Epílogo
Miércoles, 15:40
Ciudad Astra: Sillury
Matías centraba su mirada en el pizarrón frente a él. Se encontraba en primera fila, frente a frente con el profesor de literatura.
—... por eso es fundamental saber estructurar bien un ensayo. Es necesario que construyan cada argumento de forma adecuada, y para esto deben estar bien informados acerca del tema que van a abordar en sus escritos —explicó en voz alta mientras anotaba cada sugerencia en el tablero. La clase de hoy constituía en la formación de textos, y en pautas para desarrollar un buen ensayo. Matías apuntaba lo más importante en su libreta, trataba de memorizar cada frase, pero los continuos murmullos a su espalda no le permitían concentrarse.
—Eh, muchachos ¿Me están prestando atención? —Sergio, el maestro, se cruzó de brazos y frunció el ceño. La mayoría de estudiantes tenían su atención puesta en sus móviles. Todos murmuraban entre sí y soltaban expresiones de asombro.
—Oye ¿Sabes qué sucede? —Matías miró a su amigo, que se encontraba sentado a su lado. Cris levantó la mirada dejando a la vista su nerviosismo. Le extendió el móvil a Matías con la mano temblorosa y le mostró una transmisión de noticias que estaba en vivo y en directo. Aparecían imágenes desgarradoras sobre las misteriosas criaturas. Aquellas destrozaban lo que parecía ser un campamento militar.
De repente, el profesor le arrebató el celular a su amigo y observó el video. Una expresión de horror se formó en su rostro, pero luego tomó aire y reprendió su asombro.
—¡Chicos, escúchenme! —alzó la voz más de lo habitual e hizo que todos los murmullos pararan. La mirada de los veintiséis alumnos del aula se centraron en él —. No hay nada de qué preocuparse. Ya todos sabemos sobre la aparición de esas cosas extrañas, pero debemos confiar en nuestro ejército. Ellos lo tienen bajo control.
—Pues no parece que lo tengan controlado —comentó alguien y el resto de la clase estuvo de acuerdo.
—¿Confiar en nuestro gobierno? ¿Cuál gobierno? Lo único que tenemos es a una manada de idiotas ejerciendo poder —comentó Maggie, una de las más intelectuales del colegio.
—En fin. Lo que sucede allí no es de nuestra incumbencia. Las cosas aquí seguirán igual. Así que presten atención si no quieren reprobar el curso ¿Entendido?
—¿Cómo que no es de nuestra incumbencia? —le interrumpió Matías y se puso de pie —. ¿No se ha percatado de la magnitud del problema? ¡En cualquier momento pueden atacar la ciudad!
Un fuerte estruendo los hizo sobresaltar a todos. Sintieron un temblor bajo sus pies y las lámparas que colgaban del techo comenzaron a moverse de un lado a otro. Muchos gritaron. Se miraron unos a otros.
—¡Fue una explosión!
—¡¿Qué está sucediendo?!
Los celulares de la mayoría produjeron un pitido que aturdió a más de uno. Matías sacó el móvil de su bolsillo y se percató de que habían interceptado todos los celulares. En la pantalla aparecía un mensaje extraño; en mayúsculas estaban escritas tres palabras en rojo "Estado de emergencia" y debajo, se mostraban indicaciones de permanecer en los hogares hasta nuevo aviso.
Por si fuera poco, el timbre de la escuela sonó en repetidas ocasiones. Y todos los que estaban dentro del salón salieron corriendo dejando de lado sus bolsos y cualquier tipo de pertenencias.
Cris salió de debajo de la mesa y tomó el brazo de Matías.
—Ey colega ¿Y ahora qué hacemos? —su voz se encontraba temblorosa. Las lágrimas se apropiaban de sus ojos.
—¿Por qué me preguntas? No tengo ni idea, Cris.
—Pero tu papá sabe de estas cosas. Venga. Llévame contigo. De igual forma sabes que no tengo a donde ir. El orfanato de seguro no se preocupará por mi ausencia. Esas monjas ni siquiera saben como me llamo.
Salieron al pasillo. Todos estaban empujándose entre sí. No había por donde avanzar en aquel lugar. Se escuchaban golpes y gritos que incrementaban a cada segundo. Los pocos maestros que aún seguían allí, pedían a gritos que retomaran la calma y dieran paso para que los más pequeños pudiesen salir. Sin embargo, nadie cedió el paso.
Matías, aprovechando su altura, logró ver la puerta de vidrio al final del pasillo. La horda de personas salían despavoridas hacia el exterior. Había tanta gente junta en un mismo lugar, y eso le resultaba sofocante.
—¡Vamos al aula de artística! ¡Podemos salir por la ventana! —sugirió Cris a gritos.
Matías y él se encaminaron por el pasillo, yendo en dirección contraria a la salida. Chocaban con el resto y a veces, hasta les tocaba empujar.
Atravesaron el umbral de la puerta y para su sorpresa se encontraron con un grupo de chicos saliendo también por la ventana del aula de artística. Esperaron a que salieran primero, Matías le cedió el paso a Cris para que saliera primero y aunque le costó mucho por su anchura lo logró y cayó de espaldas contra el suelo pavimentado de la cancha al otro lado. Matias fue el siguiente y cuando lo hizo, lo primero que vislumbró fue a unos cuatro o cinco helicópteros volar a una misma dirección.
