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Capítulo dos

El laboratorio constaba de dos pisos. Nadie sabía de su existencia, pero aquel edificio podría pasar desapercibido fácilmente. Por fuera no se notaba sospechoso, y todo lo confidencial se realizaba en una parte del segundo piso, en el que el acceso sólo era posible mediante el enorme elevador de carga o por las escaleras de emergencia que muchos de los trabajadores desconocían. La zona perteneciente al laboratorio recogía unas cuantas hectáreas de bosque, y se limitaba gracias a unas rejas de por lo menos cinco metros de altura, que así mismo, iban cargadas de corrientes eléctricas capaces de dejar inconsciente a cualquier ser vivo que intentara cruzarla.

Cuando Justin y Robert Williams junto con sus hombres se adentraron en el laboratorio, sintieron de inmediato el ambiente tenso. Había un gran número de personas: llevaban batas blancas, guantes en su mayoría azules y el tapabocas les cubría de la nariz hasta más abajo de la barbilla.

Todos los científicos autorizados para ejercer su labor en ese lugar parecían ajetreados de trabajo. Algunos permanecían frente a las computadoras, otros revisaban el montón de papeles que yacían apilados sobre los escritorios. Pero sin duda, la mayoría analizaba a las criaturas que se encontraban en las vitrinas y anotaban cualquier detalle que pudiese ser útil en la investigación.

—Este lugar no deja de sorprenderme, es maravilloso —el comentario de Robert sorprendió a Justin. ¿A quién en su sano juicio le parecería maravilloso un lugar así? ¿Quién estaría satisfecho al ver a un montón de animales convertidos en monstruos deformes?

Justin solo asintió con la cabeza, y decidió no prestar mucha atención a las palabras de ese hombre ignorante.

—Sígueme por aquí, le hablaré sobre los avances de las últimas semanas —le indicó Justin, con firmeza.

—Pues me parece bien —le respondió Robert, sin siquiera dirigirle la mirada.

Recorrieron el lugar y se percataron de que finalmente, los científicos que antes solo se concentraban en su trabajo, ya se habían dado cuenta de la presencia de Robert y sus hombres.

—¡Atención! —Justin alzó la voz y todas las miradas se centraron en él. Incluso los que tenían la vista pegada al microscopio pausaron su trabajo para escucharlo. Justin notó como la mayoría tenía ojeras por la falta de sueño —. Como ya saben, hoy es día de revisión por lo que deben colaborar y obedecer a cada orden que les de el señor Robert Williams. Si hace alguna pregunta, la responden sin rodeos, y si se niegan a hacerlo saben lo que ocurrirá ¿verdad?

—Sí señor —respondieron algunos al unísono. El resto ni siquiera se molestó en responderle. Quizás Justin era el jefe o supervisor de alto mando, pero no era muy respetado. No tanto como Robert, a él sí que lo respetaban.

—Se ha aplicado la sustancia a diferentes clases de organismos vivos. Hemos creado a más y estamos siguiendo los cuidados respectivos, seguimos con los estudios pero ya encontramos a la especie que es más eficaz al entrar en contacto con el componente —Justin orientó a Robert, como si fuese un guía turístico. Mientras avanzaba le señalaba tal lugar y se acercaban a tal vitrina para ver de cerca a los monstruos, resultados de mutaciones debido a una sustancia que incluso Justin desconocía su origen —. Son fuertes, eso hay que admitirlo. Pero otras no lo son, y muchas no han sido capaces al estar expuestas al componente, y han fallecido, quizás es por falta de comida. Esas cosas necesitan toneladas de comida y por supuesto, a veces no es posible estarlas alimentando a cada hora... no nos queda presupuesto y no hay forma de conseguir mucha carne sin levantar sospechas.

—¿Cuántas se han muerto? ¿Por qué no me informó con anterioridad? —lo interrogó Robert. Al parecer quería hacer más preguntas, pero prefirió esperar a que Justin respondiera.

—Bueno, esta semana se han muerto cinco, la semana pasada solo fueron dos y...

—¿Me estás jodiendo? ¡No pueden morirse, idiota! La muerte de una de ellas es un fracaso. Te lo dije claramente ¡Las quiero todas con vida! —Robert se puso a la defensiva. Justin tragó saliva y trató de ocultar sus nervios, pero ya sentía como las piernas le temblaban.

Robert centró la mirada en una de las vitrinas ubicadas casi al centro del laboratorio. Allí adentro resguardaban a una pequeña criatura de cuatro patas, con un hocico pronunciado similar al de un perro, solo que algunos de sus colmillos estaban tan torcidos que hasta se sobresalían de su mandíbula.

—¿Esa cosa tan horrible ha sido producto de la sustancia aplicada? ¿Por qué es más pequeña que el resto? Olvídalo ¿Dónde están las otras? No vengo a ver resultados inútiles, necesito una grande, alguna que demuestre que este proyecto no es ninguna broma —exigió y Justin alcanzó ver a través del traje como este mantenía una expresión de enojo. Tenía el ceño fruncido y apretaba la mandíbula conteniéndose.

—De hecho, hemos aplicado el triple de la dosis en una de las criaturas y... —Justin fue interrumpido. Robert lo chistó y caminó hacia la vitrina, allí se encontró con una de las científicas autorizadas; era de baja estatura, su cabello rojo estaba atado en una moña alta y el tapabocas cubría parte de su rostro dejando a la vista sus ojos azules.

—Buenos días —saludó la chica cordialmente y dejó a un lado los documentos que estaba revisando.

Justin solo observó.

—Buenos días, señor. Trátame con respeto —le corrigió Robert, lo cual fue algo innecesario —. Mata a esa cosa.

