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Capítulo 19

Leonardo:

Y aquí estaba a las 7 de la mañana en una cita con mi doctor para hablar acerca de mis piernas.

Encima, la pregunta que me hacen me provoca ganas de llorar.

¿Cómo estás?

¿Qué querían buscar haciendo esto? ¿Por qué se burlaban de mis emociones?

El habla se me fue, mi silencio provocó que entre ambos siguieran hablando.

—Hijo, entendemos que estés estresado, es algo normal, porque tu cuerpo se está adaptando a esta nueva forma de vivir; sin embargo, como siempre te he dicho, todo exceso es malo.

—Sí, mamá....

—Bien, ambos sabemos que estos días has estado un poco irritado y no te has logrado relajar.

¿Y cómo quería que estuviera relajado si estos días han sido caóticos? Si, hasta por no haberla avisado que salí, me castigó por 1 mes.

— ¿Y el punto es ?

Los golpes que sus manos dieron a la mesa provocaron que sobresalte—¡Qué te quiero ayudar!

El doctor le hace señas para que se tranquilice y respire.

Más que ayudarme, me estaba provocando vergüenza hacia mí mismo.

—Que quede claro una cosa, si van a estar llenándome de bolsas con puros medicamentos, no me queda más que aceptar, pero no mientan, desde hace mucho tiempo a nadie le importan mis emociones.

Me di cuenta de qué me pasé con lo que dije.

Pero... en mi defensa, ellos estaban buscando que explote de una forma no tan agradable.

Es la primera vez que el doctor se dirige a mi persona.

—Sra. Eugenia, por favor necesito que me deje a solas un momento con Leonardo.

Mi mamá me lanzó una última mirada y sin decir más salió del consultorio.

Estando la puerta cerrada y mirándolo fijamente al doctor, este comenzó a decirme.

—Pasemos a la sala de fisioterapia para ver tu avance.

Asentí y nos dirigimos hacia el lugar, vi que utilizaban muchos aparatos, también había carteles donde indicaban cómo se realiza cada ejercicio.

Con ayuda logré acostarme en la camilla.

—Voy a tomar tu pie izquierdo y lo voy a mover, me avisas si sientes algo, ¿está bien?

—De acuerdo.

Comenzó a hacerlo, moviéndolo despacio hacia la izquierda y luego hacia la derecha.

No sentí nada.

—¿Y bien? sentiste algo.

—No.

Se quedó en silencio y repitió lo mismo en mi pie derecho, la gran diferencia fue que ahí sentí un pequeño hormigueo.

Nadie se imaginó la felicidad que sentí y mis lágrimas eran una prueba de ello.

Con la voz un tanto entrecortada logré decir.

—Gracias... Dios... gra...cias— me sequé con mis palmas mis mejillas mojadas.

—Y tú, que ya te querías botarte al olvido pequeño.

—Lo decía por tener falta de fe hacia mí mismo.

Me volvió a ayudar pero esta vez para incorporarme y poder sentarme, luego salió en búsqueda de mi madre para contarle la gran noticia.

Estando solo, me puse a recordar el día del robo y la fuerza que tuve para lograr ponerme de pie.

—¡El bastón fue lo que me ayudó! Por eso volví a sentir mi lado derecho.

Mi panorama ya estaba claro, recuerdo que hice fuerza en mi lado izquierdo y obligué a que mi pierna derecha se mueva, así sea de forma torpe.

Entraron ambos a la sala, vi a mi mamá correr para luego lanzarse hacia mis brazos y no dejar de darme besos en toda mi cara.

—Doctor, ¡esto es un milagro de mi virgencita de Guadalupe! todas las noches que le he rezado—la sonrisa que tiene es amplia y llena de emoción—escucho mi súplica, mi madre adorada.

—Sin embargo, tenemos que seguir con los ejercicios de natación y sumando unas dos horas de pesas para que en la siguiente consulta tus brazos tengan fuerza para andar con andadores.

Me sorprendía que en tan poco tiempo mi avance sea grande, no lo creia.

—¿Es verdad lo que hablan?

Ambos asintieron.

—Pero no lo sé... y si algo se complica

Mi mamá me dio un golpe suave en el hombro; la forma en que dije la noticia no le agradó del todo.

—Esperemos que no se complique porque si lo recuerdan, la primera radiografía que solicitamos pude evidenciar una leve desinflamación en tu columna.

Lo recordé de golpe, la cita en la que el doctor quedó en decirnos qué tal salieron los resultados.

¡Qué maravilla!

—Bueno doctor, ya se nos está haciendo un poco tarde, de nuevo, muchas gracias por su atención y ayuda.

Bajé de la camilla para sentarme en la silla.

«Silla que ya solo la utilizaría por poco tiempo». Pensé hacia mis adentros.

Salimos hacia el parqueadero, bajamos por una pequeña rampa.

Antes de entrar, tomé la muñeca de mi mamá para detenerla.

—¿Sucede algo?

—Mamá, perdona mi actitud de hace unas horas, no debí responderte de esta forma y más con toda la ayuda que me has brindado.

Me ha ayudado de todas las formas posibles, incluso en ciertas ocasiones ella no ha estado completamente sana.

Se arrodilló poniéndose a mi nivel, sus manos acunaron mi rostro.

—Todo lo que hago por ti es de forma sincera y llena de amor, nunca lo olvides, para mí jamás has sido una obligación o una carga, mi niño.

Me abrazo y yo le correspondi.



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