
ᏟᎪᏢᏆ́ͲႮᏞϴ ᏙᎬᏆΝͲᏆϴᏟᎻϴ
"ɖɛʋʊɛʟta aʟ ɨռʄɨɛʀռօ, a
ɖóռɖɛ քɛʀtɛռɛʐċօ."
Aparecimos al inicio de una cueva, a la orilla de un río, el paisaje era tranquilo, extraño para ser el infierno —o al menos era donde creía que estábamos—. Levanté la cabeza al cielo y no encontré ningún sol, solo eran nubes rojas y naranjas, nuestro alrededor perdió los colores alegres que tenía la tierra, la luz no era clara, todo estaba oscurecido; el agua no era azul, ni trasparente, igual que el cielo, el agua tenía un color negro, como si estuviera completamente sucia.
Encajé mis uñas en la palma de mi mano al cerrar mis puños, trataba de mantenerme al margen y no huir despavorida o rogarle a Belial que regresemos, volví a recorrer con la mirada el lugar, encontrándome un barco pequeño y de madera, notoriamente desgastado. Parecía haber estado todo el tiempo en el agua, que la madera se miraba ennegrecida; en el pequeño barco estaba un hombre de pie, creó que, viendo en nuestra dirección, llevaba una capucha negra, su rostro no era visible.
—¿Dónde estamos? —cuestioné a Belial en un murmuro cargado de preocupación.
—Algunos lo llaman el río Aqueronte. Ese hombre que vez ahí se encargará de que podamos cruzar el lugar.
Recordé haber leído un libro sobre la mitología griega para un ensayo en el instituto, estoy segura de haber leído sobre Aqueronte, el libro explicaba muchas cosas sobre los antiguos dioses y donde estaban cada uno de ellos, lo que más me llamó la atención, sin duda, fue la historia de Perséfone y Hades, he escuchado muchos mitos sobre ellos. Pero el que más me atrapó en su momento fue el que narra que Perséfone encontró una puerta y sin saber, cuando la abrió se encontró con el inframundo, se enamoró de Hades a pesar de que él intentó regresarla, consumió semillas de una fruta, pues quien comiera algo del inframundo es condenado a vivir en él. Perséfone no quería dejar a Hades y el inframundo.
Con el tiempo Hades se enamoró de ella, incluso para evitar problemas entre Zeus —su padre—, y Hades, llegaron a un trato en el que Perséfone estaría seis meses en el inframundo y seis meses en la tierra, con sus padres. De ahí la primavera. Cuando Perséfone está en el inframundo las flores entristecen y mueren, el día que regresa a la tierra las flores renacen. Cuando lo leí me pareció muy romántico, sin embargo, solo es un mito, como todos los que existen, no se sabe si eso realmente ocurrió así o si Hades raptó a Perséfone hasta desarrollar el síndrome de Estocolmo.
—¿Qué no es sobre la mitología griega? —surgió la duda, creí que Hades y Lucifer eran diferentes personas, no tenía idea que era lo mismo, pero con una diferente versión de narrar los hechos.
—Lo es, hay muchas cosas que se adoptaron de los dioses griegos como ellos adoptaron costumbres de los ángeles y demonios.
—¿Entonces la mitología griega ocurrió realmente?
—Sí, pero no en esta tierra.
El hombre junto al barco se comenzó a acercar, me tranquilicé un poco y lo esperamos, aquí las cosas a pesar de ser tranquilas, parecía que era por lo solitario del lugar, estábamos rodeados de agua, con excepción de donde estábamos parados, era un piso de arena, tan pequeño que parecía medir quince metros a la redonda, sin ninguna planta o árbol, absolutamente nada más que arena.
—No entiendo —volví a hablar, quería una explicación de su comentario. ¿A qué se refería que en esta tierra no? ¿Existen más además de los planetas?
—No es necesario que lo hagas, solo te preocuparías más si yo decidiera contarte todo lo que verdaderamente hay afuera de tu planeta llamado tierra, incluso hay un infierno y un paraíso. Hay tantas cosas que los humanos aun no descubren, viven en la ignorancia buscando en lugares erróneos, creyendo ser la raza más inteligente que ha existido, solo porque según ellos, muchos aun creen que provienen de los "homo sapiens", cuando nunca existieron.
Antes de subir, Belial sacó una moneda de bronce, muy brillante, al caer en la gran y arrugada mano del encapuchado, pude notar que en uno de sus lados hay una estrella de cinco picos. Con algo de miedo subí, parecía que se voltearía en cualquier momento y terminaríamos sobre el agua.
—¿Entonces de dónde provenimos?
