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Capítulo 11

Leonardo:

Mis padres contrataron al mejor profesor del colegio.

Cada clase estaba lista junto con su respectiva tarea.

Lo que me preocupa es que hasta este momento Irene no aparece, ¿la llamó? ¿Y si no está en su casa?

Como quería buscar algo, me tocó gritarle a mi mamá para que se acerque y me ayude.

—¡Ma! ¿Puedes venir?

Debido a que no respondió, me quedé en el balcón. Luego saqué de mi billetera la foto que tenía con mis padres cuando viajamos a Hawái para mi cumpleaños número 8.

—¿Qué pasó Leo? ¿Estás bien?

Me volteé y ahí estaba ella puesta un mandil de cocina color naranja.

Algo que me sorprendió porque mi papá es el que pasa más tiempo en la cocina.

—No te enojes, pero... ¿Estás cocinando?

—Quise preparar higos con queso, porque tu padre traería en la noche a tus primos.

¿Mis primos Paúl, Nicol y Alejandro? ¿Esos primos que se comportan como monos?

¿A esos primos que me toca llamar familia?

—No me reclamen si me llegan a colmar la poca paciencia que tengo.

Rodó los ojos como cuando no le agrada alguna comida.— Yo de veras no entiendo cuándo se portaron mal contigo, de niños ustedes se llevaban de mil maravillas, si hasta me rogabas para que vengan a quedarse a dormir.

—Papá, y tú ya no se acuerdan del problema que provocó Paúl, ¿la última vez? — De verdad que es algo que no me quisiera acordar: —Mamá, por favor.

—Y tú no reconoces hasta el día de hoy que te portaste mal con él y que en ningún momento debiste hacerte el chistoso con que le mandabas fuera de "su" casa.

Por más que sea la cuarta vez que le explique cómo sucedieron las cosas, yo siempre voy a quedarme como el malo de esa tarde.

Una herida que sigue en mi corazón que, por más que intente, no logré cicatrizar.

Flashback:

Teníamos entre 11 y 14 años, y como nos consideramos "niños grandes" sabíamos pedir permiso para irnos solos al parque central.

Con quienes me llevaba mejor era con Alejo y Nicky, siempre tenían ideas para jugar y nunca se creían más que nadie a comparación de Paúl, que buscaba estar rodeado de atención y presumir de las cosas más caras que le compraban sus papás.

Los llamo así porque nunca me trataron como sobrino, sino, simplemente llamándome Leonardo.

Esa tarde, como las otras, nos encaminamos hacia el parque, pero con la diferencia de que Paúl no dejaba de "coquetear" a Nicol.

—Pero Nico, ya dime, entre el Leonardo y yo, ¿Quién te parece más guapo?

Yo internamente decía:

«Mocoso fastidioso, como que si a ella le importará eso.»

—Pau, sabes que no me gusta hablar de esas y más si me pones a escoger, para mí los dos son guapos, inteligentes y lo importante.

«Los mejores primos del mundo.»

Eso le provocó enojo a mi primo y a mí un profundo agradecimiento.

Era bonito que a través de otros ojos te vieran tus mejores cualidades.

En un leve susurro y con la cabeza hacia abajo, logré decir «gracias»

Hasta ese momento nada tan fuerte pasó, nos pusimos a jugar fútbol, escondidas, básquet y competencias de velocidad.

Lo que me llamó la atención es que en todo el transcurso del tiempo Alejandro no decía ni una sola palabra.

—Ale, ¿estás bien?

Su mirada estaba fijada en un punto, le seguí y me di cuenta de que miraba las nubes, inocentemente creí que buscaba alguna forma, pero sus palabras me dejaron atónito.

—Esta semana me enteré de que tengo dos medios hermanos y... le busqué a uno de ellos.

¿Qué cosa? ¿Cómo que medios hermanos? ¿Debe haberse golpeado la cabeza?

—No entiendo nada.

—Mi papá antes de conocer a mi mamá ya ha tenido otro compromiso... para ser más exactos, yo vengo a hacer el hijo rompe hogar.