—Esto está bien jodido. Me arrepiento de no haber traído mi cámara.
—Cris vamos, si mi papá ya sabe lo que está ocurriendo aquí, de seguro me está esperando.
Rodearon el enorme edificio hasta que llegaron al parqueadero.
—¡Esto no me lo esperaba! —exclamó Cris sorprendido y abrió la boca más de lo normal. En el estacionamiento había un montón de autos aparcados, no había por donde salir o entrar. Todos tocaban el claxon exigiendo permiso.
Más helicópteros pasaron volando sobre ellos y se dirigían al centro de la ciudad.
Matías escuchó que alguien gritaba su nombre a todo pulmón. Reconocía esa voz. Miró a todas las direcciones y observó el 4runner de su padre estacionado al lado de la cafetería en la otra calle de la escuela. Su padre estaba junto al auto y movía los brazos para llamar su atención.
—¡Allí está! ¿Seguro que quieres venir conmigo? —le preguntó Matías a su amigo. Cris lo miró y sin dudarlo asintió con la cabeza.
Cuando llegaron hacia el 4runner. El señor Richard abrazó rápidamente a su hijo y examinó todo su cuerpo en busca de heridas. Richard Wegner siempre fue un hombre sobreprotector con los que más amaba.
—Estoy bien. Estoy bien. Ahora dime que sucede ¿Son esos animales? —preguntó él. Su padre asintió con la cabeza y se acomodó las gafas.
—Ya han llegado a la ciudad. Mat, se han multiplicado a gran escala.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Cris y se cruzó de brazos.
—¿También viene Cristian? —ambos asintieron con la cabeza ante la pregunta del señor Wegner —. Entren al auto. Ahora. Lo importante es alejarnos de la ciudad cuanto antes. Richard se subió al auto. Mat entró de copiloto y Cris se sentó en la parte trasera.
El auto se puso en marcha. Tocaba el claxon en seguidas ocasiones. Lograron atravesar el sinnúmero de autos que se encontraban en la calle y continuaron su trayecto por la calle 13 de Cravenmoore.
Mientras conducían vieron que frente a ellos se acercaba una horda de personas corriendo hacia una misma dirección. Fue en ese instante en el que visualizaron a una criatura correr tras ellos y abalanzarse sobre una de las personas que huía despavorida.
Richard puso el auto en reversa y salió de esa calle.
—Iremos al refugio. Se los explicaré más adelante —anunció su padre e incrementó la velocidad del vehículo.
Iban por un vecindario no muy concurrido por lo que la calle estaba despejada.
Escucharon una especie de rugido y de repente una criatura se detuvo en medio de la calle. Esta giraba la cabeza de un lado a otro sin saber qué camino tomar, parecía estar buscando algo. Matías y Cris gritaron al unísono. Notaron como Richard se encogía de hombros y maldecía en voz baja. Estaba tenso y se mordió el labio inferior, luego incrementó la potencia del auto y condujo frenéticamente hacia la criatura.
—¡¿Papá qué haces?!
El auto chocó contra el animal y Richard frenó en seco. Observaron aterrados como la bestia salía volando por lo aires y al impactar contra la calle pavimentada quedó terriblemente destrozada. Los restos del animal quedaron dispersos por doquier.
—Prende la radio —sugirió Cris. Richard negó con la cabeza y se puso en marcha nuevamente.
—No funciona. La señal está caída. Dentro de poco, los celulares estarán fuera de servicio.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Por qué? ¿Sabes algo, verdad? —preguntó Matías a su padre. Lo cierto es que desde que salió la primera noticia, que informaba sobre el extraño avistamiento de las criaturas, la mayoría de los ciudadanos comenzaron a prepararse, otros solo lo ignoraron creyendo que era un montaje.
Richard no se atrevió a responder de inmediato. Pero su silencio dejaba en claro que ocultaba algo.
Luego de dos horas dentro del auto. Lograron alejarse de la ciudad. Avanzaron por una calle desierta en la que en ambos lados solo se extendían hermosas praderas, decoradas con flores de todas las clases y colores.
—¿A dónde vamos?
—Hay muchas cosas que no saben, muchachos. Todo esto es obra del gobierno. Los llevaré a la organización en la que trabajo, somos la única esperanza para este país. Somos la única vía de escape hacia la gran guerra que se aproxima.
***
Richard Wegner detuvo el auto en la planta nuclear abandonada. Guió a los jóvenes hacia el interior y luego los hizo atravesar una puerta de acero reforzado que guiaba directamente hacia unas escaleras en espiral que se extendían hacia más abajo.
La organización rebelde estaba dispuesta a acabar con los malvados planes del gobierno... Y Richard Wegner jugaba un papel importante en la destrucción de la organización MABS, misma que le destrozó la vida y la de cientos de personas.
No pensaron en las consecuencias que traería ese macabro experimento. Y ahora, gente inocente estaba pagando el terrible precio de sus acciones.
NO ES EL FIN...
CONTINUA CON; ESTADO DE EMERGENCIA [SAGA DESCONTROL #2]
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