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«I'm Hestia»

..«CAPÍTULO#1»..

Desde pequeña supe que era diferente. Mis gustos, mis deseos y expectativas no concordaban con el estilo de las demás niñas de mi edad. Ellas amaban el rosa, yo al negro. Ellas querían ser hadas, yo bruja. Ellas doctoras, yo forense. Nada concordaba con una infancia normal.
Una chica gótica, entrometida, perra y con estilo. Esas son las mejores palabras que me definen. La oveja negra de la familia. La oveja negra en una granja llamada mundo, donde tener un don era mal visto.

Desgraciadamente, fui la primera en desarrollar el don en el seno de una casa normal. Unos de los tantos dones de la mente. Decir que cualquier habilidad mental es la mejor, estaría mintiendo. Los poderes de la mente son los más difíciles de controlar y manipular. Loca, me tildaron, me tilde con cinco años. Empecé como la única que podía hablar con los muertos, ver seres inexistentes y percibir presencias. Luego, cuando fui creciendo, fue como salir de Guatemala y entrar en Guatapeor. Ver, sentir y escuchar se quedaron cortos con las nuevas habilidades que se unieron. Las visiones. Son tan complicadas que casi es imposible distinguir si son del pasado o del futuro. Solo llegan junto al primer tacto o un profundo sueño. Me proporcionan una sutil información de algo o alguien y se esfumaban como si nada.

Desde un inicio creo que antes de empezar con esta travesía debería presentarme: me muestro con gracia y porte, mi nombre es Hestia Jacobs, BlackCat es mi segundo nombre y me fascina el negro y los gatos. Quizás eso sea una de las razones que me llevó a tener la vida que he asumido. Pasado oscuro, presente más oscuro y mi futuro ni sé cómo matizarlo.

Esta retorcida historia inicia con una parte de la ciudad donde solo puedes encontrar a adolecentes ocupando. La única disco que valía la pena en la haraposa ciudad que he habitado toda mi vida. El lugar que enciende su ambiente con la mejor disco de por aquí. Con luces multicolores danzantes y música perreable a un elevadísimo nivel de sonido que manejaba el DJ. No mentiría si dejara que con dos tragos podías marearte con la somnífera atmosfera. Sin embargo, mi acompañante y yo ya estábamos adaptadas a estas situaciones.

Nomás pasamos por la puerta de la entrada y nos encaminamos al bar. Este lugar lo conocíamos con la palma de nuestras manos y era imposible que nos perderíamos entre las multitudes de jóvenes. Empujando cuerpos llegamos hasta nuestro cometido, y como siempre, hubo un estúpido que con un par de sonrisas coquetas pagó los tragos.
El dependiente del lugar, un hombre flacucho como espagueti, nos saludó llamándonos las reinas de la fiesta. Era incontables las veces que lo había visto las noches que veníamos o las que él se pasaba por el trabajo de mamá, y seguía sin conocer su nombre. Para mí era el dependiente Don Quijote, o al menos, así le llamé por su delgadez.

Un poco de alcohol en sangre fue lo suficiente para que despertara las locas que había dentro de nosotras. Tanto en el centro de la disco llegamos a parar, como el centro de atención. Los movimientos sensuales que ejercíamos nos convirtieron en la mirada de todos. Un grupo de hombres nos rodeó suplicando que le diéramos atención. Hasta mi sonrisa se ladeó cuando vi a una chica reprenderle a su novio por estar mirándome.

- ¡Esto esta genial! - Gritó Hazel.

- ¡Te dije que si aprobabas mates nos íbamos a emborrachar!

- ¡Fue una idea estupenda, Hesti!

Soy perra y como una perra me gusta bailar. En mi infancia los cálidos recuerdos que toda pequeña debe atesorar con su figura materna, los míos se reducen, se achican a esos momentos de reflectores y música sensual, a las luces neón, hombres gritando de la excitación y la desnudes de cuerpos femeninos mientras todo se reduce a la palabra "prostituta". Mi madre era la prostituta principal de uno de los tantos burdeles de aquí.
De pequeña siempre me llamó la atención eso de bailar, se veía realmente muy divertido a los ojos de una inocente infante. Ella aprovechando la situación, me enseñó a bailar para que solo continuara sus pasos. Solo que eso nunca pasó. Yo descubrí la gravedad de su trabajo por las malas, tanto perdí el interés por ello, como mi madre por mí. Solo quedó la habilidad de danzar para siempre en mí.

Lo único que tengo que vale de verdad, es mi acompañante, mi cómplice, mi hermana. Es la única que siento que me quiere de verdad. Quizás sí sea la única. ¿Si eso me pone triste?. Baff, por supuesto que no. A la mierda todos. Soy feliz con su único amor y eso no cambiará nada.

