había llegado del trabajo y solo nos miraba las caras.
—¿Pasó algo en mi ausencia?
—No, papá, todo en orden —respondió de forma apresurada Leo.
Yo me dedique a tener mis ojos mirando el plato de comida y a beber mi vaso de agua.
El silencio volvió a reinar en todo el almuerzo. Al terminar, ambos señores recogieron los platos y limpiaron todo mientras que nosotros sutilmente y de forma silenciosa nos dirigimos a la puerta de salida.
—Leo, de verdad estás seguro de lo que vas a hacer.
—Estoy cien por ciento convencido de que si no lo hago hoy no tendré la oportunidad en otro momento de hablar con Lili.
Asentí, pero internamente dije.
«Estando muerta siempre buscas alterar todo, Verónica».
Ya nos habíamos alejado lo suficiente de la casa, el cielo se encontraba despejado y una ligera brisa nos acompañaba.
Por despiste no me percaté que ya llegamos a nuestro destino.
—Irene, por favor, espérame aquí; yo te aviso cuando te puedes acercar.
Leo se alejó.
Para mí sus manos de forma mágica comenzaron a moverse a tal velocidad como un caballo de carreras; eso le permitió acercarse a una pequeña de cabello castaño.
Mi corazón se achicó al observar ese tierno y cálido abrazo, un abrazo de dos almas que necesitaban estar cerca.
Un abrazo de dos amigos de vida.
Porque él se convirtió en el amigo que necesitaba Lili en sus momentos más tristes.
Me daba mucha vergüenza aproximarme y interrumpir su momento, así que preferí cruzarme de brazos y contemplarlos.
Como tiempo máximo se demoraron 15 minutos conversando; al recibir la señal de Leo comencé a caminar y mientras más me acercaba, más detallaba las características de Lili.
Tiene la misma mirada de su hermana con la ligera diferencia que sus ojos son más almendrados.
Sus mejillas son de un tenue color rosa.
La nariz es pequeñita y en forma de punta.
Parece esas muñecas de juguete, una niña muy bonita.
Extendió su mano para apretar la mía en forma de saludo. — Hola.
—Hola Lili, soy Irene. Me alegra por fin conocerte.
—A mí igual, mi imaginación no me llegó a fallar.
Leo entrecerró los ojos ante aquello y a mí me llenaba de mucha curiosidad...
—¿Porque lo dices?—pregunté a la pequeña
—Por qué en mis sueños yo pedía que una chica así de bonita llegue a la vida de Leito.
Desde este momento soy su fan número uno.
Me acaba de derretir de amor.
—Gracias, Lili —la rodeé con mis brazos y le di un beso en su pequeña frente—. Eres un ser de luz, nunca cambies.
Leo por segunda ocasión escuchaba atento cada palabra que decía y eso me ponía un poquito nerviosa.
—Leito, me contó que hablaste con mi hermana en un sueño y te había avisado sobre el fallecimiento de mi mamá, ¿verdad?
Asentí despacio, confirmando su pregunta.
—Yo hablé con mi mamá en la mañana; por más que ella buscaba hacerme reír en sus ojitos, se le notaba triste y muy enfermita; le pedía que regresara a su cuarto, pero insistía en acompañarme en el desayuno.
Comenzaba a tener la voz entrecortada.
Leo le dio una palmadita en la espalda. — Al final me despedí de ella y ya.
—Así que tu hermana tenía razón... y tu papá ¿qué hizo al enterarse?
—Me saco de escuela a la hora de recreo, y me imagino que sigue avisando a todas las personas de nuestra familia; él me dice que todo estará bien, pero yo no lo creo...
Leo se acercó, acarició su mano y le dijo sincera y de forma comprensiva.
—Nosotros tampoco lo creemos, por eso quize venir a verte y decirte que cualquier cosa mala que haga tu papá no dudes en avisar y pedir ayuda, corazón mío.
—Te prometo, leito, que no dejaré que mi padre quiera hacerme daño; tú también cuidate, por favor, porque cuando vuelva ya no quiero verte en esa silla de ruedas.
Para finalizar este bonito encuentro secreto todos nos abrazamos
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