Capítulo tres
Marcus se sorprendió al escuchar su nombre y se percató de que todos los presentes lo miraban. Se quedó perplejo por un momento, pero su compañera de trabajo, la cual se llamaba Alice, lo pellizcó fuertemente en el hombro y eso lo hizo reaccionar.
—Yo...eh si... yo soy Marcus Ferriman —tartamudeó y tragó saliva.
Justin "su jefe" lo fulminó con la mirada, era evidente que se arrepentía de haberlo mencionado. Marcus siempre fue considerado incapaz, su fuerte era la investigación y estar inmerso en miles de conceptos científicos, pero nunca fue capaz de superar su timidez. Incluso teniendo por lo menos treinta seis años de edad aún le resultaba sumamente difícil entablar una conversación.
—Vale, pues entonces responda mis preguntas —soltó Robert de inmediato. Marcus no lograba percibir su físico ya que el traje impermeable lo cubría de pies a cabeza, lo que sí notó es que tenía una panza sobresaliente.
—Dígame el año —exigió saber Robert y comenzó a caminar alrededor de la enorme jaula, que ocupaba mayor parte del espacio. Su mirada analizaba a la criatura.
—Estamos en el 2035.
—¿Eres imbécil? Me refiero al año en el que surgió esta criatura —lo corrigió Robert y aquello desató las burlas por parte de todos los presentes. Marcus sintió una horda de calor invadir su cuerpo, se estaba poniendo rojo como un tomate e incluso se sentía sudoroso.
Vergüenza. Eso era lo que sentía.
—Discúlpeme señor. La criatura lleva por lo menos dos años con vida —intervino Alice y fulminó a Marcus, quien no dejaba de sentirse apenado.
Las gafas de Marcus se empañaron y tuvo que quitárselas rápidamente para limpiarlas.
—Mide por lo menos 1,90 metros de alto. Es hembra, y como puede ver posee una gran densidad de masa corporal. Por lo que es fuerte —agregó Justin mientras el hombre seguía mirando atentamente. Justin prosiguió —. Hace dos años, usamos un animal, aplicamos la sustancia, pero nos atrevimos a realizar nuevos estudios. Le aplicamos más y más, comenzó a crecer y se fortaleció con el tiempo, hasta llegar a lo que es ahora. La llamamos la alfa.
—¿Ya no crece más de ahí?
—Ha llegado a su punto límite. No aumenta de tamaño.
—¿Y qué especie usaron? —la pregunta de Robert ocasionó el silencio en la habitación. Pero Marcus se llenó de valor, y respondió:
—Usamos un bulldog inglés.
—¿Me estás diciendo que lo que estoy viendo frente a mis ojos es un perro? Eso es... sorprendente —una sonrisa para nada amigable se formó en el rostro de Robert.
—Señor, quedan dos horas antes de que salga el sol —le informó uno de los guardias.
—Bueno, pues debemos darnos prisa. Esto es lo que buscaba...
Los hombres que respaldaban a Robert Williams se posicionaron al lado de la jaula. Otros se retiraron rápidamente y cuando volvieron traían consigo una carretilla elevadora perteneciente a la instalación.
Absolutamente todos estaban desconcertados.
—Me la llevo. Así que aplíquenle sedantes, los que sean necesarios y prepárenla para el viaje —ordenó Robert y de inmediato Alice y el resto de científicos que se encargaban del procedimiento de la criatura alfa se opusieron, excepto Marcus, aún seguía confundido y le daba miedo siquiera enfrentarse a ese señor.
—¡¿Está loco?!
—Los sedantes no serán suficientes, es muy peligroso. ¡No debe salir de este lugar! —le gritó Alice. Pero Robert solo se limitó a seguir ordenando a sus hombres.
—Yo sé lo que hago ¡Así que apártense todos! —espetó Robert.