Hazel es una chica blanca de cabello negro laceado un poco más largo que la altura de sus hombros. Me lleva unos centímetros de altura y dos años de edad. Sus ojos son puntiagudos y de un color celeste muy encantadores. Básicamente, con solo quedársele mirando a un hombre lo hacía caer a sus pies, así que sí, eran unas de sus mejores armas. De hecho, me encantaba quedármele mirando a los ojos. Mis ojos tengo claro que desbordan curiosidad como un gato, pero los suyos era como ver el sublime cielo. Ella era de facciones más finas que yo, yo era más sencilla en muchos aspectos.

Ella se acercó a mi oído para hablarme. Gritó por la elevada música y aun así solo yo la pude escuchar.

- Ese chico de allí no te quita los ojos de arriba - Hizo una seña con los ojos.

Seguí la dirección que sus celestes orbes me indicaban y encontré al muchacho acompañado de antes. Literalmente se estaba comiendo la boca de su acompañante pero tenía los ojos encajados en mí. Mi diversión solo creció cuando descubrí que la moracha era nada menos que la arpía de mi ex mejor amiga, Lucy. ¿Por qué el mundo es tan pequeño?. Eso solo aumento mi instinto de venganza.

- Voy a darle las buenas noches - Dije antes de comenzarme a alejar de Hazel.

- Hestia espera un momento...

Fue tarde. Ya estaba lo suficiente lejos que no podía escuchar la voz de mi hermana.

Diversión. Cuando habla de ella inmediatamente mi nombre viene a la cabeza de todos mis conocidos. No es por presumir, pero es así, todos me lo han dicho en alguna ocasión. Únicamente por mi forma peculiar de ver este mundillo. ¿Qué si este lugar esta jodido?. Esto tan jodido como yo. ¿Entonces qué sentido tiene vivir demostrándolo?.

Descarnadamente me acerqué a la parejita. Le pasé por un lado al muchacho mientras le guiñaba el ojo y fui directamente hacia otro chico a unos pasos de él que me invitaba a bailar. Podía sentir como la mirada de aquel chico no se despegaba de mí y como este nuevo se le veía claramente sus intenciones sexuales conmigo. Pero, ¿quién es más experta que yo en los trucos?. Manejé los pasos de este último hacia la pareja con la idea trazada en mi mente.

Fue un intercambio de parejas bastante hábil, de hecho, Lucy ni se dio cuenta de mi presencia. Ella fue la primera en separarse de su pareja guiada por él mismo y comenzando a besar al chico que me acompañaba.

- Hola, preciosa - Fueron las palabras del muchacho mientras sostenía mis caderas para unirlas a su anatomía.

- Mi nombre es Hestia, no "preciosa" - Corregí con una sonrisa socarrona.

- Ummh, un nombre de diosa para una divinidad - Se acercó a mi oído - El mío es Exel.

- Ese es el nombre de un Microsoft - Me burle descaradamente - Además, ¿quién dijo que quería saber tu nombre?. Tú estás imaginando cosas.

- Es que no te imaginas como se siente mirarte a los labios e imaginarse todo lo que quisiera que saliera por tu boquita.

Solté unas risillas borrachas, enlace mis brazos en su cuello y rocé mis labios con los suyos. Mi acción fue lo suficiente para al otro día despertar en su cama.

Exel se prestó para llevarme a mi casa al otro día. Me pidió ser su novia y yo le dije que aceptaría si rompía con su novia. Lo hizo por SMS delante de mí. Lucy le comenzó a bombardear el celular pero Exel terminó bloqueándola. Me sentí orgullosa de que mi plan funcionara. No soy rencorosa solo porque sí, ella realmente se había buscado todo. Me había dañado mucho hace un par de años atrás. Yo solo le devolví el favor. Como dicen por ahí: El karma siempre tarda en llegar, pero cuando llega, es una perra.

Ahora solo me inquietaba una cosa, una cosa llamada Hazel.
Estaba segura que mi hermana me daría el sermón del siglo. Mi teléfono se había quedado sin batería por lo que no pude darle señales de vida. De hecho, creo que hasta me mandaría una chancleta por la cara al pasar por la puerta principal. Sin embargo, al captarla en la sala, sentada en el sofá y con las manos en las manos frotándose la cara, solo emití un sonido de tos. Hazel se volteó abruptamente, se levantó del lugar y corrió a abrazarme.

- ¿Dónde estabas metida, Hestia?

Su voz salió rota y yo solo pude sentirme fatal por preocuparla.

- Lo siento. Debí avisarte.

- Tenía miedo que te pasara lo mismo que a Aris.

- ¿Qué le pasó a nuestra madre?

Tras mi pregunta la muestra de afecto se rompió. La pelinegra me miró con duda pero luego soltó las palabras...

- Tuvo un accidente. Ha muerto.

Esa afirmación fue el verdadero inicio de mi historia. A mi mudanza a Wardoon Ville y mi ingresó a Leumas. ¿Este cambio radical sería bueno o malo?.
Estaba a solo un par de días de conocer el lado oscuro.




Está historia acaba de empezar y realmente aún no tengo ni idea de cuán larga será.

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