Suspiró, para luego responder: —Hace millones de eones, cuando el espacio era solo un cuarto negro sin ninguna vida, existió algo llamado "oscuridad", solo eso habitaba en ese cuarto enorme y negro. Después de vivir mucho tiempo de vivir solo, se cansó de estarlo, la oscuridad al estar sin compañía, hizo hasta lo imposible, empezó a recorrer la enorme habitación. Entonces en la parte más baja del cuarto, que podía abarcar dos planetas, encontró una pequeña puerta que nunca había visto, el lugar era tan enorme que jamás indagó por completo el lugar. Abrió la puerta y notó que del otro lado había un lugar igual a donde estaba, con excepción de que era blanco, demasiado cegador que lo lastimaba —hizo una pausa para señalarle algo al encapuchado, quien parecía no hablar.
Nos comenzamos a mover sobre el agua y no pude prestarle atención a nada, más que a Belial.
—En ese lugar habitaba otro algo, llamado luz; durante décadas ninguno supo de la existencia del otro, estaban lado a lado y si no hubiera sido por que oscuridad recorrió la habitación, no hubieran encontrado la puerta. Oscuridad y luz se hicieron cercanos, no hablaban, solo eran dos masas flotantes de diferente color, no sabían la explicación de cómo era que estaban ahí, tampoco era que les importara, dejaron de estar solos. Con el tiempo decidieron unirse, en ese momento de unión, ocurrió una explosión enorme. Ahora se le conoce como el Big Bang. Con esa explosión, ambas masas desaparecieron, pero en lugar de ellos, con la explosión aparecieron dos seres celestiales, uno tenía a oscuridad con un pedazo de luz conformándolo, para el otro era igual, lo diferente era que estaba hecho con luz y un poco de oscuridad. Ambos se encargaron de crear vida, los ríos, animales, todo lo que conforma la tierra, el espacio y sus planetas. Incluido los ángeles.
Llegamos hasta donde topaba la cueva, encontrándonos con dos puertas de piedra, el hombre de la capucha, que además de habernos ignorado durante el camino, abrió ambas puertas. Del otro lado se alzaba un tenebroso bosque, me fijé en el piso y me percaté de que el agua no se unía a la tierra rocosa del bosque, tal como si en una botella vertieran aceite con agua; pegados, pero no unidos. Previamente de cruzar al bosque con ayuda de Belial, lo escuché hablar, no le presté mucha atención, estaba apurada por saber que hay en el bosque.
—Uno de esos seres ahora se le conoce como Dios.
Al pisar la tierra firme, giré sobre mi eje, dándome cuenta de un par de cosas, desde este lado no parece haber ninguna puerta, solo hay más bosque a mi alrededor, el cielo es gris, daba la apariencia que el lugar estaba muerto, si no fuera por que acabo de ver algo correr entre los árboles —suceso que me hizo esconderme detrás de Belial—, creí que no había nadie más que nosotros.
—Tranquila, yo te protegeré, solo tienes que hacer lo que te indique.
Sali con algo de vergüenza y me posicione a su lado. Comenzamos a caminar, estaba muy pegada a él, puedo escuchar a lo lejos el crujir de las hojas ser pisadas, no sé quién o qué más haya en este lugar. El sonido de los árboles ondearse y dejándose llevar por el aire solo me pone los pelos de punta.
—¿En dónde estamos ahora?
—Hemos entrado al purgatorio. Aquí yacen las personas que cometieron alguno de los siete pecados capitales, condenados a vivir eternamente luchando contra otros, buscando la manera de sobrevivir; siendo controlados por los siete pecados en forma humana.
Asentí sin dejar de caminar, me fijé donde pisaba y encontré a unos centímetros de mi pie, una mano, o el hueso de esta. Es totalmente horrible. Decidí tomar aire y seguir, no debo sentir lástima por personas que pecaron.
—Tenemos que seguir todo el sendero, hasta topar con la cueva que es custodiada por un par de demonios, antes la utilizaban para traer pecadores del infierno y que los carroñeros del lugar se entretuvieran con ellos, ahora es un pasillo sellado y cuidado.
Caminamos por alrededor de una hora, o al menos así lo sentí, con completa cautela por la zona boscosa, escondiéndonos de todo lo que parecía andar entre los árboles, me comenzaba a cansar de tanto caminar, necesitaba agua, solo eso, en estos momentos mi estómago está cerrado por el miedo.
—¿Falta mucho para llegar? —pregunté.
—Un poco.