Marcus se hizo en un rincón y observó cómo los párpados de la criatura comenzaban a abrirse lentamente. Todo se volvió un caos en cuestión de minutos. La criatura ya estaba despierta, Alice y el resto se abalanzaron hacia los guardias para evitar que le aplicaran el sedante. Por otro lado, Justin permaneció inmóvil pero luego se decidió y trató de frenar a ese hombre robusto y despreciable.
—Oigan... Tengan mucho cuidado —les advirtió Marcus arrinconado pero nadie lo escuchó. Sus manos temblaban, quería gritar, quería que alguien tomara su mano y le dijera "todo va a estar bien" pero él sabía perfectamente que no tenía a nadie que calmara su miedo.
La criatura se posicionó sobre sus cuatro patas, y comenzó a golpear los barrotes de forma intensa. La disputa entre los científicos y los guardias se detuvo por un momento, todos giraron temerosos al ver al animal furioso, que no paraba de moverse dentro de la jaula mientras la baba se despegaba de su cuerpo y se esparcía por doquier.
Aquel monstruo rugió y aturdió a Marcus, dejándolo momentáneamente sordo en el oído izquierdo, luego prosiguió a golpear los barrotes con la intención de atacar. Se movía desesperadamente dentro de la enorme jaula y la asquerosa baba que emanaba de su cuerpo salpicaba hasta las paredes..
—¡La necesito para ya! No pueden detenerme, si lo hacen lo único que conseguirán es una bala en la cabeza ¿Eso quieren, malditos? ¡No olviden que ustedes trabajan para mí! —el grito de Robert no fue tan audible debido a los ruidos aterradores del monstruo que permanecía encerrado.
La advertencia hizo que Alice y el resto dieran un paso atrás. Todos observaron impotentes cómo le aplicaban más de quince sedantes a la criatura, la cual no paraba de rugir estruendosamente y de aturdirlos. Todo era un caos.
Luego de largos minutos. La criatura cayó rendida, sus párpados se cerraron, tuvieron que aplicarle muchos sedantes, pero finalmente, luego de dispararle repetidas veces con una arma eléctrica lograron mantenerla intacta y dormida.
—¿Qué planea hacer con ella? —preguntó Marcus y dio un paso al frente. Alice lo tomó del brazo para evitar que se acercara a Robert o a la jaula. Todo el equipo de Marcus se encontraba en un rincón, asustados e impotentes por no poder hacer nada para detenerlo.
—Eso no te incumbe, idiota.
—Pero es muy peligroso, si algo sale mal... Oh por Dios... ¡Todos estarán en peligro! Lo mejor es dejarla aquí, evitar que tenga contacto con el exterior ¿Para qué la quiere? —intentó dialogar pacíficamente. Los guardias abrieron la jaula y con un esfuerzo casi sobrehumano comenzaron a arrastrar a la criatura hacia la carretilla en la que sería transportada.
Amarraron las patas de la bestia e incluso le pusieron un bozal de gran tamaño. La llevaron hacia la carretilla y entre todos la subieron. En el suelo quedó el rastro de baba verdosa que emanaba un olor terrible.
Marcus estaba totalmente asustado, sus piernas temblaban como nunca antes y parecía que el corazón se le iba a salir del pecho. Todo fue muy repentino, llegó ese hombre y así sin más decidieron sacar a la criatura ¿Para llevarla a donde? ¿Por qué está haciendo todo esto?
—¿Eso será suficiente, jefe? —preguntó uno de los guardias de Robert. Aquel mantenía aún la jeringa gruesa en la que se había aplicado las múltiples dosis del sedante.
—Si. Las dosis que le aplicamos habrían bastado para matar a cualquier ser vivo, pero este no es cualquier animal. Sigue viva, y permanecerá dormida durante todo el camino —respondió Robert y se sentó en el asiento de conductor de la carretilla —. Preparen más dosis, para aplicarlas en el camino y preparen el camión. Nos vamos de aquí.
