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Xoxo



La habitación no estaba oscura, lo pude notar aún dormitando. Abrí los ojos para ver donde estaba. Misma cama, mismo lugar, suspiré sin saber cómo sentirme al respecto. Miré hacia el ventanal, el aire corría libre haciendo fresca la noche. Este era mi horario favorito. Antes hubiese respondido que una mañana soleada o un atardecer esplendido, pero ahora, luego de cinco años de soledad en su mayoría, siento la noche como el fin de un día no deseado o muy ajetreado.

Arrugué mi nariz cuando olfateé, el aroma a limón no se me iba a despegar en días. Supuse. Tan familiar y tan...

Todo bien, podría con esto. No era la primera vez que me encontraba en situaciones penosas como ahora. La diferencia fue encontrar mi mano siendo sostenida por una más pequeña. Agité un poco para que el pequeño niño se despertara ya que se encontraba acostado a mi lado. A saber, en qué momento decidió venir a dormir acá. Seguramente estaba acostumbrado a estar en la habitación de su padre.

Una de sus manitas restregó sus ojos para lograr desperezarse, se sentó junto conmigo y rió con la misma risa encantadora que su padre. –Oh, hyung despertó.

¿Hyung? Me lo como, tan tierno. Siempre me agradaron los niños, a veces voy a los parques y me siento a verlos mientras lleno un manuscrito. Ellos me dan ideas para todo tipo de escenas.

–Hyung, soy Byung-chan, pero puede decirme Chan. Papá me dijo que usted se iba a quedar aquí hasta que se recupere. ¿Está muy enfermo? Papá dijo que no puede agitarse mucho, pero luego le daré una bandita para que no duela más. –Sí, esa no era la parte que más me agradaba de los niños, pero qué le iba a hacer. Era un encanto. Hablaba hasta por los codos aún siendo yo un desconocido.

–Ahm, Byung-chan...

–Chan. –Sus ojitos centellando como estrellas me hicieron sonreírle.

–Cierto, Channie. Yo no puedo quedarme cariño, tengo que volver a casa a trabajar. –Justo cuando se formó un lindo puchero en sus labios y sus ojos se entristecieron, entró un preocupado Minho a la habitación sosteniendo una bandeja.

–Papá, hyung no quiere quedarse con Chan a jugar. Dice que tiene que volver a casa. –Miré a Minho con pesar, no sabía que los niños podían encariñarse tan rápido.

–Eso es porque los adultos trabajamos para poder comprarle caramelos a los niños. –Dijo, bajando la bandeja a la mesa a mi lado. Alzó a Chan por debajo de los brazos y lo besó en la frente. –Ahora, ve con tu tía para que puedas comer y ganarte un caramelo después.

El niño asintió con un suave ''sí, papá''. Luego agitó su mano para despedirse de mí. Sonreí devolviéndole la seña. Entonces pensé que quedaríamos solos, pero Suzy decidió entrar a saludar.

–Hola, Taemin-oppa. –Dijo amable. Y algo confianzuda. Creo que venía de familia, pues todos han tomado atribuciones sin preguntar. Aunque no hacen daño y me hacen sentir cálido. Minho lo tomó de otra manera.

– ¿Oppa? Niña, no lo conoces y andas llamándolo con tanta cercanía. Muestra algo de respeto. –Alcé una ceja. ¿Desde cuándo se había vuelto tan gruñón? Su enojo podía salir más ácido y ambos omegas nos desmayaríamos. La pobre chica bajó la cabeza sin saber qué decir.

Minho me dio un vaso de leche alegando sobre mi vacío estómago. Miré el recipiente desconfiado. –¿Un vaso de plástico grueso? No deberías darme los vasos de tu hijo, Choi.

–No encontré mejor opción, tienes las manos de acero, Tae. –Estaba seguro de que enrojecí furiosamente. ¿Cómo podía recordar eso?

