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Capítulo 14

Leonardo:

Me palidecí y los ojos se me agradaron, de verdad que Irene está actuando como una loca.

La pregunta de Emi hizo que mi mejor amiga intentara cambiar de tema pero no le resultaba ya que él no se lo permitía.

—¿A qué te refieres con que casi te pones celosa? — Karen lo tomó del brazo, pero él se sacudió—Leonardo...

Las palabras se atoran y no me permiten mover la lengua para emitir alguna vocal o sílaba, porque se me ponen cada vez las cosas más difíciles.

—Emilio, creo que necesitas una explicación.

Se cruzó de brazos, su pecho subía y bajaba; lo que hizo que trague saliva.— Yo fui el primer novio de Karen.

Así, sin freno, lo solté.

Así, sin pedir permiso alguno.

Mi mejor amiga no sabía dónde esconderse, lo último que pasa por mi mente es.

«Se acabó todo»

Algo en la cara de Irene también cambió, sus ojos querían gritar algo, pero no sabía cómo descifrar. —Creo que ambos queremos la versión de la historia.

Tomé una gran bocanada de aire porque sentía que mis pulmones no estaban guardando el oxígeno necesario en mi cuerpo.

Flashback:
Había salido en el auto a la casa de un amigo de mi papá, porque el ser que colaboró en mi procreación se había olvidado su maletín.

A veces le faltaba olvidarse dónde ponía la cabeza.

Las velocidades a las que iban rebasaban las reglas del manejo y más en esta ocasión que creo que atropelle a alguien.

Frené en seco, me bajé veloz del auto y mis pobres ojos miraron a una chica en el suelo.

Tuve que gritar.

—¡Señorita, responda, por favor! ¿Se encuentra bien?

Para mi mala suerte no respondía, cuando iba a moverla uno de los transeúntes me dijo que no porque vaya a hacer que tiene alguna lesión.

No quería ir a la cárcel siendo tan joven.

Sus impactantes ojos verdes comenzaron a abrirse poco a poco.

Ella solita movió su cabeza y la regresó al mismo sitio.

Sin lastimarla, logré con mis manos acunar su delicado rostro.

Parecía una de esas muñequitas de porcelana que tanto le gustaban a mi mamá.

Tenía que insistir, ya que no hablaba.

—Dime, por favor, ¿Cuál es tu nombre?

—Karen Garcés...

Asentí, luego tomé mi celular para llamar a una ambulancia; sin embargo, lo que me dijo me desconcertó.

—No es necesario que llames, estoy bien.

¿Cómo podría decirme algo así? No se da cuenta de que la lastime o los golpes le tienen hablando incoherencias.

O qué tal que era de esas niñas con plata que se hacía la víctima para después meterme en un problema gordo.

Tuve que ayudarla porque ni siquiera pudo ponerse de pie por sí sola.

La tomé del brazo brindándole seguridad y con el otro lado libre retiré unos mechones de su largo cabello negro.

—De veras que necesito llevarte a un hospital, puede pasarte algo más grave en el transcurso de las horas.

Me lanzó una mirada de completa molestia.

En serio se iba a poner en ese tono... debería darme las gracias porque otro en mi situación se hubiera dado a la fuga. — Ya te entendí, tienes miedo de que te denuncie con la policía, ¿no es así?

¿Acaso es una bruja? ¿Cómo me leyó el pensamiento?

Una sonrisa coqueta y picarona me lanzó. — Está bien, te prometo que no diré nada, solo llévame a esta dirección.

Con tal de que Karen cumpla su palabra, me basta y sobra.

Mis ojos se abrieron como platos... o sea, me imaginaba cualquier otro sitio (incluso la casa de ella misma) menos que un CENTRO COMERCIAL.

—Tu padre debe de tener algún puesto fuerte, no sé... ¿Es un fiscal?

Suena tonto lo que le acabo de decir y me di cuenta cuando ella no me respondió.

Nos bajamos y caminamos hacia la entrada.

El nombre de este sitio es "EL BOSQUE"

«Qué ingeniosos los dueños» fue lo que pensé para mis adentros.

Decidí que debía dedicarme a solo seguirla manteniendo una pequeña distancia.

Para mi cerebro lo mejor era no dirigirnos la palabra, así no digo información mía que sirva para que me delate más tarde.

Pero la suerte no estaba de mi lado y ella comenzó a hablar:

—Este centro comercial lo conocí con mi mamá hace unos días... no soy de aquí.

Eso me llamó mucho la atención y mi vena curiosa salió a flote.

—¿En serio? eso significa que recién te mudaste a la ciudad capital, te doy una cálida bienvenida, Karen.

Me acerqué y la rodeé con mis brazos; al ser pequeña de estatura, provocaba ternura.

Creo que no le gustó ya que se quedó estática.

—Perdón.

Cuando quise alejarme, agarro mi saco y me acerco nuevamente a ella.

Volví a abrazarla, pero no entendí por qué unas pequeñas lágrimas escapaban de sus ojos.

—¿Te sientes bien?

—Yo... no me siento bien desde hace mucho.— su voz se entrecortaba; estaba a nada de llorar.— Tuve que salir de mi "hogar", inscribirme en un nuevo colegio, dejar mis actividades favoritas para venir a un lugar...

Terminé la frase.

—¿Completamente diferente?

Con mi mano derecha tomé su barbilla obligándole a que me mirase a los ojos.

Cuando murió mi abuelita Gaby me sentí triste y un tanto vacío.

Me aburrían mis padres y el resto de las personas, creía que ahora todo el mundo me trataría con dureza y ya no existirían los mismos y "malcriadeces" como los llama mi papá.

Pero lo más feo ha sido regresar a la realidad y actuar como siempre.

Así que algo puedo entender esa tristeza que carga ella.

—¿Alguna vez has escuchado el poema de Jaime Sabines?

Jaime Sabines fue un poeta y político mexicano.

Este hombre es muy profundo en cada verso de sus poemas que no solo te permite imaginar sino que en ciertos casos te llega al corazón.

—Aquí entre nosotros él es uno de mis poetas favoritos, fue un político en México pero su verdadero amor es la literatura—mientras estaba hablando sentía que me miraba con detalle—. Gracias a él es que tengo un amor por los libros y a la poesía.

—Wow, entonces, fan número 1 de Jaime Sabines, dime el famoso poema

Le comencé a declamar.

Espero curarme de ti.

"Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte.

Es posible.

Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.

Me recetó tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante.

En una semana se pueden reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego.

Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.

Y también el silencio.

Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama.

Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo:

«Qué calor hace», «dame agua», «¿Sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero».

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.

Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.

No sirve, es cierto.

Sólo quiero una semana para entender las cosas.

Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón."





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