Se dispusieron a marcharse, Robert transportaba al animal. Justin lo siguió por detrás, ignorando por completo a sus trabajadores, que él mismo había denominado para hacerse cargo de la alfa. Se trataba de tres personas, Alice, Marcus y un hombre a punto de cumplir los cincuenta años que se llamaba Rodrigo. Cuando solo quedaron ellos tres, se volvieron histéricos, aún no podían comprenderlo y no dejaban de maldecir en voz alta, incluso Alice había pegado un grito de furia.
—¡¿Esos imbéciles que se creen?! ¡Es el trabajo de nuestras vidas! —bramó Rodrigo y golpeó el escritorio. Un montón de documentos se esparcieron por todo el lugar ante semejante golpe.
—No terminamos de realizar los estudios, además, la criatura no suele reaccionar bien a los sedantes —opinó Marcus, nervioso. Se sentó en una silla frente a uno de los escritorios presentes y centró su mirada en la jaula vacía, en la que solo quedaban rastros del fluido verdoso. Notó que sus manos temblaban y un presentimiento para nada agradable recorrió cada rincón de su cuerpo. Era una señal.
—No podíamos hacer nada. Pero desde un principio supervisamos a la criatura, somos los responsables de su magnífico avance ¡Eso no es algo que se ve todos los días! Era la única criatura que no presentaba deformidades ¿Cómo podemos permitir que se la lleven? ¿Al menos no tenemos derecho a saber qué es lo que planea hacer con ella? ¡Llevamos dos putos años en este lugar siguiendo órdenes de esa gente, pero nunca nos dicen nada! —soltó Alice enojada y sin previo aviso salió de la habitación y se echó a correr por el pasillo con la intención de detener a Robert. Rodrigo también la siguió con las manos en puños como si estuviera dispuesto a pelear.
«Ojalá Dios nos proteja de todo mal» miles de pensamientos invadieron la mente de Marcus. Lo torturaban. Y él no podía hacer nada para frenar aquella situación. Desde sus adentros ya sabía que algo iba a salir mal, pero no tenía el poder ni la autoridad para poner freno al plan descabellado y secreto del señor Robert Williams.
Marcus sabía lo que ese animal era capaz de hacer. No se trataba de un perro convertido en un monstruo, se trataba de una nueva especie que era capaz de hacer lo que sea. Que era capaz de destruir todo lo que se interpusiera en su camino y que incluso, era capaz de comerse a un hombre completo, como sucedió dos meses atrás en ese lugar. En realidad eran cuatro los que trabajaban allí, pero uno de ellos fue devorado por esa criatura.
Hacía ya mucho tiempo que dejó de creer en Dios. Pero en ese momento se puso a orar, porque creía que era la única salida.
Su mente divagaba, trató de concentrarse en la oración que su abuela le había enseñado pero cuando se arrodilló en el suelo y juntó las palmas de sus manos, escuchó un grito aterrador proveniente del laboratorio...
Rodrigo entró a la habitación y tomó por sorpresa a Marcus. Su frente estaba repleta de sudor y se dirigió rápidamente hacia la estantería metálica que se encontraba al fondo de la habitación. De allí agarró una escopeta que se usaba solo en caso de emergencias.
—¿Qué ha sido eso?
—¿Tú qué crees? ¡Ese hombre lo ha jodido todo! —le gritó Rodrigo y cargó la escopeta. Nuevamente se marchó corriendo por el pasillo y en cuestión de segundos ya se escuchaban los disparos.
La alarma de emergencia se activó. Se escuchaban rugidos escalofriantes en manada, combinados con gritos aterradores.
Marcus tardó en reaccionar, pero cuando lo hizo, se llenó de valor y se dirigió hacia el pasillo, giró a la derecha y se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.
Descontrol. Todo estaba descontrolado.