—¿Por qué? —le preguntó la chica sorprendida y se posicionó frente a la vitrina, como si estuviese protegiendo a aquel animal —. Yo realizo los estudios. Esta me corresponde y si la mato no tengo una razón para estar aquí, llevo dos años estudiándola ¿De verdad quiere que la mate? ¿Incluso si eso significa perder años valiosos de investigación? ¿Cuál es el motivo?

Justin quiso intervenir, pero Robert yacía firme y nadie podría hacerlo cambiar de opinión.

El animal estaba demasiado delgado y era evidente debido a los huesos que se notaban incluso a distancia. El vientre lo tenía hundido como si no se hubiera alimentado en mucho tiempo, pero lo cierto es que la digestión de las de menor tamaño eran más rápidas, por lo que debían estarse alimentando a cada hora.

—¿Con que andas de respondona, eh? Si te digo que debes acabar con la criatura lo haces y punto. Se nos acaban los suministros, muchacha. Debemos alimentar a las más grandes, a las que sí valen la pena. No podemos desperdiciar la carne en una de esas cosas que no nos servirán para nada.

—¿Servir para qué? ¡Nunca nos han dicho cual es el objetivo de esto! —le espetó la mujer adoptando una mirada fulminante —. Es un gran avance científico, lo único que les importa es que tan grandes son las criaturas ¿Pero para qué? ¿Para qué las necesita?

Robert esta vez ni siquiera luchó por contenerse. Su brazo robusto se alzó y su mano impactó en la mejilla de la mujer, quien cayó al suelo estrepitosamente.

Eso atrajo la atención de todos.

«La curiosidad mató al gato» Pensó Justin, con cierto miedo.

Todos se quedaron inmóviles, observando impotentes como Robert descargaba su furia en la muchacha.

Y Justin no hizo nada. Él era el jefe, pero no hizo nada.

—Olvidémonos de esto, yo me encargaré y seguiré sus órdenes, señor —intervino Justin manteniendo al margen el temblor de su voz —. Más bien, permítame mostrarle justo lo que buscaba. Hemos aplicado el triple de la sustancia en una de las criaturas, y es mucho más grande de las que se encuentran tras esas puertas reforzadas.

Justin señaló las puertas de hierro que se encontraban en fila a cada costado de la sala.

—Pues apúrese, debo salir de aquí con lo que busco antes de que el sol salga. Ah... y otra cosa... Mata a esta mujer.

Justin asintió con la cabeza, realmente no quería que la mataran pero tarde o temprano iba a pasar, era obvio que asesinarían a todos los que estaban involucrados. Es posible que a él también, pero cuando aceptó el puesto ya sabía con certeza que estaba condenándose a la muerte.

Comenzó a guiar a Robert nuevamente, esta vez avanzaron por un pasillo angosto y poco concurrido, que llevaba directamente al lugar en donde retenían a la criatura alfa.

La más grande de todas, y no obstante, la más peligrosa.

Llegaron, se detuvieron frente a la enorme puerta blindada, que por lo menos medía tres metros de alto y dos de ancho. Sin duda, el interior garantizaba una estructura difícil de violentar, por lo que contaba con la resistencia similar a la de un búnker.

Justin hizo que la puerta se abriera luego de insertar claves, huellas digitales y demás. La puerta gruesa se abrió lentamente hacia arriba provocando un ruido estruendoso, que hizo sobresaltar a todos los presentes, incluso a los que se encontraban adentro.

—¿Qué es lo que quieres mostrarme? —preguntó Robert impaciente.

Adentro se hallaban dos hombres y una mujer. Vestían un traje impermeable blanco, con capucha.

Justin no tuvo que responderle. Robert lo presenció por sí mismo.

El señor Williams quedó maravillado, y parecía desconcertado ante los ojos de todos. Su mirada analizó cada parte de la enorme criatura, que en esos momentos se encontraba dormida tras una enorme jaula de barrotes gruesos.

—¿Eso es... es real... de verdad es real?

—Claro que lo es Señor Robert. Puede acercarse, puede verla de cerca. Le aseguro que esos barrotes son resistentes y no le hará ningún daño. Además está dormida —respondió Justin con orgullo y su mirada se centró en los científicos que se encontraban allí adentro y que no obstante, por la visita inesperada, se quedaron de pie, inmóviles y tuvieron que parar su trabajo. Ninguno de ellos se inmutó.

El monstruo, al que llamaban "la criatura alfa", poseía cuatro patas carnudas (gruesas), las delanteras eran un poco más largas que las traseras pero eso no le restaba altura. La mandíbula era enorme, con colmillos largos, y los de abajo le sobresalían. La piel adoptaba un color verdoso, y las venas se le notaban hinchadas y eran visibles a través de la piel cubierta de baba.

—Justin... eh... quiero decir, jefe —murmuró Alice, una de las científicas que se encontraba allí —. ¿A qué se debe la visita?

Alice mantuvo la compostura y trató de no sentirse nerviosa. Observó con detenimiento a los múltiples hombres que entraron en el lugar, y se centró en el hombre robusto que parecía ser el que estaba al mando, al que llamaban ¿Señor Robert?

—Quiero saber todo de ella ¿Es macho o hembra? ¿Cuánto tiempo lleva con vida? Necesito toda la información. La necesito —dijo Robert, pero aquello sonó más como una orden brusca. Y sin duda parecía apurado.

Justin reaccionó rápidamente. Ignoró completamente a Alice porque no le parecía que una mujer pudiese encargarse de ese asunto, así que eligió al azar.

—Le presento a uno de los encargados del seguimiento de la que llamamos alfa. Él es... —Justin se detuvo analizando a cada uno de los científicos presentes, y al azar dijo —: Marcus. Marcus Ferriman.

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