Inesperadamente de los costados del camino salieron personas, todos nos veían, en sus miradas no hallé rastro de humanidad, estaban sucios y algunas partes de su ropa desgarradas, se acercaron cautelosamente, estudiándonos. Lucían sedientos, hambrientos, con ganas de destrozarnos
Una gran carcajada fue casi opacada por completo por unos gritos de sufrimiento a unos metros de donde estábamos, me sobresalté al escuchar que gritaban con tanto dolor que mi corazón se quebraba como si conociera a quien gritaba. Por más que intenté ver entre los árboles no apareció nadie, solo el grito que salía por encima del ruido del viento.
—¿Qué quieren? —habló Belial, sin una pizca de miedo.
—Solo... divertirnos. No nos tengan miedo, prometemos tratarlos bien —el que estaba al frente de todos terminó de hablar con una sonrisa espeluznante en labios.
—Carne fresca —mencionó otro.
Comencé a contarlos, me di cuenta que son nueve, incluyendo al que cree esconderse detrás de un tronco, el cual deja ver casi la mitad de su cuerpo, era un tronco muy delgado, si no estuviera en esta situación me reiría de él.
Me quedé quieta a un paso atrás de Belial, esperando cualquier movimiento de su parte, no sé cuál sea el plan, pero tengo que estar preparada. De un momento a otro, Belial tomó al más cercano y con un cuchillo que no sabía que cargaba, lo encajó en la garganta, dejando que sangre negra saliera de ese hombre. Retrocedí asqueada, mi espalda choca con algo, al principio creí que fue con un tronco, pero al girarme me encontré a una mujer, con la misma apariencia que los que estaban enfrente de Belial. Se arrojó a mí y comenzó la pelea, por el rabillo del ojo alcancé a ver como Belial también repartía golpes al grupo que nos había detenido.
La mujer que tenía frente a mí me intentaba morder, sus manos llegaron hasta mis antebrazos y me encajaba las uñas queriendo inmovilizarme, ha como pude logré darle un golpe en el estómago con mi rodilla, su agarré se aflojó, la empujé hacia atrás, solo observé como caía sentada. En su mirar se agregó la furia. Se puso de pie y se aventó de nuevo a mí para tirarme, alcancé a esquivarla, terminó arrojándose contra alguien más que intentaba atacar a Belial.
Una persona diferente se plantó frente a mi e intentó golpearme, detuve su brazo y estiré el mío, plantándole un puñetazo en la nariz. La pelea siguió, me comenzaba a cansar, mis brazos pesaban y el sudor me corría por la frente y cuello, en mis nudillos ya está esa mancha morada con rojo. Poco a poco se fueron rindiendo, del lado de Belial algunos los mató, yo no tenía cuchillo, ni arma, sin embargo, tampoco quería asesinar a nadie.
Parecía que pasaron horas para cuando finalizamos, el hambre se multiplicó y la sed igual, no tenía ninguna cosa en mis manos, no creí que lo necesitara, no sabía que esperar sobre lo que habría del otro lado del portal.
—¿Estas bien? —se cercioró de que estuviera completa.
Me sentía tan exhausta que no pude asentir, me dejé caer sobre la tierra, necesito descansar, si es posible hasta dormir.
—Vamos, se hace tarde.
Bufé y peleé contra mi debilidad, me esforcé en no sentir hambre, ni sed; me puse de pie y retomamos el sendero entre bosques, escuchando gritos llenos de agonía a lo lejos, pisadas entre los árboles y miradas, muchas miradas puestas en nosotros.
—¿A dónde van los que murieron? —pregunté caminando a rastras.
—En un par de horas vuelven a aparecer, su castigo es no dejar de sufrir, obligándolos a intentar sobrevivir toda la eternidad.
No hable más para no desconcentrarme en caminar, esto estaba resultando muy difícil para mí, ¿cuánto tiempo habrá pasado?
Si no me equivoco ha pasado casi un día, pero no sé qué tanto sea en la tierra. Me gustaría saber cómo se encuentra Becka, deseo que haya logrado salir de ahí con vida y en buen estado.
🔺⛤🔺
Las horas seguían pasando, los gritos no se detienen, a veces también se escucha como alguien corre entre los árboles, Belial dijo que no le de importancia, pero esto es aterrador, justo ahora estamos pasando por la orilla de un rio, el agua luce tan oscura que parece peligroso beber de ella, incluso meterse.
—¿Cómo es ella? —mi boca se abrió sin mi consentimiento y hablé sin más, estoy segura que es el cansancio el que me hace hacer cosas sin pensar. Le presté atención al piso para no ver su mirada.
—Es fuerte, le gusta hablar poco y ha sido como una amiga para mí, todos estos años desde que la conocí. Adora a sus hijos como a nadie, creo que lograrás llevarte bien con ella.