–Minho oppa, no lo trates como un niño, tiene casi tu edad. –Regañó Suzy. Nos sonreímos de forma condescendiente mientras la carcajada de Minho nos robó la atención de mi entrecejo arrugado. ¿Qué es tan gracioso? Pensé sorbiendo un poco de la leche.

–Taemin siempre ha tenido las manos pequeñas y frágiles. Antes, todo lo que tocaba tendía a romperse o lo terminaba perdiendo. Por eso, tengo que estar pendiente a él. Imagínate si se hace daño por dejar caer un vaso de cristal sobre sus piernas. –Su risa continuaba y mi ceño fruncido de enojo también. Como odiaba a la gente que me conocía. ¿No podían dejar de hablar de mis manos chicas o mi estatura? Qué fastidio.

–Ya, ya, Tae. No tienes que ponerte bravo por lo de tus manos. –¿Y ahora cómo sabía lo que pensaba? Odiaba todo Minho. Con el pulgar limpió una gota del líquido que se escurrió por la comisura de mis labios para luego chupar su dedo. Suzy y yo lo miramos quietos y sorprendidos mirándole. Eso no se hace.

Llevé una mano a mi corazón y por defecto, mi nariz se enterró en el camisón, que noté, no era mío sino de Minho ya que su aroma se frotó en mis fosas. Me sentí tentado a restregarme un poco más en la seda, pero mi orgullo no lo permitió. Bendita seas, cosa racional dentro de mí.

Volviendo a mi pecho, había sentido una punzada estremecedora en él. Dolió, pero se fue tan rápido como llegó. Minho estuvo a mi lado en segundos.

– ¿Qué sucede, duele? –Intenté inspirar y expirar aire, lentamente, a petición suya hasta convencerlo de que estaba bien.

–Estoy bien. Por cierto, ¿dónde conseguiste esta leche? En este hotel no la tienen.

–La fui a buscar hace un par de horas. Cuando Chan se enferma, solo le interesa comer sus cosas favoritas así que hice lo mismo contigo ya que no tengo idea de cómo cuidar de un adulto enfermo. –Afirmó rascando su nuca. Quise pensar que inconscientemente, se quedó sentado en la misma cama tan cerca de mí. De veras esperaba que fuese así, no soportaría que me revolvieran la vida en estos momentos. No más de lo que acababa de hacerlo con su reaparición.

– ¿Quiere decir que aún recuerdas que me gusta la banana milk?

–Claro que recuerdo que te encanta esa cosa, recuerdo todo de ti, Tae. Es casi imposible que olvide algo, pero estoy seguro de que no es así. –Mantuvimos la mirada en el otro por unos segundos. Sentí vergüenza por sus palabras y porque no podía huir. Esta no era mi casa. Sentí ternura por su intento de agradarme otra vez. Y finalmente, sentí mucho miedo por el avispero que se estaba formando en mi estómago. Un carraspeo sutil nos sacó de la burbuja. Mierda, había olvidado a su hermana.

–Bueno, yo iré a ver que Byung-chan no destroce el comedor. –Anunció algo perturbada mientras salía de la habitación.

Minho sonrió y pasó una mano por mi mejilla llevando unos cabellos rebeldes tras mi oreja. Jamás me cansaría de repetirlo, odiaba a Choi-jodido-Minho.

Mi sonrojo debió haber sido demasiado evidente porque sus labios se estiraron más, como de forma altanera hinchando su pecho delta con orgullo de causar estas sensaciones en un omega.

Sentí mis orejas y nariz calentarse aún cuando su mano se estaba retirando de mi cara y bajé la cabeza intentando ocultar lo obvio. El cariño con el que dijo sus siguientes palabras me hicieron sacar mi lado inmaduro y un puchero indeseado. –A parte de eso, tienes que comer algo, Tae. Así que deja el vaso a un lado y come.

–Delta mandón. –Y nuestras respiraciones se agitaron. Mis manos temblaron y ambos quedamos pasmados. Le había revelado saber su secreto sin querer. Eso definitivamente heriría su... lo que sea delta. Estaba en problemas.

Como siempre.

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