Capítulo diez
Jefferson fue el último en abandonar la recepción. No entendía absolutamente nada de lo que estaba pasando, pero de lo que sí estaba seguro era de que algo andaba suelto y era demasiado peligroso. Su conclusión fue que aquella cosa —la cual desconocía por completo— había causado toda esa masacre.
Se topó de nuevo con el exterior. Vio a sus dos muchachos, Rick y Charlie, supervisando el área o lo que quizás era el parqueadero de la instalación. Los pocos autos que se encontraban estacionados tenían abolladuras en el techo, otros con los vidrios rotos y otros simplemente estaban intactos, pero sin nadie en el interior.
—Jefe. El área está despejada —le informó Rick mirando con curiosidad a los dos científicos y al guardia.
La reja alta que rodeaba la instalación, estaba casi destrozada. Como si algo la hubiera atravesado. Pero lo que resultaba más curioso es que una sola cosa no pudo haber hecho eso... Lo más lógico es que hayan sido varias ¿Pero varias qué? ¿Sería alguna clase de animal?
Una idea descabellada se cruzó por su mente, pensó que quizás resguardaban animales exóticos allí adentro y quién sabe qué hacían con ellos.
—Como ya les dije, Jefferson los llevará a la base militar. Contactaremos con sus superiores, nos encargaremos de todo este lío, pero necesitamos que colaboren brindando todo lo que sepan acerca del proyecto —les explicó Jerome brevemente, con una expresión arrogante en el rostro pero con una voz serena.
Caminaron de vuelta a sus medios de transporte que se encontraban tras la reja. Jerome tomaba la delantera, tras él iban sólo tres de sus hombres (el resto se quedó adentro), y también los seguía Alice y Marcus, los cuales eran científicos al parecer, y el guardia al que le costaba un poco seguirles el ritmo por lo cansado que estaba.
Jefferson iba de último, acompañado de Joseph, Rick y Charlie... Pero alguien más le faltaba.
—Raúl —dijo Jefferson por la radio. Solo escuchó interferencia por la mala señal. Se detuvo y sus muchachos se quedaron con él mientras que el resto se movilizaba hacia la salida —Carlos, Raúl. Respondan. Repito, respondan. Ya hemos terminado, regresen.
—¿Qué ocurre? —preguntó Jerome dándose la vuelta. Estaba lejos y apenas se había percatado de que Jefferson no le seguía el paso.
—¿Qué? ¿Tus chicos se perdieron? —se burló uno de los subordinados de Jerome. Y el resto se le sumó con risitas que resultaron sumamente desagradables a los oídos de Jefferson. No era momento de bromas, comenzaba a perder la calma
Jerome los regañó y se acercó trotando hacia Jefferson. Y justo cuando llegó, Raúl habló al otro lado de la radio:
—Jefe... Me encuentro en la parte trasera de —la comunicación se cortaba y volvía a retomar la señal —gritaba y vine a buscarlo, pero no está. Carlos no está, y veo su rifle en el suelo. No está.
Jefferson apretó la radio con fuerza.
—Les dije que patrullaran el alrededor, es mi culpa. Debo ir a buscarlo —dijo Jefferson. Y aunque intentó irse, Jerome lo agarró del hombro con fuerza y negó con la cabeza —. Tengo que encontrar a mis muchachos.
—Yo me encargaré de eso.
A través de la radio se escuchó un grito y la comunicación se cortó definitivamente.
—¡Algo le ha pasado! —exclamó Joseph asustado.
—Jefe, usted quédese aquí. Nosotros iremos a buscarlo y lo traeremos de vuelta —habló Charlie. Tenía una expresión de horror en su rostro, pero se hacía el valiente. Sacó su arma y esperó impaciente la confirmación de su sargento.
Pero Jefferson no supo qué decirle. Había una amenaza, y si mandaba al resto de sus muchachos los pondría en peligro. Siempre se jactaba de lo buenos que eran sus hombres, pero él sabía perfectamente que les faltaba mucho más para entrar en la zona de combate real y no de entrenamiento.
—No. Yo mandaré a mis hombres —interrumpió Jerome y sus fortachones emprendieron camino hacia la parte trasera del edificio.
—¡Sargento! ¡Haga algo! —le exigió Rick. Estuvo dispuesto a seguir a Jerome y sus hombres, pero Jefferson lo agarró del brazo y lo jaló con fuerza hacia él.
Rick lo miró furioso pero no dijo nada más, ni intentó zafarse del agarre.
A Jefferson se le acortaba la respiración. No quería experimentar de nuevo perder a sus compañeros... No... no podía permitirlo. Imágenes llegaban a su mente, recuerdos perturbadores lo intranquilizaban. Ese día, ese maldito día en el que perdió a todos sus compañeros de escuadra en una operación contra narcotraficantes que se llevó a cabo en la selva húmeda de la isla de las Mayas de Sillury. Recordó la masacre y sintió el mismo terror de ese entonces.
Había decidido olvidarlo ¿Pero quién olvidaría algo así? Fue el único que sobrevivió con su sargento de ese entonces.
Recibió un codazo por parte de Rick, y aquello lo hizo entrar en razón.
Cuando se dio la vuelta, observó casi con alivio como los hombres de Jerome traían a Raúl. Lo ayudaban a caminar, tenía la pantorrilla herida y de ella brotaba muchísima sangre.
—¡Todos a la camioneta! —exigió Jerome.
Alice, Marcus y el guardia corrieron hacia los autos.
