«𝔈𝔫𝔠𝔬𝔫𝔱𝔯𝔬𝔫𝔞𝔷𝔬 𝔢𝔫 𝔏𝔢𝔲𝔪𝔞𝔰»
Peculiar. Fue la mejor palabra que se me ocurrió para describir a Leumas. Desde que ponías un pie dentro comenzabas a ver la diferencia que tiene este colegio con el resto del mundo. El internado estaba adornado con gárgolas, estatuas góticas y todo tipo de adornos extraños. El lugar también desprendía un aura misteriosa, justamente el tipo de ambiente que era mi favorito. Al ingresar descubrías a los estudiantes riendo, gozando y pasándola bien. No creo que en algún centro escolar se podría ver tanto esas facciones humanas tan felices. Para mí las escuelas siempre fueron un infierno.
Por los pasillos hasta la dirección, habían muchas más personas. Todas esas personas estaban utilizando sus dones como si fuera la cosa más normal del mundo, no tenían miedo que los empezarán a molestar por ser diferentes. Quizás mi padre tenía razón al decir que este internado nos ayudaría a ser nosotras mismas. Tal vez si era el lugar perfecto para abrir las alas.
Hazel se le veía mucho más incómoda que yo. Mi hermana estaba totalmente firme y con los brazos cruzados en su pecho. La conocía, ya sabía yo que eran como un escudo para ella. Un escudo que le permitiría sentirse protegida en este ambiente. En este lugar que era completamente diferente a lo que ella estaba adaptada ¡Ni siquiera traía los auriculares puestos! Okey, si los llevaba alrededor de su cuello pero no en los oídos, y si no estaban en sus oídos eso significa que ella podía leer todos los pensamientos y sentir todas las emociones de las personas que nos rodeaban. Estoy segura que se siente aturdida por tanto junto. Por Dios, es mucho para un cartucho.
- Según este mapita la dirección está al doblar ese pasillo – Le hice saber, trayéndola a la realidad.
Me miró, formuló una débil sonrisa y siguió de largo el camino que le indiqué pero con veloces pasos. Solo le di un vistazo al mapa y me quedé unos pasos detrás mientras mi hermana sacaba un poco de ventaja. Para cuando volví la mirada hacía ella, noté que acaba de tener un altercado con un muchacho. No alcancé a escuchar que se dijeron pero pude ver a Hazel enojada. Me quedé en mi lugar viendo la pequeña discusión hasta que el muchacho siguió con su vida.
- ¿Podrías no enemistarte con toda la escuela en el primer minuto que llegamos?
Inquirí irónicamente mientras me posaba a su lado. Mi hermana abrió la boca para reprocharme, sin embargo, fue interrumpida por la directora de Leumas.
- ¡Bienvenidas a Leumas, señoritas Jacobs!
Hazel y yo fuimos conducidas por la directora Leonor hasta su aposento, nos mandó a tomar asiento e sonrió grandemente al tomar su lugar enfrente del escritorio. La mujer es pachoncita, de cabello corto y encrespado en ondas de color gris, sus ojos de color azul iban a juego con su vestido holgado celeste, y por último, tenía la cutis bien enrojecida todo el tiempo como cuando mirabas un tomate madura.
Lo primero que hizo fue darnos una hoja con formularios para llenar. Ahí debíamos poner todo tipo de información personal, haciendo énfasis en nuestro don.
Mientras terminábamos de responder ella comenzó a hablar de las normas con que se regía Leumas. Ahí descubrí su voz chillona, o como yo la llamo "voz de pito". Solo de pensar en los futuros discursos que tendría que escuchar suyos hacía que me replanteara el ingreso. Pero bueno, lo importante en este tema son las normas de esta institución educativa:
_No se permiten mascotas.
_No se pueden salir de las habitaciones después del toque de queda a las 10.
_No chicas en las habitaciones de chicos ni chicos en la de chicas.
