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XXXIII. Aron parte VII

2 años después.

M is dedos se detienen al cabo de escribir el título en la primera página. No es que no tenga idea de cómo comenzar a escribir, al contrario, sé perfectamente cómo hacerlo, pese a ello, algo es cierto: desde que surgió la idea de hacer un libro de Jane y yo, la verdad es que el final me sigue resultando abrumador. ¿Qué escribiré en él? ¿Terminaré con nosotros yendo a la Universidad? Me niego a hacer eso, porque sé que nuestra historia no finalizará ahí, sé que aún hay mucho más que contar sobre nosotros, y también estoy seguro que tendré tiempo, así que decido sólo dejar el título y cerrar la libreta.

Abro mi laptop para enviar una novela de fantasía que ha estado entre mis manuscritos desde hace tiempo, y que en el último año, Jane me convenció de pulir la obra y enviársela a una editorial por primera vez, compartirla con alguien que no fuera ella, ya que en los últimos dos años, todas mis ideas han ido a parar a sus oídos, lo cual es una gran ayuda, puesto que a Jane le encanta leer, y tiene un amplio campo de posibilidades creativas. Por otro lado, me ha ayudado a crear ilustraciones de mis personajes, así que ese es un bono extra en cuanto a lo visual. Además, gracias a ella tengo una portada para este libro.

Cuando el archivo termina de cargar en el cuerpo del correo electrónico, mi dedo índice permanece encima del botón que indica enviar. Quiero enviarlo y a la vez mis dudas permanecen, pese a ello, recuerdo la voz de Jane indicándome que soy bueno en lo que hago, que confíe en mí, así que sin pensármelo más, pulso el botón y el manuscrito se envía.

Decido apagar la computadora y bajar con mi madre, quien se encuentra dándole clases de piano a Jane, quien ha progresado mucho en estos últimos seis meses, ya que tiempo atrás, se ha dedicado a mejorar sus trazos para poder ingresar a Juilliard este año.

Al entrar a la habitación, lo hago de manera silenciosa, con el fin de poder ver a Jane tocando. Lleva su largo cabello en dos trenzas que le llegan a la cintura, puesto que ha decidido dejarlo crecer.

Recargo mi sien derecha en una columna mientras la observo por la espalda, y su música me lleva hacia un lugar donde sólo existe ella y yo.

Mis recuerdos me transportan hacia hace un año, cuando Jane y yo por fin comenzamos a salir oficialmente como novios, a nuestro primer beso, a la exposición de arte que hicimos hace seis meses para poder recaudar fondos para niños en situación de calle, al intento de cuadros que cree para Jane meses atrás para su cumpleaños y en la decisión que tomé de estudiar escritura creativa en la misma ciudad a la que ella irá, así que ambos podremos vivir juntos y no estar demasiado lejos de casa.

—¿Puedo saber en qué estás pensando? —la voz de Jane hace que me sobresalte y recupere mi postura. Tan ensimismado estaba que no me he percatado que ella ha dejado de tocar.

—Perdona yo...

—Te perdiste de nuevo entre las notas, ¿no es así? —dice sonriendo mientras yo asiento. —Es bueno que lo hagas, ¿sabes? Quiere decir que en realidad voy bastante bien y las personas no corren peligro de que sus oídos sufran si me escuchan.

—Tocas increíble, Jane —aseguro acariciando su mejilla derecha, al mismo tiempo que ella aparta un mechón de mi frente.

—Gracias, guapo, Aron —sonríe al decirlo. Últimamente me llama así, o me dice "bello, Aron", ya que soy hermoso ante sus ojos. La realidad es que me encanta que me llame de ese modo, me siento como si en el momento en que lo dice, sin importar que haya personas o no a nuestro alrededor, yo soy lo más lindo que hay, además, el enorme brillo en sus ojos es algo incomparable, algo que no quiero se esfume nunca.

—Por cierto, hay algo que tengo que darte, Jane, así que tendrás que venir conmigo sin preguntar a dónde nos dirigimos. —Frunce el ceño observándome, sus ojos denotan que quiere saber con todas sus fuerzas qué le oculto, pero ambos sabemos que eso no es posible, no hará hablar.

—Bien, Aron West, no preguntaré, sólo recuerda esto cuando te entregue algo importante: no podrás abrirlo hasta que estés de vuelta en casa a punto de dormir —aclara señalándome con su dedo índice.

—Así que acabas de decir que me darás algo. Eso es una trampa cruel —aseguro —, pese a ello, de acuerdo, seguiré sus órdenes, señorita, ahora vamos.