—Eso espero —murmuré. Me di cuenta que Belial se detenía, hice lo mismo. Al levantar la mirada me encontré un alto túnel tapado con tablas clavadas de extremo a otro.
—Es aquí.
Se acerco a la entrada y al intentar quitar una de las tablas, aparecieron dos personas, un hombre y una mujer vestidos de traje negro, que hacían juego con sus ojos, los cuales eran completamente negros, sin pupilas, como nos manchas oscuras entre sus pestañas.
—¿Qué tal, Sally?
—Amo —exclamaron al unisonó, haciendo una breve reverencia. Disimuladamente me acerqué a Belial.
—Quiten las tablas, tengo que pasar.
—No podemos, tenemos ordenes de no quitarlas —para mi asombro, ambos estaban de pie en la entrada, se comportaban como robots programados, estoy segura que son demonios, pero no esperaba que fueran así, tan obedientes e inexpresivos.
Belial se acercó al hombre y lo tomó violentamente del cuello.
—¿Te quieres quedar sin alma?
El semblante del demonio cambio y en sus ojos apareció el miedo. Me pregunto por qué es tan importante el alma, incluso la mujer retrocedió como si la hubieran golpeado.
—No, señor.
—Quiten las tablas, es una orden —mascullo seriamente, apretando la mandíbula.
Arrojó al hombre contra la pared y me percaté que la mujer desapareció por unos segundos, al regresar no lo hizo sola, como si fueran esclavos, alrededor de diez personas más arrancaron las tablas, hasta dejar espacio suficiente para pasar. Todo el tiempo me mantuve a un lado de Belial, me sorprendió que ninguno me volteara a ver, como si no existiera.
—Vamos.
Me tomó de la muñeca y comenzó a caminar, conmigo detrás, adentro de la cueva todo era oscuro, no hay ningún ruido, que podía escuchar mi corazón latir fuertemente contra mi pecho. No veía nada, me dejé guiar por el ángel caído. Giré mi rostro sobre mi hombro para ver si venía alguien más, pero no, estábamos solos. Me asombre al darme cuenta que detrás de nosotros, la entrada ya había sido tapada.
—¿Los que están en el bosque también pueden pasar? —susurré.
—No, las tablas están hechizadas para que solo nosotros podamos quitarlas, ellos no pueden quitarlas, y, por ende, tampoco pasar. Si tocan las tablas se queman.
Caminamos por unos minutos, de pronto Belial puso un brazo frente a mí, deteniéndome abruptamente.
—¿Qué sucede? ¿Por qué te detienes?
—Frente a nosotros está el vacío, es la puerta para entrar al infierno, ¿lista para saltar?
Mi estomago se encogió al escuchar las palabras "vacío" y "saltar", muy peligrosas al utilizarse en una sola oración. El hambre que tenia se esfumó, con el temor abriéndose paso. No sé si este preparada para saltar, estoy asustada hasta la médula, hubiera estado mejor que Belial me hiciera saltar sin explicarme, jamás fui fan de cosas como saltar de un avión, o siquiera saltar en una piscina, pienso que son cosas muy peligrosas. Pero aquí estoy, a punto de hacer eso que siempre creí que no haría. No exactamente lo mismo, pero incluye el saltar desde las alturas.
—No hay nada que temer.
Asentí tomando aire, su mano en mi muñeca se bajó, hasta enlazar su mano a la mía, no podía ver nada, por lo que el sentir que me abrazaba me sobresaltó por completo. No era la primera vez que me abrazaba, sin embargo, desde que casi nos besamos comencé a sentir cosas diferentes hacia Belial, aun no sé qué es eso que siento, pero su abrazo me ha dejado sin aire.
—Aquí vamos —murmuró contra mi oído, haciéndome cosquillas con su aliento.
Caminó unos pequeños pasos, apreté los ojos con fuerza, no quería ver lo que sea que suceda, intento no escuchar mi alarmada voz interior que se pregunta dónde caeremos. Diez segundos después, Belial dio un pequeño salto conmigo en un abrazo, y comencé a notar como caíamos, el aire me revoloteaba el pelo, no quise abrir los ojos e intenté relajarme, me confiare en que Belial tiene todo controlado.
Y, a pesar de estar cayendo en un vacío que parece no tener fin, me di cuenta que estoy cerca de conocer a mi madre de alma, el hecho de que estoy camino al infierno me impactó, todas las sensaciones que estoy viviendo me hacen sentir en un sueño. Se que esta es mi vida y no hay ninguna pesadilla o sueño de por medio, sé que estoy en los brazos de un poderoso ángel caído y en camino de hacer un ritual de sangre, en el que desconozco el procedimiento y resultado, no obstante, me siento viva y poderosa.
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