Las vitrinas que antes se creían irrompibles, estaban hechas añicos. Y adentro, las criaturas que antes resguardaban estaban libres. Esas bestias pequeñas en forma de cuadropedos se abalanzaban a todo el que pasara por enfrente, como eran pequeñas solo lograban rasguñar las piernas o incluso arrancar tiras de carne. Una mujer se encontraba en el suelo, pataleando para alejar a la criatura que le desgarraba la pierna y gritaba desesperadamente por ayuda.
Marcus tenía miedo. No hizo nada.
Un rugido se escuchaba en la lejanía acompañado de golpes horriblemente estruendosos. Era la alfa. Se había despertado.
—Los sedantes no funcionaron...—murmuró Marcus desconcertado y permaneció allí, paralizado.
—¡Opriman el botón de emergencia! —gritó un hombre el cual tenía la bata manchada de sangre y le costaba correr debido a la herida en su muslo. Tras él corría una criatura horripilante, similar a un perro, solo que una de sus patas traseras estaba partida por la mitad.
La puerta que llevaba hacia el ascensor de salida se abrió bruscamente. Justin fue el primero en aparecer y tras suyo iba Robert, los dos corrían despavoridos.
—¡Ya viene! ¡Ya viene, corran! —gritó Justin pero antes de que pudiera esconderse bajo uno de los escritorios, una criatura lo alcanzó, saltó y su mandíbula se agarró de su cuello —. ¡Quítenmela! ¡Me va a matar!
Devoraba su cuello, pegaba mordiscos rápidos y la sangre salpicaba por doquier. Robert pasó por su lado pero no hizo nada, además, todo el mundo ya estaba tratando de salvarse por lo que no hubo nadie para rescatarlo. Y Marcus, no tenía las agallas para hacerlo.
Las criaturas de mayor tamaño que se encontraban tras las puertas de hierro golpeaban bruscamente al unísono y se asomaban por la rejilla en la parte inferior de la reja. Marcus vio sus ojos llenos de furia.
El lugar era un caos. Estaban siendo víctimas de su propia creación.
Todos corrían desesperados, se escondían bajo los escritorios o incluso se adentraban en los casilleros de metal en la que guardaban sus pertenencias. Pero nada de eso sirvió.
Los hombres de Robert ya traían sus armas, pero no apuntaban a las criaturas que estaban logrando fugarse de sus cápsulas. Sino que apuntaban hacia el elevador. Marcus observó a la distancia como en el ascensor de carga permanecía la carretilla en la que sería transportada la criatura, pero ella no estaba.
—No... Esto no es real ¡No! —soltó desesperado y los guardias comenzaron a disparar. Marcus solo pudo ver las chispas que provocaban las balas al impactar contra la puerta de acero que comenzaba a cerrarse. En ese preciso momento, se percató del gruñido temible de la criatura alfa, y el resto de criaturas que aún no lograban liberarse de sus encierros atendieron al llamado y se volvieron locas.
Una de las grandes criaturas que se encontraba encerrada logró derribar la puerta con una fuerza fenomenal y se unió al ataque. Arrancó la cabeza a una de las científicas y se la trago entera.
A Marcus le entraron ganas de vomitar pero se contuvo y supo que ya no podía permanecer allí de pie observando, y tampoco tenía el valor para enfrentar lo que sucedía. Por lo que se encogió de hombros y rápidamente se apartó de allí, regresó a la sala de observación en donde antes tenían a la alfa encerrada y cuando entró, oprimió el botón que se encontraba a un costado. La puerta comenzó a cerrarse lentamente y cuando estuvo a punto de cerrarse por completo, Marcus vio un borrón, una figura rápida que no logró detallar consiguió entrar en el único lugar donde Marcus creyó que estaría a salvo. Gritó dejándose llevar por el miedo.
—Soy... yo.. Alice —escuchó la voz de su compañera y dejó de gritar. La chica morena se encontraba en el suelo, sudaba y respiraba como si en algún momento se fuese a acabar el oxigeno. No tenía heridas pero al parecer la sangre le había salpicado el traje impermeable que llevaba puesto.