—Gracias por las clases de hoy, señora West —. Toma su mochila y mamá aparece cuando abro la puerta para que Jane salga. —Nos vemos mañana.

—Creí que se habían olvidado de mí —dice cruzándose de brazos. —Ahora sé que saldrán, así que cuídense y fue un gusto, Jane. Hasta mañana.

—Nos vemos después, mamá.

—Hasta luego, hijo —se despide con una mano y cierro la puerta.

Subimos al auto que compré con ayuda de un trabajo de medio tiempo en el periódico local y en la librería a la que sigo yendo, abrochamos nuestros cinturones de seguridad para después encender el auto y comenzar a conducir.

—Sé que estuve de acuerdo hace unos minutos en no preguntar a dónde nos dirigimos, aunque, en ningún momento dijiste que no podía preguntar cómo es el lugar.

—Olvídalo, Hale, no te diré ninguna palabra.

—Bien, ya n o diré nada. —Se cruza de brazos cual niña y simplemente se dispone a mirar por la ventanilla mientras el aire golpea su rostro, provocando que varios mechones de cabello se suelten.

—¿Y cómo está Teddy? ¿Ya no trata de llevarse tus colores para dibujar donde no debe?

—Oh, pero claro que lo sigue haciendo, mi hermanito se introduce por los lugares menos esperados, así que decidí comprar otro juego de colores y dejarle los antiguos. Están muy desgastados, así que no hay problema. De ese modo deja mi material tranquilo, así como mis trazos.

Sonrío imaginando a Teddy peleando con ella por colores.

Nuestra conversación sigue hasta que estamos por llegar al lugar que tengo planeado, así que a pocos metros, hago que Jane deje que le cubra los ojos con una venda.

—Aron, West, esto no es gracioso, no es lindo tener los ojos cubiertos, eso hace crecer mi incertidumbre por las sorpresas —asegura refunfuñando.

—Silencio, Hale. Ahora caminarás siguiendo mi voz sin oponerte, o podrías caer.

—Qué gracioso, pero, estoy segura que no me dejarías caer.

—No lo sé, no estaría mal ser tu héroe y rescatarte de una fea caída para recibir algunos besos —comento tomándola de las manos para ayudarla a bajar del auto.

—A eso se le dice ser oportunista, West.

—Cierto, y me gusta. —Me río negando con la cabeza, la ayudo a salir completamente del auto y comenzamos a caminar. Debo decir que Jane confía bastante en mí, ya que da pasos rápidos simplemente siguiendo mi voz, y en ningún momento tropieza con nada; creo que no soy tan mal guía.

Cuando le indico que se detenga, coloco mis manos por detrás de su cabeza y le aparto la venda.

—¡Sorpresa! —exclamo con entusiasmo. Jane permanece confusa con lo que está ante sus ojos.

—No entiendo, ¿qué hacemos en una tienda de instrumentos? —inquiere girando su cabeza hacia mí.

—El piano que ves ante tus ojos es tuyo —aseguro. —Le he pedido a tus padres que me dejaran adquirirlo para que lo lleven al departamento en que viviremos en Nueva York.

—Aron, no tenías que hacer esto, yo no... Aguarda, ¿dijiste departamento? Aún no reunimos todo el dinero para el departamento que queremos.

—Lo sé, es sólo que nuestros padres hicieron un acuerdo. Ellos nos pagarían el departamento como regalo de graduación para ambos, y nosotros usaremos el dinero que tenemos para comprar algunos muebles.

—Pero... El piano, ¿cómo lo compraste? Quiero, decir, ¿con qué dinero?

—Esa es otra sorpresa: como ya no podré trabajar en la librería y tampoco en el periódico, además de que es época navideña, me dieron mi liquidación y mi bono navideño hace dos semanas, así que con ello compré el piano.

—Aron, no, ese dinero es tuyo, yo no puedo aceptar esto, ambos sabemos que los pianos son demasiado caros —niega con la cabeza mirándome con preocupación. —Te agradezco esto, de verdad, y quiero aceptarlo, es sólo que es tu dinero, esto es demasiado.

—Acéptalo, Jane, por favor —digo tomando los costados de sus brazos —, es cierto que es mi dinero, y por tanto, puedo hacer lo que quiera con el. Lo que quiero es usarlo para darte esto.

—Al menos déjame...

—No, no digas que te deje pagarme un centavo, porque no lo haré. Vamos, Jane, sólo di gracias.

Lo piensa por un momento, llevando su mirada del piano hacia mí.