—A ver, vamos más despacio.—tomo un suspiro para que lo que voy a decir sea claro y no me confunda— estás queriendo decirme que tienes dos medios hermanos, que uno de ellos te busco ¿verdad?

Asiente a la pregunta.

—Pues yo de ti debería hablar con él, ni tu hermana ni ellos, peor tu, pidieron venir al mundo—gentilmente le di una palmada en la espalda—Lo que haya hecho mi tío es cosa de él, no te pongas triste.

Nos dimos un abrazo con toque de hermandad, un abrazo tan reconfortante que muy en el fondo nos serviría.

Sí que serviría luego de lo siguiente que pasó.

Desde lejos alcanzamos a oír cómo Nicol peleaba con Paúl, raro porque ella no era de enojarse.

Estando de pie, nos acercamos hasta donde estaba y ahí preguntamos cuál era el problema.

—¡Paul, no quiere darme mi diario! ¡Es un abusivo!

—Oye, porque no le dejas en paz—, a traición le arrebate el pequeño cuaderno rosado—. ¿Cuántas veces no te han dicho todos que no cojas lo que no es tuyo?

Al darse la vuelta, el niño problema estaba con los ojos rojos y derramando lágrimas.

—Así que desde tiempo te parece guapo Leo, ¿no, Nicol?

Momento incómodo a la vista.

—¡Sí! ¡Porque él siempre ha sido lindo conmigo! ¡No como tú, que solo quieres que el mundo gire a tu alrededor y si no pasa eso causas drama!

—¡Pues qué pena me das! ¡Si se han olvidado, él es hijo de una simple tendera y de un profesor!—me dio un golpe no tan fuerte en el pecho— ¡Por lo menos nuestros padres pasaron por la Universidad!

Los ojos se me quisieron cristalizar, pero no lo permití.

Di media vuelta y acelerando mis pasos, caminé de regreso, escuché que varias veces me llamaban y a ninguno de sus llamados respondí.

Era esa la razón por la cual me hacía de menos, por eso me presumía de sus mejores juguetes y de sus viajes.

Y lo peor de todo era que yo se las perdonaba.

Al regresar, el primero que notó mi cambio de actitud fue mi papá; quiso preguntarme, pero yo me negué a responder.

Pero lo único que quería era que su propia abuela lo sacase de la casa.

Llegué hasta donde estaba y mi show tenía que comenzar.

—Abuelita...

La mujer asustada se me acercó primero a examinar mi rostro, al solo ver mis lágrimas y quejidos se apartó y rápido me preguntó qué me sucedía.

—Paul me empujo y se burló de mis padres...

—¿De verdad? ¿Mi Paulito?, no creo que sea capaz.

Aquí en este punto es donde mi paciencia explotó y con la persona menos idónea dije lo que tenía atorado en la garganta.

—¡Tu Paulito es un tonto malcriado y engreído!—el primer vaso de vidrio que apareció terminó en el suelo—¡Siempre le prefieres a él en vez de a otros!

—Leo... tranquilízate, niño.

—¡Porque no les sacas a toda esa familia de oportunistas de tu casa!

Tan sumergido estaba que Irene fue capaz de darme el susto de mi vida.

—¡Madre de Dios, Irene! ¡Casi me matas de infarto!

Estaba parada detrás de la puerta y en sus manos llevaba un pequeño pastel frutal.

—Discúlpame, pero como te vi tan callado, no quería gritar diciendo hola.

Llevaba puesta una blusa sin mangas de color salmón y un collar dorado, sus ojos maquillados con un leve rosado.

—Por cierto, te queda bien ese color

Al inicio no entendió a qué me refería, cosa que tuve que señalar a su blusa para que ella caiga en cuenta

¿Y sus mejillas se pintan del mismo color? ¿Le gustó el cumplido?

—Tu mamá me dijo que ya te dejaron deberes, estoy aquí para ayudarte en lo que necesites

Donde necesito tu auxilio es hoy en la noche.

—Bueno pero... ¡aceptarías fingir ser mi novia hoy en la noche!


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