Sus ojos marrones se llenaron de lágrimas y a simple vista se notaba el temblor de sus manos.
—¿Estás bien? —preguntó Marcus y se arrodilló a su lado.
—¡¿Crees que estoy bien luego de casi ser devorada?!
—No... yo... lo siento. Esto me ha tomado por sorpresa, yo...
—Cállate Marcus, tus palabras no funcionarán para tranquilizarme. Da gracias a Dios que estamos vivos, los otros no tuvieron suerte —lo interrumpió ella y se puso de pie bruscamente —. Todo esto es culpa de Robert. La criatura alfa se despertó y el resto atendió a su llamado. Esa fue la gota que colmó el vaso ¡Ahora todas están libres!
—¿De ve-verdad?
Escucharon los gritos del resto de personas que aún seguían allí afuera, expuestos al peligro. Y permanecieron en silencio, atónitos, sin saber qué hacer.
Marcus se apoyó contra la puerta y se dejó caer hasta que sus glúteos tocaron el suelo. Se puso en posición fetal, se quitó las gafas y cubrió su cara con las palmas de sus manos, permitiendo que las lágrimas se desprendieran de sus ojos.
Los golpes en la puerta eran incesantes, alguien desde afuera suplicaba que la dejaran entrar. Pero si abrían esa puerta sería el fin.
Luego de unos minutos dejaron de escuchar los gritos. Pero eso no era bueno.
—¿Estarán bien? —preguntó Marcus con la voz chillona. Alice miraba fijamente la jaula con rencor.
—No. No lo estarán. La criatura alfa entró antes de que la puerta se cerrara, y... Joder ¡Esto es una mierda! —le respondió Alice.
Marcus nunca la había visto tan enojada. Siempre se veía reluciente y alegre, era una chica joven, de cabello crespo que siempre iba sujeto en una moña alta, era delgada, no tanto como Marcus, pero resultaba atractiva. Solo que Marcus tenía gustos diferentes y las mujeres... no eran lo suyo.
—Lo mejor es esperar aquí dentro —sugirió él y se puso de pie —. ¿Pero por cuánto tiempo? ¿Cómo sabremos si es seguro salir o no?
Se dio cuenta de que ya no se escuchaba nada al otro lado ¿Acaso todos estaban muertos? No... eso no podía ser posible.
—En algún momento tendremos que llenarnos de valor y salir — respondió ella. Pero de repente sus ojos se abrieron más de los normal, con asombro. Y se levantó abruptamente de la silla en la que se encontraba —. Marcus... La puerta, la que lleva a las escaleras de emergencia. O el ascensor ¡Está programado para descender!
Marcus no comprendía sus palabras ni su miedo repentino. Así que negó con la cabeza.
—¿No lo entiendes? ¡Hay grandes probabilidades de que las criaturas logren bajar hasta el primer piso!
—Entonces, eso quiere decir que si llegan al primer piso, escaparán hacia el exterior ¿Eso es lo que quieres decir? —Marcus ya sabía la respuesta. Su corazón se aceleró, entró en pánico
—Pero no podemos hacer nada, solo esperar. Ya no se escucha nada, quizás ya han logrado bajar. Vi que muchos tomaron las escaleras de emergencia como ruta de escape y es obvio que esas criaturas los persiguieron.
Compartieron miradas y los dos supieron que estaban jodidos.
—El botón de emergencia. Un hombre dijo que lo presionaremos ¿Pero cómo? ¿Qué pasa si no logran alertar a aquellos que aseguran el laboratorio? —miles de dudas se arremolinaban en torno a Marcus y eso lo estaba abrumando.
—Pues lo oprimimos nosotros antes de que sea demasiado tarde —Alice tomó la última escopeta que quedaba en la estantería y la recargó con firmeza.
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