—¡Vayan con ellos! —le ordenó Jefferson a sus muchachos. Al principio lo dudaron pero luego de ver la mirada fulminante de Jefferson salieron corriendo y ayudaron a los sobrevivientes a subirse a la camioneta.
—¿Raúl, qué ha pasado? —le preguntó Jefferson. El chico no lo miró, temblaba y lloraba, movía los labios tratando de decir algo, pero las palabras no le salían. —.¡¿Y dónde está Carlos?!
Jefferson tomó a Raúl del brazo con delicadeza, y lo llevó lentamente hacia la camioneta. Notó la herida en la pantorrilla, estaba grave, demasiado. Tenía una especie de mordida y sangraba demasiado. Quizás no moriría, pero necesitaba ayuda médica de inmediato.
—¿Estás bien? —preguntó Joseph cuando se acercaron a la camioneta y atravesaron la reja.
—¿Te parece que esté bien? —intervino Alice girando los ojos.
La mayoría ya estaba en la camioneta y miraban desconcertados.
—¡Oh por dios! ¡¿Qué le pasó a su pierna?! —Bob perdió el control luego de ver la herida de Raúl.
—¡Cállense todos de una maldita vez! ¡Solo ayúdenme a subirlo! —gritó Jefferson haciéndolos callar a todos. Incluso Jerome se quedó perplejo.
Rick y Charlie lo subieron a la camioneta, en la parte trasera junto al resto y asegurándose de no lastimar o tocar la herida.
Todos estaban estrechos allí, pero nadie se quejó.
Jefferson se dio la vuelta y corrió de nuevo hacia el edificio.
—¿A dónde vas? —le preguntó Jerome y corrió a su lado.
—Me falta un muchacho. Carlos Ristman. ¡No voy a dejarlo!
Pero se detuvo en seco. Fue como si todo el mundo alrededor dejara de moverse. Incluso su cuerpo quedó paralizado.
—Lo siento mucho —se disculpó Jerome. Pero su voz hizo eco por alguna extraña razón.
Las lágrimas nublaron la vista de Jefferson y se tiró al suelo impotente.
Los militares de la otra escuadra traían al muchacho, uno le sostenía los brazos, y el otro las piernas. Estaba muerto.
Tenía los ojos abiertos mirando el cielo y una enorme herida en el abdomen que dejó sus tripas a la vista. Los hombres le trajeron el cuerpo y lo pusieron frente a él.
Sintió cómo su estómago se revolvía. Pero a la vez se sintió devastado, le dolía el pecho como si hubiera recibido una puñalada.
Miró el rostro ensangrentado de Carlos Ristman, que tan sólo tenía veinticuatro años. Lo entrenó desde inicio de año y era un chico increíble, un poco problemático, pero buena persona.
Jefferson se golpeó el pecho, no podía respirar bien. Se puso a llorar ahí en medio de todos, también escuchó a sus chicos llorar.
¿Qué le diría a la abuela de Carlos? ¿Cómo la miraría a los ojos y le diría "Lo siento, señora Lisao, su hijo está muerto?
Todo fue su culpa, si tan solo no los hubiera mandado a...
—Váyase de aquí —le ordenó Jerome. Jefferson alzó la vista y lo miró fijamente a los ojos, confundido. No veía compasión en ese hombre —. Si quiere proteger al resto de su escuadra, es mejor que se los lleve de aquí. La cosa que le hizo esto a Carlos aún sigue suelta, no logramos matarla. Así que en cualquier momento vendrá y le recomiendo irse, no querrá verla y mucho menos enfrentarse a ella.
En ese momento quería levantarse y propinarle unos buenos golpes en el rostro y en todo el cuerpo. Pero ese solo era el deseo de culpar a alguien más. Quería culpar a Jerome en vez de a él mismo. Jefferson se creía el único responsable de la muerte de Carlos y la herida de Raúl, que por suerte aún seguía con vida.
Decidió obedecer, ni siquiera tenía fuerzas para empezar una discusión y mucho menos una pelea a golpes, en la que claramente acabaría ganando Jerome, porque era más joven y fuerte que Jefferson. Se subió a la camioneta en silencio, en el puesto de copiloto y se percató de que todos lo miraban con lástima.
Las lágrimas brotaban de sus ojos.
Rick, quien estaba frente al volante. Encendió la camioneta y emprendió de nuevo el camino a la base.
Allí atrás las cosas no andaban bien. La chica, la cual se llamaba Alice, trataba de rodear la herida gracias a una venda, que se encontraba en el kit de emergencias que llevaban en el auto. Raúl se quejaba por el dolor y sollozaba. Estaba pálido y miraba perdido hacia todos lados. Joseph quien también estaba atrás en compañía de Charlie, Marcus y el guardia evitaban ver la herida sangrante que comenzaba a manchar el asiento. Joseph sacó la cabeza por la ventana y vómito, no toleraba la sangre.
Jefferson maldijo en voz baja. Se culpó a sí mismo por lo que había pasado.
—Jefe... Carlos... —comenzó a decir Raúl con esfuerzo, le costaba mucho hablar —. No estaba. Intenté salvarlo, pero ese monstruo se lo... se lo comió.
Y Raúl se sumió en un estado de inconsciencia. Sus ojos miraron hacia arriba y se pusieron completamente blancos, su cabeza cayó en el hombro de Marcus quien se sorprendió aterrado.
Raúl se desmayó. Y todos guardaron silencio.
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