_Comer en el comedor en las horas estimadas, de contrarío, se quedará sin comida.
_Nada de música alta después de irse a la cama.
_Prohibido fugarse al bosque sin permiso de los profesores igualmente, para ir a la villa.
_Todos los estudiantes tienen que apuntarse en un círculo de estudio y participar activamente en las actividades.
_Puedes hacer o no hacer público tu don, pero en el expediente estudiantil si tiene que aparecer.
_Solo se permite bebidas alcohólicas los días festivos y que la escuela permita.
_Rotundamente prohibido las relaciones sexuales y las peleas dentro de la institución.
¿Esto es un colegio o un complejo militar?
Formulé una mueca y le entregué todo a Leonor. Cuando salí de ahí ya teníamos noción por donde ir y en qué habitación nos había tocado. «Último piso, lado derecho y número 77» esa fue la dirección. Hazel me dio una mirada cansada al descubrir que seguía compartiendo habitación con la roncadora de su hermana, y yo, como la buena persona que soy, la persona que se compadece de ella, largué a reírme como si no hubiera un mañana.
Los dormitorios estaban separados de las aulas. Para llegar a ellos teníamos que dar la vuelta del bobo por el jardín escolar y meternos detrás de la escuela. Al llegar descubrimos que estaban al lado las habitaciones de chicos. Chicas derecha y chicos izquierda. El único elevador era la división que acabo de nombrar. ¿Y si algún día estuviera tan borracha para tomar la izquierda como la derecha, eso incumpliría la ley?. Espera, incumpliría la ley por solo haber tomado una bebida alcohólica. Que cosa más estúpida.
- ¡Yah! ¡No te rías más! – Me reprochó la chica que comparte sangre conmigo por enésima vez.
Me atragante con mi propia risa, comencé a torcer y dirigí la vista a la persona que había causado mi silencio. No, no fue mi hermana. Había sido un chico que venía en dirección contraria con nosotras. Uno que simplemente su porte hacia que lo miraras más de dos veces.
Vestía pantalones ajustados a sus piernas, una camiseta, una chaqueta de cuero y calzaba conversé. Su cabello era mayormente cubierto por una gorra que dejaba al visto algunos mechones negros ¡Y todo de negro! Todo. La pálida piel le resaltaba entre tanto color oscuro, era como ver la luna en el cielo nocturno. Este último detalle le aportaba un aire gótico, oscuro y misterioso ¿Ya mencioné que esas tres palabras eran de mis cosas favoritas?
En el cruce, nuestras miradas chocaron pero ninguno la apartó. La helada mirada suya era como ver a través de una sombra. Fue como si acabara de mirarle a los ojos a un demonio. Uno que sus ojos estaban adornados con tinieblas.
Un demonio reencarnado de la oscuridad.
Mi espalda fue recorrida por un escalofrío y los vellos de mi cuerpo se erizaron. Lo descubrí con solo una mirada. Él pertenecía a las sombras...
Seguimos de largo, sin embargo, a medio camino me detuve y volteé a verlo. Y como si este encuentro fuera planeado por el mismísimo destino, ese chico hizo justamente lo mismo.
Su mirada contra la mía, su cabeza ladeada hacía mí y sus ojos llenos de maldad, hacían que perdiera las ganas de parpadear. Solo quería seguir detallándolo.
Fue como mirar cara a cara a un asesino en serie.
Él fue el primero en darse la vuelta y seguir su camino, mientras que yo tuve que pasar unos segundos viendo como se alejaba hasta volver a la realidad.
- Me he enamorado... – Susurré atómica.
- ¿Sí, no me digas? – Ironizó Hazel.
- Sus ojos...
-...Eran como los de un gato – Mi hermana terminó por mí.
- ¡¿Joder, cómo supiste lo que pensaba?!
- Hestia, por Dios. Puedo leer la mente – Soltó con obviedad.
- Ah, cierto.
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