—¿Prometes que si llego a hacerte algún regalo así, lo aceptarás?

—Eso es... De acuerdo.

—En ese caso, sí, acepto el piano —habla sonriendo de oreja a oreja. —Gracias, Aron. —Se abalanza hacia mi cuello y me abraza propiciando un beso en la mejilla y después otro en los labios.

—El piano llegará a Nueva York, ¿cierto?

—Así es, mañana lo llevarán y nosotros tendremos que comenzar a comprar los muebles a partir de la siguiente semana, antes de la graduación.

—Es emocionante que me hayan aceptado en Juilliard y que vamos a vivir juntos —asegura aún con sus brazos rodeándome el cuello. —Dime algo: ¿estás feliz por esto?

—Claro que lo estoy. Contigo todo es increíble, y poder compartir muchas más cosas en la Universidad, será algo grandioso. Sobre todo, ya no tendré que decirte: hasta mañana e irme a casa.

—Cierto, podremos decir: buenas noches, e irnos a dormir juntos.

Coloca su frente encima de mi barbilla y a continuación, se separa para sacar una caja roja con un moño dorado de su mochila.

—Aún no es Navidad, ¿sabes?

—Lo sé, pero, es mi obsequio adelantado. ¡Hey! Recuerda que no puedes abrirlo —me detiene al ver que estoy a punto de halar el moño.

—Tú cumpliste tu palabra, así que lo haré, aguardaré hasta que esté a punto de irme a dormir. Ahora, ¿qué te parece si...? ¿Jane?

Sus ojos han cambiado drásticamente de denotar felicidad, a denotar terror. Pronto su pecho comienza a subir y bajar rápidamente.

—Jane, ¿qué tienes? ¿Jane?

Comienzo a sacudirla y resulta inútil, lo único que provoca es que comience a faltarle el aire, ya que sus hombros suben, inclina su cabeza a un costado, chocando con uno de sus hombros y después vuelven a bajar. Presiona sus dientes y hace muecas

—¡Jane! ¡¿Qué tienes?! —exclamo moviéndola.

—La... Bru-Bru... Bruja —susurra. Entonces sigo la dirección hacia donde sus ojos observan. Hay una mujer de cabello lacio de pie frente a la entrada de la tienda, sonriéndole de manera abrumadora.

—Jane... Te está dando un ataque de pánico.

Tomo mi móvil y llamo a la doctora Mackenzie. Como puedo, coloca el dispositivo en mi hombro mientras lo presiono con mi mejilla, para que así pueda tomar a Jane entre mis brazos y llevarla al auto.

Cuando salimos, pasamos a lado de la mujer que sigue sonriendo y desciendo al estacionamiento por un elevador.

—Doctora Mackenzie, Jane está teniendo un ataque de pánico o eso creo. Su pecho no deja de subir y bajar, está muy pálida y no está respirando bien.

—Tráela inmediatamente, Aron, prepararé lo necesario.

La llamada finaliza, subo a Jane al auto colocándole el cinturón de seguridad, ya que está en shock. Enciendo el auto lo más rápido que puedo y conduzco a una velocidad alta.

Para cuando llegamos, ya hay personas que nos esperan, así que bajan a Jane cargando y se la llevan, la doctora Mackenzie está adentro para cuando llego al pasillo de recepción.

—No entres, Aron, voy a controlar la situación, tú llama a sus padres, por favor.

Sin nada más que decir, Jane desaparece, así como la doctora Mackenzie.

. . .

Teddy juega con un oso de peluche que Elizabeth le proporciona para que se mantenga entretenido, mientras que George y yo no dejamos de mover nuestras piernas de arriba abajo en nuestros asientos.

—Aron, ¿cómo es la mujer que viste? —inquiere en tono de preocupación.

—¿Crees que sea...¿ —Elizabeth no termina la oración, simplemente mira a George, quien posteriormente gira hacia mí.

—Dímelo, por favor —insiste.

—Era una mujer alta, de tez blanca, cabello azabache y sonreía de una manera muy... Tétrica. Cuando pasé a su lado con Jane en brazos, seguía sonriendo.

» ¿Ustedes saben quién puede ser?

Antes de que puedan responder mi pregunta, la psicóloga aparece con una expresión de enfado notorio.

—¿Me pueden explicar por qué Jane asegura ver a una mujer que está muerta?

George y Elizabeth se miran entre sí por unos segundos, pareciera como si acabaran de cometer un crimen, lo cual me asusta.

—¿De qué están hablando? —pido saber. —La mujer que vimos, ella es... Jane dijo que era La Bruja, pero esa mujer murió hace años, ¿no es así?

—No —responde George levantándose de su asiento.

—¿No? —repite la doctora. —Ahora mismo me van a explicar esto, porque Jane está mucho más que asustada en la habitación, está aterrada. La he tenido que sedar para que pudiera tranquilizarse. Jura haber visto a la mujer que la trajo al mundo y de la cual siempre ha sabido que murió en un accidente donde ella y su progenitor la acompañaban.

—Olivia no... Ella no está muerta.

La respuesta de George me deja atónito, y la doctora Mackenzie está aún más furiosa, lo cual comprendo. Pienso de inmediato en Jane, en que está en una habitación, tal vez creyendo que se ha vuelto loca, y a la vez segura de haber visto a una mujer que la lastimó por años, una persona que debía protegerla y que jamás lo hizo.

—Cuando di aviso a las autoridades sobre el maltrato de Jane, a Olivia y Marcus los iban a arrestar, sólo que ambos fueron más listos y no se encontraban en casa. Para cuando se dieron cuenta de que había policías en su casa, salieron huyendo; sin embargo, no se quedaron con los brazos cruzados.

» La custodia se me fue otorgada al ser un familiar directo. Creímos que estaríamos bien, pero, un día, mientras Jane salió sola a jugar al patio, Olivia y Marcus aparecieron y se la llevaron. Elizabeth no pudo detenerlos, ya que Marcus la golpeó y la desmayó. Tuvieron un accidente, a causa de la velocidad con la que conducían, fueron llevados al hospital pero, Marcus murió al llegar, Jane sufrió algunos cortes en la cara a causa de los vidrios rotos y Olivia... Ella sólo sufrió algunos moratones, un brazo roto y una contusión.

Dijo que jamás nos dejaría tranquilos, que Jane le pertenecía y que aunque fuera a prisión, iba a regresar. No queríamos que volviera, por maltratos a un infante, no pasas el resto de tu vida en prisión, así que, hicimos un trato: le ofreceríamos dinero a cambio de dejar a su hija tranquila, de darle la oportunidad de una vida donde fuera feliz. Aceptó y se marchó con el dinero, no dijimos nada a la policía, ella aseguró que no volvería nunca, no obstante, ahora ha roto su palabra.

—No puede ser —habla la doctora Mackenzie, con los brazos en su cadera. Lleva una mano a su frente.

—No debieron haberle mentido —aseguro. —Ella ha creído que esa mujer está muerta, y ahora tendrá que saber que no es así.

—Él tiene razón. Jane ha luchado contra el temor hacia un fantasma, hasta ahora, ha entendido que lo mejor que podía hacer era perdonar para poder ser feliz, libre. Ustedes...

—Hicimos lo que creímos mejor en ese momento —asegura Elizabeth. —Sólo queríamos que la dejara tranquila.

—Tengo que prepararla. Será mejor que la dejen aquí algunos días, necesito que se enfrente a esto, o jamás va a tener una vida tranquila.

—¿Puedo verla? Por favor, doctora Mackenzie, aunque esté dormida.

—Nosotros...

—Ustedes deténganse —los señala. —Sé que quieren verla, pero, no será conveniente que lo haga.

Frunce las comisuras de sus labios y dice:

—Tú, puedes entran unos minutos, si despierta, creo que le hará bien verte.

La sigo a través de un largo pasillo hasta que llegamos a la habitación, abre la puerta y me deja pasar.

—Sólo tienes unos minutos, Aron —me indica cerrando la puerta tras de sí.

Jane permanece dormida a causa del sedante. Me acerco con lentitud hasta llegar a su lado, tomo su mano derecha y la envuelvo entre mis manos.

—Jane, sé que será horrible cuando despiertes, pero, por favor, no te rindas, por favor. No lo has hecho jamás, siempre has sido valiente y fuerte, te pido que lo seas una vez más. Estaré a tu lado a cada momento, no me iré nunca, voy a estar para ti, incluso si me dices que me vaya.

» Te amo, Jane. Mi amor —susurro besando su frente.

—No... te vayas —su voz suena muy baja por el sedante, pero, al verme, sonríe. —Quédate, por favor.

—No me iré a ningún lugar, te lo prometo.

—Tengo miedo —asegura adormecida.

—Yo te protegeré, sea de quien sea, te lo juro, Jane.

Vuelve a quedarse dormida, pero no me marcho, me quedo, le he dicho que lo haré, así que permaneceré a su lado hasta que no pueda hacerlo.

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